MI ÚNICA LIBERTAD
Son las montañas ásperos
lugares
donde viven las rocas y las
nieves,
el sitio en el que el tiempo
ya no es tiempo,
donde el aire se torna más
ligero
porque ya nada pesa y allí
encuentra
la libertad perpetua y el
silencio.
Son también los altares más
sagrados
en los que hablan los dioses a
los hombres
(El Olimpo es el monte de los
dioses
y en el Gólgota Cristo
manifestó sus últimos
alientos),
el hombre ofrece en ellas sacrificios
y, perdonado, lava sus pecados,
se llena de pureza y ya es
distinta
su sensación de vida y de
distancia.
Allá al frente se alza la
montaña
y hay en sus rocas aire y hay
altares
donde también yo tengo que
ofrecerme
a algún dios que se apiade de
mi alma,
que me lave y me limpie de
impurezas,
que me ayude a olvidarme y a encontrarme
sin nada que del mundo me haga
pobre,
que me lleve más alto que las cumbres
y que me deje solo y en
soledad conmigo mismo
para crear de nuevo el mundo y
darle forma:
mi única libertad, mi realidad
más cierta.
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