viernes, 30 de agosto de 2013

LA LÓGICA DEL FRACASO


Hoy casi no tengo sensaciones que llevarme a la boca, aguijones que me piquen y que necesiten un poco de pomada para que se suavicen. O eso parece.
En realidad es que la suma de gotas en tormenta es la misma cada día y llueve sobre el campo seco lo mismo que sobre el suelo mojado, descarga sin clemencia y anega lo que pilla sin distinguir fechas ni horas. Cada uno de nosotros es construido por las circunstancias y ellas son las que mandan, las que moldean, las que empujan, las que calman y las que controlan todo; en ellas el ser se hace tonto y listo, conservador o progresista, avaro o liberal. Es verdad que hacemos como que nos engañamos al afirmar que podemos elegir entre varias posibilidades y que de nosotros depende hacer una cosa u otra. Algo es algo: perfectos fingidores; o tontos del todo.
Sí, yo podría estar ahora mismo sentado en otra parte, acaso paseando por la calle, tal vez en la arena de una playa o buscando trabajo inútilmente. Pero lo cierto es que frente al ordenador no se está mal, por la calle hace calor a estas horas, la playa está muy lejos y tengo dinero  para llegar a fin de mes sin necesidad de buscar trabajo. O sea, que las circunstancias me acaban de hacer un ser en este lugar, sin salir a la calle, sin arena en mis pies y con salario a fin de mes.
Esto mismo lo podía hacer un ser humano de Mauritania, por ejemplo, pero, mira por dónde, no lo hace; ni siquiera lo hace ninguna persona de esas que se cruzan en mi vida cada poco tiempo. Sencillamente porque sus circunstancias, y ellos mismos, son diferentes.
Y, cuanto más extensa es la circunferencia que incluye esas circunstancias, menos me siento con capacidad para modificarlas ni en lo más mínimo.
¿Qué puedo hacer para paliar en alguna medida la locura de Siria, por ejemplo? Pero vengamos a lo que aquí, a lo de ayer y a lo de ahora. ¿Cuál es mi capacidad para influir en este sistema que me parece una mierda absoluta? Y el sistema está operando a mi lado, en mi país, en mi ciudad, en mi barrio y en mí mismo.
Siempre he defendido la participación pública y la existencia de organizaciones sociales y políticas como fórmula menos mala para la convivencia. Lo cierto es que con frecuencia caigo en el desánimo y abomino de casi todo, me pongo mohíno y me dan ganas de aislarme, de encerrarme en mí mismo y de poner pared de hormigón a mi alrededor.
Sé que no es posible aunque quisiera, porque sería postura egoísta  y porque seguirían haciéndome las circunstancias, esas otras circunstancias.
Tal vez la guerra hay que organizarla con otras armas. Acaso la lógica de las cosas haya que vencerla con las pistolas del amor y no de la derrota. Puede que no sea escaso el placer de aspirar a ser querido por aquello que parece que no te quiere y que no anda en tu lógica. Aunque resulte una especie de asalto pues, en el fondo, todo amor es un asalto a algo que no nos pertenece.

En fin, qué sé yo, es el territorio de la ilusión, ese refugio que consuela un poco a los desalentados en su derrota. Puede que sea eso.

miércoles, 28 de agosto de 2013

CUMPLEAÑOS FELIZ

CUMPLEAÑOS FELIZ
Me miro en el espejo por si acaso
pudiera sorprenderme con la imagen
que tengo repetida de mi cuerpo.
Me fijo un poco más que otras mañanas:
todo sigue lo mismo, más o menos.

Me marcho por las nubes al pasado
y me refugio un rato en esos guiños
que me ofreció la vida y que no siempre
supe bien comprender.
Pero, vamos, muchacho, no está mal
-me digo en un intento de consuelo-.

Me invento un buen refugio en el futuro
y no puedo creerme su certeza
pues todo es vanidad de vanidades
y el tiempo hace conmigo lo que quiere.

No sé si soy feliz con lo que tengo
-que no es poco, chaval, piénsalo un rato-
ni si es mejor la brisa del pecado
o el azote continuo de lesa religión.

Hoy es mi cumpleaños. Me sumerjo
en un mar de sirenas por un día,
desprecio lo demás y lo condeno

al reino de la nada y del olvido.

lunes, 26 de agosto de 2013

OTRA DE JOSÉ LUIS CUERDA


La mejor suerte me sigue acompañando. Hoy de nuevo y por casualidad se me apareció en pantalla otra película de José Luis Cuerda: “Así en el cielo como en la tierra”. Y se me arregló la tarde. Y me reconcilié de nuevo con el cine de este país, ese que es tan denostado por la derechona y por los snobs imbéciles y papanatas del cine de Hollywood (esta vez hasta lo he escrito bien).
He visto esta película muchas veces y cada vez me parece más un resumen de teología a pie de calle de lo mejorcito que se puede presentar. Sobre ese fondo común del desastre de la religión, entendida en su versión oficial de cielos y tierras, de buenos y malos y de castigos por todas partes, se alza la suma de secuencias cortas que dejan a caer de un burro todo lo oficial y lo aparentemente sesudo. Hasta el punto de que el cielo tiene que aprender de la tierra (de ahí el título de la obra), a pesar de todos los defectos de esta y de las miserias que inmediatamente se apuntan en la vuelta a la tierra de los del apocalipsis.
No entro aquí en más valoraciones. Serían casi todas positivas, salvo lo que me parece alguna concesión demasiado personal del autor. Tan solo dejo constancia de la suerte de estas dos tardes seguidas en las que José Luis Cuerda me ha dado la oportunidad de reconciliarme un poco con lo que me parece resumen de inteligencia, de perspicacia, de sagacidad y de capacidad para reunir ideas esenciales con elementos artísticos de primera calidad.

Y seguro que con dos perras, sobre todo comparándose con todas las estrellas de Origud. Pues eso.

domingo, 25 de agosto de 2013

ALGUNAS PREGUNTAS



¿Por qué me empeño tanto en insistir sobre hechos que me producen sentimientos fuertes?
¿Por qué, cada vez que en mi televisor aparecen los créditos o cualquier imagen de la película “La lengua de las mariposas” no me puedo levantar del asiento hasta que no desaparecen las últimas letras de la pantalla?
¿Por qué he dicho muchas veces, y vuelvo a repetir, que me hubiera gustado ser el maestro que aparece en esta película?
¿Por qué  no encuentro en ella ni una sola escena desencajada y todas me satisfacen tanto?
¿De dónde han sacado a ese niño protagonista que no sé cómo se llama pero que tiene un tono de voz tan expresivo y una cara tan sugerente?
¿Quién es la actriz madre de ese niño que me deja atrapado en sus gestos y en su expresividad más que todas las más deseadas del mundo que pululan en Jurigud?
¿Cuánto de mi niñez hay en la infancia de esos niños y en el ambiente de ese pueblo?
¿Será verdad, como afirma el maestro, que, con solo una generación educada en la libertad ya no será posible el retroceso en la liberación humana?
¿Habrá en el cine alguna otra escena como la del hermano mayor tocando su saxofón frente a la muchacha “china” de la que se enamora?
¿Hay acaso alguna profesión tan hermosa como la de la educación en la que a los alumnos se les enseña a volar cual si fueran mariposas?
¿Realmente es productiva la educación de aquellos que piden y exigen palo y castigo con libro sobre las manos en cruz? ¿No es este maestro el mejor ejemplo de lo contrario?
¿Por qué da tanto miedo proclamar la extraordinaria labor educativa de la República y el enfrentamiento que de ello derivó desde el estamento clerical, que se veía apartado de su chollo en el “adoctrinamiento” exclusivo de los niños y de los jóvenes?
¿Por qué el miedo y la salvaguarda de la vida llevan al ser humano a la degradación de cualquier dignidad y a ocultar cualquier convicción personal, como se demuestra tan magistralmente en la última secuencia de la película?
¿Por qué a este director, José Luis Cuerda, no le nombran maestro de casi todo por la perfección y por la ternura con la que cuenta las cosas?
¿Por qué da la casualidad de que, por decirlo con palabras suaves, José Luis Cuerda recela de casi todo lo que viene de Origud?
¿Por qué el cine español crea películas tan hermosas, con referentes de aquí mismo, y hay tanto papanatas que no hacen otra cosa que despreciarlas?
¿Por qué yo me vengo abajo casi desde el primer minuto en películas como esta y no puedo verlas si no es solo o acompañado por personas muy cercanas que tienen que aguantar mi moco caído?

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

viernes, 23 de agosto de 2013

CON LA VENIA


Pasé ayer de nuevo un día en Ávila con mis hijos y con mi nieta. Estas horas son para mí pura felicidad. Tampoco es demasiado lo que se necesita para sentirse tranquilo y satisfecho. No siempre podrán repetirse con tanta frecuencia las visitas porque la vida está hecha como está hecha, o como la hemos hecho; pero mientras dure, a vivir contentos y felices.
Tengo muchas ventajas con mis hijos. La más importante es la de que creo que son buenas personas, que tienen ese fondo llano y directo, bondadoso y legal al que pueden acudir todos los que los rodean. Supongo que por eso tienen tantos amigos y se les ve contentos en cualquier sitio y reclamados por todas partes.
Estuvimos por la tarde un rato departiendo unos minutos con una pareja amiga suya. La chica es una joven fiscal, de esas que terminará su carrera en cualquier audiencia, en el supremo o yo qué sé. No salió a la mesa el asunto de la justicia: son vacaciones y no era el contexto. Nosotros tampoco teníamos tiempo para casi nada pues nos teníamos que volver. Pero sí me dio tiempo para fijar en mi memoria la imagen de la mesa y la idea de la justicia, y ese recuerdo me vuelve esta mañana a la cabeza.
Hay trabajos y trabajos, profesiones y vocaciones, actividades y compromisos. Todo contribuye a apuntalar esta sociedad en la que seguimos estando y todos aportarán su grano para que el edificio no se derrumbe cada día. El entusiasmo de cada persona, la creencia en lo que hace y su honradez hacen que cada oficio sea diferente según quien lo practica. Pero no estoy seguro de que todos animen de la misma manera.
Cada día me siento más satisfecho cuando considero la profesión que he tenido. Creo que siempre he sentido que era esencial porque ayudaba a las personas a desarrollar su pensamiento y, en definitiva, a hacerse seres críticos y pensantes. Esa convicción me parece que me ha ayudado a dedicarle un poco más de entusiasmo y a sentirme más a gusto en el trabajo. Supongo que algo se tiene que haber notado en el resultado.
Pero pensaba y pienso en el oficio de fiscal, en el día a día de esa mujer con la que estaba sentada alrededor de una mesa ayer mismo. Fiscal, acusador, defensor de los derechos públicos. Suena bien para empezar. No está mal que la comunidad tenga personas encargadas para su defensa frente a aquellos que se toman la justicia por su mano. Vale. Bien hasta ahí. Lo demás no me entusiasma tanto. Siempre acusando, siempre en un plano negativo, siempre en persecución de males, siempre con la vista puesta en la condena, siempre frente a algo.
Sigo pensando -también lo hacen muchos penalistas sesudos, y esto es más importante- de qué nos sirve el castigo cuando el mal ya está hecho. No sé cuánto hay de venganza y cuánto de reparación del mal. No sé qué castigo mayor puede haber para el culpable que el de llevar en su conciencia el mal para el resto de sus días. No sé si los esfuerzos para recuperar al reo son los mismos que para condenarlo. No sé…
El personal judicial actúa según lo que marcan los preceptos elaborados por el poder legislativo, pero la vida no cabe en los preceptos, pues es mucho más rica y variada; estos textos son muy flexibles y la personalidad, la formación, las creencias y el sentido de justicia social que tengan los tribunales influyen de manera decisiva en el veredicto.
Me gustaría que las actividades de esta joven fiscal -y las de todos los otros- se orientaran en el de la justicia social, en la de prestar al menos tantos esfuerzos cuando el acusado es un poderoso como cuando lo sea un débil, en el de considerar que lo que sirve es la recuperación y no la venganza, en el de ayudar a que la libertad sea siempre considerada, frente a su falta, como uno de los bienes mayores de los que puede gozar el ser humano…, y en el de sentirse simplemente un servidor más que, con otros muchos, empuja  para conseguir una vida y una sociedad un poco más sana y llevadera.

Sus intenciones no parecían malas. Veremos los resultados, Los suyos y los de la justicia en general.

lunes, 19 de agosto de 2013

DUDAS METAFÍSICAS


No conozco a nadie, de los que hayan ojeado con tranquilidad la historia de las ideas (acaso no sean tantos), que haya dejado en el olvido a Platón. Él es el referente primero en filosofía sistematizada, pues él nos presenta a Sócrates y hasta él nos vamos después de darles vueltas a los fragmentados textos de los presocráticos. A partir de él, nuestro occidente ha ido montando su pensamiento y ha ido desarrollando sus precisiones, pero creo que ya dándole vueltas al caldero que Platón dejó a la lumbre.
No pretendo ponerme solemne, y mucho menos en la ebullición de estos calores de agosto; más bien aspiro a lo contrario.
El asunto del alma como elemento espiritual es asunto platónico y al cristianismo le vino de perlas para sus fundamentos y para la idea de la vida eterna y otros asuntos. Hasta aquí, y solo hasta aquí, este atisbo de solemnidad.
El alma, esta amada de Cristo sanjuanera, este elemento intangible que perdura no se sabe muy bien cómo, esa sustancia etérea que lo mismo vale para un roto que para un descosido, resulta que está reservada para los seres superiores: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”. Ya se sabe que lo de la mujer y su alma tuvo que esperar, aunque no tanto como el voto femenino. Tal vez porque la costilla tiene su tiempo de cocido y de reposo.
Y, si la mujer tuvo restricciones para el reconocimiento de su alma, lo de los animales anda todavía  en período de estudio y de vuelva usted mañana. Y es que ver a una culebra encomendando su espíritu no ha sobrepasado todavía los límites del aprobado.
Así que, a estas alturas, andamos con los animales desalmados, faltos de su parte más noble y en niveles de tenerles compasión más que otra cosa. Vamos, que esta religión no es demasiado ecologista y establece jerarquías bien marcadas, no siendo que nos vayamos a equivocar. Pobrecillos animales. Tal vez por eso me dan a mí tanto miedo los perros; sin duda porque no tienen alma los pobrecillos. Tenía yo una duda insoluble y mira por dónde la solución estaba aquí.
Pero es que toda regla tiene sus excepciones. Y en este asunto son muy llamativas. Veamos. ¿Qué se puede decir del misterio del perro de san Roque, del dragón de san Jorge, de todos los pajaritos de san Antonio, del mundo mundial de los animales de san Antón, y, en otro plano ya de división de honor, de los animales de los evangelistas, de la serpiente del paraíso o de la paloma de Nazaret?
Para mí que esto del alma de los animales hay que revisarlo. Y mucho más en estos tiempos de ecologistas, de granjas de las de cuidar y de las de matar, de veterinarios con consultas de alto copete y mayor factura, y de anuncios de comida para animales con toda garantía.
Mientras este asunto tan peliagudo se soluciona, me quedo con otras dos dudas metafísicas:
1.- Cuando se muere un animal, ¿adónde irá su alma?
2.- ¿También resucitarán al almas de los animales con sus cuerpos respectivos el día del juicio final? No tengo muy claro lo que dice el Apocalipsis al respecto.

Ah, y con el miedo insuperable a los perros, animales que merecen capítulo aparte y minucioso.

sábado, 17 de agosto de 2013

"¿QUÉ FUE DE TANTO GALÁN...?"

          
Con frecuencia pierdo el paso y el pulso al ver y considerar de qué manera el ser humano actúa de manera insolidaria. La percepción me llega por todas partes y a todas horas. Me llega en cuanto veo algo mal colocado, o cuando un coche ocupa dos plazas de estacionamiento, o cuando un grupo se para en medio de la acera y no deja pasar al resto de los viandantes, o cuando un conductor conduce o pisando huevos o a mil por hora, o cuando algunas personas ocupan el paseo en un parque e impiden el paso, o cuando oigo las risitas de aquellos que en cualquier situación se saltan la cola, o cuando no se respetan las edades, o cuando…
 Lo peor para mí es que no me tranquilizan demasiado tampoco las situaciones del otro extremo: las paradas del coche cuando el peatón apenas ha aparecido por la esquina lejana, las sonrisas fingidas y de postizo ante cualquier persona a la que ves a diario, las reverencias y aspavientos diversos que se marcan en las conversaciones, el no salirse nunca de lo políticamente correcto o no expresar nada que tenga alguna segunda interpretación humorística, y, en fin, todo aquello que signifique sobreactuación en la vida. Me muevo mejor en la normalidad de los planos lisos y no rebuscados y nunca he pensado que la buena educación sea precisamente presentar buena cara ocultando la que realmente se esconde tal vez en una segunda capa.
La sociedad suele marcar con el premio al que se inclina a la práctica de esta segunda serie de caricaturas y de poses. Un ejemplo que lo demuestra es la buena impresión que tradicionalmente ha causado entre las mujeres la actuación del caballero (aquí la palabra creo que está bien elegida y es necesaria) que cedía siempre el paso, que saludaba ostentosamente y que aparentaba ser un árbitro de la elegancia en su capa externa, sin necesidad de indagar en otras capas más internas de la actividad o de la inteligencia.
Es verdad que somos muchos en este pequeño planeta. También es verdad que la vida se nos va en pequeñas cosas, que son las que, concretadas a diario de una forma o de otra, dan un perfil determinado a cada persona. Todo esto es verdad. Pero me parece que la mejor manera de contribuir a una convivencia sana es la de cumplir cada uno con sus tareas personales de una forma digna y honrada. No se trata de eliminar los elementos de la cortesía y del saber estar; se trata de no alterar el orden de los factores ni la importancia de los elementos. No siendo que vayamos a barrer y tener pulida la casa ajena y dejemos la nuestra sin barrer.
Porque, si por cortesía fuera, tal vez habría que considerar la cantidad de gestos amables que dispensa el ser humano a los de la misma especie dando así un barniz de buen olor a su vida. Pero es que en el mismo paquete tendríamos que considerar lo crueles que somos con nuestros congéneres, hasta convertirnos en la especie que más y más cruelmente mata a sus semejantes.

En fin, que muy buenas tardes, pero, coño, quítese usted de la acera, que no deja pasar a nadie y estorba a todo el mundo. Por ejemplo.

miércoles, 14 de agosto de 2013

SON DIECISÉIS LOS AÑOS YA


SON DIECISÉIS LOS AÑOS YA

En las fauces del tiempo se van yendo
los más dulces recuerdos. Solo a veces
regresan a la mente y se hacen limpios,
como es limpia la piedra después de la tormenta.

Hoy quiero recordarte y te recuerdo
en un sitio escondido y apartado
solo para nosotros.
Yo era niño y acaso me llevabas de la mano.
Y eran noches al claro de la luna,
preñando las bufardas
en las entrañas de las carboneras.
Tú eras tal vez más alto que los cielos
y más fuerte que todos gigantes
que habitaban detrás de las montañas.

Te recuerdo otros días
sorprendiendo al saúco y al romero,
muchos años más tarde,
y las noches de besos a algún hijo
que volvía otra vez desde tan lejos
al hogar tan humilde de su casa.
Tu figura en la cama en dura lucha
con el pulso del aire que pugnaba
por sostener el ritmo en tu garganta.
Y aquella tarde noche en la que todo
se tornó más oscuro de repente
y el tiempo se hizo tiempo
y enseñó sus medidas infinitas.

Son dieciséis los años ya que faltas
y todo sigue igual;
también esas matitas de romero
que tienes a tu lado -y a su lado-

testigo siempre fiel de mi memoria.

domingo, 11 de agosto de 2013

AL RESCATE DE MIS VIEJOS PAPELES


YO SACIABA MI SED AQUELLA TARDE

Yo saciaba mi sed aquella tarde,
sumergido en las aguas de tu boca.
Todo era sol y fuego por la arena,
que daba paso al fresco de la gruta.

Allí estaban tu nombre, los abismos
del mundo de los sueños, el placer
despistado y haciendo de las suyas.

La inmersión más profunda
que ha conocido el fondo de los mares.

Me he quedado a vivir en las corrientes
submarinas que mandan sus mensajes

hasta el fondo salado de la ciudad prohibida.

viernes, 9 de agosto de 2013

LECCIÓN POÉTICA


Después de describir las características del Barroco, también y sobre todo del literario, movimiento con el que no comulga demasiado Mairena, el enviado de Machado se plantea cuál es, entonces, la esencia del verdadero arte. ¡Casi nada!
Muy pronto advierte del peligro de acercar el poema a la lógica pues, según él, entonces se convierte en un silogismo o en un teorema, y para eso ya están las ciencias lógicas y matemáticas. Además, si se hiciera tal cosa, se conseguiría una fórmula única para la construcción del poema “ideal”, las variantes no tendrían sentido ni valor y la inspiración tomaría vacaciones perpetuas, la realidad externa se manifestaría siempre por encima de la creativa y al creador solo le quedaría el camino de la exageración en el ingenio para mostrar una aproximación a esa realidad externa más llamativa. En ese sentido, Mairena entiende que culteranismo y conceptismo son dos caras de la misma moneda pues responden al mismo esquema aunque poniendo énfasis una en la escenografía externa y otra en la interna.
A mí me asustan un poco las descalificaciones generales, incluso las que vienen de la sensibilidad del maestro, pero me parece que esta consideración tiene una enjundia sabrosísima. Idea para tratado y no para treinta líneas.
Entonces, ¿dónde y cuál la poética de Mairena? Por sus obras los conoceréis, pero Machado no esconde sus bases teóricas.
“Todas las artes aspiran a productos permanentes, en realidad, a frutos intemporales… Pero no olvidemos que, precisamente, es el tiempo (el tiempo vital del poeta con su propia vibración) lo que el poeta pretende intemporalizar.”
“Todo poeta supone una metafísica… y el poeta tiene el deber de exponerla. La posibilidad de hacerlo distingue al verdadero poeta del mero señorito que compone versos.”
“El mundo es solo un aspecto de la divinidad; de ningún modo una creación divina.”
“Cuanto es aparece: cuanto aparece es. Todo el trabajo de la ciencia consiste en descubrir nuevas apariencias, nuevas apariciones del ser.”
“No hay, pues, problema del ser, de lo que aparece. Solo lo que no es, lo que no aparece, puede constituir problema. Pero este problema no interesa tanto al poeta como al filósofo propiamente dicho. Para el poeta, el no ser es la creación divina, el milagro del ser que se es, el fiat umbra!, la palabra divina que al poeta asombra y cuya significación debe explicar el filósofo.”
Esa aproximación misteriosa de la realidad personalizada en el corazón de cada poeta corre el peligro de convertirse en única, solitaria y solo una entre la infinidad de posibilidades. Por el lado contrario, volveríamos a justificar que toda creación poética vale igual que las demás. Algo hay de eso, pero solo algo, porque sigue Mairena.
“El corazón del poeta, tan rico en sonoridades, es casi un insulto a la afonía cordial de la masa, esclavizada por el trabajo mecánico… El sentimiento ha de tener tanto de individual como de genérico, porque, aunque  no existe un corazón en general, que sienta por todos, sino que cada hombre lleva el suyo y siente con él, todo sentimiento se orienta hacia valores universales, o pretende serlo.”  “Un corazón solitario / no es un corazón”
“Una nueva poesía supone una nueva sentimentalidad, y esta, a su vez, nuevos valores.”
“Una lírica intelectual me parece tan absurda como una geometría sentimental o un álgebra emotiva.”
“Mi artificio no es máquina de pensar, sino de anotar experiencias vitales, anhelos, sentimientos; y sus contradicciones no pueden resolverse lógica sino psicológicamente.”

Lo difícil, y esto no lo dice Mairena sino que lo anoto yo, es dar con el casamiento que aúne una experiencia vital, resuelta psicológicamente, pero que aspire a encontrar corazones que también palpiten con esa experiencia y, sobre todo, con la manera de presentarla, que con-cuerde y halle eco en otros corazones para que queden en un “no sé qué que quedan balbuciendo.”

jueves, 8 de agosto de 2013

PARA UN RATO AL SERANO


Ando desajustado, como andan los propios días de verano en los que me hallo. Mi ritmo de actividad decrece por diversas razones y a unos días de abundancia les suceden otros de carencias y de pobreza.
Uno de los ejes en los que me he sustentado siempre ha sido el de la lectura. También en este asunto ando a trompicones y a impulsos, ahora mismo sin un plan determinado y un poco al albur de la luz de cada mañana. Cuando así me hallo, suelo disparar a blanco seguro, pues alargo mis manos a los anaqueles y parece que siempre se me pega un libro clásico firmado por alguno de mis escritores favoritos. En ellos suelo remansarme y de ellos aprendo siempre muchas cosas, al menos las que caben en mi pequeña sesera. Por eso hay autores que me son muy familiares y hay obras a las que vuelvo una y otra vez. Sé que esto, como todo lo demás, tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Qué le vamos a hacer. Además, con ello compruebo una vez más lo lejos que suelo andar, también en esto, de los gustos de otros muchos lectores, tan devoradores de textos más actuales, bestseller  de premios comerciales y repetidores insistentes -según yo los veo- de historietas con escaso fondo y duración.
Hoy mis manos han vuelto a hojear alguna creación de don Antonio Machado, ese autor casi decimonónico, según algunos, pero que tantas cosas me sigue diciendo cada vez que lo visito. Ayer leí toda su creación modernista; hoy he degustado las dos versiones de La tierra de Alvar González; dentro de un rato dialogaré con Abel Martín y con Juan de Mairena, esos dos heterónimos complementarios que no paran de enredar y de darles vueltas a las cosas; después, las otras composiciones históricas, patrióticas, amorosas, paisajísticas, o laudatorias, pero siempre hondas y palpitantes, en las que se reproduce sin falta el esquema de paisaje con figura pensante.
El largo romance de la familia Alvargonzález viene a renovar este género poniendo como eje y fundamento no tanto el exceso y la peripecia como el misterio, el hado y el destino, las fuerzas ocultas que parecen sobrehumanas y que conducen a los humanos como si fueran simples ejemplos de una fuerza superior. En alguna medida, este romance alcanza la fuerza de la tragedia griega, con esas voces corales que repiten la esencia del misterio en una misma forma con distintas variantes: “La tierra de Alvargonzález / se colmará de riqueza, / el que la tierra ha labrado / no duerme bajo la tierra.” Esta voz lastimera irá mordiendo la conciencia de los hermanos hasta devorarlos mentalmente y rendirlos en el suicidio, precisamente en el mismo lugar del crimen: la laguna negra. El cuenco en el que se cuece la historia no hace más que intensificar el grado de la tragedia pues es el contexto familiar el que ve cómo se dibuja y se desarrollan el destino, la envidia, la relación padre hijos, la presencia amorosa de la madre, las intenciones cainitas entre hermanos, la cizaña entre cuñadas, la visualización de las propiedades familiares y su división, el reparto tradicional de herencias y profesiones…
Y todo envuelto en el halo del misterio, en el sueño, en la presencia solo presentida del padre a la puerta con la leña, en la acusación creciente y en gradación maravillosa de los elementos de la naturaleza en la última parte a los dos hermanos parricidas, y la resolución final con la catarsis y el castigo sin excusas de los asesinos.
Antonio Machado, además, y sobre todo, envuelve el contenido esencial en la melodía adecuada y en el ritmo propio de este tipo de relatos. De sobra conocía él la importancia en la coordinación de le “sens et le son”, los dos elementos esenciales de la creación poética. Saborear la rapidez de algunos pasajes, en los que se queda solo con lo imprescindible y con aquello que sugiere solamente, y degustar y embarcarse en la intensidad graduada de la parte final en la que todo acusa a los asesinos, hasta terminar con la imagen general de todo el campo (“Los dos hermanos quisieron / volver. La selva ululaba, / Cien ojos fieros ardían / en la selva, a sus espaldas”) es solo plato de restaurante de cinco tenedores.
Hay mil elementos integrados en esta composición doble (prosa y poesía) que son para comida lenta y reposada, para comentario largo y para sobremesa sin prisas y distendida. Ahí continúan por si se presentara la ocasión. Cuánto me gustaría compartir.
Pienso en el esquema mental que esconde el largo romance y en la representación de los sentimientos que en él aparecen. En nuestros días, casi todo el mundo vive en las ciudades, el ritmo es mucho más acelerado, todo invita a la carrera y al compás que marque la moda. Pero la Historia ha sido otra, otros sus ritmos y otras sus escalas. No sé cuánto de las esencias del relato quedan en nosotros, los que vivimos en poblaciones pequeñas y los que pasan en día de acera en acera en las ciudades. Ojo, que los elementos esenciales son los mismos, aunque las representaciones sean diferentes.

En estos días de agosto, muchos de los urbanitas andan de aglomeración en las costas o acaso de vista en los pueblos de sus orígenes o de sus antepasados más inmediatos. A la hora del crepúsculo y del serano, y si la televisión lo permite, tal vez vuelva al recuerdo alguna de las historias que guardan las pequeñas comunidades, aquellas que parecían ancladas en el tiempo y que empiezan a ser solo recuerdo del pasado. Buenas horas para acompasar tiempos e ideas. A la luz de la luna o en torno de una mesa, con varias generaciones en el corro, las vivas y las ausentes. Después, quién sabe, tal vez se rompan los misterios; o acaso sigan ahí pendientes siempre para hacernos temblar y meditar un rato. 

miércoles, 7 de agosto de 2013

AL RESCATE DE VIEJOS PAPELES


AL RESCATE DE VIEJOS PAPELES
De mis viejos papeles manuscritos rescato estos versos, escritos un día de abril de hace ya cuatro años.
HE SOÑADO
He soñado en colgarme de tu palo,
jugar a ser Tarzán por un ratito,
contemplar desde el cielo ese camino
que baja de la torre
coronada de ébano pulido
hasta todas las plantas de ese edificio tuyo:
tus áticos de plata, las alcobas
de tus pisos más nobles, lo garajes,
los parques más umbrosos, la piscina…

Voy a esperar la lluvia y, en sus gotas,
tú me verás bajar muy lentamente.
Ábreme las ventanas de tu cuerpo
y rompe el ascensor: nos quedaremos
recorriendo la casa:
tienes tantas sorpresas que mostrarme…

Acaso hasta te alquile por semanas
cualquier habitación contigo dentro;

estoy a la intemperie y tengo frío.

martes, 6 de agosto de 2013

DE MI CUADERNO DE NOTAS

-         Si no miro el reloj, me pesa sobre el pulso y me lo acelera.
-         El buen ladrón nunca ladra.
-         Cada mañana me lo repiten mis gafas: ven más cuatro ojos que no dos.
-         Entre el ser y el existir sólo había hasta el S XVII un pensamiento velado; hoy, el fracaso de no poder actuar.
-         Hablar de una persona como un ser es despojarlo de su vitalidad.
-         El Castañar en otoño es un campo de batalla donde caen bombas continuamente.
-         No me importa estar un poco sordo: para lo que hay que oír...
-         Pelillos a la mar, no al suelo del lavabo.
-         No me disgusta el color rojo: me hace juego con la ideología.
-         El dinero no hace la felicidad, pero lo demás está todo tan caro...
-         Programar es matar un poco la vida pero darle vidilla al tiempo.
-         Si Dios existe, ¿por qué no paga impuestos?
-         A los que dicen que les gusta trabajar todo se les va en el gusto.
-         Cualquier tiempo pasado fue... pasado.

-         Seis por cuatro, dos que sobran.

domingo, 4 de agosto de 2013

"...ASÍ TOMADOS, DE UNO EN UNO..."



        
Si la vida no es en sí una suma de luchas por la supervivencia, es lo que hemos hecho de ella en los tiempos que corren. Pero si hay que resignarse a entender que es así -qué pena y qué pobreza tan inmensa-, al menos convendría ordenar esas luchas y entender que no es lo mismo librarlas de manera individual que colectiva, que no es lo mismo buscarse los garbanzos físicos y mentales de uno en uno que agrupados y en ayuda, aunque solo sea como egoísmo disimulado para salvar la existencia y seguir tirando para adelante.
Tengo la seguridad de que uno de los desgraciados logros de los últimos años en la cultura occidental dominada de manera absoluta por los intereses económicos y por la derecha política- es el de haber abandonado a cada ser humano a su suerte de manera despiadada. Por no practicar, no se ve ni siquiera la práctica de la caridad y del cacho de pan de las colectas del sobrante, aquellas que antes salían a la calle para pasarela de los pudientes y para adormecimiento de conciencias de los más pacatos.
Se ha perdido la conciencia de grupo o clase social incluso entre los ricos. Aunque estos importan menos pues tienen reservas para asegurarse su supervivencia y la de sus allegados. Y es que últimamente se han despojado de la presencia física y se han escondido detrás del anonimato de las cuentas bancarias y del sube-baja de la bolsa y las acciones, sus salones y sus clubes andan más escondidos que nunca y el plano corto de la fama se la han dejado a los imbéciles de la moda social y de los saraos diversos. Allá ellos, que a mí me traen bastante al fresco y bien se pueden defender.
Mucho más me preocupa el desvaimiento y la disolución de los grupos humanos que han representado, bien o mal, a aquellos que por sí solos poco pueden en la feroz lucha por seguir asomando la cabeza. Lo primero y fundamental es que los poderosos (medios, bancos, cuentas y otros saraos) han conseguido eliminar del pensamiento la idea de que alguna otra organización social es posible y acaso nos llevaría a otra escala de valores y a otro desarrollo de esfuerzos muy diferentes. A mí me resulta muy difícil dar con alguien que se plantee esa posibilidad, también entre los que peor lo pasan y entre los que más sufren el látigo de este sistema que los tiene acogotados y asustados. Se da por hecho que esta es la única fórmula y que lo que cabe es adaptarse individualmente a ella lo mejor que se pueda con tal de instalarse en el escalafón y así alimentar un poco mejor el futuro. Puede que me equivoque -ojalá que así fuera- pero me parece que nunca he visto tanto desánimo como en estos tiempos. Digo desánimo por no deletrear ignorancia, desistimiento o simplemente egoísmo.
Y, muerto el perro, se acabó la rabia. Al árbol ya no se le cuidan las raíces ni se analiza si le convendría un trasplante  o un buen injerto; como mucho, se procura adornarlo de una u otra forma en alguna rama para que no desentone y no se nos muera de inanición. Mientras tanto, los adornos no nos dejan ver si circula la sabia o se nos seca el tronco. De adornos múltiples seguimos viviendo en deportes, en músicas desafinadas, en jolgorios a gogó y en culos al aire. Y en verano ya hasta el corte de digestión y hasta la náusea.
Algún escasísimo brote verde se deja ver en algún medio planteando las causas generales del sistema aplicadas a los casos concretos que vivimos. Pero enseguida los que se atreven a plantear causa general se convierten en bichos raros, en el hazmerreír de los de enfrente, en aparentes trasnochados que hablan de ricos y de pobres, de desigualdad de oportunidades, y se dejan de lado los enfrentamientos personales en los que se sustancian todos os rifirrafes a los que asistimos. ¡Como si esto fuera un circo romano continuo y tuviéramos que mover el dedo hacia arriba o hacia abajo descabezando personas y olvidándonos de los principios que rigen la actividad de LA COMUNIDAD, esa comunidad de la que todos formamos parte y en la que nos tendríamos que exigir similares derechos y deberes!

Vuelvo a pensar, como ejemplo, en lo que pueda significar la existencia de uno o de diez chorizos, o de cien, por muy espectacular y ejemplarizante que sea, y en la desregulación de convenios colectivos que se ha producido y que ha dejado al trabajador a la intemperie y solo ante todo el peligro. Pero el circo es el circo. Y la pasta es la pasta. Qué le vamos a hacer.

sábado, 3 de agosto de 2013

DE LO QUE TAL VEZ FUE O AÚN SIGUE SIENDO

DE LO QUE TAL VEZ FUE O AÚN SIGUE SIENDO
Tal vez las campanadas, en un eco lejano,
esos golpes que hieren y anulan el pasado
pero abren la cancela
al tiempo inevitable del futuro;
acaso fue también la brisa heráldica,
como anuncio feliz de un nuevo día,
que acunaba las hojas de los árboles:
o una lucha callada entre las sombras
dormidas de la noche
y la invasión sencilla de la nueva luz.

Yo me sentí dormido en la ladera,
en la piel al desnudo de las piedras,
mirando cara a cara la faz del firmamento,
ansioso en solventar algunas dudas
frente al lejano dios de las estrellas
-¿Dónde el dios de la duda
cuando la duda es duda y no certeza?-,
seguro del placer de la intuición
y del peligro real de las certezas.

Quise poner el oído a ras de tierra
para escuchar el son de las palomas
y el roce de los vientos sobre las peñas negras,
me ungí con los primeros
rayos de luz tan tenue y asustada,
vi moverse a la luna y ocultarse
detrás de cualquier gasa allá en el cielo,
y se encendió una hoguera en todas partes
y el tiempo fue otra vez tiempo distinto,
con sus raíces alzadas y sus frutos
aromando los campos
y llenando de fresco las grutas y los valles.
Hoy vuelvo a mis raíces
y envuelvo la memoria en algodones
de noches que se rinden
a la primera luz de la alborada:
las horas de las luces de mis días,

las tinieblas muy hondas de mis noches.