Hace diez años de la muerte del pequeño Aylan en las playas, huyendo de la guerra. Entonces compuse este alegato en forma de poema que hoy quiero reproducir: sigue tan vigente...
AYLAN EN LAS ARENAS
«Las manos de mis niños
se me escaparon de la mías». Palabras del padre de Aylan, niño sirio que se ahogó en el mar,
entre Turquía y Grecia, junto a su madre y un hermano mayor de cinco años.
Todos huían de la guerra en su país.
Supe de tu existencia
desde el día
aquel que, desde el
mar de la Antillas,
surcaron naves hacia
el mar de oriente,
con la muerte en sus
vientres
y una insaciable sed
del oro negro.
Te adiviné en los
turbios pensamientos
llegados de la tundra
de Siberia,
envueltos en la faz
de la locura.
Estabas incubando
cuando Europa
jugaba a repartirse
Oriente Medio.
Naciste cuando Alá
andaba furioso
jugando a la
guerrilla con los niños,
descabezando bienes y
razones
en nombre solamente
del misterio.
Creciste con el miedo
a los caprichos
del sátrapa de turno
en tu contorno.
El hambre te empujó,
te empujó el viento
contra el último
engaño de occidente.
El mar se volvió
cómplice y al verte
tan solo, tan
pequeño, tan humilde,
se apiadó de tu
tierno sufrimiento.
Todo eso lo había
visto y no supe mirarlo.
Tú hoy le pusiste
cara y me increpaste
por no haberlo
gritado a grito limpio,
por no cambiar la
parte que me toca
y no gritar la rabia
y la impotencia:
por no haberme
manchado en mi palabra.
Hoy va mi maldición
contra esta historia,
que es historia de
todas las historias.
Porque hoy tú eres el
resto de un naufragio
que llega desde el
cielo y certifica
el despiadado paso de
los tiempos.
Que los dioses
respondan de sus culpas,
que los seres se
miren la conciencia,
que yo sepa llorar lo
intolerable
pidiendo tu perdón,
y que la tierra grite
un grito de dolor en
las arenas
donde tú te rendiste
acunado en el eco de
las olas
del mar Mediterráneo.
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