jueves, 30 de noviembre de 2023

SOBRE LA LIBERTAD

 

 SOBRE LA LIBERTAD

Qué difícil es hablar con precisión sobre la libertad, esa facultad que tiene el ser humano para obrar de una manera o de otra, o de no obrar, por lo que se hace responsable de sus actos.

A reflexionar acerca de este asunto se dedica el filósofo y economista del siglo diecinueve John Stuart Mill en su obra titulada precisamente Sobre la libertad. Pocos conceptos han sido tan asaltados, analizados, considerados, deseados y maltratados como este. Seguramente, porque es un deseo natural en el ser humano, como reza su definición.

¿Hay alguien que no aspira a vivir y a actuar en libertad? El estado de esclavitud siempre ha sido impuesto o, si en contextos religiosos se ha buscado, siempre ha sido con el deseo de alcanzar otro estado más alto de libertad en la concepción de esos seres religiosos. Tal vez, pues, el meollo del asunto no esté tanto en su definición como en su puesta en práctica. Por ello, las dos primeras partes de este ensayo, fundamental en la concepción clásica de lo que llamamos liberalismo, está dedicada a aquilatar el concepto, a concretar de qué hablamos cuando al concepto de libertad nos estamos refiriendo. Por eso incluye afirmaciones tan taxativas como estas: 1.- «La pugna entre la libertad y la autoridad es el rasgo más dominante de las épocas históricas que nos son más familiares». 2.- «El único objeto que autoriza a los seres humanos, individual o colectivamente, a turbar la libertad de acción de cualquiera de sus semejantes, es la propia defensa; la única razón legal para usar la fuerza contra un miembro de una comunidad civilizada es la de impedirle perjudicar a otros». 3.- (tal vez la más arriesgada) Si toda la especie humana no tuviera más que una opinión, y solo una persona tuviera la opinión contraria, no sería más justo imponer silencio a esta sola persona que si esta sola persona tratara de imponérselo a toda la humanidad, suponiendo que esto fuera posible».

En los capítulos siguientes, el autor trata de dar realidad a este cuerpo teórico. Por ello, desarrolla todo lo que tiene que ver con «La individualidad como uno de los elementos del bienestar» y con «Los límites de la autoridad de la sociedad sobre el individuo». Y aquí el asunto se complica bastante, sobre todo a la hora de hallar esos límites que reconoce. Estas son algunas de sus afirmaciones: 1.- «La libertad del individuo queda así bastante limitada por la premisa siguiente: no perjudicar a un semejante». 2.- «Todo lo que tiende a destruir la individualidad es despotismo, sea cual sea el nombre con que se la bautice, tanto si pretende imponer la voluntad de Dios como si quiere hacer acatar los mandatos de los seres humanos». 3.- ¿Dónde se encuentra, pues, el justo límite de la soberanía del individuo sobre sí mismo? ¿Dónde se inicia la autoridad de la sociedad? ¿Qué parte de la vida humana debe ser atribuida a la individualidad y qué parte a la sociedad? Cada una de ellas ostentará su debida parte si posee la que le interesa de un modo más particular. La individualidad debe gobernar aquella parte de la vida que interesa principalmente al individuo, y la sociedad esa otra parte que interesa fundamentalmente a la sociedad». La última parte está dedicada a la ejemplificación de estos principios en lo que él llama «Aplicaciones». Todas se basan en estas dos máximas: 1ª «La persona no tiene que dar cuenta de sus actos a la sociedad si no interfieren para nada los intereses de ninguna otra persona más que la suya». 2.- «De los actos perjudiciales a los intereses de los demás, la persona es responsable y puede ser sometida a castigos legales o sociales si la sociedad los juzga convenientes para protegerse».  Y. desde ese trampolín, al mundo de las relaciones familiares, económicas, religiosas, educativas, asociativas…

La reflexión filosófica y política es del siglo diecinueve, pero su actualidad es rabiosa y total. Al fin y al cabo, ¿de qué estamos disputando cada día y cada hora, si no es acerca de cualquier cosa en tanto que tiene que ver con el concepto de la libertad? ¿No nos quejamos continuamente de las imposiciones que, cada vez en mayor número, nos traslada la sociedad, bien desde los poderes públicos o bien desde las costumbres que ponen tantas trabas a las innovaciones? ¿No nos alegramos, por otra parte, al comprobar que muchos de los elementos de nuestro bienestar solo los podemos conseguir y mantener desde una ayuda colectiva y desde la cesión de algunos de nuestros derechos: sanidad, educación…? ¿No resulta evidente que casi todas las diferencias que se escenifican en enfrentamientos continuos entre los partidos políticos tienen que ver con una concepción distinta de este concepto que nombramos con la palabra libertad? ¿O qué otra cosa es eso de distinguir y defender o no lo público y lo privado?

El asunto, como tantos, tiene muchas aristas y su desarrollo merece un análisis sesudo. Ya lo hace Stuart Mill. Él se vence hacia el lado del liberalismo: es uno de sus mentores históricos Yo no comparto este análisis. Tal vez porque empiezo por no descubrir ni dar con el ser humano como ser individual, sino como miembro de una colectividad, nada menos que de ocho mil millones de miembros (muchísimos más que hace ya siglo y medio). Y aún menos cuando compruebo que yo solo no sobreviviría, o volvería a un nivel elemental de bienestar. Con mil salvedades, porque he de confesar que el poder de las tradiciones sin reflexión y las medianías multitudinarias basadas solo en números me complican cuando trato de analizarlas. Además, a la soledad y al impulso personal próximo a la utilidad y al beneficio personal tampoco le hago ascos.

Pero no se me ocurre pensar que Stuart Mill era un desalmado ni un egoísta: él también deseaba la progresión y el bienestar del individuo y de la colectividad; y lo manifestaba con argumentos y con ejemplos solventes. Tal vez realidades distintas nos llevan a configurar el mismo concepto de maneras diferentes. Reflexionar acerca de las ventajas de una y de otra visiones puede producir una síntesis saludable y fructífera. Cómo me gustaría un foro en el que poder contraponer reflexiones más extensas.

Con reflexión, con argumentos y dando cabida a posiciones diferentes, que algo aportarán a la nuestra.

lunes, 27 de noviembre de 2023

CONCIENCIA-EXISTENCIA / EXISTENCIA CONCIENCIA

ONCIENCIA-EXISTENCIA / EXISTENCIA CONCIENCIA

Todos los seres pasamos por la vida y terminamos yéndonos al mundo del olvido. En medio del camino, unos se paran a preguntarse por esas cuestiones nunca resueltas que indagan en el origen, en el sentido y en el fin de la vida; otros se dejan llevar y ya tienen bastante con irse bandeando en el día a día para sobrevivir y flotar en el río que mueve sus necesidades inmediatas. Por el medio, todos aquellos que mezclan una cosa y la otra, que un rato son pensadores y otro más frecuente se dejan de estas indagaciones, que acaso no terminan por solucionar nada.

El caso es que la existencia va pasando y se va llenando de pequeñas cosas y, de vez en cuando, también de momentos que parecen más solemnes. En fin, que todos tenemos existencia; pero no sé si todos tenemos conciencia de nuestra existencia. Y no resulta lo mismo andar el camino con conciencia de que lo estamos haciendo y de cómo lo estamos haciendo que ser un empujón continuo y un impulso del viento, de la moda y de las costumbres comunes.

No soy demasiado original si propongo la cuestión siguiente: ¿La existencia determina la conciencia, o es la conciencia la que determina la existencia? O en una pequeña glosa: ¿Los condicionamientos sociales que nos toca vivir determinan nuestra forma de ver y de actuar en el mundo, o son nuestro análisis, nuestro estudio personal y nuestro bagaje cultural los que determinan la formación de nuestra conciencia, nuestra escala de valores y nuestra conducta diaria, es decir, nuestra existencia?

El filósofo griego Platón definió la conciencia como la relación del alma con ella misma. Parece que le da autonomía y supremacía al mundo de las ideas frente al desarrollo diario de la vida, de las cosas de carne y hueso. En tal caso, la conciencia debería determinar la existencia.

Supongo que muchos de nosotros aspiraremos a que nuestro poder de pensamiento algo pueda con la configuración de nuestra conciencia, y que esta nos dibuje una escala de valores que rijan nuestro comportamiento diario y nuestro discurrir en la vida. La persona como tal, así, adquiere protagonismo y libertad para decidir su comportamiento. Por ahí andan un poco las investigaciones más recientes que buscan en nuestras neuronas relaciones y actuaciones.

Pero no siempre ha sido así; si no, la pregunta formulada no habría sido pertinente.

El filósofo Carlos Marx defendió la postura contraria afirmando que la existencia determina la conciencia. Se fijaba en la visión sociológica de tal tesis. La realidad venía a darle la razón cuando observaba que cualquier persona se veía determinada, en su pensamiento y en su forma de ver la vida, por su origen social, por el grado de formación, por la comunidad que lo rodeaba. De ahí a la famosa conciencia de clase no hay más que un paso y la consecuencia de tratar de eliminar las clases sociales para crear una conciencia universal lejos ya de las imposiciones externas y de las desigualdades.

Son solo dos muestras en la historia, que ejemplifican las dos posturas propuestas al principio.

Cada uno debería echar unos ratos a pensar si esto tiene alguna importancia, si una postura tiene más fuerza que la otra, si se mezclan y de qué manera, o si merece la pena defender una visión u otra. En ello van nada menos que toda una filosofía, una ética y un comportamiento vital determinados. Y no solo en las ideas más solemne, sino también y sobre todo en todas las formas diarias de pensamiento y de comportamiento ante nosotros mismos y ante los demás

Cada cual lo hará a su manera. Una buena forma de empezar es tal vez observar las ideologías según los antecedentes familiares, según los barrios de residencia y según las posibilidades económicas. Empezando por nosotros mismos. O cualquier otra.

Pero ahí queda la pregunta para una tarde de otoño. ¿Existencia lleva a conciencia? ¿Conciencia conforma existencia? ¿De fuera hacia dentro? ¿De dentro hacia fuera? ¿O todo es un vaivén de olas hacia el mar y hacia la playa?

viernes, 24 de noviembre de 2023

ACERAS

 ACERAS

Uno tiene la seguridad de que el otoño ya campa a sus anchas cuando ha pasado un episodio de lluvias, el cielo se ha serenado, las hojas han buscado el suelo y los mosquitos han desaparecido como por ensalmo. Entonces los días se contagian, se engarañan y se hacen más pequeños, la luz llega más tarde y se va antes, las gentes sacan sus ropas a pasear y descubren muchas veces que hay prendas que ya no ajustan con su talla.

Al ciudadano que goza de tiempo libre le corresponde adecuar el horario de paseo y ajustarlo a las escasas horas de sol. En la ciudad estrecha, en otoño luce un sol nítido y celestial, como si quisiera escudriñar los últimos secretos de la tierra. Cuando tal ocurre, un paseíto tranquilo cerca del río o por el parque de la Corredera resulta casi laudánico.

Pero el asunto tiene una pega que no es fácil de salvar. Las aceras que reciben el sol se llenan de gentes para las que parece que se ha detenido el tiempo. O que se ha estirado hasta no contemplar límites de ningún tipo. Así, unas mujeres ocupan toda la acera mientras arreglan el mundo, que, en muchas ocasiones, se reduce al lamento por lo caro que está todo y por lo que tardan en cocer los garbanzos. O unos hombres señalan lo raro que anda todo en la liga de fútbol o la identidad del nombre que aparece en la esquela mortuoria. A mí me gusta llegar hasta esos corrillos y detenerme como quien está esperando a ver si se dan cuenta de la imposibilidad de pasar adelante. A veces pasan muchos segundos sin que yo me mueva ni abra la boca. Hasta me entero de vez en cuando de algunos trapos sucios que poco o nada me interesan. Por fin, alguna de las personas que parecen detenidas a tomar el sol y que han pegado la hebra sin darse cuenta de que por ese lugar tal vez tengan que pasar más personas a lo largo de toda la mañana, me espeta con cara de sorpresa un «ay, perdone, pase, pase».

Entonces, me quedan ganas de darles las gracias y de rogarles que sigan a lo suyo, que no hay otra cosa más importante en lo que matar el tiempo (tal vez para que no nos demos cuenta de que, en realidad, es el tiempo el que nos mata a nosotros). Pero casi siempre me callo y sigo mi camino rumiando lo importante que sería que cada ser humano repitiera como diez o quince veces cada mañana la siguiente letanía: «somos ocho mil millones, somos ocho mil millones…». Tengo para mí, iluso como soy, que nos haríamos algo más reflexivos, más educados y hasta más respetuosos. Y tal vez nos libraríamos de esos corrillos en medio de las aceras, que impiden el paso, ponen a la gente de mal humor y muestran que poco nos importa el ritmo de vida de los demás, pues pensamos que seguramente tienen todos la misma velocidad que nosotros mismos.

Lo malo es que todo esto lo podemos empeorar si a los pocos pasos vemos venir a alguien de frente, cabizbajo, mirando el teléfono, en línea recta, sin horizonte para su vista y que se topará, con toda seguridad, cual ciego contra poste, sin que eso lo altere ni le aparte de su ocupación de seguir mirando el móvil, incluso cuando tiene que pasar de acera. Porque ya se sabe que, cuando el tonto coge la linde, la linde se acaba, pero el tonto sigue.

Habrá que pensar en añadir otro carril, como el carril bici, para dialogantes eternamente inmóviles y para cegatos con móviles, que son casi todos. O echarse al monte, que ahora es una paleta de colores ocres y de árboles que se desnudan impúdicamente y se consagran al frío.

lunes, 20 de noviembre de 2023

ROMANCE DE LA AMNISTÍA

 ROMANCE DE LA AMNISTÍA

 Andan en tierras de España

todos en algarabía,

disputando por la ley

que llaman de la Amnistía.

Por calles y por tertulias,

en medios de toda guisa,

en cenáculos diversos,

por la noche y por el día.

Unos defienden su uso

otros rechazan la misma.

Los que tal proyecto aprueban

estas palabras decían:

«Servirá para hallar calma,

para serenar los días

en los que andamos confusos

y para crear un clima

de mayor entendimiento

con relaciones más fluidas».

 

Los que se oponen a ella

de esta guisa respondían:

«La tal ley es un abuso

y un acto de cobardía.

Responde solo a intereses

de a quien la ley beneficia.

No perdona las condenas;

al contrario, las olvida,

como si nunca se hubieran

cometido fechorías.

No tiene consenso previo.

Los reos no se arrepentían.

Discrimina ciudadanos

en varias categorías.

Interviene otros poderes

que el Estado componían».

 

Así, en tamañas disputas,

en medio de esta porfía,

los ánimos se caldean

entre la ciudadanía,

surgen manifestaciones,

se discute si valía

la pena seguir votando

o aceptar con valentía

los resultados del centro

do está la soberanía:

el Congreso y el Senado

que hace poco se elegían.

Muchos no se conformaban

y por las calles salían

a manifestar su enfado,

por esta extrema medida.

Incluso algunos de ellos,

los que son más extremistas,

con banderas y modales

de oscura simbología,

se apostan ante las sedes

del partido socialista,

ocasionando incidentes,

coreando graves consignas

y enfrentándose a las fuerzas

del cuerpo de policía.

 

Y el juglar, en este asunto,

¿qué pensamientos tenía?

Como en otras ocasiones,

muchas dudas poseía,

y a aprobar una conducta

apenas si se atrevía;

hablando consigo mismo,

estas palabras decía:

¿Servirá cualquier conducta

para alcanzar mayoría?

¿Cabrá dentro de las leyes

esta tal ley de amnistía?

Y enseguida, a esta pregunta

 muy pronto se respondía:

Para sacarnos de dudas,

tenemos a la justicia,

los tribunales, los jueces,

abogados, fiscalías.

 

Y continuaba en estado

de cierta melancolía:

¿Qué pasará en el futuro

invocando analogías?

¿Vale más bien general

que el que las partes pedían?

¿Sinónimo de razón

es alcanzar mayoría?

¿Existe razón moral

en asuntos de política?

¿En qué términos se ofrece

la posible alternativa?

¿Evitar el mal mayor

cualquier hecho justifica?

 

Y todavía, ensimismado,

en su pensar proseguía:

¿Qué beneficios reporta

ofrecer la otra mejilla?

¿No se duerme más tranquilo

si se sueña en armonía?

¿Por qué buscar la distancia

y no querer cercanía?

¿Ni un puñado de ideales

las partes compartirían?

¿Por qué la historia de España

ha de ser la más maldita?

 

El juglar sigue soñando

con sonrisas y alegrías,

tal vez por darle cobijo

a un mundo de fantasía,

en un triste abecedario

con que se cuenta la vida

y decide hacer un guiño,

brindar por que esa porfía

se transforme en un abrazo

de fiel camaradería,

que consiga hacer de España

un lugar donde se viva

con el corazón abierto

y la conciencia tranquila.

 

El que no se preste al pacto

no hará patria, hará patría.

jueves, 16 de noviembre de 2023

ALGUNOS EPIGRAMAS

 ALGUNOS EPIGRAMAS

 

¿Será verdad que ha salido

de costilla la mujer?

Entonces será, seguro,

un buen hueso que roer.

 

 

¿De qué se ríe el ser humano

como animal singular?

Olvida que también tiene

mucho por lo que llorar.

 

 

Sacarme de mis casillas

has conseguido en muy poco;

mas sacarme los dineros

será más dificultoso.

 

 

Cada día te comprometes

a ejecutar cien promesas,

y cuando llega la noche

no has cumplido la primera.

 

 

Asegura que no bebe

porque no lo necesita;

pero a beber no hace ascos

cuando los demás lo invitan.

lunes, 13 de noviembre de 2023

DOS DOCENAS DE AFORISMOS-INDICIOS

 

DOS DOCENAS DE AFORISMOS-INDICIOS

. Jugarse la vida implica aceptar que hay algo que vale más que la vida. Si no, ¿para qué ese juego?

. Melancolía: Querer querer y no saber hacerlo.

. La asignatura más difícil: Aprender a perdonar y a perdonarse.

. Cierra los ojos cuando vayas al amor: es la mejor manera de poder soñarlo.

. Una ruta saludable: Ir de la compasión a la ternura.

. Efectos no deseados: A veces, la compasión y la ternura avergüenzan a quien las recibe.

. La muerte es una irrefutable verdad, y la vida resulta una maravillosa mentira.

. La ausencia de una evidencia no implica la evidencia de la ausencia.

. Observa, analiza, compara, deduce, forma criterio: Solo tú te haces falta.

. Cuando yo no esté, la palabra seguirá diciéndome a los demás.

. Redes sociales: Un conjunto difuso en el que todo termina siendo nadie

. Casi siempre, la vida empieza cuando dejamos de tener un móvil en las manos.

. Somos seres de deseo: de ser, de tener, de representar…, de seguir viviendo.

. El estado de aburrimiento alerta de que algo falla, y eso nos empuja a cambiar. Sin el aburrimiento, nos extinguiríamos por exceso de adaptación.

. Si Dios o la naturaleza no muestran compasión, todo resulta inexplicable y no merece la pena creer en ellos.

. ¿Qué es eso de la identidad colectiva? Toda identidad colectiva es una ensoñación colectiva y una ficción peligrosa.

. Todos los nacionalismos deben ser combatidos como tales, no unos contra otros. La idea de nacionalismo por sí es nada.

. Un historiador debe describir. También deducir y juzgar. Les mains sales.

. Memoria / historia. Memoria: individual, subjetiva, parcial. Historia: colectiva, total, objetiva.

. La razón tiene sus campos de entrenamiento: no es lo mismo la razón moral que la razón política.

. Confía más en quien asegura tener razones que en quien afirma tener razón.

. Que lo que te enseñen y aprendas no te sirva para olvidar todo lo demás de la vida.

. Desengáñate; la esencia del poder consiste en su voluntad de crecer y de perpetuarse.

. La historia no es lo que ocurrió, sino lo que se cuenta de aquello que ocurrió y la forma de contarlo.

viernes, 10 de noviembre de 2023

MÚSICAS

 

 MÚSICAS

Una de las señas de identidad de las generaciones es el tipo de música que escucha, que canta y que deja descansar en la habitación de su memoria. Primero se deja envolver en sus sonidos, en sus letras y en la escala de valores que quiere representar; más tarde va notando cómo otras formas se van colando de contrabando y ya no se siente tocado por las mismas: es como si aquello no llamara su atención y no le concerniera; cualquier otro día o año certifica que aquello que “se lleva” y está de moda no es algo con lo que ella se pueda entender, pues se siente lejana y extraña. Lo que digo: las modas musicales forman pare de las identidades de los grupos, si es que estos tienen alguna.

Hace pocos días veía un documental televisivo dedicado al grupo musical Jarcha, un conjunto de música de raíz popular muy conocido en los años setenta y ochenta. Mis recuerdos se actualizaron inmediatamente, pues, por aquellas fechas, yo mismo formaba parte de un grupo de características parecidas. Era el grupo Oro Viejo. Una imagen imborrable de todo aquel tiempo es la del recital en la fachada de la Universidad de Salamanca, en unas noches veraniegas de Cursos Internacionales, en las que actuamos en tres días consecutivos Nuevo Mester de Juglaría, Jarcha y Oro Viejo. Marco incomparable. Sensaciones deliciosas e irrepetibles. Por entonces, otros escenarios y recitales varios. Todo un compendio de buenas sensaciones y de estampas de un álbum de arco iris.

Uno de los componentes de Jarcha confesaba en el documental -no sé si con pesar o simplemente con resignación- que no reconocía en la música actual prácticamente nada de su legado. Asentí para mí mismo y aquella afirmación me dejó un mal regusto y una espina en mi conciencia y en mi pensamiento.

Tal vez sea una nostalgia mal entendida y un producto solamente de la edad, que ya declina y abarca más el pasado que el presente. Tal vez.

Es evidente que siguen existiendo grupos que analizan, rebuscan y mantienen esa música de raíz más popular e inmediata; pero no es menos cierto que casi ningún grupo recoge el reconocimiento de la comunidad en forma de éxito y los medios de comunicación generales no les prestan atención: tienen que ser los medios públicos regionales los que les hagan algo de hueco y se asomen a ellos como si de un anticuario se tratara. A los medios comerciales no les sale a cuenta y eso es todo. Resulta más sencillo dejarse llevar por todo lo que procede del imperio y de la lengua inglesa. A todo ello se suma el desarrollo inevitable de los formatos en los que se envuelve y se presenta toda la nueva música: escenarios, vatios de potencia, bailes, luces…, envoltorios y parafernalias varias en las que las melodías, las letras y los mensajes han perdido lugar en la escala de valores. Ahora todo es mucho más representación, alarde, geometrías, destellos luminosos, olvido del pensamiento y del reposo…

A los tiempos de los cantautores le siguió aquello que se llamó y se sigue llamando la “Movida madrileña”, que fue sobre todo madrileña, no nacional, y la explosión -después de la larga noche de la dictadura- de dos grupos de gentes: los pijos sin problemas de vida y muchos de los peor tratados por la vida, que hallaron una engañosa salida en las drogas y en el alcohol. Menos humos, por tanto, para esta etapa.

Y ya siempre la imitación papanatas de todo lo que llega de fuera, como expresión de un complejo de inferioridad que este país parece llevar en la sangre desde el principio de los tiempos. Y ahí andamos, en el Hollywood de todo y de todos.

Ya se ve que mi visión es bastante pesimista al respecto. Sobre todo, porque creo que ese victimismo lo aplicamos no solo a la música sino a todos los demás campos de la vida y de la cultura.

No se trata, claro, de pasarse el día mirándose el ombligo; pero mucho menos de aceptar que lo que producimos nosotros es por sistema peor que lo que nos enseñan los demás. Por ejemplificarlo, entre una buena jota castellana o un fandango de la serranía de Huelva, y una canción de las tierras de Oklahoma, me quedo de entrada con lo mío, con lo más próximo, con lo que me atañe y me hiere la sangre y la conciencia. Y lo mismo entre una canción de los Rolling y la de un buen cantautor de nuestros pagos, que los hay, y muy buenos.

En fin, como siempre: no se trata de negar la evolución, pero tampoco de vivir en el papanatismo y en la conciencia de la inferioridad. Coño.

Voy a volver a escuchar un disco entero de Jarcha, que me apetece.

A ver quién puede mejorarme la letra de este fandango de Huelva:

«Yo sembré en una maceta

la semilla del engaño;

con lágrimas la regué

y la flor salió llorando.

Tuvo la culpa el querer».

Por favor, todo el imperio musical que pida hora y espere turno.

lunes, 6 de noviembre de 2023

¿DICOTOMÍA? A PROPÓSITO DE LA AMNISTÍA

 ¿DICOTOMÍA? A PROPÓSITO DE LA AMNISTÍA

Fue el sociólogo Max Weber el que estableció teoría acerca de estos dos tipos de ética: la llamada ética de la convicción y la denominada ética de la responsabilidad. Los defensores de la primera serían partidarios de soluciones puras, claras y radicales. La duda no formaría parte esencial de su actuación y defenderían aquella máxima que reza así: fiat iustitia et pereat mundus (cúmplase la justicia, aunque perezca el mundo). Los valedores de la ética de la responsabilidad serían más partidarios de soluciones grises y pactadas. La duda sí forma parte de su manera de pensar y de sus decisiones y actuaciones.

Este país, o nación, o Estado, o vete a saber qué vive en estos momentos una situación especial, la de la amnistía, en la que viene a ponerse en discusión esta oposición entre unos y otros; entre los que invocan la ley y su cumplimiento estricto, y aquellos que buscan encajes legales con vistas a conseguir -dicen- otros fines mejores. Hay que suponer que ambos grupos actúan desde una ética que busca el bien para la comunidad y que trata de preservar y de mejorar la convivencia de toda la sociedad. Parece que hay argumentos para que todos defiendan sus posturas de manera razonada y razonable.

Sin una ley de referencia, no hay comunidad que se asiente ni que desarrolle una convivencia segura y en paz. La ley, esa suma de preceptos que la comunidad ha acordado, no puede ser violada sin que la comunidad se revuelva contra los violadores. Para ello está el poder judicial, que tiene la potestad y la obligación de juzgar el cumplimiento de todo el cuerpo legal que ha establecido el poder legislativo

Una mirada serena y un razonamiento tranquilo nos enseña que la vida es algo mucho más amplio, complejo y diverso que aquello que aparece en el cuerpo literal de la ley. La mejor prueba es que la ley anda siempre detrás de la realidad y nunca la alcanza, pues, cuando regula un hecho, aparece uno nuevo, que necesita una nueva regulación. Con otras palabras: la vida no cabe en la ley. Además, el precepto siempre concede una pena mínima y otra máxima según el contexto en el que se aplique.

Así las cosas, ¿qué hacer y qué disponer? Quizás el tiempo futuro nos dará respuesta, según las consecuencias de la decisión que se adopte.

Mi postura se mueve mucho más en la duda que en la certeza, y en la vida veo muchos más grises que colores definidos. Creo que siempre he defendido el perdón y la concordia en caso de duda, y prefiero pasarme por exceso que por defecto. Por eso defendí en su día los indultos. Tengo mucha más confusión en este caso, pues afecta el hecho de la amnistía tanto a la legalidad como a la ética. Si los juristas más sesudos no lo tienen claro, es normal que yo tenga muchas más dudas. El hecho de que los posibles amnistiados no muestren ni el más mínimo signo de conciliación ni de arrepentimiento (no digo de cambio de ideales) me deja sin resuello mental y absolutamente perplejo. Si aparece en el horizonte la pregunta consabida de cui prodest?, entonces me pierdo un poco más y casi no me encuentro. En medio de toda la confusión, solo me queda el gris consuelo de que el que se equivoca pensando en el bien general y no en el particular duerme más tranquilo y se levanta más descansado.

No me toca decidir, solo mostrar mis dudas y mi deseo de que todo se gestione desde el sosiego, la mejor voluntad, la búsqueda de una mejor convivencia y el progreso de la comunidad en la lealtad y el bienestar común. Y siempre con un referente legal; flexible, pero real. Repetiré una vez más que, en democracia, todo lo que no es ley es violencia.

Luego viene todo eso de los rifirrafes personales y las posturas impulsivas y pasionales, de los calentones y de las discusiones de taberna, de los intereses inconfesables y de los más abiertamente egoístas. Pero todo eso es material de derribo.

Veremos.

jueves, 2 de noviembre de 2023

DIFUNTOS

DIFUNTOS

 

Difícil es volver hacia el pasado,

pues todo es confusión en la memoria

y nada vuelve intacto a la llamada

de la voz apenada que lo invoca.

 

El recuerdo de tantos como fueron

en la inmensa cadena del destino

busca un grito de fuerza en el presente,

para no perder todo en el olvido.

 

Niebla y sol en el tiempo, noche y día

que buscan un abrazo y el consuelo

de un rato de conciencia compartida,

haciendo un nuevo tiempo verdadero.

 

No importan crisantemos o claveles,

ni peregrinaciones a las tumbas;

es el recuerdo en forma positiva

lo que anula la fuerza del olvido.

 

La conciencia se alarga y se hace tiempo

cuando todos se juntan al amparo

de esa línea delgada que entrelaza               

el todo con la nada.

 

El tiempo se ha quedado, mudo y frío,

dormido entre sus brazos; necesitan

los difuntos calor para, de nuevo,

consagrarse al silencio y al olvido.