...POR
MÁS QUE CON EL DEDO...
Hay multitud de expresiones y refranes que recogen la
idea de que quien no elimina o huye del peligro termina por caer en él: “La
cabra tira al monte”, “Dime con quién andas y te diré quién eres”, “A quien a
buen árbol se arrima buen asombra lo cobija”, “Quien con niños se acuesta...”.
Y así hasta el enésimo ejemplo. Esta misma verdad se analiza en un plano más
formal y hasta filosófico con aquello de “yo soy yo y mis circunstancias”. Y
así podríamos seguir dándole vueltas al asunto.
Estos días se ha ejemplificado socialmente con el
descubrimiento de que un trío calavera compuesto por un exministro y secretario
de organización del PSOE, otro secretario de organización del mismo partido y
un leñador convertido y portero de casa de mala reputación y más tarde elevado
a consejero del ministro citado (vaya tres currículos los de estas personas) llevaban
mucho tiempo tejiendo una trama para llevárselo crudo con las mordidas de las
obras públicas del Gobierno. Los nombres importan poco, pero, por si acaso, son
estos: José Luis Ábalos, Santos Cerdán y Koldo García.
Nadie que tenga dos dedos de frente debería extrañarse
porque de vez en cuando aparezcan hechos de este tipo: está en la condición
humana, por mucho que nos escandalice reconocerlo. La repetición de los mismos
prueba, por desgracia, que es así. Menos comprensible resulta ver que no se
trata de un hecho aislado, sino de una repetición de hechos sujetos a una
intención continuada, o sea, una trama de corrupción.
La sociedad debe procurarse mecanismos para cortar de
raíz cualquier hecho de este tipo: descubrimiento, castigo, devolución y
recuperación de esos individuos para la sociedad. Como en cualquier robo.
Cuando se trata de personajes con representación
pública, su ejemplaridad ha de exigirse con más rigor, pero con el mismo
proceso de garantías, de investigación y de castigo. Nada justifica
ejemplaridades especiales ni linchamiento ninguno.
Como pertenecen a una organización política, será
conveniente que este partido (y cualquier otro en su caso) asuma la parte de
responsabilidad social y política que le corresponda. No obstante, nadie es
capaz de señalar con precisión cuál es el cortafuegos que hay que marcar ni
hasta dónde llega el límite de esa responsabilidad. ¿Hasta el siguiente en el
escalafón? ¿Por arriba? ¿Por abajo? ¿Por ambas partes? ¿Hasta el segundo
escalón? ¿Hasta dónde? Cuando el “pillado”
es del partido contrario, se tiende a alargar la escala de responsabilidad;
pero, cuando les toca a los propios, la tentación es la de limitar hasta donde
sea posible ese grado de responsabilidad. Ni por acción, ni por omisión, ni por
elección, ni por falta de vigilancia. Y ahí aparecen todas las discusiones, las
opiniones y los arrebatos en todos los ambientes. ¿A que nadie dice dónde se
pone el límite ni cuál es la frontera que sirva para todas las ocasiones?
Al menos debería quedarles a los partidos la
obligación de ser claros con las explicaciones, de no poner la mano en el fuego
por nadie si no quieren sacarla quemada de vez en cuando, de actuar con
contundencia en lo que les corresponda (nombramientos, ceses, peticiones de
perdón, remodelaciones, permanencias en los cargos...) y de no creerse los
reyes del mambo nunca.
Para este caso tan grave, yo no sé si es necesario dar
un paso al lado en la representación, con congreso propio y convocatoria de
elecciones. Sí sé que los ciudadanos juzgarán con sus votos estos hechos antes
o después. Y sé también que muchos medios de comunicación se encargarán de
recordárselo cada día y tendrán coartada gratis para arrimar el ascua a su
sardina. Como no tengo clara cuál es la solución, no me importaría que se
actuara por exceso en la petición de disculpas y en pedir opinión a todos.
A mí me siguen importando mucho más (a pesar de todo
el ruido que producen asuntos tan graves) algunas otras cosas. Citaré tan solo tres,
esas en las que insisto tantas veces.
. ¿Cuándo vamos a encontrar algún método un poco menos
malo para que accedan a los puestos los mejor preparados y los que lo hagan
viniendo a defender ideas y no intereses, estructuras o puestos personales?
. ¿Por qué esa especie de miedo y casi de reverencia
hacia las personas que están por encima en el organigrama y que tienen más
decisiones en sus manos? Cuanta menos preparación, menos ideas y más intereses
personales, más adulación. Y ahí se fragua el caldo de cultivo y el contexto
favorable para las recomendaciones, los favores ocultos y las decisiones
torcidas, los cesarismos de medio pelo y los desánimos y desencantos en los que
no se mueven en esa escala de valores.
. ¿Cuándo se hará efectiva y real la limitación de
mandatos?
La causalidad es siempre múltiple y las explicaciones
hay que buscarlas en varias fuentes. Todas juntas crean una huerta en la que
germinan tanto las rosas como las espinas. Depende del cultivo que con ellas
hagamos. En este caso se juntaron muchas. Hacer florecer el jardín no será
fácil.
Pero que nadie se engañe. Una tormenta a destiempo
estropeará una cosecha, pero no elimina la especie. Si la raíz es buena, la
tierra volverá a hacerla florecer. Las ideas siguen estando ahí. Y de ellas y
de su aplicación tendríamos que estar siempre hablando si no fuera por esa
climatología adversa, que tiene más largo alcance que esta tormenta, pues
alcanza a todo un cambio climático.
Espero que se entienda la metáfora.