FILOSOFÍA POPULAR (GRUPO MAYALDE)
En conmemoración
(espero que también en celebración) de que hace ahora medio siglo que se
instauró el sistema democrático en España (poco importa si fue en la muerte del
dictador o en el momento en el que se votó la Constitución), se ha preparado
una serie de actos públicos que lo recuerdan y que invitan a la reflexión. El
título general era este: Ciclo de conciertos “España en libertad, 50 años”.
Uno de ellos se
celebró ayer mismo en el teatro Cervantes de Béjar. La variable elegida era la
de la música (“Sonidos de la democracia”) y el grupo que lo escenificaba era Mayalde:
La Maya-Aldeatejada, Eusebio, Pilar y familia. En el telón de fondo, la
Delegación del Gobierno de Salamanca y nuestros impuestos.
El teatro estaba lleno
desde bastantes minutos antes del comienzo. Difícil encontrar un sito tan
espectacular como este histórico teatro bejarano, que tanta tradición atesora,
y contar con el grupo Mayalde, portador de las mejores esencias de la
música folclórica.
No puedo tener más que
encendidos elogios para lo que son y representan las personas creadoras del
grupo Mayalde. Los conocí hace cincuenta años, en esos albores de la
democracia y en el empeño común de dar a conocer este tipo de música de tan
honda raigambre entre las personas más sencillas y que siempre habían hecho y
siguen haciendo comunidad. Eusebio mismo lo recordó al comienzo nombrando entre
la nómina de grupos el de Oro Viejo, aquel conjunto de amigos amantes de
la música al que dediqué y dedicamos tantos ratos y cuya huella aún queda por ahí.
En público quedamos en darnos un abrazo al final del concierto.
No conozco a nadie que
sepa llevar el telón de fondo de un espectáculo con sus explicaciones como lo
hace Eusebio. Él es el alma de todo lo que acontece encima de las tablas; sus
palabras ponen causa, pausa, mitificación y desmitificación, guasa y seriedad a
todo lo que después es música y canción, instrumentos y escenificación. En
varias ocasiones acudió a la palabra FILOSOFÍA como base racional de todo lo
que allí se cocía. De modo que aquello que una buena parte de la propaganda más
barata y bullanguera entiende como cosa vulgar resulta que tiene su fundamento
en una base filosófica que explica las costumbres, los gustos, las relaciones y
la convivencia de las gentes de la intrahistoria; es decir, de todos los que
viven las historias más cotidianas porque las han oído y recibido de sus
mayores y se encargan de tansmitirlas a sus descendientes de la manera más
sencilla y próxima. Detrás de todo está la filosofía de la vida, una manera de
interpretar los quehaceres y las sensaciones más sencillas y a la vez más
hondas. Repito: no conozco a nadie que sepa explicar de manera más precisa y
firme el esquema de valores que comporta la música y la representación de este
tipo de cultura. Inevitablemente, aparece el contraste con algún tipo de música
más actual, que no hace otra cosa que disfrazar los elementos de la música más
tradicional con disfraces ruidosos que aíslan a la persona de la participación;
aunque la reúna por miles en lugares en los que ni se puede oír ni se puede
pensar. Mil gracias y mi admiración más absoluta.
El colofón más
espectacular se produjo con la traca final. La experiencia, el buen hacer y la
convicción en los valores que muestra siempre Eusebio (porque cuanto más
convencido está uno de lo que hace más fuerza tiene para convencer a los demás)
consiguieron que prácticamente todas las personas intentaran un baile en forma
de pasodoble en los pasillos y entre las butacas del teatro. ¿Alguna vez en
toda su historia había visto el teatro Cervantes bailando a todos sus
espectadores en el patio de butacas? Apunto este hecho y esta fecha para la
historia de este teatro e incluso para la pequeña historia de la ciudad
estrecha. Una fiesta común, una participación total, un entrañamiento personal
de lo que representan la vida en común y los valores compartidos. Como afirmó,
no tan jocosamente, Eusebio, casi todos los que allí estábamos no habríamos
nacido si no hubiera sido por la existencia de un fuego cuya primera chispa tal
vez se encendió bailando un pasodoble. Solo faltó rematarlo con aquella vieja
costumbre de los bailes del pueblo en medio del galanteo: “¿Me la dejas?”. Y
así en medio de la fiesta de todos, con todos y para todos.
Después departimos
unos minutos recordando aquellos comunes viejos tiempos musicales de comienzo
de la democracia y certificamos la alegría de volver a sentir juntos lo importante que es la
filosofía que ampara y sustenta este tipo de música y de vida. Y nos dimos los
abrazos prometidos desde el escenario.
Sí, la filosofía, las
ideas que sostienen una forma de sentir y de comunicar la vida de las gentes.
Siempre la filosofía. Aunque parezca que es un pensamiento de andar por casa. Y
lo es; pero porque se desnuda de toda parafernalia para quedarse solo con la
esencia y lo elemental.
Ayer fue para mí toda
una clase en el recuerdo y en la sabiduría popular. Y como, además, se adornó
con el condimento del recuerdo y la amistad, miel sobre hojuelas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario