ADICCIONES Y QUERENCIAS
Cuando uno repite un acto con
demasiada frecuencia y lo hace sin mucha energía para negarlo, se suele
hablar de adicción. Según sea la naturaleza del acto, tendemos a interpretarlas
como adicciones positivas o negativas.
Tengo para mí que utilizamos el término
adicción casi de manera absoluta cuando la adicción es a algo o a alguna sustancia
que consideramos perjudicial. No es necesario concretar más. Pero también
hablamos de adicción en ocasiones en las que la repetición de un acto no se
considera negativa. Por ejemplo, uno puede ser adicto a la lectura, o al paseo
diario, o…
¿Y si, en lugar de hablar de adicción,
dependencia o mono de algo, pensáramos en querencia por algo, tendencia o afición?
Sería, sin duda, más positivo. Por ejemplo, yo tengo querencia a la lectura, y
es muy raro que pase algún día sin que dedique algún tiempo a esa querencia o
afición. A mí esa querencia no me viene de muy niño, pues en mi casa no había
cuentos en los que sumergir la imaginación y quedarse a vivir en ellos. Otras
circunstancias más tardías me llevaron a ella, y, desde entonces, no me ha
abandonado. No es el caso de mi nieta Sara, con la que rivalizo por el número
de libros leídos; ella ya lo lleva de serie y espero que la querencia tampoco
la abandone.
Las querencias son tendencias
positivas que se practican de modo natural, sin esfuerzo y sin necesidad de
plantearse por qué se practican. Como la cabra tira al monte o el toro tiende a
las tablas, así el ser humano se refugia en algunas querencias o aficiones, en
las que parece que se queda a vivir porque se siente a gusto. A veces son
refugio al que se huye escapando de situaciones que se consideran
desfavorables.
Como la vida es breve y el espacio
reducido, las querencias, para ser tales, no pueden ser muchas, entre otras
cosas, porque son egoístas y aspiran a acaparar las fuerzas, las intenciones y
las horas. Además, si te entregas a ellas sin límites, corres el peligro de que
alguna vez fallen y la desilusión te pueda y te hunda en el desconsuelo.
Me pregunto por el listado de mis
querencias, de aquellas aficiones que me satisfacen y que me acogen a diario en
una amistad que me salva. La lista, como digo, es corta, pero sabrosa; tiene
que ver con el entorno familiar, con los amigos, con muchas lecturas que me
regalan mundos nuevos y amplios, con el obsequio de la vista desde mi terraza,
con ver pasar la vida detrás de los cristales, con extraer del día un pequeño
pellizco de pensamiento, con la melancolía del paso del tiempo…
No son pocas las querencias que me
llaman. En ellas me refugio y en ellas habito. Y a ellas también yo les doy
vida con mi compañía y con mi diálogo.