martes, 1 de junio de 2021

INDULTOS

 INDULTOS

Gracia por la cual se remite total o parcialmente o se conmuta una pena. Así reza la literalidad de la definición de este sustantivo en el DRAE. Tal vez la palabra más imprecisa sea la primera, gracia, que, en su tercera acepción, reza así: Don o favor que se hace sin merecimiento particular, concesión gratuita.

Desde el menos letrado hasta el especialista más conspicuo, todo el mundo anda estos días manifestando su opinión acerca del asunto de los indultos a los políticos catalanes condenados. Pues ahí va una más.

Como sucede siempre, creo que resulta fundamental ordenar por importancia los elementos, las opciones y las variables que concurren en cualquier materia.

Tal vez, lo primero que deberíamos tener en cuenta es precisamente el significado literal del concepto. Arriba queda anotado.

A continuación, habría que tener en cuenta que se suman al menos tres niveles. Son estos: el legal, el moral y el político. Jerarquizar resulta imprescindible, pues pueden entrar en concurrencia y hasta en oposición varios de ellos.

En una democracia, el primer valor es el legal, pues es lo acordado por el poder legislativo, que representa a toda la comunidad. Solo después entran en liza las consideraciones morales, políticas, económicas…

¿Es legal la concesión de indultos? Totalmente. Están tasados en ley, cumpliendo las condiciones de que concurran razones de justicia, equidad y utilidad. ¿Quién fija la idoneidad de tales condiciones? Fundamentalmente, quien los va a conceder. Para ello tiene que dar explicaciones públicas de su decisión y hay posibilidades legales de recurrir tales acuerdos.

Aquí podría terminar el razonamiento. La convivencia, sin embargo, exige que se cumplan otros niveles. Pero ya todos han de someterse al primero, al de legalidad.

El segundo en importancia creo que es el moral. Lo legal no siempre es lo justo y la vida no se puede comprimir en unos preceptos legales, porque es mucho más variada que un código. Creo que, cuando no se busca un beneficio personal, sino aquello que se entiende como un beneficio para la convivencia de la comunidad, nunca hay exceso en la bondad ni en el perdón. Hay valores más altos que el de la simple sentencia y muchos más generosos que los de la revancha o la inquina. La conciencia se siente más segura y hasta se duerme mejor. O sea…

El tercero podría ser el político. No alcanzo a ver qué réditos partidistas puede obtener el Gobierno de la concesión de estos indultos. Más bien lo que se puede pronosticar es un precio electoral muy elevado en las próximas convocatorias electorales. Pero esto debería ser plato de tercer orden. Y, si hay que perder por intentar una mejor convivencia, pues se hace, que los principios son los principios y deben estar por encima de cualquier otra disputa y de cualquier victoria electoral.

Todo parecería indicar que este sencillo votante y pechero está a favor de los dichosos indultos. Y lo estoy.

Pero todo se me viene al suelo y se me caen los palos del sombrajo cuando constato una y otra vez que los indultados no muestran ni siquiera una mínima muestra de reserva y de discreción, no digo ya de arrepentimiento (algo que el código no les exige). Muy al contrario, se manifiestan una vez sí y otra también prometiendo la repetición de los hechos por los que han recibido legalmente un castigo.

¿Entonces? Pue a los posibles indultados los voy a seguir llamando de todo menos bonitos. Pero, si de mí depende, por mí que no quede. Yo no he venido a la vida a enfrentarme con nadie y solo aspiro a querer y a que me quieran. Mi conciencia no me da créditos ni para ser justiciero ni para derrotar a nadie. Se les volverá a aplicar la ley, como a cualquier ciudadano; pero mi conciencia siempre estará dispuesta a tender la mano y a intentar un futuro común. A pesar de todos los pesares.

2 comentarios:

Antonio Merino dijo...

Me llama la atención que, tras exposición tan clara y convincente como la que haces en la primera parte de tu entrada, apuntes inmediatamente a lo justo, o no, de lo legal. No es la primera opinión con la que me he encontrado en idéntico sentido, pero no acierto a entender a dónde quiere llevarnos tal reflexión. Si la concesión del indulto es legal -y lo es porque así se recoge en nuestro ordenamiento jurídico-; si la medida se fundamenta en razones de justicia, equidad o utilidad pública, ¿por qué la necesidad de hacer hincapié en ese matiz?
Aunque admito que a veces la justicia positiva entra en confrontación con la justicia natural que, de manera ideal, sin normas escritas, debería guiar nuestras vidas, la convivencia en cualquier comunidad exige el establecimiento de leyes escritas a las que acudir y a cuyo cumplimiento está obligado cada individuo.
Creo que la legalidad implica la justicia, que todo lo legal es, en cierto modo, justo y que tanto las leyes escritas como las no escritas son justas cuando se asientan en un consenso surgido en condiciones de igualdad y de libertad. Por eso, no veo que en el caso del posible indulto a los condenados del ‘procés’ sea necesario insinuar, sugerir o apuntar trato injusto.
Frente a la repulsión, al repudio y al rechazo de los condenados a continuar unidos, concédaseles el indulto como forma de perdón, de compasión o de piedad de un Estado que no busca la confrontación sino una convivencia tranquila.

Antonio dijo...

Acerca de "legalidad" y "justicia" hay tanto que comentar... Algo haremos cuando tengamos tiempo.