martes, 16 de julio de 2019

NEGOCIAR, ACORDAR



Hasta ahora, aquello del bipartidismo nos evitaba la negociación entre partidos, salvo en lo que suponía la rapiña descarada de los partidos nacionalistas. Y, aun solo con eso, hay que ver hasta dónde hemos llegado y cuánta deslealtad se ha sembrado por el camino. En esta nueva situación del multipartidismo, eso de negociar -de quitarnos del ocio: “nec otium”- se ha vuelto imprescindible. Y no parece que los llamados a entenderse, por los resultados electorales habidos, anden en el empeño ni vean la luz sino la oscuridad del túnel. Me refiero, claro, al PSOE y a UP.
Llevamos casi tres meses desde la celebración de las elecciones y -aparte del mes de gracia por aquello de las elecciones locales, autonómicas y europeas tan seguidas-, parece que no hay forma de que los partidos de izquierda se pongan de acuerdo.
Lo más sencillo es arreglarlo descalificándolos a todos y mandándolos al rincón de pensar y con los brazos en cruz. A mí también me dan ganas de hacerlo. En la realidad, no creo que el asunto sea tan sencillo.
En condiciones normales, el sentido común pide que se ceda y que cada cual esté representado en los equipos de gobierno de acuerdo con los resultados electorales. ¿Son normales las circunstancias en las que nos encontramos? Sospecho que, por desgracia, no. ¿Cuál es la principal razón? A mí me parece que hay una que tiene muy difícil solución. Se trata de la concepción que cada formación tiene de la estructura del Estado. Y la realidad se muestra muy tozuda. Sigo pensando y vuelvo a repetir por escrito que, mientras no tengamos clara cuál es esa base territorial, todo lo demás es fallido y no se puede encarar con garantías. A las pruebas me remito. Y no discuto cuál es la mejor o peor concepción -aunque yo tengo la mía, por supuesto-; lo que aseguro es que, sin solucionar esta, lo demás no tiene solidez y lo sitúa todo en la desconfianza. Esto es lo que me hace pensar y decir que este es un país fallido, a pesar de ser el más antiguo de Europa. ¿Cómo pueden convivir en un Gobierno concepciones opuestas sobre la concepción territorial del Estado? ¿Qué tipo de legislación se va a aplicar si no sabemos dónde? Dicen que UP ha declarado que sería leal en este asunto. No sé cómo se puede mantener esa lealtad cuando el asunto se suscite, que será cada poco tiempo y de manera recurrente. Y aquí sigue siendo lo más importante, por básico, en los últimos cien años. Y, si hay lealtad, no sé cómo se podrá tapar la incoherencia.
Pero esto ya se sabía desde el primer día. Lo sabían todos los negociadores, por muy cándidos que se mostraran. Lo mismo que se sabía de qué se podía hablar con los independentistas cuando tanto se repetía aquello de “hablen, hablen, hablen”.
Si se salvara este obstáculo -yo no sé cómo se puede hacer-, lo demás sería asunto de egos y de tácticas electorales. Y de todo esto muchos estamos ya hasta el gorro. Si así fuera, entonces sí que tendríamos que mandarlos a todos al rincón de pensar, pero con una pila de libros en cada mano y con prohibición de salir de allí hasta llegar a un acuerdo.
Es oportuno recordar que “acuerdo” tiene que ver con “cor-cordis”, palabra que significa corazón (otro pequeño indicio para filólogos). Y tengo la corazonada de que ese camino está poco transitado.

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