sábado, 17 de septiembre de 2022

NEBRIJA HOY

NEBRIJA HOY

Se cumple el quinto centenario de la muerte de Nebrija, aquel filólogo, gramático, lingüista y humanista de los años en los que rompía -solo entre una minoría muy selecta- el espíritu renacentista en España, al que tanto aportó él. Tan alejado como ando del mundo y del ambiente académicos, poco sé acerca de las actividades que con tal motivo se estén realizando. Supongo que, al menos la Universidad de Salamanca se acordará de él.

En Béjar, el Centro de Estudios Bejaranos le va a dedicar una conferencia con el extraño título de «Nebrija y sus hijos». Calculo que va a tener marchamo histórico y que nos quedaremos a dos velas acerca del legado que nos dejó en sus estudios, sobre todo en su Gramática, aquella primera obra que ponía orden y reflexión en los elementos que conforman una lengua romance, en este caso el Castellano. De nuevo, mis reticencias a las aplicaciones que se suelen dar a las investigaciones históricas.

Como creo que el principal reconocimiento que se le puede tributar es la lectura y la revisión del legado concretado en su obra, yo me he embarcado en su repaso. Por eso, he vuelto a su Gramática.

Si, de entrada, que no de salida, la proposición de una disertación acerca de algún asunto filológico resulta de difícil aceptación popular y no suele acudir a la misma mucha gente precisamente, calculo que hacerlo con algo redactado hace más de 500 años no ofrecería mejor resultado. Claro que he dicho que esto sucede de entrada, pero no de salida. Ocurre algo similar a lo que se produce con los recitales poéticos, en los que muchos quedan sorprendidos después de lo que escuchan.

Pues muchos se quedarían asombrados al comprobar cómo las afirmaciones de la Gramática de Nebrija resultan muy similares a las que cinco siglos después se siguen realizando. Y, si dominar el código lingüístico es señal de dominio del mundo y de la comunicación, echar algún esfuerzo a ello no parece mal empleado.

Valga este ejemplo para observar el dominio que Nebrija poseía acerca de las figuras literarias. Describe un buen número y, por supuesto, no las da por agotadas: Prolepsis, zeugma, hypozeusis, sylepsis, aposición, synthesis, antiptosis, synechdoche, acirología, cacophaton, pleonasmo, perisología, macrología, tautología, eclipsi, tapinosis, cacosintheton, anphibología, anadiplosis, anáphora, epanalepsis, epitheusis, paronomasia…, y toda una larga lista que completa el Libro IV de su Gramática.

Como se ve, todo un almacén al que poder acudir, también ahora mismo, para moldear el uso de la lengua, ese sistema de comunicación fundamental para la convivencia y para el progreso. Ya que se trata de figuras, ¿qué resultado nos daría una encuesta para testar el conocimiento que de las mismas tienen los que más las deberían conocer y dominar, es decir, los poetas? Ahí dejo la maldad.

El ejemplo ha quedado ta vez algo técnico, pero aseguro que las aportaciones son igualmente importantes en todos los niveles de uso de la lengua.

Las lenguas son sistemas vivos que, como todo ser vivo, nacen, crecen, se modifican, y, en un día como tantos, desaparecen. La nuestra sigue ahí, con mucha vitalidad después de tantos siglos. Y, a pesar de los bofetones que recibe por parte de todos, no se le ven todavía demasiadas arrugas. En buena parte sucede esto por la fijación que de la misma realizó Elio Antonio de Nebrija.

La Gramática sí que es una buena herencia filial de Elio Antonio de Nebrija para el presente y para todos nosotros. A enriquecerla y a no malgastarla.

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