lunes, 18 de mayo de 2020

LA FELICIDAD. ¿QUÉ FELICIDAD?



LA FELICIDAD. ¿QUÉ FELICIDAD?

Es rara la vez que me despido de mi nieta Sara sin recordarle que tiene una obligación que cumplir: ser feliz. Ella me mira como asegurándome que bien lo sabe y que acaso soy un poco cansino. Creo que lo va a recordar para siempre, como un principio fundamental de comportamiento en la vida. Seguiré siendo cansino siempre que pueda.
Al fin y al cabo, si lo dijera yo, se me podría tachar; / mas lo dice el filósofo…
En efecto, el asunto fundamental de la obra de Aristóteles Ética Nicomáquea es el de la felicidad, el de la vida buena para el ser humano. Esta obra es posiblemente la que, en este aspecto del comportamiento, más ha influido a lo largo de la historia del pensamiento.
Hace pocos años pasé por Estagira, su lugar de nacimiento. Iba con un amigo camino de Athos. El autobús apenas paró un momento mientras subía un viajero. Sentí una sensación muy extraña al pensar que estaba en una calle del pueblo de uno de los grandes pensadores de la cultura occidental: la reflexión occidental está llena de digresiones y análisis de sus obras.
En nuestros días, muchos de los filósofos son en realidad analistas de ética, esa disciplina que escudriña los comportamientos humanos y las escalas de valores que dan lugar a ellos. Se trata, más bien, de una ética aplicada al deber y a la justicia; son también algo así como guías de políticos. Y bien harían los políticos si al menos les escucharan antes de tomar decisiones y de actuar.
Pues, en esa ética original, afirma Aristóteles que el fin último de la vida humana es la felicidad. Pero es necesario entender en qué consiste ese fin último y cómo se puede ascender hasta él. Afirma el filósofo que hay tres maneras de vivir esa felicidad: la vida voluptuosa, la vida política y la vida contemplativa.
Es fácil entender que enseguida elimina la vida voluptuosa, por alejada de la virtud y por estar asentada solo en el instinto. Es la que compartiríamos con los demás animales. La ética política debería perseguir el ejercicio de las virtudes en el ámbito de la convivencia. La ética contemplativa busca la contemplación desinteresada de la verdad a través de la filosofía y de la ciencia.
Destaca Aristóteles dos características que ha de cumplir la felicidad: tiene que ser un fin último (no se busca como medio para ninguna otra cosa) y tiene un carácter autosuficiente (el que la posee no echa en falta nada más). Por eso esta definición de felicidad: “El bien del hombre es una actividad del alma de acuerdo con la virtud, y, si las virtudes son varias, de acuerdo con la mejor y más perfecta, y, además, en una vida entera”.
El filósofo, a pesar de no descartar la acción política, porque el hombre contemplativo necesita del bienestar externo, se decanta por la vida contemplativa como mejor forma de vivir la felicidad. La mente y la sabiduría son los instrumentos para llegar al conocimiento más exacto de las cosas y, desde él, contemplar la verdad y la belleza.
Andaba yo en estos devaneos al tiempo que me entero de que grupos de personas se manifiestan por las calles, en plena pandemia, pregonando una libertad que me parece no lejos sino en el otro extremo de la inteligencia y de la sabiduría. Y, por supuesto, lejos de la ética y de la felicidad. Será que mi inteligencia no llega. O acaso es la suya. Quién sabe.
64 días después. Ánimo.

2 comentarios:

mojadopapel dijo...

Mira buscar la felicidad en la política no creo que sea posible en estos tiempos, y menos, con los políticos que tenemos, que han hecho de la política una profesión y no un servicio al pueblo. La felicidad para mi consiste en estar en paz consigo mismo y después intentar que los demás lo comprendan.

Antonio dijo...

Si lo dijera yo...