lunes, 8 de julio de 2024

DEL SALÓN EN EL ÁNGULO OSCURO

 

DEL SALÓN EN EL ÁNGULO OSCURO

 

En los muebles dormía, como olvidada,

la neblinosa historia de mi infancia.

Los suelos enlosados, la alhacena

con la loza a la vista y los cacharros

en los que cocinar al fuego de las brasas,

la badila, las trébedes, el fuelle,

la comida y el pan, siempre encetado,

como base de todo el alimento.

Las alcobas guardaban en tinieblas

las noches y los días, los silencios

el calor, la inocencia y el misterio.

 

Más arriba, el paisaje era el “sobrao”,

almacén de los humos y despensa

a que acudir con hambre cada día:

el olor y el sabor de la matanza,

colgada en los chorizos, los tocinos,

las patatas, tendidas en el suelo,

como escaso producto de los huertos.

 

La bodega guardaba la cosecha

del vino y del aceite, y, a su lado,

el calor de las cabras y los cerdos,

fuentes siempre de bienes y alimentos.

 

Era escueto el recuento de las sillas,

el escabel, los tajos, y la mesa,

donde ofrecer a todos la comida.

 

El cambio de paisaje, los caminos

que la vida presenta van dejando

todo en el territorio del olvido.

A aquellos viejos muebles tengo unido

el recuerdo de todas las personas

que me amaron en ellos y me dieron

 ese placer que deja la costumbre

y que el paso del tiempo resucita.

 

Qué escaso el mobiliario de aquello tiempo,

qué grato este placer de recordarlo.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

El recuerdo es memoria de lo vivido, y la infancia, aunque pueda ser dura siempre es ilusión y esperanza.