jueves, 9 de octubre de 2025

EL FUTURO ABOLIDO

 

EL FUTURO ABOLIDO

Las encuestas que realmente valen son aquellas que marcan tendencia, o sea, las que repiten resultados similares a lo largo de un tiempo. Eso parece que está ocurriendo en lo que se refiere a la opinión de la gente más joven, que no deja de crecer en su acercamiento a la extrema derecha. Mucha gente se escandaliza y no sé cuántos se van al rincón de pensar, para tratar de dar con las claves que expliquen las razones por las que esto sucede.

Parece razón biológica que las generaciones jóvenes miren al futuro como algo a lo que aspiran para ser conquistado y en lo que ser protagonista. Tienen casi toda la vida por delante y escasa mochila de experiencia del pasado. Además, tradicionalmente, cada generación comporta una buena parte de ruptura con el pasado y con la generación de sus padres: ´hay que matar al padre´. Hay que crear un mundo nuevo y mejorado, con protagonismo propio.

Lo que se observa ahora mismo entra en contradicción con estas apreciaciones. ¿Cuál es la causa? El asunto nos afecta a todos, pero han de ser los sociólogos y los representantes públicos los que pongan mano a la obra para encauzar esa deriva y ese aparente oxímoron.

Intentar descubrir en unas líneas el Mediterráneo es, como diría don Quijote, pensar en lo excusado.

Las razones son siempre múltiples y la realidad es confusa. Solo enumerar algunas y ordenarlas jerárquicamente resulta tarea casi ingente. Pero no afrontarlas es dejar que la tendencia se convierta casi en ley. Y entonces...

No se me ocurriría a mí ni decir que las generaciones jóvenes son una maravilla ni que son la suma de todos los defectos. También su realidad es muy variada. Y no deberíamos renunciar a exigir a cada uno de esos jóvenes la parte de responsabilidad que le concierne, que no es poca. Esa tendencia a regalar los oídos por parte de los representantes públicos a todos los ciudadanos no es más que una demagogia demasiado barata y de resultados muy negativos. También ellos, los jóvenes, como todos los demás, podrían preguntarse no solo qué hace la sociedad por ellos, sino también qué hacen ellos por la sociedad.

La otra parte, tal vez la más amplia, cae del lado del resto de la comunidad. Y ahí hay que incluir todo aquello que compone el contexto en el que los citados jóvenes van encarando la vida y lo que presienten para el futuro, para su futuro.

Y aquí la enumeración de elementos de ese contexto y el orden de importancia de los mismos: perspectivas laborales, cansancio con el presente, innovaciones sociales y culturales bruscas, cultura del esfuerzo (o no) y de la constancia, costumbres, presencia o ausencia de ideas y de reflexión, ausencia de verdades más o menos absolutas que obliguen a todos (sociedad líquida), ejemplos individuales de referencia, velocidad de la vida, individualismo voraz, falta de sentido social, nuevas tecnologías, bulos...

Todos estos elementos forman una lista incompleta y tal vez no bien ordenada que nubla la confianza de los jóvenes y los anima a buscar soluciones sencillas, rápidas y sin explicaciones que les den fundamento.

El panorama no es muy halagüeño. Lo peor es que no se vislumbra un futuro mejor. Se diría que los jóvenes ven el futuro abolido, o al menos confuso y de color gris oscuro.

Sean cuales sean los nuevos pasos, ninguna solución será buena si no apunta a la supervivencia y a la salvación común, a pensar en la sociedad como un conjunto en el que la aportación debe ser la de todos y los beneficios también. En caso contrario, el más fuerte se sentirá cómodo y obtendrá beneficios abundantes.

El futuro no está abolido. Está por escribir. Y hay que hacerlo con buena letra y con renglones rectos, para que la página entera se pueda leer con claridad y ser bien entendida.

¿Por qué no se les da voz en los medios de comunicación a aquellas personas que tengan algo que decir, desde sus razonamientos y desde sus investigaciones, en estas materias? Se nos va el tiempo y se nos van las imágenes en discusiones de bar, en banalidades, en cuestiones nominales y en insultos y descalificaciones, cuando no en conciertos con alaridos y miles de vatios de sonidos ensordecedores.

Y luego nos pasa lo que nos pasa y nos escandalizamos. Cachis...

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