domingo, 21 de septiembre de 2025

CONSEJOS VENDO

 

CONSEJOS VENDO

Las revoluciones tecnológicas y comunicativas han abierto la ventana de tal manera que cualquiera puede asomarse a ella y echar su cuarto a espadas para arreglar el mundo en todas sus variables. Por eso, a nadie le puede extrañar que, en no importa qué rincón de la aldea global, cualquier persona opine en público y solucione de palabra el mayor desaguisado.

Tal vez antes las discusiones tenían el campo algo más acotado y se referían con mayor frecuencia a aquellos sucesos que se presentaban en un espacio y en un tiempo más reducidos y más próximos; todo lo demás quedaba demasiado lejano y acaso no se opinaba sobre ello, por desconocimiento o porque no interesaba.

Hoy, ya lo he dicho, todo está en boca de todos.

No está mal que así sea, porque la aldea es global y porque todo atañe, casi visualmente y en tiempo real, a todos. Bienvenido sea ese soplo de luz y de llamamiento a la participación y al compromiso.

Pero, si le damos la vuelta a aquel dicho que afirmaba que no hay mal que por bien no venga, nos encontramos con que no hay bien que por mal no venga.

Algunos peligros acechan a esta oportunidad de intervenir en todo.

El primero es el de meter la mano en el fuego de la ignorancia, pues poco o casi nada sabemos de casi todo. Un poco de prudencia y de humildad no vendría mal. Tampoco un algo de contención en las afirmaciones. Un fondo difuso de sentido común y de buena voluntad es el que mejor resiste los embates del instinto, de la pasión y de lo primero que se nos ocurre.

El segundo apunta a la forma de comportarnos en una conversación cualquiera. Me atrevo a sugerir un par de consejos para que esta discurra un poquito menos mal. Son estos:

a) Escuchar, siempre escuchar.

b) Realizar intervenciones cortas.

c) Tratar de que lo que digamos guarde relación con lo que ha dicho nuestro interlocutor, o sea, dialogar y no sumar monólogos.

Si al fondo de prudencia le añadimos estos mecanismos, que son tanto mecánicos como mentales, creo que todos ganaríamos mucho y los malos entendidos, que tanto abundan y que estropean casi todas las disputas, empezarían a sentirse desplazados y extraños.

Las visiones del mundo son infinitas; sus expresiones deben aspirar a ser sencillas, claras y prudentes. La convivencia está en juego; la polarización y la crispación, también. Y no está el horno para bollos.

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