Hoy, sí, hoy es día señalado
para todos; es una de esas fechas que nos obliga a poner una señal en todos los
calendarios. También en los de aquellos que creen menos en el sistema
democrático como el menos malo para la convivencia.
En España se han formado este
día las corporaciones municipales que han de regir a las comunidades locales
durante los próximos cuatro años. No sé cómo no se podría llamar a esto otra
cosa que un acontecimiento fundamental.
En los nombramientos de
alcaldes se han cruzado imágenes de todo tipo y actitudes y aptitudes muy
diversas. Todas ellas configuran el mapa sociológico y cultural de esta piel de
toro a la que todavía seguimos llamando España. Cada cual extraerá sus propias
conclusiones, y todas serán válidas si se describen con la mirada de la buena
voluntad y del sentido común.
A mí también me llaman la
atención algunas imágenes.
Me complace ver al mando de
las dos ciudades más pobladas del país a dos mujeres preparadas y animosas, de
esas que vienen a cambiar las formas y las costumbres no desde lo rancio sino
desde el atrevimiento y desde otra escala de valores en la que yo no veo que
prevalezca el ordeno y mando como veo en otros lugares.
Me complace, a mí que me declaro hombre de
izquierdas, que la derecha haya perdido eso que llaman poder y que yo prefiero
llamar representación.
Me desagrada que, en muchos
lugares y desde demasiadas formaciones políticas, el hecho de las elecciones se
plantee como una lucha en la que unos ganan y otros pierden, en vez de mirar
hacia la comunidad.
Me desagrada mucho el tinte de
personalismo que se le da al cambio de alcaldes y concejales, como si las ideas
no tuvieran cabida y como si el hecho de que yo gane tenga que ver algo con quítate
de ahí que te he vencido.
Me desagrada más que mucho ver
cómo algunos alcaldes del Partido Popular han salido huyendo antes de verse en
la imagen cediendo el símbolo del poder a otras personas (los casos de
Valladolid y de Valencia son paradigmáticos). Demasiadas veces he dicho que
algunas de estas personas ven los ayuntamientos como sus fábricas y, cuando están
al mando, no dejan que nadie intervenga en nada, pero, cuando pierden, huyen y
no saben ni siquiera dónde está ubicado el edificio del ayuntamiento.
Me desagrada ver cómo hay
alcaldes que repiten y repiten, como si fueran pilas recargables que nunca se
gastan. ¿Por qué tendrán ese empeño en ser salvadores tantas veces?
Me alegra ver imágenes de
gente nueva y de ideas frescas en las alcaldías, aunque, también ante este hecho,
estoy ilusionado, pero no me hago ilusiones.
Me disgusta ver a grupos de
concejales divididos por enfrentamientos personales, sin capacidad para
entender que lo que hoy es castillo mañana no será ni una pequeña almena.
Y, para mi ciudad estrecha, me
desazona imaginar a muchos concejales ninguneados y tratando de presentar
iniciativas, y comprobando una y otra vez que dar golpes contra la pared
debilita la pierna pero no tira la pared.
En fin, una nueva aventura
diversa y desigual que, si nos conduce a la participación común, será
provechosa y positiva, pero, si nos lleva a más ordeno y mando, sin dejar que
se expongan las razones antes de las votaciones, producirá más desilusión, más
egoísmo y más pobreza de todo tipo.
Suerte a todos.
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