jueves, 9 de enero de 2025

IDEOLOGÍA Y REPRESENTACIÓN

 

 

IDEOLOGÍA Y REPRESENTACIÓN

Los partidos políticos democráticos tienen entre sus obligaciones renovar sus cargos de representación cada cierto tiempo. Con ese hecho debería cumplirse la afirmación de que a la política se viene a servir durante un tiempo y de que esta no es una profesión sino una dedicación temporal en beneficio de la comunidad.

En estos meses el PSOE anda en esa renovación de cargos. Se ha empezado por la secretaría general y se irá descendiendo hasta las agrupaciones locales. Al final se habrá elegido a un conjunto de personas que serán la cara visible del partido durante unos años. Hasta ahí parece que todo claro y que no descubrimos ningún mediterráneo.

Pero analizar cómo se lleva esto a cabo sí puede ofrecernos alguna duda y algún comentario. Ahí van, desde la perspectiva, siempre parcial, de quien quiere ser solo un espectador interesado en la res pública y desea la mejora de la vida diaria y el mejor funcionamiento de este partido político.

¿Es lo más democrático que la renovación se empiece por arriba o no sería mejor que fuera precisamente al revés? ¿No quedaría así mejor representada la opinión de la militancia? Cualquiera sabe que las inercias actúan con gran fuerza y que las señales que llegan desde los centros superiores de decisión representan un muro muy difícil de superar para los “espontáneos”.

Las personas que visibilizan una ideología terminan por darle a esta, sea la que sea, un sesgo personal; esto es inevitable. Pero ¿hasta dónde ha de llegar la importancia de sus perfiles? O, dicho de otra manera, ¿no es la misma la ideología sea una persona u otra quien la represente? A la vista de candidaturas únicas, podría pensarse que se está cumpliendo esta premisa. No obstante, si se considera que esos candidatos proceden de sugerencias personales que vienen de fuera, la conclusión ya no es la misma, más bien se puede concluir que la ideología queda en segundo o tercer lugar y que otra vez las inercias y las decisiones personales cumplen una función definitiva.

Algunos posibles candidatos ya han renunciado públicamente y todos afirman que no quieren enfrentamientos en su partido. Habrá que deducir entonces que, si se presentaran, sí existirían esos enfrentamientos. ¿De dónde proceden?, ¿qué oscuras sombras se esconden detrás de esas afirmaciones? Aquí alguien no se atreve a decir la verdad.

¿Es más importante la “unidad” del partido que la definición de su ideología? ¿Hay que someterlo todo a la apariencia de unidad? ¿Otra vez la ideología arrojada por la ventana? ¿O es que, en el fondo, no hacemos más que tapar ambiciones personales?

Todo el mundo tiene derecho a encauzar su vida -y su pretendida carrera política- como le parezca bien, pero la permanencia excesiva en los cargos tiende a crear inercias y grietas que no son buenas para nadie, salvo para el que anda en ellos y no sabe bajarse a tiempo. ¿No es razón suficiente expresar la opinión de que es bueno ese cambio y esa renovación? Así, sin más.

Si los posibles candidatos se reducen a solo uno, ¿no se está ofreciendo la imagen de que no hay en el partido otras personas capacitadas para serlo y para desarrollar la ideología, que debe ser común? Y, si haberlos haylos, ¿por qué casi nadie piensa más que en uno o dos para ello?

¿Por qué todos esos que dicen amar tanto al partido no se ofrecen para puestos de menor “responsabilidad” en el futuro? Algún buen secretario provincial podría pasar a abrir y cerrar a diario la sede local de su partido y no pasaría nada. No se conocen casos.

Ya sé que la teoría dice que cualquiera puede presentarse como candidato a cualquier puesto, pero uno no se ha caído de ningún guindo.

¿Por qué se le da tanto valor al hecho de que el candidato sea una persona “conocida”? ¿No debería vender el partido la capacidad en lugar de la fama y hasta el famoseo? ¿Qué ideología es esa? ¿Todo vale y se supedita al hecho de ganar unas elecciones? Eso sería solo una democracia numérica, y esto es muy pobre, demasiado pobre.

Al final del proceso queda como un sabor agridulce que no sabe uno con qué mezclarlo para que endulce la bebida.

En mi comunidad autónoma de Castilla y León he oído decir al único candidato que el único -ista al que se apunta es al de social-ista. Me gustaría que fuera verdad, al menos en su mayor parte.

Ah, y estas breves consideraciones las hago para un partido en el que existen teóricamente primarias y cualquiera puede nominalmente ser candidato. Imaginar el proceso para otros en los que el ordeno y mando es el pan nuestro de cada día es pensar en lo excusado y dar paso al desánimo.

En fin, en esta tramoya andamos, con una pizca de teoría, algo de buena voluntad, mucho de inercia, algo más de intereses personales y un débil eco de ideología, tan necesaria ella y tan ausente en el quehacer diario.

«El mundo como voluntad y representación». Schopenhauer dixit.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

Ya nada es lo que era. Tengo nostalgia del partido socialista que conocí y, que ya no és. Solo queda la ideología, la cual, pocas veces se práctica y, creo que hoy, desgraciadamente, está casi olvidada. Priman otros intereses