A
CALZÓN QUITADO
¿Se imaginan
un juicio en el que el juez apareciera con los calzones quitados y la persona
procesada (en este caso una mujer) apareciera toda toda desnudita, cual una Venus
Afrodita? Pues le ha faltado el canto de un duro en el interrogatorio de un juicio
en Madrid. El juez, un tal Carretero, que parece hacer honor etimológico a su
apellido, ha entrado a saco y a calzón quitado en sus preguntas a una persona
que acusaba de haber sido víctima de malos tratos sexuales. En este país de todos
los demonios en el que se mezcla la cutrez más rancia con el desparpajo más snob
y sin sentido, tenemos un día sí y otro también espectáculos de este tipo y del
contrario.
Las preguntas inquisitoriales del juez, su continua
interrupción a la interrogada, sus prejuicios evidentes, su vocabulario soez,
su falta de escucha, y su muestra de superagente burdo, bronco y deabrido, y de estar por encima de todo
lo divino y lo humano alumbraban un espectáculo casi dantesco y difícil de
imaginar si no se escuchaba y se veían las imágenes.
Con ser este un espectáculo absolutamente desagradable
y que no sé si técnicamente no anula cualquier sentencia de este juez en este juicio,
convendría alzar la mirada y elevarse de la anécdota a la categoría. A pesar de
los pesares. Porque el asunto afecta a la interrogada antes que a nadie, pero
también nos alcanza a todos, en la medida en que sea o no reflejo de la
sociedad en la que se produce.
Como siempre, algunas consideraciones en forma de
guion:
. ¿Cuándo vamos a proclamar que los jueces no son otra
cosa que obreritos de la justicia, que trabajan como los demás en una comunidad
llamada España? Obreritos, nada más.
. Su independencia solo puede venir condicionada por
tener los medios adecuados para no sentir ningún peligro de ser coaccionados
por nadie. No más que cualquier otro servidor público, pero bueno… Lo demás es
atenerse a la letra y al espíritu de las leyes, que elaboran otros, no ellos.
Ah, y, si puede ser, en un horario fijado y controlado; porque a cualquier
obrero se le debería fijar una curva de rendimiento para seguir manteniendo el
puesto de trabajo.
. El fin de cualquier interrogatorio es el de
encontrar pistas, indicios que encaminen al hallazgo de la verdad. Para ello,
seguro que son necesarias muchas veces preguntas difíciles y hasta impúdicas:
se trata de llegar a la verdad. ¿No se puede advertir esto a la interrogada y después
mostrase con un poco de pudor y de serenidad a la hora de formularlas? ¿Un juez
no tiene sentido común para saber que la interrogada está exponiendo elementos de
su intimidad y que se valoran como se valoran en esta cultura? ¿Alguna vez
entraremos a saco en poner al descubierto qué superestructuras han impuesto
estos pudores sociales y culturales? También, y de qué manera, en el juez.
. Parece claro que una buena formación de los jueces en
estos asuntos concretos vendría bien a todos, peo yo no estoy seguro de que
esto arreglaría los desaguisados. El asunto me parece más complejo y que tiene
muchas más aristas que limar.
. A mí me parece que esto obedece a causas que van
desde lo biológico (sí, sí, he dicho biológico) hasta lo ético, lo social, lo
económico y lo político. Casi nada. Levantar una bandera un día no está mal,
pero tal vez esta sea el árbol y no el bosque.
Como es un terreno tan resbaladizo, recojo velas y lo
dejo en forma de guion. Solo eso.
Y, por volver al espectáculo del principio, Carretero,
a tus carretas y a la formación básica del sentido común y de la buena
voluntad. Ahora creo que se llama educación infantil.
Lo del calzón quitado si eso lo dejas para otro día
porque no sabrías controlarte.
1 comentario:
Independientemente que siempre hay que indagar sobre lo ocurrido, el interrogatorio me pareció soez, intimidatorio, dirigido hacia provocar inseguridad en la interrogada, vacilación, y provocar la duda. Deprimente
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