CONSEJOS VENDO
Las revoluciones
tecnológicas y comunicativas han abierto la ventana de tal manera que
cualquiera puede asomarse a ella y echar su cuarto a espadas para arreglar el
mundo en todas sus variables. Por eso, a nadie le puede extrañar que, en no
importa qué rincón de la aldea global, cualquier persona opine en público y
solucione de palabra el mayor desaguisado.
Tal vez antes las
discusiones tenían el campo algo más acotado y se referían con mayor frecuencia
a aquellos sucesos que se presentaban en un espacio y en un tiempo más
reducidos y más próximos; todo lo demás quedaba demasiado lejano y acaso no se
opinaba sobre ello, por desconocimiento o porque no interesaba.
Hoy, ya lo he dicho,
todo está en boca de todos.
No está mal que así
sea, porque la aldea es global y porque todo atañe, casi visualmente y en
tiempo real, a todos. Bienvenido sea ese soplo de luz y de llamamiento a la
participación y al compromiso.
Pero, si le damos la
vuelta a aquel dicho que afirmaba que no hay mal que por bien no venga, nos
encontramos con que no hay bien que por mal no venga.
Algunos peligros
acechan a esta oportunidad de intervenir en todo.
El primero es el de
meter la mano en el fuego de la ignorancia, pues poco o casi nada sabemos de
casi todo. Un poco de prudencia y de humildad no vendría mal. Tampoco un algo
de contención en las afirmaciones. Un fondo difuso de sentido común y de buena
voluntad es el que mejor resiste los embates del instinto, de la pasión y de lo
primero que se nos ocurre.
El segundo apunta a la
forma de comportarnos en una conversación cualquiera. Me atrevo a sugerir un
par de consejos para que esta discurra un poquito menos mal. Son estos:
a) Escuchar, siempre
escuchar.
b) Realizar
intervenciones cortas.
c) Tratar de que lo
que digamos guarde relación con lo que ha dicho nuestro interlocutor, o sea,
dialogar y no sumar monólogos.
Si al fondo de
prudencia le añadimos estos mecanismos, que son tanto mecánicos como mentales,
creo que todos ganaríamos mucho y los malos entendidos, que tanto abundan y que
estropean casi todas las disputas, empezarían a sentirse desplazados y
extraños.
Las visiones del mundo
son infinitas; sus expresiones deben aspirar a ser sencillas, claras y
prudentes. La convivencia está en juego; la polarización y la crispación,
también. Y no está el horno para bollos.
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