EL FUTURO ABOLIDO
Las encuestas que
realmente valen son aquellas que marcan tendencia, o sea, las que repiten
resultados similares a lo largo de un tiempo. Eso parece que está ocurriendo en
lo que se refiere a la opinión de la gente más joven, que no deja de crecer en
su acercamiento a la extrema derecha. Mucha gente se escandaliza y no sé
cuántos se van al rincón de pensar, para tratar de dar con las claves que
expliquen las razones por las que esto sucede.
Parece razón biológica
que las generaciones jóvenes miren al futuro como algo a lo que aspiran para
ser conquistado y en lo que ser protagonista. Tienen casi toda la vida por
delante y escasa mochila de experiencia del pasado. Además, tradicionalmente,
cada generación comporta una buena parte de ruptura con el pasado y con la
generación de sus padres: ´hay que matar al padre´. Hay que crear un mundo
nuevo y mejorado, con protagonismo propio.
Lo que se observa
ahora mismo entra en contradicción con estas apreciaciones. ¿Cuál es la causa?
El asunto nos afecta a todos, pero han de ser los sociólogos y los
representantes públicos los que pongan mano a la obra para encauzar esa deriva
y ese aparente oxímoron.
Intentar descubrir en
unas líneas el Mediterráneo es, como diría don Quijote, pensar en lo excusado.
Las razones son
siempre múltiples y la realidad es confusa. Solo enumerar algunas y ordenarlas
jerárquicamente resulta tarea casi ingente. Pero no afrontarlas es dejar que la
tendencia se convierta casi en ley. Y entonces...
No se me ocurriría a
mí ni decir que las generaciones jóvenes son una maravilla ni que son la suma
de todos los defectos. También su realidad es muy variada. Y no deberíamos
renunciar a exigir a cada uno de esos jóvenes la parte de responsabilidad que
le concierne, que no es poca. Esa tendencia a regalar los oídos por parte de
los representantes públicos a todos los ciudadanos no es más que una demagogia
demasiado barata y de resultados muy negativos. También ellos, los jóvenes, como
todos los demás, podrían preguntarse no solo qué hace la sociedad por ellos,
sino también qué hacen ellos por la sociedad.
La otra parte, tal vez
la más amplia, cae del lado del resto de la comunidad. Y ahí hay que incluir
todo aquello que compone el contexto en el que los citados jóvenes van
encarando la vida y lo que presienten para el futuro, para su futuro.
Y aquí la enumeración
de elementos de ese contexto y el orden de importancia de los mismos:
perspectivas laborales, cansancio con el presente, innovaciones sociales y
culturales bruscas, cultura del esfuerzo (o no) y de la constancia, costumbres,
presencia o ausencia de ideas y de reflexión, ausencia de verdades más o menos
absolutas que obliguen a todos (sociedad líquida), ejemplos individuales de
referencia, velocidad de la vida, individualismo voraz, falta de sentido
social, nuevas tecnologías, bulos...
Todos estos elementos
forman una lista incompleta y tal vez no bien ordenada que nubla la confianza
de los jóvenes y los anima a buscar soluciones sencillas, rápidas y sin
explicaciones que les den fundamento.
El panorama no es muy
halagüeño. Lo peor es que no se vislumbra un futuro mejor. Se diría que los
jóvenes ven el futuro abolido, o al menos confuso y de color gris oscuro.
Sean cuales sean los
nuevos pasos, ninguna solución será buena si no apunta a la supervivencia y a
la salvación común, a pensar en la sociedad como un conjunto en el que la
aportación debe ser la de todos y los beneficios también. En caso contrario, el
más fuerte se sentirá cómodo y obtendrá beneficios abundantes.
El futuro no está
abolido. Está por escribir. Y hay que hacerlo con buena letra y con renglones
rectos, para que la página entera se pueda leer con claridad y ser bien
entendida.
¿Por qué no se les da
voz en los medios de comunicación a aquellas personas que tengan algo que
decir, desde sus razonamientos y desde sus investigaciones, en estas materias?
Se nos va el tiempo y se nos van las imágenes en discusiones de bar, en
banalidades, en cuestiones nominales y en insultos y descalificaciones, cuando
no en conciertos con alaridos y miles de vatios de sonidos ensordecedores.
Y luego nos pasa lo
que nos pasa y nos escandalizamos. Cachis...
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