domingo, 28 de abril de 2019

ELECCIONES GENERALES



Mientras tecleo en mi ordenador, escucho un Divertimento de Mozart. Durante unos breves minutos solo escucho con el afán de llenarme de ese espíritu positivo que de sus notas y compases se desprende. Una vez situado en ese nivel, busco las teclas que dan vida al pensamiento que ahora me ocupa.
Es inevitable. No lo puede anular ni mi paseo matinal por el campo, al olor, a la vista y al despliegue de todos los sentidos en la naturaleza, en estos días tan apabullantes. Es día de elecciones y las variables que incluye este hecho son muy variadas e importantes. Y no todas me animan con la misma fuerza y entusiasmo. Pero, por encima de todo, se alzan los elementos positivos, aquellos que me hacen sentir que una comunidad tiene el derecho a intentar organizarse por sí misma, sin salvadores ni milagreros ni sátrapas.
No quiero defender la democracia como el mejor de los sistemas políticos, sino como el menos malo, fundamentalmente porque te deja siempre la posibilidad de rectificar y como la sordina de que algo has podido decir ante los demás. Ya sé que eso es poco, y menos si se ejerce este derecho cada cuatro años y no cada día y en cada momento. Sé también que se esconden en el sistema muchos elementos de engaño y de desengaño ante el mismo. Pero, ahí está, para nuestro uso y para su perfeccionamiento.
He visto imágenes de colegios electorales llenos de gentes de todo tipo, he sentido emoción ante las palabras de electores con discapacidades que mostraban su alegría ante el hecho de sentirse como los demás, he observado cómo en algún pueblo pequeño el acto es casi como una reunión en torno de una mesa, he advertido con pena de qué manera alguna persona de mesa negaba el saludo a alguno de los líderes mientras votaba… Son miles las variantes que se conjugan en un día como este. Y todas son importantes, aunque el conjunto las supere. Incluso la variante de la abstención, porque es índice de otras actitudes que también cuentan en el día a día de la comunidad.
Estas pocas variantes que he señalado y otras muchísimas más son sumadas y ofrecen, en el recuento final, un perfil preciso de lo que quiere la comunidad mirando hacia el futuro. Ninguna debería ser rechazada de antemano pues responde siempre a alguna inquietud o a alguna forma de pensar de un grupo de ciudadanos.
Por eso, la gestión posterior no debería ser nunca excluyente, pues hay que hacer gobernable a la comunidad. Habrá vencedores y perdedores en el recuento numérico, por supuesto; pero el análisis que se quede en ese nivel no merece ser tenido en cuenta por quien quiere mirada alta y común. Las formaciones políticas que de antemano se niegan a buscar fórmulas de entendimiento con los rivales no juegan a la mejora de la comunidad, sino a la contienda de ganadores y de perdedores, de buenos y malos, de mejores y peores, de espadas en alto y cadáveres por el suelo. Y así no. Esto no es una batalla. Es una contienda de ideas que quieren aportar fórmulas de mejora y que esperan sugerencias de las demás ideas para perfeccionar la propia visión de las cosas.
En esta visión, no se me alcanza qué misión y qué importancia pueden tener eso que llaman líderes, pero me parece que más bien poca. Sobre todo si esos líderes lo son como mandamases de una tropa de enajenados que no son capaces ni de levantar la cabeza ante ellos. Pero no quiero abrir el melón de las deficiencias de la democracia porque hoy quiero verla moza bien lozana y garrida, o como joven gallardo y atractivo. De otra manera me vengo abajo y no es plan.
Así que aquí lo dejo para volver a Mozart en su Divertimento. Y en mi divertimento mental, dándole vueltas a esa cosa tan poliédrica que llamamos democracia, que hoy está de fiesta mayor y de procesión cívica por todas las calles y plazas de España.

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