jueves, 20 de noviembre de 2025

LOS PÁJAROS A LAS ESCOPETAS

 

LOS PÁJAROS A LAS ESCOPETAS

Creo que ya he utilizado alguna vez este marbete popular, pero no me importa repetirlo.

Resulta que, el mismito día del dichoso aniversario, una sala del Tribunal Supremo se despacha con la sentencia (aunque sea con el formato tan frecuente del filtrado) que condena al fiscal general del Estado, dicen que por revelación de secretos, aquella noticia que había dado a conocer antes un asesor perverso, verrugado, malencarado y bachiller llamado Miguel Ángel Rodríguez, que ya traía tras de sí una amplia trayectoria de hechos de la peor calaña e intención.

Las sentencias se acatan, pero no hay por qué compartirlas. Para un estado de derecho, la verdad es la verdad judicial. ¿Hay que repetirlo más veces? Por eso se acata.

Pero

«No he de callar por más que con el dedo,

ya tocando la boca o ya la frente,

silencio avises o amenaces miedo.

¿No ha de haber un espíritu valiente?

¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?

¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

Hoy, sin miedo que, libre, escandalice,

puede hablar el ingenio, asegurado

de que mayor poder le atemorice...».

Francisco de Quevedo. Epístola satírica y censoria...

Cuesta pensar en la bondad y en el asiento jurídico de esta sentencia a la vista de lo que se ha conocido del juicio y de los testimonios que en él se han aportado y que se deben valorar como prueba. Esta vez parece que de poco o de nada han servido.

Cuesta tanto o más discutir y polemizar con un alto tribunal, compuesto, se supone, por personas muy cualificadas y que no deben dejarse llevar por tendencias ideológicas personales, tan lícitas como obligatoriamente separadas del análisis de las pruebas.

Pues, a pesar de esas costas, que asumo en mi debe, tengo que confesar que no entiendo la resolución. Y mucho menos con una justicia tan garantista como la española.

Es cierto que la legislación siempre concede un margen de interpretación, porque la vida no cabe encerrarla literalmente en la ley y en los preceptos; por eso la interpretación de los tribunales y los márgenes en los castigos: de tanto a tanto. No me cabe en la cabeza ni en ningún margen legal o temporal la solución que le han dado a este caso. De nuevo, los pájaros se han vuelto contra las escopetas, y lo que fue en origen una confesión de un defraudador confeso y la propagación de un bulo por parte de un asesor perverso, verrugado, malencarado y pendenciero se ha vuelto contra quien señaló que algo era incorrecto y que la verdad era algo totalmente distinto a lo que se propagó.

Acepto también que la sentencia tendrá sus considerandos y sus explicaciones, que no está redactada y que habrá que atenerse a esa redacción. Y todas las consideraciones que se me quieran hacer. A día de hoy, me parece un disparate mayúsculo que hace que se pierda algo más la confianza en la justicia si es que no andaba ya bastante perdida.

También sé que habrá algunos que le den la vuelta al enunciado y sostengan que qué bemoles tiene el tribunal para juzgar en contra de casi toda la opinión pública. Tienen su derecho, pero con su pan se lo coman.

La inferencias y consecuencias que de esta sentencia se derivan creo que son mayúsculas y que casi todas irán en beneficio de aquellos verrugados y malencarados que propagaron el bulo, así como de todos sus correligionarios. No entro ni a enumerarlas porque me asusto.

El tiempo dirá. Hoy no es precisamente un buen día para mi forma de pensar.

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