ROMANCE DE LA AMNISTÍA
todos en algarabía,
disputando por la ley
que llaman de la Amnistía.
Por calles y por tertulias,
en medios de toda guisa,
en cenáculos diversos,
por la noche y por el día.
Unos defienden su uso
otros rechazan la misma.
Los que tal proyecto aprueban
estas palabras decían:
«Servirá para hallar calma,
para serenar los días
en los que andamos confusos
y para crear un clima
de mayor entendimiento
con relaciones más fluidas».
Los que se oponen a ella
de esta guisa respondían:
«La tal ley es un abuso
y un acto de cobardía.
Responde solo a intereses
de a quien la ley beneficia.
No perdona las condenas;
al contrario, las olvida,
como si nunca se hubieran
cometido fechorías.
No tiene consenso previo.
Los reos no se arrepentían.
Discrimina ciudadanos
en varias categorías.
Interviene otros poderes
que el Estado componían».
Así, en tamañas disputas,
en medio de esta porfía,
los ánimos se caldean
entre la ciudadanía,
surgen manifestaciones,
se discute si valía
la pena seguir votando
o aceptar con valentía
los resultados del centro
do está la soberanía:
el Congreso y el Senado
que hace poco se elegían.
Muchos no se conformaban
y por las calles salían
a manifestar su enfado,
por esta extrema medida.
Incluso algunos de ellos,
los que son más extremistas,
con banderas y modales
de oscura simbología,
se apostan ante las sedes
del partido socialista,
ocasionando incidentes,
coreando graves consignas
y enfrentándose a las fuerzas
del cuerpo de policía.
Y el juglar, en este asunto,
¿qué pensamientos tenía?
Como en otras ocasiones,
muchas dudas poseía,
y a aprobar una conducta
apenas si se atrevía;
hablando consigo mismo,
estas palabras decía:
¿Servirá cualquier conducta
para alcanzar mayoría?
¿Cabrá dentro de las leyes
esta tal ley de amnistía?
Y enseguida, a esta pregunta
muy
pronto se respondía:
Para sacarnos de dudas,
tenemos a la justicia,
los tribunales, los jueces,
abogados, fiscalías.
Y continuaba en estado
de cierta melancolía:
¿Qué pasará en el futuro
invocando analogías?
¿Vale más bien general
que el que las partes pedían?
¿Sinónimo de razón
es alcanzar mayoría?
¿Existe razón moral
en asuntos de política?
¿En qué términos se ofrece
la posible alternativa?
¿Evitar el mal mayor
cualquier hecho justifica?
Y todavía, ensimismado,
en su pensar proseguía:
¿Qué beneficios reporta
ofrecer la otra mejilla?
¿No se duerme más tranquilo
si se sueña en armonía?
¿Por qué buscar la distancia
y no querer cercanía?
¿Ni un puñado de ideales
las partes compartirían?
¿Por qué la historia de España
ha de ser la más maldita?
El juglar sigue soñando
con sonrisas y alegrías,
tal vez por darle cobijo
a un mundo de fantasía,
en un triste abecedario
con que se cuenta la vida
y decide hacer un guiño,
brindar por que esa porfía
se transforme en un abrazo
de fiel camaradería,
que consiga hacer de España
un lugar donde se viva
con el corazón abierto
y la conciencia tranquila.
El que no se preste al pacto
no hará patria, hará patría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario