miércoles, 20 de mayo de 2020

QUE SAIS-JE?



QUE SAIS-JE?
Esta es la frase que dibuja el frontispicio de la obra de Montaigne y que viene a poner límites e itinerarios a todos sus Ensayos.
¿Qué se yo? O ¿Yo qué sé? Parecen las mismas expresiones, pero no sé si nos mandan por el mismo camino. La primera nos sitúa en una interrogación descorazonadora después de comprobar que realmente no sabemos nada de nada, o de casi nada. La segunda tal vez nos ponga ante el espejo de la desilusión por no encontrar camino para seguir adelante.
Sea esta una buena interpretación -la contraria, endosando las definiciones al revés, también nos sirve- o no, el caso es que el autor se sitúa y nos sitúa en una realidad de desconfianza y hasta de insignificancia ante lo poco que controlamos y lo mucho que nos controla la realidad externa. O sea, que nos dibuja un panorama de pobreza y de limitaciones para cada uno de nosotros, ante una realidad infinitamente más poderosa.
Es la postura propia del pensador, del filósofo, del científico y de cualquier persona que aspire a ejercer el sentido común y se conduzca desde la relatividad de las afirmaciones y de las acciones. Solo sé que no sé nada.
Señalar esto en épocas de dificultad, como la presente, es casi jugar con ventaja; o, simplemente, dejar constancia de lo que, en otras situaciones, se nos olvida con frecuencia, a pesar de su manifiesta obviedad.
Siempre he pensado que tener conciencia de lo vulnerables que somos no es causa ni para la dejadez ni para el abandono, sí para la búsqueda racional de las causas y de las consecuencias de las cosas y de la aceptación serena de esos momentos que nos superan y que no podemos dominar porque no dependen de nuestras fuerzas. ¿Qué otra cosa es el sentido común, sino esto?
Ya sé que una cosa es la teoría y otra, no siempre coincidente, es la práctica; y que, a veces, no resulta sencillo el paso de las musas al teatro.
Cuando, en la aplicación del sentido común, descubramos nuestras debilidades, nuestra pequeñez y nuestra oscuridad en las soluciones, solo nos queda la buena voluntad y la ayuda mutua. Se trata de reconocer los límites de la razón para seguir buscando su uso con más ahínco y de someternos a la confianza y a la tolerancia como método menos malo para una vivencia y una convivencia humanas razonables.
Montaigne escribió tres tomos de pequeños ensayos sobre asuntos absolutamente diversos. Casi todo lo divino y lo humano pasó por su pluma en formato de razonamientos cortos, de pequeños ensayos. Él ha sido ejemplo para muchos otros escritores posteriores.
Como él, me pregunto: Qué sais je? Y me quedo un poco asustado por mis debilidades y mis limitaciones. Menos mal que me queda la curiosidad de seguir indagando un poco por aquí y otro poco por allá. Me gustaría que no me abandonaran en el camino ni el sentido común ni la buena voluntad.
Después de 66 días. Ánimo.

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