ROMERÍA
DEL CASTAÑAR
N.B. Hace un año publiqué esta crónica juglaresca de la romería del Castañar. Dicen que fue fidedigna, aunque yo no estuve realmente en la misma. Hoy la reproduzco en las mismas condiciones. Tan solo he cambiado el día de la semana (lunes por domingo), que ni siquiera altera la medida del octosílabo.
Lunes, ocho de setiembre,
el sol despuntado había
y las gentes bejaranas
saludan un nuevo día.
Es día de fiesta, de gozo,
de honrar a Santa María.
Por eso, a media mañana,
hacia el Castañar subían
llenando rodeos y aceras
con palabras de alegría.
En torno del santuario
que en el monte se erigía,
se congregan multitudes
para celebrar la misa
en la Plaza de los Tilos,
con toda la clerecía,
los fieles y los cofrades
que forman su cofradía.
Las gentes menos devotas
por el Castañar caminan
repartiendo parabienes,
saludos y cortesías;
unos llenan las aceras,
otros andan a porfía,
por encontrar un buen sitio
desde el que recrear la vista.
Por allí amanecen rostros
de personas conocidas
que solo una vez al año
en el monte aparecían;
por el otro lado caras
de gentes desconocidas
que se mezclan y se funden
en jovial algarabía.
La misa ya terminada,
la procesión se veía
con la imagen de una virgen
subida en una hornacina,
seguida de muchos fieles
que cantan, rezan y gritan,
con voz que recibe el viento,
vivas a Santa María.
Los devotos, cuando pasa
la imagen, callan y miran,
tal vez soñando milagros
para el resto de sus días.
Allí las autoridades,
alcalde, concejalías,
guardia civil, comarcanos,
peñas, gentes, policías,
como guardando a la imagen
de ofensas y de mancillas.
Desde el Mirador, la Virgen,
bendice a gentes e industrias,
todo lo que a ver se alcanza
de Béjar y cercanías.
De vuelta la procesión,
ya camino de la ermita,
se repiten los aplausos,
los cánticos y los vivas
mientras departe la gente
entre cañas y sangrías.
Los bares, los chiringuitos
que en El Castañar había
no dan abasto sirviendo
lo que la gente pedía.
Así se llega la hora
de degustar la comida
en restaurante o al fresco
que les regala la umbría.
Para esa hora muchos fieles,
con la costumbre cumplida,
han vuelto a coger la senda
que a la ciudad conducía
desgranando comentarios
que hablan de la romería.
Muchos otros aprovechan
para ir a la corrida
de toros que en “La Ancianita”
se celebra en este día,
-afirman que con la imagen
de la Virgen presidida:
hasta este punto se mezclan
devoción y fantasía-.
Solo queda la verbena,
con la noche ya crecida,
para cerrar esta fiesta
y cantar su despedida.
Mañana, de nuevo es hora
del deber y la rutina.
¿Qué buscarán estas gentes
monte abajo y monte arriba,
tras una imagen que calla
y parece que medita
viendo a tanta gente junta
y a sus favores rendida?
El juglar también contempla
todo lo que allí veía
y no sabe darle a esto
respuesta definitiva.
¿Devoción, costumbre, fiesta,
superstición, fantasía,
miedo, consuelo, carencia
de seguridad de vida?
A meditar sobre ello
este juglar os invita.
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