NEBRIJA HOY
Se cumple el quinto centenario de la muerte de
Nebrija, aquel filólogo, gramático, lingüista y humanista de los años en los
que rompía -solo entre una minoría muy selecta- el espíritu renacentista en
España, al que tanto aportó él. Tan alejado como ando del mundo y del ambiente
académicos, poco sé acerca de las actividades que con tal motivo se estén
realizando. Supongo que, al menos la Universidad de Salamanca se acordará de
él.
En Béjar, el Centro de Estudios Bejaranos le va a
dedicar una conferencia con el extraño título de «Nebrija y sus hijos». Calculo
que va a tener marchamo histórico y que nos quedaremos a dos velas acerca del
legado que nos dejó en sus estudios, sobre todo en su Gramática, aquella primera obra que ponía orden y reflexión en los
elementos que conforman una lengua romance, en este caso el Castellano. De
nuevo, mis reticencias a las aplicaciones que se suelen dar a las
investigaciones históricas.
Como creo que el principal reconocimiento que se le
puede tributar es la lectura y la revisión del legado concretado en su obra, yo
me he embarcado en su repaso. Por eso, he vuelto a su Gramática.
Si, de entrada, que no de salida, la proposición de
una disertación acerca de algún asunto filológico resulta de difícil aceptación
popular y no suele acudir a la misma mucha gente precisamente, calculo que
hacerlo con algo redactado hace más de 500 años no ofrecería mejor resultado.
Claro que he dicho que esto sucede de entrada, pero no de salida. Ocurre algo
similar a lo que se produce con los recitales poéticos, en los que muchos
quedan sorprendidos después de lo que escuchan.
Pues muchos se quedarían asombrados al comprobar cómo
las afirmaciones de la Gramática de
Nebrija resultan muy similares a las que cinco siglos después se siguen realizando.
Y, si dominar el código lingüístico es señal de dominio del mundo y de la
comunicación, echar algún esfuerzo a ello no parece mal empleado.
Valga este ejemplo para observar el dominio que
Nebrija poseía acerca de las figuras literarias. Describe un buen número y, por
supuesto, no las da por agotadas: Prolepsis,
zeugma, hypozeusis, sylepsis, aposición, synthesis, antiptosis, synechdoche,
acirología, cacophaton, pleonasmo, perisología, macrología, tautología,
eclipsi, tapinosis, cacosintheton, anphibología, anadiplosis, anáphora,
epanalepsis, epitheusis, paronomasia…, y toda una larga lista que completa
el Libro IV de su Gramática.
Como se ve, todo un almacén al que poder acudir, también
ahora mismo, para moldear el uso de la lengua, ese sistema de comunicación fundamental
para la convivencia y para el progreso. Ya que se trata de figuras, ¿qué
resultado nos daría una encuesta para testar el conocimiento que de las mismas
tienen los que más las deberían conocer y dominar, es decir, los poetas? Ahí
dejo la maldad.
El ejemplo ha quedado ta vez algo técnico, pero
aseguro que las aportaciones son igualmente importantes en todos los niveles de
uso de la lengua.
Las lenguas son sistemas vivos que, como todo ser
vivo, nacen, crecen, se modifican, y, en
un día como tantos, desaparecen. La nuestra sigue ahí, con mucha vitalidad
después de tantos siglos. Y, a pesar de los bofetones que recibe por parte de
todos, no se le ven todavía demasiadas arrugas. En buena parte sucede esto por
la fijación que de la misma realizó Elio Antonio de Nebrija.
La Gramática
sí que es una buena herencia filial de Elio Antonio de Nebrija para el presente
y para todos nosotros. A enriquecerla y a no malgastarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario