martes, 30 de abril de 2013

SUEÑO EN EL AGUA

SUEÑO EN EL AGUA
Para Pedro Ojeda Escudero y Javier García Riobó
(A partir de su libro Esguevas)
Fue muy fácil salir de la ciudad
al reclamo incesante del susurro
y el suspiro del agua. Leves ecos
afirmaban de lejos su presencia
y empujaban con fuerza. Las distancias
se revelaron mapas, calles, rutas,
asechanzas al borde de una esquina
que dibujan un cauce, donde corren
las aguas que proceden del olvido
y caminan sin causa y sin descanso
hacia el sueño infinito de los mares.

En el esfuerzo intenso
de remar río arriba, la corriente
se ha vuelto más ufana:
los ecos son ya sones y murmullos,
remolinos de voces
que gritan sin concierto su camino.

Hay seres que, en su orilla,
descansan meditando
las agitadas aguas de sus vidas.

Yo busco río arriba otras canciones,
otros ecos más hondos y más simples.

Ahora sueño:
soy solo un niño y juego
a descubrir la vida por las calles,
y a pasar con los zancos cualquier vado
de los ríos inmensos de mi pueblo.

Y sigo río arriba,
buscando la corriente y el deshielo,
el manantial sonoro
que me enseñe las fuentes de la vida.
Y me miro en el agua de los pequeños charcos,
y soy río también, cuerpo de agua
que se diluye en lágrimas,
y lloro mi certeza y mi contento,
desnudo en la pureza, en el bautismo
que me conforma al fin simple y humano,
sencillo y solitario,
como la gota de agua que busca la corriente
sin saber que le aguarda
el misterioso abismo de los mares.

lunes, 29 de abril de 2013

NIEVA SOBRE LA VOZ DE MI CONCIENCIA

¿Por qué nieva en abril y a veintinueve? ¿Pues qué sindiós es este? Nieva mansamente sobre esta sierra y sobre esta naturaleza tan dura, tan tierna y tan voluble. Y lo hace como quien cumple serenamente una obligación diaria, una costumbre ancestral o un hecho repetido que aparentemente no tienen mucho sentido. Porque no nieva desde hace solo un rato sino desde el día de ayer, y lo sigue haciendo como si a la nieve se le hubiera olvidado que tiene que marcharse, que el tiempo que se le ha concedido para manifestase es escaso en esta primavera. ¿Qué pedirá la nieve? ¡Qué descaro, dios mío, que insolencia!
¿Qué se dirán los campos sorprendidos? ¿Y esos brotes nacidos hace nada, que apenas si se asoman a la vida y se ven arrecidos y cubiertos por ese manto blanco? Tal vez es que están cumpliendo un rito, el rito del bautismo blanco, el rito de iniciación a la vida y al crecimiento, el ritual de aceptación. Supongo que su falta de prevención va a molestar a muchos: a esas yemas tan tiernas y a las flores que ensayan descuidadas sus colores en espera del fruto más sabroso; al poso de los nidos, con las madres guardando entre sus plumas el calor de los huevos; a aquellos animales que se despiertan lentos del letargo y ensayan otra etapa de actividad sin pausa; a la espiga naciente que adorna ya los campos; a los cantos alegres de las aves, que ahora se habrán callado, como asustadas en sus altos vuelos; al labrador callado entre los surcos, mirando sin cesar al cielo oscuro y esperando que el peso de la nieve no anule sus cosechas y buscando refranes con los que conformarse y explicarse lo que siempre le asusta y le conmueve: “siempre la claridad viene del cielo”.
Contemplo en mi terraza ese baile alocado de los copos, ampos en vuelo lento. Es el baile del gozo y de la confusión, el andar alocados por el aire, el cambiar de sentido en su descenso, el proponer posturas especiales, el de anular las leyes más sencillas de la naturaleza, el de gritar que el caos no es más que simetría en magnitud de escala de infinito, el gritar que no hay música que dirigirlo pueda.
La nieve se acompasa con todo lo que quiere, abraza a toda cosa que en el suelo se posa, besa con su blancura cualquier objeto oscuro hasta darle el color de la pureza, ahorma toda marca de quien se anima a hollar cualquier espacio, anula y desdibuja los caminos, hace de todos uno y unifica la ida y la venida.
Sé que vendrá la ausencia de la nieve. Quedará su recuerdo y esta estampa dibujada al calor de mi terraza, donde me encuentro yo conmigo mismo, me descubro en el núcleo de la nieve, me torno un poco blanco, me desdibujo en nada, simplemente en color que persigue tal vez un centro intenso y acaso verdadero, un sereno mirar hacia los fines de un mejor horizonte.
Sigue el son de la nieve cayendo lentamente desde el cielo y posándose humilde en los tejados. Voy a buscarme en ella un poco más de luz.

miércoles, 24 de abril de 2013

EL PROSLOGION DE SAN ANSELMO

San Anselmo de Aosta es uno de esos teólogos-filósofos medievales en los que se fundamentan las posteriores teorías acerca de la demostración de la existencia de Dios. Vaya un empeño el de este buen hombre. Nada menos que a finales del s. XII buscando recovecos para llenar un intento de esto es así y tiene que ser así.
Como ya he me he escrito en otras ocasiones, cualquier teólogo -si es religioso y además alto cargo eclesiástico, ya es el no va más- parte de la creencia en un dogma; a partir de él trata de ajustar cualquiera de sus invocaciones, conjeturas, explicaciones y esfuerzos mentales: “Neque enim quaero intelligere ut credam; sed credo ut intelligam. Nam hoc credo quia, nisi credidero, non intelligam” (No busco entender para creer, sino que creo para entender. Y también creo esto: que si no creyera no entendería). Eso, desde el punto de vista racional, es una trampa porque, en cuanto no se ajusta lo que se va hallando en el razonamiento con el punto de partida, todo se da por malo y equivocado. También se ha dicho aquí -aquí ya se han dicho muchas cosas- que la modernidad se puede resumir en la separación de la razón y de la fe, y en la preminencia de la razón cuando no se ponen de acuerdo razón y fe.
San Anselmo es un ser medieval y es además un clérigo fideísta, platónico y ortodoxo. Lo que escribe es consecuencia de esto.
Pero San Anselmo no es un tipo cualquiera y a sus argumentos, a pesar de todo, se sigue acudiendo, en esa necesidad que parece innata en el ser humano de tratar de entender el sentido de su vida y la posibilidad de un ente que regule todo esto que nos rodea y que nos conforma. Aquel mantra repetido con variantes en todos sus argumentos de que “Dios, pues, es aquello mayor de lo cual nada puede pensarse” me recuerda a muchos argumentos sofistas que parecen hermosos formalmente pero que, si los planteas en variantes negativas o en otros contextos, se caen un poco de las manos.
Pero me gusta que, aunque no sea de manera absoluta, se plantee ese dios como algo positivo y no como ser dispuesto al castigo y a la pena. Ya digo que solo parcialmente, pero me gusta. Por ejemplo en el brevísimo capítulo XVII en cuyo título reza “Que en Dios hay armonía, aroma, sabor, suavidad, belleza a su modo inefable”. A su modo inefable, no a nuestro débil alcance, no siendo que no lleguemos desde nuestra cabecita a esa total perfección. Tal vez así nos evitemos también la evidencia de que la idea es nuestra y desde nuestra deficiencia no se puede construir mentalmente ese “aquello mayor de lo cual nada puede pensarse”. O sea, que ese Dios no sea más que un pensamiento, una creación y un sueño humanos.

martes, 23 de abril de 2013

CUANDO ESCRIBO UN POEMA


CUANDO ESCRIBO UN POEMA
Busco a veces oírte entre los versos
que entre mis dedos van apareciendo,
cual si fueran impulsos inconexos
en busca de la luz y del espacio.
Acaricio las teclas o el bolígrafo,
como acaricia el agua cuando llueve
la sólida lisura de las piedras,
y cada letra es un latido en sangre
que vive en el papel o en la pantalla.
Mis yemas van notando cómo emerge
la voz que de tus labios se propaga,
igual que una figura en claroscuro
desde lo más hundido del silencio.

Después miro en el blanco de la página
y todo me habla en ella de tu nombre,
de los mapas que forman tu paisaje,
de una mirada niña que me inunda
con una luz tranquila que se duerme
en los confines tibios de la tarde,
de tu risa y tu vientre, de los usos
que hemos cuajado en leyes o en costumbres.

A veces te demoras en hablarme
de cosas que destilan la alegría
del arte de vivir o la tristeza
que embarga algunas veces
los amores más densos y sabrosos.

Otras veces, en cambio, te reclamo
y permaneces lejos de este tacto
en el que se complace mi contento.
Mis manos se desgastan de insistencia
y hay un silencio herido que me invita
a navegar los mares del silencio.

Es la vida, la luz, el claroscuro
de este pintor de vida en la palabra,
que a veces se deslumbra entre las llamas
y a veces no oye voz ni entre los ecos.

lunes, 22 de abril de 2013

QUÉ DESPILFARRO


Acabo de terminar el capítulo dedicado a la literatura en la Historia de Béjar. En realidad he dedicado los últimos días a dejarlo un poco más vistoso para la imprenta. Tengo pendientes al menos dos o tres trabajos más pero ahora mismo estoy como si me estuviera dando unos días de relajación y de paréntesis. Es una forma de hablar porque ahí está la primavera, y están los paseos, y está la lectura -que este año ha cogido un ritmo acelerado-, y ahí está la escritura y la creación, y ahí está…
En la ventana de mi ordenador leo un reportaje en el que se da cuenta de la actividad de gente retirada de la enseñanza que dedica tiempo a ayudar a otra gente necesitada con clases gratuitas.
Me conmueve que exista gente que siga viendo la vida en panorámica y en sentido social. Es que hay mucha gente fantástica y profesiones -tal vez vocaciones- de las que no se jubila uno nunca. Son aquellas que implican en su realización valores y no solo sueldos a fin de mes. O tal vez no sean las profesiones solamente sino sobre todo aquellos profesionales que se las toman con conciencia social.
Pienso en tanta gente jubilada que anda desaprovechada viendo correr el tiempo y gritando en silencio alguna forma de ser útil a los demás. Por supuesto que no es para exprimirlos con horarios o burocracia sino para beber el zumo de su experiencia y de su sabiduría acumulada. Es gente que no pide dinero a cambio de esfuerzo, sino solo atención y ser escuchados, compartir experiencias y dejar que fluya el caño de la serenidad y la sabiduría acumulada.
Un país envejecido como este debería ser sinónimo de sabiduría y de templanza, de escucha y de atención a las personas mayores. Desgraciadamente, los valores que mandan son económicos y a los “sesudos” economistas -me refiero a los que trabajan para sus empresas, que son casi todos, no a los economistas humanistas- esta variable de la edad no les encaja en el apartado de beneficios pues por algo a estos grupos los llaman clases pasivas, y el sistema, según ellos, solo las padece como receptores de pensiones y clientes habituales de la seguridad social.
Qué visión tan estrecha y elemental, qué sensación de analfabetismo al contemplar esto, qué panorama tan desolador.
Por desgracia, buena parte de esa llamada tercera edad se deja llevar y apenas otea otro horizonte que el de tomar el sol, ver la televisión y cobrar la pensión a fin de mes. Menos mal que las nuevas formas del mercado les han encomendado ahora también el cuidado de los niños. Algo es algo.
No es más que otra muestra evidente del empobrecimiento de la sociedad que está causando esta manera de ver la vida solo desde el punto de vista económico. Como si fuéramos tan pobres que no vemos en el horizonte de los deseos otra cosa que dinero y el ajuste del producto interior bruto. Y encima no conseguimos otra cosa que también esta variable que se ha hecho única empeore.
La persona es suma de relaciones. Es verdad que tiene que comer un puñado de arroz dos o tres veces al día. Pero su vida afortunadamente es mucho más rica que solo eso. El ser humano tiene pasiones, acumula tristezas y alegrías, se relaciona con los demás, tiene capacidad para pensar y sumar causas y consecuencias, siente curiosidad, se emociona y se enfada, necesita que le escuchen los demás, comparte costumbres, se enamora y se desenamora, ve cómo pasa el tiempo y cómo los elementos naturales se hacen más duraderos que él mismo, se propone metas y fracasa con frecuencia, se pregunta si tiene algún fin concreto su vida, posee el don de la imaginación, su cerebro es la mejor máquina inventada jamás, ve cómo se repiten los ciclos de la vida y tal vez se pregunta de vez en cuando por qué suceden las cosas.
Y con estas y con otras muchas más ideas y preocupaciones va ordenando su paso por el tiempo y el espacio de manera más o menos decorosa y coherente. La vida se hace así mucho más rica y compleja, mucho más apasionante y digna de ser vivida, mucho más amplia y participativa.
Todas las personas tienen capacidad para desarrollar las variable apuntadas antes, pero hay algunas que seguramente ya lo han hecho. Son exactamente las personas mayores.
¿Por qué no aprovecharse de ellas en beneficio de todos? No cuesta nada y todos saldríamos ganando. ¿Por qué no prestar esfuerzos en desarrollar todas esas posibilidades en lugar de estrechar la vida únicamente a las cifras y al dinero?
La pobreza y la riqueza de una comunidad no se miden únicamente por sus dineros. Su principal riqueza la constituyen sus componentes, las personas que la forman. Prescindir de ellas y de sus posibilidades es el empobrecimiento mayor y más lamentable. Y no se recupera fácilmente cuando en la escala de valores se les arrincona y hasta se les olvida.
Para buscar su desarrollo hay que apoyarse en alguna ideología social y comunitaria. No parece que esa ideología obtenga ahora mismo mayorías absolutas sino más bien lo contrario. Cada uno sabrá lo que hace y defiende. Y mucho más en época de crisis.

domingo, 21 de abril de 2013

TODOS SOMOS CLÁSICOS, PORQUE SOMOS HUMANOS


Hace tan solo tres días asistía a una conferencia, en el IES Ramón Olleros, con este título: “Picasso y el mundo grecolatino”. Los departamentos de lenguas clásicas andan empeñados en recordar a todo el que quiera oír que las ideas grecolatinas siguen vigentes después de tantos siglos. Es su obligación arrimar un poco el ascua a su sardina, pero además les acompaña la razón y la evidencia. La conferencia la impartió -el año pasado ya lo hizo también- Juan Antonio González Iglesias.
En este caso, la ejemplificación se hacía desde el mundo del arte, y, más concretamente, desde el de la pintura. Se puede hacer lo mismo, y entonces las posibilidades se tornan casi infinitas, desde cualquier variable vital.
En el mundo clásico, resultaba básico el concepto de Mímesis o Imitatio. A ningún creador se le caían los anillos por imitar y hasta copiar a cualquier maestro coetáneo o anterior. El principal empeño tenía tres pasos: imitar, variar la forma, y superar el modelo. Por eso los motivos se repiten tanto desde un modelo que se considera clásico, por eso se habla de clasicismo y por eso el canon recuerda siempre a lo clásico. Es como si hubiera que hacer siempre lo mismo pero de manera distinta.
Algo muy parecido sucedió en nuestros siglos de oro. Por eso se habla de vuelta al mundo grecolatino, por eso se pueden identificar y seguir con tanta facilidad lo que llamamos temas clásicos (renacentistas o barrocos) y por eso el canon para esa época está tan definido.
A partir del romanticismo más temprano, todo se vino abajo. Desde entonces, y de manera más acusada en el siglo veinte, el ideal no es la imitación sino el rechazo y las vanguardias, la innovación, lo diferente, el rechazo de lo anterior. No hemos vivido precisamente en el mundo más clásico si lo miramos desde esta perspectiva.
O tal vez no sea para tanto porque las apariencias a veces engañan. El ejemplo de Picasso podría servir de escarmiento y de precaución. El pintor malagueño parece representar la mayor innovación pictórica del siglo pasado; él es el mejor considerado de todas las vanguardias, él es el rompedor de los rompedores.
O quizá no tanto. Es verdad que la presentación formal de muchos de sus cuadros resulta muy novedosa, pero conviene saber de qué materia arranca y qué elementos son los que modifica. Pues mira por dónde, resulta que muchos de sus motivos están en lo más clásico del mundo grecorromano. Las Metamorfosis de Ovidio y su ilustración por Picasso muestran bien a las claras el empeño que el pintor puso en refrescar el mundo clásico antiguo, un mundo del que cabe suponer su ignorancia y que se le vino encima con el conocimiento (¿lectura?) de las Metamorfosis y con la casualidad de haber encontrado en un pueblo costero la presencia de un profesor de lenguas clásicas que le descubrió este universo. A partir de la ilustración de este libro clásico y del reconocimiento del mundo grecorromano, se pueden comprender muchos de sus cuadros, incluido su estandarte: El Guernica. Y todo un poco por casualidad, porque la figura de la persona -no del dibujante ni del pintor- Picasso se empequeñece al comprobar que ni sabía latín, ni controlaba la cultura clásica, ni era un hombre de una formación sólida, ni muchas otras cosas.
Seguramente todo viene a explicarse, una vez más, porque, en realidad, las ideas desde las que crear son muy pocas, por más que sus variantes sí sean infinitas. Estas ideas básicas ya existían en el mundo grecorromano (alguna tal vez consolidada entonces y alguna otra procedente de otras culturas próximas) y la Historia no ha hecho otra cosa que modelarlas y ponerlas un poco al día según las circunstancias. La humanidad ha innovado mucho en la técnica; no sé si se puede decir lo mismo en lo que a ideas básicas se refiere.
Sería tal vez bueno aminorar también a Picasso un poco, dejarlo en un pedestal menor y tomarnos las cosas con más calma. Sobre todo porque, si bajamos un poco del pedestal a Picasso, tal vez nosotros podamos escalar serenamente algún peldaño en el mismo.
En fin, que somos clásicos. Tal vez, sencillamente, porque somos humanos, que es lo más clásico que hay.
P.S. Una nota a pie de página: La existencia de la pintura y de toda la figuración occidental también es herencia clásica pues la tradición tanto árabe como judía huye de la representación en figura. Cosas del Libro.

viernes, 19 de abril de 2013

¿POR QUÉ ME INSULTAN?


Las nuevas realidades nos van marcando el camino en todo, también en las innovaciones léxicas. De hecho, el léxico es como un saco roto en el que siempre andan entrando y saliendo las palabras y las expresiones como si fuera aquello una estación de paso en la que unas se asientan durante mucho tiempo pero otras sacan billete y cogen el primer tren que sale.
Las formas y maneras de llegar y de marcharse son muy diversas y ahora no es cuestión ni siquiera de enumerarlas, pero constituye uno de los capítulos más apasionantes de los estudios lingüísticos.   
A veces la nueva realidad es simplemente que la existente se ha hecho vieja o que la escala de valores ha cambiado y ha situado a alguna parcela en otro lugar del escalafón. Quiero decir, y me digo, que las nuevas realidades no significan simplemente creación de realidades físicas nuevas sino de todo tipo: social, religiosa, política, económica…
Sea como sea, el caso es que a diario nos tenemos que enfrentar con la realidad, esa dimensión mostrenca de manifestaciones de la materia en el espacio y en el tiempo, que nos acompaña y que nos define al fin. Y hay realidades que no nos gustan, o que nos gustan menos, o que no nos favorecen en nuestros planteamientos, o que nos sirven mejor para arreglárnoslas y convivir con los vecinos, o que nos dejarían en mal lugar ante los otros, o que…
Y entonces, ay entonces. Hay que salvar los muebles como se pueda. Y los tenemos que salvar no con la realidad, que sigue ahí mirándonos de frente y altanera, sino con su representación más genuina: la palabra. Ese es el momento en el que aparecen los EUFEMISMOS. La etimología no es nada complicada, pero, por si acaso: EU = BIEN, más FEMI = HABLAR. Total, algo así como un bien hablado.
La vida anda llena de eufemismos y todos los usamos según las situaciones, son un instrumento más, y no el peor, que favorece nuestra comunicación y nuestra convivencia. Como siempre, depende de usos y de abusos, de conciencia o de inconsciencia, de fines honrosos o de fines arteros, del grado de respeto que comporten o del grado de intento de engaño que incorporen.
Pocos campos -salvo tal vez el religioso- se prestan al abuso del eufemismo como el de la política, esa ocupación en la que, si no bailas la jota tradicional correspondiente en cada sitio, aunque andes cojo, es como si no fueras nadie. A las pruebas me remito y la actualidad manda. Sigo pensando que a quien manda o dirige el Gobierno se le tiene que permitir y hasta exigir una mirada un poco optimista ante la realidad, algo que para él y ellos antes no servía en absoluto; pero una cosa es el margen de confianza y otra diferente es que se rían en tus propias narices y te llamen tonto y analfabeto convirtiendo el posible eufemismo en un lacerante insulto. El sentido común, al que tanto apela Rajoy, lo han convertido en un fenómeno paranormal, en el hombre más buscado por el FBI. Donde todos ven recortes, ellos ven reformas estructurales; las privatizaciones son externalizaciones; la amnistía fiscal es regularización de activos ocultos; el rescate se convierte en línea de crédito y ahora la fuga masiva de jóvenes al extranjero se disfraza -en boca de una señora que dicen que nunca ha trabajado, ministra de trabajo bajo la advocación de la virgen del Rocío- de movilidad exterior. Y este es solo el penúltimo. La muy amantillada y muy principal señora De Cospedal no deja de darnos lecciones de eufemismos a diario, algunas tan paradigmáticas como aquello del «finiquito diferido» o el de llamar a su partido el de la transparencia, con el asunto Barcenas en la chepa un día sí y otro también. Otro tanto hace el señor secretario de organización, un señor extremeño al que da ya un poco de rubor verlo aparecer ante un micrófono. El presidente del Gobierno no se ha cansado de dar vivas al vino. Tal vez porque es experto en convertir en agua en vino y el vino en agua, lo cual no deja de ser otro eufemismo. Más el primero que el segundo, las cosas como son.
La realidad es dura y hay que soportarla como se pueda para sobrevivir. Qué le vamos a hacer. Entre el tabú y el eufemismo yo me quedo con el engaño controlado del eufemismo. Pero sabiendo que me estoy engañando. Yo mismo, no que me engañen los demás. Y, sobre todo, sin que encima se rían en mis narices y me hagan aplaudir con las orejas. Cagüen diez. Hasta ahí podíamos llegar.

miércoles, 17 de abril de 2013

!LA IDEA, LA IDEA, EL PRINCIPIO, EL PRINCIPIO!

A la postre, todo se reduce en el razonamiento a eso que llamamos inducción o deducción. Y en ambos procesos, aunque en orden contrario, aparecen los ejemplos concretos y las ideas generales. Cualquiera que desee razonar tiene que presentar hechos para concluir en una idea general que los explique a todos, o ha de describir una idea y después tratar de convencer con su aplicación en diversos ejemplos. Las variantes y las mezclas de ambos procesos son lo que son, solo eso.
Como nadie se puede escapar de alguno de estos dos procedimientos en la vida, uno tiende a considerar cómo se entenderá mejor la persona en la compra del mercado o en el discernimiento en torno de la idea de belleza, por ejemplo.
Poco importa que existan situaciones muy diversas; en términos generales, tiendo a pensar que es más cultivado el método inductivo en los ambientes más “populares” y el deductivo en los más “cultivados”. Cuesta imaginarse a varios sujetos en un ambiente distendido y normal tratando de ejemplificar a partir de una idea general; se hace menos difícil imaginarlos en el intercambio de imágenes concretas, que tal vez no alcancen nunca el nivel de la idea general.
Cualquier nivel podría ejemplificarlo. Los medios de comunicación nos avasallan con imágenes concretas y casi nunca se alzan a la verdad general que englobe esas imágenes; nos llenan los hogares de imágenes violentas pero ni ellos razonan ni nos dejan razonar acerca de la violencia. Y, en el mundo veloz en el que vivimos, a ver quién tiene la fuerza de detener la sesión para pensar en las ideas.
¿Quién analiza las causas de la corrupción política? Casi nadie. A cambio, cada día nos dan servidas varias raciones de la misma. ¿Quién se detiene a considerar por qué se produce la pobreza? Casi nadie. Pero cada hora nos invaden con imágenes de pobres y de situaciones de pobreza. ¿Quién se para a reflexionar acerca de la frivolidad en la vida? Muy pocas personas. A cambio, cada minuto nos llevan a los ojos imágenes y ejemplos de frívolos de papel cuché. ¿Quién le da vueltas mentales a lo que supone la falta de trabajo en el proyecto vital? Muy pocos. Sin embargo, nos llenan con imágenes de parados en las colas del INEM.
No es lo más importante usar un método u otro en nuestro intercambio de ideas y pareceres, pues en ambos participan tanto los ejemplos como las ideas; lo fundamental es saber utilizar ambos elementos, lo que viene a significar sencillamente que lo fundamental es razonar.
El que no sobrevuela los ejemplos hasta llegar a la abstracción es como el que oye ruidos pero se queda sin el regusto de la melodía o no sabe de la razón que ha provocado el bullicio.
No nos lo pone fácil la velocidad con la que nos empujan a vivir: ni la mente más despejada podría pasar de la descripción de imágenes en un anuncio publicitario, por ejemplo. Pero no hemos de cejar en el empeño. Sin abstracción no hay idea; sin idea no hay solidez; sin solidez solo hay improvisación e instinto; la improvisación dirigida por otros nos lleva a la esclavitud, y, entonces, nos movemos en niveles muy por debajo de la dignidad humana, pues solo hay una cosa peor que la esclavitud: la esclavitud con agradecimiento.   

lunes, 15 de abril de 2013

SICUT NUBES

Tempus fugit, sicut nubes, quasi naves, velut umbra. Qué verdad más verdadera.
Esta mañana, la segunda plenamente primaveral por estos pagos, me fui a Salamanca para cumplir con una obligación médica: algunas observaciones prescribían hacerme un TAC para dejar claras algunas situaciones y eliminar sospechas.
Antes de las once ya estaba esperando y preparando mi abdomen con un compuesto dulzón pero soportable. Después, la prueba: un contraste con escasa reacción, una enfermera muy amable, un tubo que guardaba en su interior vete a saber qué elementos técnicos o fotográficos, y, en diez minutos, vístase y aguarde unos días para los resultados.
Siempre he confesado ser un muy mal enfermo, aunque algo voy aprendiendo con la práctica. Desde que me senté en la espera, intenté matar el tiempo con la lectura. Unos cuentos breves -y en este caso rayando la ironía y el absurdo- ocupaban mi mente y me distraían de otras imágenes menos placenteras. A mi lado había dos monjas, seguramente carmelitas, una muy joven y otra de mediana edad. La primera aguardaba para hacerse una Resonancia. Mi cuerpo no andaba para imaginaciones pero no podía por menos de compararla allí mismo, con hábitos pardos y extensísimos, y a los diez minutos, en el tubo y semidesnuda. No atizaba mi imaginación ninguna idea morbosa -me voy haciendo mayor- pero sí pensaba en cómo se sentiría ella. El mundo, la vida, las ilusiones, la sociedad, las costumbres… Qué revoltijo.
Pensaba también en la última vez que estuve en ese hospital, en operación de hernia discal, en pleno verano caluroso, hace ya casi tres años; o en otras ocasiones, en busca de mejora para una hernia y otras cosas…
Tempus fugit. Pero no todo son nubes, ni naves, ni sombra. Porque la esencia de la vida sigue ahí, múltiple y diversa, heterogénea y homogénea a la vez, llevándonos sin pausa pero haciéndonos conscientes -a quien quiera mirar y contemplar- de la degradación y de la renovación de los hechos.
Esta tarde he completado la lectura de las páginas escritas en forma de diario por un preso especial durante la guerra incivil. Aquí se podría adivinar que también el tiempo huye si se considera el trayecto vital y lo que supone que te eliminen la libertad durante años. Pero también el tiempo se hace eterno en espera de la ansiada libertad.
Todo es contradicción y disparate, absurdo y paradoja, réplica y contrarréplica. Ordenarlo todo en el tiempo es tal vez la misión de la vida. Organizar y adecentar los hechos y anegarse con ellos viviéndolos sin tasa y sin descanso.
Las nubes, las naves, las sombras… La vida que se marcha de las manos en huida veloz y apresurada.

domingo, 14 de abril de 2013

BANDERAS AL VIENTO

Desde mi terraza veo ondear en la otra parte del río una bandera tricolor. Catorce de abril. Día de la República.
No me resulta sencillo saber hasta dónde y entre cuánta gente se guarda ahora mismo la memoria del sentimiento de la forma republicana ni lo que han significado las dos que en la historia de España han existido. Tendría, por tanto, que refugiarme en mí y en mis experiencias y lecturas para emitir opiniones.
Sí sospecho que cada día es mayor el número de personas que defienden la proclamación de esa tercera república en España. Los representantes actuales de la monarquía no han hecho mucho en los últimos tiempos por su defensa y se ha abierto la veda en los medios de comunicación en las críticas a la institución real.
Llevábamos casi cuarenta años en los que el tema parecía tabú y todos, en consenso tácito, callaban o incluso elevaban al séptimo cielo cualquier gesto realengo; de ese modo, se había creado un ambiente almibarado y dulzón de todo ese mundo en el que tan bien se movían los negocios de todos los mandones de los medios de comunicación, especialmente los llamados del mundo rosa. Como por naturaleza la institución tiende al inmovilismo, los poderosos se sentían también como pez en el agua y pescaban a manos llenas. Así hemos tirado durante muchos años.
Hoy todo parece bastante cambiado. La izquierda, como puede y desde las escasas oportunidades que tiene en los medios, azuza su opinión favorable a la república. Algunos medios de comunicación de derecha han abierto sus páginas a la crítica monárquica porque todo vale con tal de ganar lectores o espectadores, no porque tengan interés ideológico en defender la monarquía. Otros siguen impertérritos en la defensa a ultranza pues la monarquía es casi su seña de identidad. La gente mayor mantiene algo así como una mezcla de sueño y de agradecimiento a la figura del presente rey por su actitud y actividad (yo no tengo este asunto tan claro) el 23 F. Los más jóvenes, desligados históricamente de este hecho son los más alejados de todo lo que huela a monarquía.
De modo que casi todo viene de nuevo a resolverse en un conflicto de intereses de grupos y de puntos de vista un poco estrechos.
A uno le interesaría que la defensa o el rechazo vinieran sobre todo de las bases ideológicas que puedan justificar o no un sistema como ese. No veo que las discusiones se planteen en ese nivel. Una vez más. Creo que es la base para después defender con solidez cualquier postura.
Pero es que, ay, me parece que este asunto no tiene un pase racional. Pienso además que hay mucho defensor que lo sabe pero no se atreve a reconocerlo porque se le caerían todos los tejados de su defensa. ¡Reyes y en el siglo veintiuno! Por favor, ni los Reyes Magos. Castas, privilegios, exenciones de ley, papanatismo al por mayor, opacidades de cuentas, herederos porque sí, siervos… Qué barbaridad. Ni un pase mental tiene eso. Por eso tal vez hay gente que prefiere sencillamente no menearlo para que no huela tan mal.
Para ser honrado con mi conciencia, no tengo tan claro que, en la práctica (protocolos, gastos, elecciones, enfrentamientos…), resulte tan nefasto como se aparece en la teoría. Tampoco que aporte beneficios sobre otras fórmulas.
En todo caso, todo esto debería resolverse con normalidad y sin demasiadas estridencias en el siglo veintiuno. Históricamente, cada cambio de formato ha supuesto un enfrentamiento sangriento. Hoy no debería producirse nada de eso, si la gente decidiera cambiar la fórmula: se trataría de formatos, no de personas ni de despreciar ni ensalzar tontamente a nadie.
Allí sigue la bandera ondeando al aire de la tarde. Parece como si se quisiera elevar hacia lo alto frente a la sierra en otros aires de libertad más intensos.

viernes, 12 de abril de 2013

DE OTRAS GUERRAS

DE OTRAS GUERRAS
Yo te hablo de otras guerras más hermosas,
que tienen más de rosas que de espadas.
No hay tanques, no hay tiranos, no hay disparos,
ni nadie que persiga a los vencidos.

Retírate a ti mismo, a lo más hondo
de toda la certeza que poseas
y alístate en las filas de otra guerra
más alta y duradera. Y en el fuego
de otra hoguera más libre
perecerás de amor, no de otra herida.

Has de buscar la luz de la VERDAD
como primer combate en esta guerra.
-Tu primera batalla-
Entre el alto poder de la razón,
encontrarás la duda  y el consuelo
para ganar el BIEN que allí se encierra.
-Tu segundo combate-
Lo demás es vivir BELLEZA suma,
perpetua libertad, salud más pura,
gracia de ser al fin tierna dulzura
y quietud, complacencia y hermosura.
-Es la madre de todas las batallas-

VERDAD, BIEN y BELLEZA:
cuánta guerra te aguarda en tus honduras.

miércoles, 10 de abril de 2013

HORAS DE LUZ

HORAS DE LUZ
Amanece.
                    La luz se despereza
con una lentitud desconcertante
y el silencio se hace eco en soledad.

La hora del medio día.
                                          Qué contagio
de total plenitud y de absoluto
más allá de la luz
y más acá de todas las tinieblas.

Es media tarde.
                              El aire
se asoma a los balcones de la contemplación.
Abajo, el agua lame
la cara más brillante de las piedras,
evita la quietud y desafía al tiempo.

Anochece.
                       El silencio
se apodera y adensa las espumas
de ese rumor que habita entre las cosas.
La luz es otra vez viejo recuerdo
de un suicidio de amor por los caminos,
retorna a la quietud y al dulce desengaño.

Baja la noche a esa quietud y el cuerpo
se deja en soledad y en duermevela.

Solo queda tu cuerpo y en sus mapas
reverbera otra luz más cegadora.

martes, 9 de abril de 2013

JOSÉ LUIS SAMPEDRO


Con frecuencia me quejo desde esta ventana de las exageraciones que creo observar en ciertos comportamientos y de las derivas incondicionales de muchas personas a favor de otras que, por la razón (o más bien la sinrazón) que sea, son sus referentes públicos o privados. Me quejo de los botellones místicos que se convocan cerca del papa, al lado o encima de los deportistas de élite, junto a los famosetes de turno, y así…
Pues yo a veces rompo incoherentemente este principio para dejarme llevar por el sentimiento más que por la razón. Lo hago con mi nieta, lo hago menos con el resto de mi familia y lo hago de vez en cuando con alguna otra persona que no es de mi círculo más próximo.
Tal vez la diferencia esté en el tipo de personas y en el de comportamientos que se elijan para esa incondicionalidad. Convendría que no ocurriera muchas veces, pero no sé cuántas ni cuándo tienen que suceder. En algunos casos no pienso ponerles límites.
Entre los personajes públicos con los que me ocurre esto se encuentra José Luis Sampedro. He escrito conscientemente personaje, y no persona, no porque no me interese la persona, sino porque la persona, para mí, se ha convertido en símbolo, que es lo que perdura y con lo que me quedo, por más que las personas pongan cara a esa idea.
José Luis Sampedro acaba de fallecer a la edad de noventa y seis años. Hasta ahora mismo se ha mantenido con una vitalidad encomiable. Dicen, y me lo creo, que han sido sus ideas las que lo han mantenido vivo y en forma. Yo no lo he conocido personalmente, pero sí lo he visto en entrevistas, he leído libros suyos y siempre lo he seguido casi con devoción.
Era profesionalmente un economista, desde hace muchos años un escritor, y desde siempre un humanista pensador y filósofo. Decía que existían dos tipos de economistas, “los que ayudan a los ricos a ser más ricos y los que ayudan a los pobres a ser menos pobres” En otras ocasiones dejó perlitas como estas: "Mi única ambición ahora es morir como un río en el mar. Ya noto la sal"; "Esto acaba por degradación moral. Hemos olvidado justicia y dignidad"; "Me pueden apartar y jubilar. Pero no me pueden jubilar de mí mismo"; “Yo no puedo decir si hay Dios o no. Creo que no, pero no tengo seguridad. Ahora, tengo la seguridad de que el Dios que nos vende el Vaticano es falso, y lo compruebo leyendo la Biblia con la razón y no con la fe. Cuando creemos lo que no vemos, acabamos por no ver lo que tenemos delante”; "¿Libertad? Vaya a un supermercado sin dinero y verá lo libre que es”;En 2000 años, la humanidad ha progresado técnicamente de forma fabulosa, pero nos seguimos matando con una codicia y una falta de solidaridad escandalosas. No hemos aprendido a vivir juntos y en paz”…
¿Cómo no voy a ser incondicional suyo? Pero es que, sobre todo, pienso que lo decía y lo cumplía; su testimonio de vida me parece tan importante al menos como su testimonio verbal. Ahí estuvo al pie del cañón hasta que su vida se ha apagado, quizás con todas estas lluvias, hasta perderse en el mar, a jubilarse por propia cuenta y sin molestar a nadie. Se lleva una imagen manifiestamente mejorable del mundo en el que él tanto empeño puso por mejorarlo; yo me quedo con una imagen nítida, recia y amable a la vez, sincera y simple, de un hombre que no tenía otra meta que la mejora de la sociedad desde la razón tranquila y firme.
Pasar los ojos por sus páginas era descubrir a borbotones la presencia de un mundo desigual y de un corazón ardiente dispuesto a azuzar cualquier conciencia con tal de dar mejor forma a toda esa realidad putrefacta. Y todo desde la convicción serena y natural de quien sigue en la duda siempre, pero también en la certeza de que el camino emprendido por nuestras sociedades no es el mejor precisamente.
Esta semana se juegan partidos de fútbol que acercan a los equipos a ganar la copa de Europa. José Luis Sampedro sí que tenía que haber ganado la copa de Europa del humanismo, de la coherencia, de la honradez y de la sabiduría. Yo hubiera ido a tribuna a partirme las manos aplaudiendo.

lunes, 8 de abril de 2013

QUINTO ANIVERSARIO


CUARTO ANIVERSARIO
El ritmo ritual ha roto el paso
tranquilo y silencioso de los días.
De nuevo la memoria me convoca
a la espesura de la tarde aquella
en que se paró el tiempo y la ceguera
se apoderó de toda mi pupila.

Se ha renovado el sol ya cuatro veces
y tú no has acudido a su presencia,
tú que eras tan morena. Las estrellas
se miran sorprendidas
y musitan con miedo las letras de tu nombre.
La primavera vuelve
y ya no es lo que era
la flor alborotada del almendro
cuando tú la mirabas.
La luz es hoy opaca en los objetos
y todo se sustancia en el silencio.
Quizás las amapolas
se estén acostumbrando
a que todo sea noche
y las calles no sepan
de tus menudos pasos por sus piedras.

Pero yo sé que habitas mi recuerdo
porque tiene constancia mi memoria
del rastro de tu luz y de las cosas
que no se lleva el tiempo
aunque pasen los años
-son cuatro soles ya-
sin tu abrazo doliéndome en el alma.

domingo, 7 de abril de 2013

UNOS CUANTOS ESCRACHES


Las palabras nombran las cosas en una aproximación siempre pobre pero insustituible para la supervivencia y para las relaciones humanas. Cuando se produce una nueva realidad, se pone en marcha la máquina de las palabras para enviarnos una, sola o en compañía, que se apodera de esa realidad y la pone en circulación entre los hablantes. Solo desde ese momento existe realmente la imagen de la realidad y la realidad misma. Las formas utilizadas por el sistema son muy variadas, pero siempre terminan haciéndose la con idea que de la realidad nos hacemos.
Desde hace muy escasas fechas esta comunidad peninsular se ha familiarizado con un palabro raro: “escrache”, de configuración fonética extraña y de origen lejano; el DRAE solo lo recoge como usado coloquialmente en Hispanoamérica, con la acepción segunda de “fotografiar a una persona”. No importa demasiado el origen ni la forma en que se ha expandido, lo hemos aprendido y basta. Además, todos conocemos también que esa fotografía está cargada de colores y de connotaciones negativos.
De modo que con un escrache le sacamos los colores a la gente, los colores de la vergüenza y de los abusos, ponemos en evidencia a aquellos que creemos que, de manera más directa, operan en acciones que comportan consecuencias negativas para otras, sobre todo para las más necesitadas. Con el escrache acotamos el territorio, ponemos cara, edad y arrugas, nombre y cargo, dirección y horarios a personas concretas.
Cualquiera podría pensar que es peligroso este ejercicio. Y tal vez tenga razón. A mí también me da un poco de miedo y me causa reparos. Y no es por la acción en sí sino por si esa costumbre se generaliza y se convierte en un estrechamiento de la privacidad de los individuos, o peor aún, en una forma visual de apartar a quien pueda molestar por cualquier nimia razón.
Pero es que, como siempre, tomamos el rábano por las hojas. Y se nos rompe, porque no siempre la tierra está tupida como ahora. Porque nos escandalizamos con las fotografías de primer plano pero nos pasan a diario álbumes de fotos en gris que no señalamos de ninguna manera aunque nos perjudiquen en todo.
No conozco ni una llamada a la violencia de los que en estos momentos practican los escraches y sí les oigo repetir cuáles son sus fines, siempre sociales, en favor de los más desfavorecidos y a la luz del día, sin ocultaciones ni triquiñuelas de ningún tipo. Así que los puristas de turno que se aten un poco los machos y que no se pongan tan estupendos.
Sí conozco, en cambio, las sibilinas llamadas a mi puerta de todo el sistema social y económico,  que me incita sin parar, con un ruido insoportable y con una insistencia y sofisticación apabullantes a dejarme llevar por las corrientes que provocan situaciones de fango, de mierda y de injusticias. Vivo en un mundo de publicidad que obliga a vivir en el sueño del futuro desde el engaño del presente; vivo en un mundo en el que la economía se mueve en el mundo del misterio y de la especulación más escandalosa e injusta, pues provoca paro y desigualdades por todas las esquinas; vivo en un mundo en el que la voluntad de unos pocos dicta la acción de todos los demás, y no son precisamente los elegidos por la ciudadanía sino los dueños de las estructuras financieras; vivo en un mundo en el que la realidad ya no es visible sino que se expresa en las compraventas de elementos inexistentes y falsos; vivo en un mundo en el que casi lo único importante es la cuenta de resultados; vivo en un mundo en el que al ser humano se le ha convertido en un animalillo sujeto al trabajo y a la adquisición compulsiva de productos absolutamente innecesarios para una vida saludable; vivo en un mundo en el que los elementos básicos de una sociedad de bienestar son controlados por las potentes multinacionales del sector (farmacéuticas, multinacionales diversas, patronales privadas de enseñanza…); vivo en un mundo en el que la industria armamentística provoca guerras según sus estructuras comerciales; vivo en un mundo en el que los elementos irracionales (religiosos) quieren imponerse sobre los racionales comunes a todos; vivo en un mundo en el que todo incita al instinto y casi nada a la reflexión… Y vivo en un mundo en el que los que lo vivimos hacemos poco por cuestionarlo y por intentar cambiarlo.
A todos estos a mí me gustaría hacerles un escrache. Tal vez es lo que estoy intentando esbozar en estas simples líneas. Claro que es un poco más difícil señalar cuáles son sus domicilios particulares pues se esconden en las cuentas bancarias y en el reparto de dividendos; y, desgraciadamente, muchas veces se esconden en la esclavitud agradecida que supone no solo su aceptación sino incluso el aplauso para ellos desde esa esclavitud del consumidor.
Menos mal que hay -o debería haber- otros señalamientos, otros escraches, positivos, los de tanta gente buena que vive y sobrevive también en este mundo, desde las buenas acciones y desde su ejemplo de vida. Sin ellos el camino se haría intransitable.

sábado, 6 de abril de 2013

PUERTOPOMARES // BÉJAR


Hago recuento y ordeno datos de nombres y obras de literatura que tengan que ver con Béjar para un capítulo de la Historia de Béjar, Tomo II. Ya va el trabajo muy adelantado.
En el apartado de autores que hayan situado sus creaciones –de manera más o menos real- en esta estrecha ciudad, figura un autor para mí desconocido: Eduardo Zamacois. Pertenece a ese grupo de novelistas de primera mitad del siglo veinte que hasta ahora siempre quedan en segundo escalón en favor de los poetas. El exilio y otras circunstancias los han mandado al olvido en buena parte y no será fácil su recuperación si no es para círculos muy minoritarios.
Eduardo Zamacois nació circunstancialmente en Cuba y tuvo una vida muy azarosa, sobre todo en lo sentimental. Vete a saber hasta qué punto responde a la verdad tanta fanfarronería. Pero esto aquí importa muy poco. Sí interesa destacar que es autor de una novela que se desarrolla en la ciudad de Béjar. No tengo ningún dato que certifique su paso por aquí, ni conozco a nadie que pueda dar certeza de ello. El caso es que dio a la imprenta la novela titulada “El misterio de un hombre pequeñito”. La novela recoge la historia de un personaje que responde físicamente al apelativo del título: “pequeñito”, cuya fortaleza sexual y poder de hechizo entre las mujeres de la ciudad puede dejar asustado a cualquiera.
Tendré que dar cuenta de ella, aunque solo sea para que se conozca su existencia. Bien merecería una charla distendida y hasta un estudio detallado.
Hoy copio aquí unas líneas de dibujo de la ciudad, en la novela Puertopomares:
“Es Puertopomares un lugarejo salmantino de seis mil habitantes, situado en las ondulaciones menos ariscas de la fragosa sierra de Gredos. Hállase enclavado sobre el lomo de un altozano estrecho y largo, circuido por una breve campiña que, muy luego, arrepentida de su humildad apacible, trepa veloz y ambiciosa por todos lados hasta ser orgullosa montaña; y así el pueblo queda hundido en el centro de un anfiteatro ciclópeo alrededor del cual los altos cerros coronados de castañares, de alisos, de copudos tejos, de nogales y de chopos, componen fabulosas praderías. En aquel escenario abrupto, puesto a cerca de mil metro sobre el nivel del mar, los accidentes atmosféricos tienen energía extraordinaria: las nevadas son terribles, el calor asfixiante, las lluvias torrenciales y furiosas, y los vientos y el trueno suscitan en las concavidades graníticas le la cordillera ululeos y resonancias imponentes”.

miércoles, 3 de abril de 2013

EGOS REVUELTOS II



Y sin embargo, este recuelo de la memoria me ha devuelto a mí también la puerta abierta del pasado y el aire limpio de la imaginación. En mi caso desde la lectura, desde la distancia, desde la inexistente servidumbre, desde el agradecimiento de quien se ve servido por otras imaginaciones que le ponen delante de los ojos historias especiales, alejadas de lo mostrenco, historias que levantan de la nada edificios circulares y con cristales de plata y oro en los que uno se sumerge y se convierte en otro ser viviendo lo distinto, lo diferente, lo que menos puebla las aceras de cada día, lo que uno querría para una realidad superior.
Por este libro de Juan Cruz, yo creo que muy bien escrito, corren los egos de muchos de los principales autores en los que uno ha bebido en muchas horas de ensoñación y de levantamiento de la modorra, en horas y horas de búsqueda de consuelo o de desconsuelo, en esa otra forma de matar el tiempo con otro tiempo diferente.
Es verdad lo de los egos. Acaso sean inevitables. Yo los aborrezco, sin embargo; tal vez porque no tengo la capacidad de exhibir ninguno propio. No porque existan sino por no saber retirarlos inmediatamente y por no darse cuenta sus cultivadores de que la vida se nos va en cuarto y mitad de casi nada. Y después todo es nada -“tanto todo para después ser nada”- Por cierto y, en cuestión de egos, en el libro se vienen a confirmar  una vez más las peores sospechas y noticias de las que ya teníamos constancia. De toda la pléyade de creadores son Cela y Umbral los más destacados en el cultivo de la vanidad; sobre todo de la grosera vanidad, esa que los pone en algún momento del otro lado de la pared, por más que su literatura siga estando ahí. Los que pensamos que separar la creación del creador es casi imposible también exigimos un poco más una relación de coherencia entre ambas aristas. De ese modo, no es fácil perdonar al cebón de Cela (pido disculpas por esta aposición negativa) ni al Cela chivato (por esta no voy a pedir perdón); ni resulta fácil entender las actitudes de Umbral -sobre todo en sus últimos años-, por más que sea el autor de ese maravilloso texto que se titula “Mortal y rosa”.
Pero a mi imaginación han vuelto las páginas de muchos libros de los autores a los que tanto tengo que agradecer: Vargas Llosa (ante el que también siento alguna reticencia en lo personal), Carlos Fuentes: Onetti, Borges, Cortázar, Juan Benet, Rafael Azcona, Cabrera Infante, Juan Marsé, Francisco Ayala, Caballero Bonald, Ángel González, Manolo Vázquez Montalbán, Paco Brines, Fernando Savater, Félix Grande, García Márquez, José Agustín Goytisolo, Octavio Paz, Mario Benedetti, Neruda, Sábato,  Saramago, Günter Grass, Susan Sontag…
Todos son de primera fila y todos ofrecen esquemas literarios que se salen de lo repetido y de lo insustancial; incluso los del párrafo de más arriba.
Como se ve, casi todos son creadores en prosa, aunque, siempre que pueden, se acogen al valor de su poesía como a un clavo ardiendo. Las grandes editoriales -y Alfaguara lo es- han sucumbido siempre al criterio más comercial y han aumentado la rueda del público para la novela. Nada que objetar en el mundo en el que vivimos. Todo se entiende.
Pero habrá que recordar alguna cosa más. Por ejemplo que existen generaciones más jóvenes que empujan sin cesar. Por ejemplo que existen muchos más autores peninsulares que merecen mucho respeto, aunque es esta selección de recuerdos aparezcan en número menor. Por ejemplo que el mundo de la poesía es minoritario y escasamente comercial pero que sigue siendo la punta de lanza del sentimiento y del uso especial de la palabra. Por ejemplo que siguen existiendo autores que no van a la pasarela pero que resisten cualquier comparación aunque queden en el olvido. Por ejemplo que el mundo del editor -en una editora de largo alcance- tiene que resultar contradictorio y agotador a la hora de atender tanto ego. Por ejemplo…
Todo se puede dar por bueno si se abre la mirada y la fotografía se hace panorámica. El agradecimiento de los miembros de la tribu, a pesar de todos los pesares, tiene que ser grande y sin reticencias.
“El porvenir actúa en golpes de teatro”; quizá, entonces, no merezca la pena robarle todo su protagonismo sino repartirlo sabiendo que todas las torres caen y todo al fin se ha de convertir “en humo, en polvo, en sombra, en nada”.