GARGANTILLAS
DE SAN BLAS
Tengo conciencia de haber tenido hasta la fecha una
salud, si no de hierro, sí al menos de alguna aleación metálica. Esto me ha
permitido moverme con normalidad y no haber hecho paradas largas en mi
actividad y en mi vida. Sin embargo, también reconozco que, cada vez que me
pillo un catarro o una gripe, me cuesta salir del atasco más de lo deseable. Ni
con el jarro, ni con el jarabe, ni con el vick vaporub, ni con la regla de san
Benito. Me suele quedar una tos, o mejor, como se dice, una tosica, molesta
para mí y para los que me rodean, que no hay manera de darle esquinazo.
En estos días ando en ello y en ella. Me canso y me
agoto, deseo pasar página y no veo el final del túnel todavía. Además, esta vez
el calendario ha querido que la última parte -espero- resulte coincidente con
la fiesta de san Blas, ese obispo medieval que parece -siempre en el territorio
del parece- que curó a un niño con una cinta en la garganta. Supongo que desde
entonces los milagros se habrán repetido por miles, pues la gente ha entendido
que una exigencia tan sencilla como la de atarse una telilla unos días no
supone demasiada carga y ahí anda con las cintas al cuello, no sé si para
prevenir catarros, espinas en la garganta o toses a gogó. A ver si se acordara
de mí y me quitara este peso de encima, que ya me carga en exceso y, total, un
milagrito más poco le cuesta. Por cierto, que digo yo que ya podía haber dejado
la fórmula del milagro para haberla utilizado desde entonces y habernos librado
de tantos catarros, gripes y obstrucciones. Qué le habría costado al buen
hombre. Pues ya ves, que no hubo suerte.
Y ahora, de la anécdota a la categoría.
Conozco la labor de personas muy cultivadas y sensatas
que analizan la simbología y la importancia de todo eso que se ha dado en
llamar “patrimonio inmaterial”. Admiro su trabajo y su labor, sobre todo cuando
intentan no solo describir, sino interpretar el origen, las causas y las
consecuencias de toda esta parafernalia que compone la cultura popular.
Hombre, curarse con solo ponerse una cinta al cuello,
una telilla que apenas te cubre nada, no parece que se asiente en lo más
racional. Si al menos fuera una buena bufanda, una braga o una gorra que
cubriera bien las orejas… Como el personal sigue en sus trece de gargantilla al
cuello, habrá que pensar que alguna fuerza extraña lo empuja a ello. A poco que
nos sinceremos, estaremos a un paso de abrir la puerta a la influencia de las
religiones, de las supersticiones y de todos sus misterios, entre los que se
incluye no solo el miedo, sino también toda la sensación de falta de seguridad
en la que el ser humano se ha movido y se mueve. A algunos ya les viene muy
bien dejar casi todo en el misterio y en la leyenda. Dar un paso más
significaría que se cayeran los palos del sombrajo y se derruyeran hasta las
torres más altas.
Creo que sigue siendo verdad que la vida no se puede
reducir a silogismos, que es un poco más rica e imprecisa que eso, que el
corazón tiene razones que la razón no entiende, que las situaciones personales
y sociales condicionan las creencias, las costumbres y las actividades, y todos
los ingredientes que se le quieran echar a la ensalada; pero un análisis basado
en la razón es aquel hacia el que deberíamos encaminarnos. Sin negar los
orígenes de cada suceso, pero tratando de explicarlo y de modificarlo si no nos
convence.
En último caso, reivindico algo que repito con
frecuencia: Mejor no te engañes; pero, en último caso, engáñate sabiendo que te
engañas.
Y ahí, al lado, las Águedas. Otra que tal baila.
Vuelvo a pensar en tantos etnólogos que conocen tan
bien todo este mundo. A alguno lo admiro de veras. Les pido un paso más. Que
desvelen el misterio, que analicen las causas y las partes involucradas en todo
este embrollo, y que se mojen sin miedo. Ellos deberían ser los principales
argumentos de autoridad.
No sé si no parece más evidente aquello de la cigüeña
por san Blas que lo de la gargantilla.
A lo único que hay que tener miedo es al miedo. Y a
las toses, que no se van lejos; a donde sean bien recibidas, pero lejos.
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