viernes, 31 de enero de 2014

A REGAÑADIENTES


Me apetecería mucho más dejar algunas palabras acerca del fallecido poeta Félix Grande, de su grandeza literaria y humana, de su sentido del ritmo, de la exactitud de su dicción, de sus muchas cualidades. Pero he de ser coherente y no esconder la cabeza debajo del ala.
El periodista Pedro José Ramírez Codina deja de dirigir el periódico El Mundo. Parece como si el mundo se hubiera venido abajo o que a Atlante se le hubiera olvidado que tiene que sostener la tierra sobre sus espaldas. Vaya por dios. El asunto ofrece muchísimas variables, variables que yo aquí ni siquiera enunciaré en su totalidad: egolatría, influencia de los poderes fácticos, situación económica del periódico, reparto de la publicidad y su determinación, línea editorial, situación del periodismo en general, crisis, indemnizaciones, estado posterior al despido… Y muchas más.
Como he dedicado algunas líneas otras veces a opinar acerca de este señor y de la línea editorial del periódico que hasta ayer dirigía, debo cerrar este pequeño círculo, que no interesará a mucha gente, con mi parecer. Es mitad desahogo y mitad coherencia.
A este tal periodista lo he llamado “el mayor bufón del reino”. Me lo sigue pareciendo. Me lo ha parecido y me lo parece porque creo que no ha parado en barras con tal de conseguir la venta de periódicos, y que pocas veces ha entendido que el fin no justifica cualquier medio. He defendido y defiendo que su línea editorial ha sido la asquerosidad de levantar héroes para dejarlos caer después, la de focalizar la realidad en una persona o en un pequeño grupo visible, olvidándose de aquello que realmente ocupa a la población en conjunto. He defendido que ha vivido de la adulación de aquellos que le inyectaban publicidad institucional a espuertas y de dividir a unos y a otros. He afirmado y afirmo que ha navegado en el morbo y en la publicación de noticias engordadas y amplificadas con los caldos de cultivo más populacheros. He afirmado y afirmo que se ha forrado a costa de la sangre de los muertos en el terrible atentado del 11-M, alentando teorías que mantienen el fogonazo de la indignación en un grupo de exaltados de extrema derecha. Y, coño, con la sangre de los muertos no se debe jugar; y con los sentimientos de sus familiares y de los más tontos tampoco (ahora se van viendo los resultados también en la otra parte: la política y social). He defendido que el servicio público de la prensa no es ni vencer ni despreciar ni perdonar la vida, sino informar y tratar de apuntar soluciones para la mayoría de la población. He afirmado que este pájaro nada en la abundancia económica y defiende sin pudor las desigualdades sociales como algo natural. He observado cómo se ha juntado siempre con la fauna más cavernaria en los antros más escandalosos…
Por todo esto y por muchas cosas más, me ha repugnado la línea editorial de su periódico, mucho más personalista que todos los demás. Estas observaciones, no sé hasta qué punto equivocadas, me han llevado a negarme a leer ese periódico desde hace ya años y a no haberlo comprado nunca (lo leía por sumar otras visiones y porque lo llevaban a mi centro de trabajo).
En muchos momentos habría deseado, por esa manera de presentar la realidad, que no fuera vedad nada de lo que ese periódico publicaba. A pesar de que sabía que el fondo de muchas de esas informaciones era cierto.
No podía dejar de recordar este sentimiento ahora.
Acerca de todas las demás variables, mi opinión ya puede ser distinta según los casos. Me molesta lo que haya de verdad en las peticiones de los poderes fácticos para expulsarlo. Ya se ve que criar cuervos a veces tiene el peligro de que luego te saquen los ojos. Y también que otros partidos no tuvieron la misma fuerza para mandarlo a la calle: acaso porque no casaban igual con los centros de poder económico. O sea, que aquí tampoco sirve la teoría de la equidistancia que tanto gusta aplicar por ahí. Me incomoda que solo se hable de la influencia de los poderes fácticos y no de las indemnizaciones que se lleva el gachó en un momento económico como este. Me disgusta que no se diga que la salida solo lo es a medias pues parece que le quedará púlpito desde el que predicar. Y me repatea que pueda quedar como héroe quien, según me parece, ha jugado con la moral a no tenerla, y a la fama y a la vanidad sin reparar en medios ni en los cadáveres que dejara por el camino.

Sé que el retrato no es precisamente positivo. Es el mío. Ojalá me equivoque, pero así lo veo. Por lo demás, suerte.

jueves, 30 de enero de 2014

LA FUENTE SE HA SECADO


LA FUENTE SE HA SECADO
¿Por qué te vi sin agua y sin aliento,
esta mañana fría en que mis pasos
volvieron al abrigo del camino?
¿Dónde saciar mi sed y dar humilde
alimento de paz a mi fatiga?

Has perdido el sendero silencioso
que te traía callada de lo oscuro
hasta dar con tu voz desconcertada
en los destellos tenues de la luz del día.
¿Dónde te has distraído, dónde tienes
la voz de tu conciencia silenciada?
¿No has de volver con ansias a buscarme,
a refrescar mis labios y a contarme
todo lo que te llevas en tu seno
de lo más escondido de la tierra?

¿Ya no añoras los ríos y los mares?
¿Qué han de decir de ti las simples hojas,
o el canto de los pájaros, sin eco
en el sencillo cauce que destilas?
Ni siquiera los tristes vegetales,
desnudos y dolidos por el frío,
podrán oír tu voz para alegrarse
con tu arrullo y tu son agradecidos.

¿Por qué, Fuente del Lobo,
venero cristalino, fiel latido
del corazón del monte,
te has dormido en el seno de la tierra
y no vienes a darme
otro abrazo de agua y de cariño,
a que yo te confíe mis pesares
mientras tu voz me canta y me adormece

hasta dejarme en brazos del olvido?

miércoles, 29 de enero de 2014

PARA UN ÁLBUM DE FOTOS


Desde cualquier nivel, encaramos el futuro partiendo de un pasado, que, a su vez, se resume en el presente en el que nos encontramos. Está bien y parece razonable que se haga así, aunque no siempre se corresponden los esfuerzos con los resultados: hay análisis del pasado de tal minucia, que uno no entiende cómo se puede gastar el tiempo en revivir tales nimiedades; y hay, en cambio, otras desidias que solo se explican desde la inconsciencia y desde la imbecilidad del que no quiere atender a lo que ha pasado y únicamente se rige por lo que le va pidiendo el instinto del día a día o del minuto a minuto. Y no creo que sean tan pocos los inconscientes y los imbéciles: ahí está toda una recua de representantes públicos (perdón por utilizar a este colectivo, que siempre parece el blanco injusto de todas las iras) que parece que se juegan el todo y el nada al plazo máximo de un día, cuando no de un momento, como si la vida no tuviera más alcance que lo que vaya saliendo.
Pienso en un nivel intermedio en el que se pudiera reflejar el recorrido vital de una comunidad sin necesidad de ser excesivamente prolijo, pero con la suficiencia de recoger un buen cuadro que pusiera de relieve aquellos hitos que, bien engarzados, nos sirvieran para explicarnos lo fundamental y para dar de lado a lo que ha dejado menos recuerdo para la actualidad. Algo así como un número de estampas de la historia de una comunidad, de retratos y de esbozos, que nos den pie para extraer consecuencias sobre lo que fueron y sobre lo que somos, sobre lo que fueron porque nos explica, y sobre lo que somos porque nos pone al día y nos empuja a describirnos en nuestra auténtica realidad y a actuar para modificarnos.
Cada momento de la historia tiene su esbozo, fundamentalmente porque el recorrido tiene sus límites últimos en cada hito del camino.
A comienzos del siglo veintiuno, pienso en cuáles podrían ser las, por ejemplo, cincuenta estampas de la historia de una comunidad como esta en la que vivo. Se me ocurren algunas a hilo del simple azar, pero solo algunas: una estampa difusa de todo lo geológico anterior a la historia en estas montañas; cualquier asentamiento primitivo; alguna forma de vida prerromana; la ficción de la reconquista con el invento de los hombres de musgo; la repoblación, tan desconocida aún; el fuero de convivencia para los siglos medievales; la convivencia de comunidades religiosas diferentes en estos mismos siglos; la influencia de los clérigos medievales; el trueque y la llegada de la casa de los Zúñiga; cualquier estampa de la vida de esta familia y de la servidumbre esclavizada y a su servicio; cualquier ejemplo de complicidad entre los clérigos y la nobleza; la llegada de los flamencos tejedores a las aguas y a los talleres de estas tierras; una escena de mercado, con concurrencia de gentes de la comarca; la constante desigualdad entre unos grupos y otros: edificaciones, trabajos, cultura…; el ambiente de la industria y su constantes reformas; la concepción familiar de casi cualquier momento y las funciones de cada miembro; el esquema vital, de principios y de creencias en el que se ha movido la población; una escena de escuela en el siglo diecinueve; los efectos de la guerra de la independencia; el septiembre de 1868, y el cambiazo de siervos a hombres libres; la fundación de algún centro cultural y la vida de algún prohombre en Béjar; la situación de alguna de las grandes huelgas textiles; Las emigraciones a América o a Centroeuropa; el paso, el repaso y el vuelvo a pasar de la maldita guerra incivil con toda su descendencia de más de cuarenta años; la decadencia textil de la segunda mitad del siglo veinte; el encogimiento cultural y la presencia de algunos camicaces culturales…

No sé cuántos he apuntado, pero el cuadro está incompleto y se puede mejorar siempre. Lo importante es que da un álbum de fotos en el que poder mirarse y remirarse. Para terminar siendo bejarano, o bejaraui. Que ya se sabe que no es precisamente lo mismo, pero que apunta hacia un futuro o hacia otro bien diferente, y a que, en otros tiempos venideros, ese libro de estampas recoja unas u otras distintas.

lunes, 27 de enero de 2014

TALA EN LOS PINOS


Hacía bastantes días que, por diversas razones, no subía hasta los pinos, para cumplir con mi paseo diario y matutino. El Parque, la Centena, El Castañar, el rodeo de las murallas… han sido los otros lugares que he hollado, siempre al aire frío de la mañana, mientras se despereza el día y yo con él.
Hoy he vuelto a Monte Mario y al pinar. El mismo fresco, la misma brisa húmeda de estas últimas semanas de invierno, la misma ladera empinada que se desploma en el rio que se anuncia sonando en la hondonada, la misma vista del oeste y de la sierra, ahora un poco más nevada y hoy brumosa. Respiro y miro, contemplo y respiro, siento y respiro, imagino y sigo respirando.
Cuando llego al cruce de senderos, en lo alto del pinar, unos sonidos roncos me llaman la atención. Enseguida paso del sonido a la imagen. Tres operarios talan pinos y, a la vera del sendero se acumulan pilas de troncos cortados y ramajes que serán pasto del calor, cuando se sequen y vengan los calores, o de las llamas. Me paro a contemplar y observo que, por lo que llevan talado, su trabajo es ya de bastantes días pues la entresaca de pinos ocupa un buen espacio del pinar.
Inmediatamente pienso en la bondad y en la maldad de esta corta tan grande de árboles. Quiero ser calmado y comprensivo: seguramente todo obedecerá a los conocimientos y a las órdenes de algún técnico en la materia. Pero mi experiencia me invita a no fiarme. Y mi gusto, bastante menos. En algunos lugares veo los tocones de varios árboles seguidos, ya solo recuerdo de lo que se fue forjando durante tantos años, en un empeño loco y baldío de alcanzar la luz y los cielos. No sé cuál es el criterio de la tala y quiero ser prudente, pero no me siento tranquilo.
En una de las pilas de madera se almacenan troncos de muy diverso tamaño. En ellos se pueden observar los círculos que van marcando sus años de vida y todo lo que esa lenta construcción de madera ha ido contemplando mientras se forjaban lentamente esos cilindros, esbeltos hasta que las manos de los operarios los han abatido. Entonces mi imaginación se deja ir y acumula en imágenes, soñadas, reales o inventadas, todo un inventario de experiencias, de paseos, de fenómenos naturales, de deseos, de fatigas, de desahogos, de complicidades, de… Algunos de estos hechos seguro que me pertenecen pues yo soy un asiduo de estos parajes; algo queda de mí en la sabia que ahora se muere apilada al borde del camino.
Trato de imaginar los fines que se van a conseguir con esta tala, pienso en los beneficiarios y tampoco tengo claro nada. Pero no debo ser tan pesimista: me faltan datos y conviene opinar solo después de poseerlos. De todos modos, una buena explicación pública no vendría mal para que todos los vecinos conocieran lo que allí se está haciendo.
Pienso también en lo inevitable de la evolución, también en la naturaleza. La saca de los pinos no es otra cosa diferente que la sucesión de las generaciones humanas, la evolución inevitable e infinita de todo lo que nace y crece. La muerte como un capítulo de la vida. Entre todos esos pinos, correrán la misma suerte que los sanos los que ya estaban secos, los cortados dejarán pasar la luz para que esta llegue con más facilidad hasta el suelo, acaso las plantas menores y más a ras de suelo lo agradecerán y tal vez el equilibrio se alcance mejor así. No lo sé, me faltan elementos para un juicio definitivo, aunque la primera impresión es negativa.
Mientras cubro el paraje de los pinos en el que se está talando, al menos tres árboles crujen como respuesta al sonido de las sierras y golpean doloridos contra  otros árboles o contra el suelo. Son golpes de dolor y de despedida, de protesta y de adiós. La cascada, hoy con más caudal, también parece que golpea al caer sobre sus bases con más fuerza y dolor, como si también se uniera a la protesta. Los pájaros se han ido a otras partes del pinar, como huyendo, y el sol no se atreve a salir todavía, pues el día está gris y un poco triste: tal vez cuando se asome también se sorprenderá y acaso se vuelva a esconder como protesta por lo que observe, tal vez.
A medida que desciendo, en mi camino circular, me alejo del ruido de las motosierras y del crujir de los troncos; tampoco veo ya los troncos apilados ni los ramajes. A lo lejos distingo a un caminante que a diario realiza este camino en sube y baja hacia lo más alto. Es un personaje peculiar que recoge en notas manuscritas el menudeo de la vida diaria en Béjar: esquelas, espectáculos, nacimientos, incidencias… Como un cronista menor y minucioso de la intrahistoria.  ¿Tomará nota también de este desnudo que se le está practicando al pinar de Béjar? Espero que el desnudo no lleve a un resfriado ni a mostrar las miserias del desnudador, sino a un vestido mejor que, en todo caso, no    se verá cumplido en poco tiempo.

Ahí queda el apunte y la impresión primera.

viernes, 24 de enero de 2014

LEYENDO A BENEDETTI


Así suena mi idioma en boca de un uruguayo, al que hace hablar Mario Benedetti en su relato “Truth on the rocks”:
“Todo esto forma parte, como vos bien sabés, de una tradición no escrita pero no por eso menos real, del peloteo en el área chica. Ah, pero hubo un árbitro, un tal Gómez, que a mí me tenía caliente. No porque se comiera algún orsai o pitara un penal cuando solo había dramaturgia del caído. Todo eso se admite. Lo que yo no le perdonaba era que lo hacía por guita. Justamente en un partido que jugamos con el Gloria Celeste, verdadera final aunque todavía nos faltaban tres fechas, perpetró una de sus infamias a menos de un metro de este servidor. El flaco Robles, volante del Gloria, venía con la pelota casi sobre la línea, ya muy cerquita del banderín del córner, y entonces yo (que lo marcaba) vi, y el arbitro también, que la pelota se le iba como veinte centímetros al óbol, y en consecuencia suspendí el asedio, pero aquel avivado siguió avanzando, quedó solo frente al golerito y se mandó el zapatillazo. Gol y punto. Protestas y punto. No le dije nada al Gómez, pero lo miré tan pero tan fuerte, que nada más que por eso me expulsó. Entonces empecé la vigilancia. El juececito iba siempre al mismo café, de apelativo el Titán, y yo empecé a marcarlo.”
Elementos fónicos, morfosintácticos, léxicos. El todos los niveles se nota la esencia disgregadora de cualquier lengua en sus usos geográficos o personales. Cuando una lengua se extiende por unos territorios tan amplios como los que domina el español, ha sido moldeada por muchas otras lenguas con las que ha estado en contacto, y el tiempo ha dejado su huella de oxidación o de nueva vida, todo se explica y se comprende. Es un aprueba más, una cualquiera, de que las lenguas se comportan como los seres vivos, aquellos que nacen, crecen, se reproducen y mueren. En el transcurso de su vida, se producen las convivencias, que unas veces son agradables y positivas, y otras resultan dificultosas.

Me resulta agradable y hermoso leer composiciones nacidas de autores tan estimados por mí, como es el caso de Benedetti, que reproducen variantes de un mismo modelo y patrón, ese que llamamos español y que representa una de las formas actuales más extendidas para pasar al sistema lingüístico una forma de ver el mundo. El volumen que recoge sus “Cuentos completos”, publicado por Alfaguara en unas apretadísimas seiscientas largas páginas, es todo un compendio de la imaginación del autor, de su ingenio y de la organización de unos contenidos que siempre guardan una sorpresa final diferente. Estos largos días de invierno son propicios para su lectura, para su degustación y para su aprovechamiento. En ello he andado y en ello apuro las últimas páginas.

jueves, 23 de enero de 2014

LOS MIEDOS QUE INVENTAMOS


LOS MIEDOS QUE INVENTAMOS

Hoy quisiera borrar del diccionario
-y mañana también-
las sombrías palabras, vengativas,
que alimentan los miedos que inventamos,
que oscurecen
los rayos relucientes de la tarde,
cuando se entrega el cuerpo a los sentidos,
monte abajo o arriba,
por calles, por caminos, por senderos,
sin miedo a descubrir, amenazantes,
los labios de los dioses, los preceptos
que niegan, que rechazan, que rebaten,
que impiden, que rehúyen, que dan miedo.

Quisiera simplemente ser humano,
sentirme escaso, simple, limitado,
acotado por esas pocas cosas
que me llevan sin causa
a la certeza alegre de la vida
y a esos momentos íntimos
en que no sé de dioses ni pecados,
a esos ratos de olvido
en los sencillos brazos de mí mismo,
en los que soy acaso un dios menor
que vive en altibajos y que sabe
que un día no sabido se despide
con la serenidad de haber cumplido
lo que el tiempo dispuso.

Sin más, pero sin menos.

martes, 21 de enero de 2014

CIFRAS PARA DEDUCIR


“En España, 20 personas (veinte) poseen la misma riqueza que el 20% de la población más pobre (cerca de diez millones de personas).”
“En el mundo, el 1% (uno por ciento) posee la mitad de la riqueza mundial (la mitad, una de cada dos cosas, uno de cada dos euros o dólares, o tierras, o fábricas, o…).”
Asustan las cifras y uno no es casi capaz de imaginar la realidad que representan. De vez en cuando se publican y nos asustan por un rato; después, al cabo de unas cuantas imágenes diferentes, ponemos tierra de por medio, nos acomodamos a nosotros mismos y a nuestras necesidades egoístas, y a esperar el próximo arreón que nos conmueva otro poquito.
Y tal vez lo peor de todo es que la tendencia a la concentración y al permiso para que eso se produzca se acentúa con el paso del tiempo.
Apuntaré en esbozo tres variables que me llaman poderosamente la atención.
La primera tiene que ver con los niveles en los que realmente nos sentimos aludidos. Solo parece que nos asustan las cifras enormes que abarcan a todo el mundo o a naciones, y no nos damos cuenta de que las desigualdades se producen de la misma manera a nuestro lado, entre las personas que vemos por la calle y que se mueven en unas perspectivas vitales diferentes a las nuestras, siendo así que prestan esfuerzos parecidos. Sería muy positivo que analizáramos la realidad más próxima y que extrajéramos consecuencias. Porque estas cifras mundiales no son más que la consecuencia de la suma de estas otras más pequeñas y locales.
La segunda variable me lleva a pensar en las derivadas de esos números tan escandalosos. Si pensara que no aspiro a grandes cosas y que, por ello, no necesito casi dinero, me estaría perdiendo lo más importante de todo este asunto. Siendo el dinero fundamental, lo es mucho más la concentración de poder y de influencia que atesoran tan pocas personas. Nunca agotarán en su vida tanto dinero ni en caprichos ni en fiestas ni en viajes. Lo que realmente importa es la influencia que ejercen sobre Gobiernos, países, comunidades, empresas y personas en general. Nuestras vidas están empujadas y casi conformadas, si no nos protegemos con corazas de hierro, por las publicidades que ellos crean, por la escala de valores que imponen y por las decisiones, casi siempre caprichosas y egoístas, que toman. Y, de nuevo, sería fundamental entender que esto tiene terminales en la vida concreta de todo hijo de vecino,  y no solo en las noticias de los bancos y de las bolsas.
La tercera apunta a las personas que individualmente se sienten impotentes ante esa avalancha de poder y de influencias que se le viene encima. Unas veces la impotencia se torna en silencio y en huida, otras en grito y otras en acción concreta y cercana. Cada cual sabrá la que tiene que adoptar, como defensa personal, o como intento de modificar la situación o el status quo. Cualquiera menos el seguimiento borreguil y el aplauso del esclavo agradecido porque con ellos no hacemos otra cosa que contribuir al aumento de esa concentración de poderes, al hurto de nuestra libertad y a la anulación del valor de cada persona como tal. Cuando se salga a la calle, si es que se sale, habrá que apuntar contra los poderosos, pero habrá que apuntar también contra los que compran libros de Belén Esteban o se pulen los ahorros en entradas de fútbol sin leer un libro nunca y sin organizar un pensamiento de vez en cuando. Yo estoy hasta el cogote de oír defender al pueblo genérico sin exigirle también su participación y su pensamiento, sin recordarle que los derechos son correlativos de los deberes; y, si no, en coherencia y por honradez, hay que someterse a las consecuencias.
Son solo tres variables y consideraciones desde las cifras escandalosas de la descripción del principio. Hay muchas más que se pueden arrimar.

Me parece que, en el fondo, todas apuntan al sistema, a la organización social, moral y política que nos damos y que no corregimos o cambiamos por pereza o por cobardía. Y es que queremos repicar y andar en la procesión. Y esto todavía no se ha inventado. Estamos tan a gustito en el sistema cuando nos aprovechamos de él, lo criticamos cuando nos va peor, y, como mucho, queremos modificarlo solo para ver si de nuevo nos va a nosotros otra vez bien, aunque el de al lado ande fastidiado. Y así no, coño, así no.