CRECIMIENTO
/ BIENESTAR
Cada uno contrasta sus pensamientos con todo aquello
que hacen visible los pensamientos de los demás. Es la parte inevitable de
comparación que existe en toda acción humana. Somos seres sociales y nada menos
que ocho mil millones de ejemplares en este pequeño planeta. Y el contraste se
establece, sobre todo, con aquellos hechos y opiniones que se hacen más
frecuentes. Son los del día a día, aquellos que son más generales y que llegan
al común de la comunidad, sobre todo a través de los medios de comunicación. En
ese diálogo silencioso que uno establece con esas imágenes y con esas opiniones
se deslizan enfados o asentimientos, como si de una discusión constante se
tratara.
Para mi desgracia, me declaro muy alejado del común de
esas imágenes y de esas opiniones; por ello, vivo en un casi constante enfado y
me muestro protestón con mucho de lo que veo y leo.
Pero, de vez en cuando, descubre uno, en la lectura
sobre todo, que alguien desarrolla un razonamiento que está próximo al que uno
tiene. En esos casos, se siente reconfortado, descubre que no está solo y se
toma un ratito de consuelo y de ánimo.
Leo en El futuro de Europa, obra de Antonio
Turiel, estas palabras: «Dos de los pilares conceptuales más importantes del
neoliberalismo económico son su fe absoluta en el libre mercado y su defensa a
ultranza en el crecimiento» (pg. 112). Enseguida se afana en demostrar que
ambos pilares son falsos y que ni existe el libre mercado ni el crecimiento
continuo nos puede llevar a otra consecuencia distinta que no sea el caos.
Y, bien mirado, uno piensa que, en realidad, la
experiencia se encarga de demostrarnos que esto es así de manera evidente y que
el sistema tiene que terminar por agotarse en sí mismo y morirá de éxito, tal
vez no tardando mucho.
Desarrollar este pensamiento no es objetivo de estas
líneas. El autor lo hace muy bien en su libro, pero por hacer la idea visible.
Estamos ya en días de pleno verano en esta piel de toro. Los calores aprietan.
Las playas se hallan abarrotadas. Los hoteles, otro tanto. El empleo en el
sector terciario ha crecido un montón. Aparentemente, todos tan contentos.
O no todos. Que pidan opinión a los vecinos de algunas
ciudades y de ciertos barrios, completamente abarrotados de gente que parece (solo
parece) contribuir con su actividad al crecimiento económico continuo. ¿Cómo no
defender que el crecimiento tiene que ser regulado y orientado si no queremos
que sea peor el remedio que la enfermedad?
Es solo un ejemplo, pero la lista podía crecer hasta
casi el infinito.
De nuevo habla el autor: «El problema es que, dentro
del marco teórico-conceptual del neoliberalismo, no crecer es tener problemas
económicos y sociales graves: los créditos no se devuelven, las empresas
quiebran, la gente pierde su empleo... Eso ha llevado a una identificación
abusiva de crecimiento con bienestar que hoy en día es aceptada de manera
acrítica y generalizada por la sociedad. Sin embargo, dado que los límites
biofísicos que nos marca el planeta existen, el crecimiento perpetuo es
imposible, y de hecho ya estamos en un momento histórico en el que el
crecimiento no puede ya continuar por los diversos trastornos que está
causando. Más aún: insistir en seguir creciendo ya no consigue mayor bienestar
a la población, sino mayor empobrecimiento y degradación tanto social como como
ambiental. El paradigma de esta degradación por crecimiento en la España de
2024 es la gentrificación y turistificación de las grandes ciudades, que las
está convirtiendo en gigantescos resorts para turistas mientras expulsa
a la población autóctona hacia la periferia, lo encarece todo y degrada sus
condiciones de vida”.
Y así en todos lo que nos rodea.
Pero, venga, todos a la playa, a poner nuestro cuerpo
en el medio metro cuadrado que nos puede quedar libre. Y llenemos las
carreteras, y dejemos esas playas y ciudades costeras vacías medio año, y
llevemos a sus trabajadores al subsidio de desempleo, y gastemos lo habido y
por haber, y quejémonos al mismo tiempo de la destrucción del planeta, y bla,
bla, bla.
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