lunes, 20 de noviembre de 2023

ROMANCE DE LA AMNISTÍA

 ROMANCE DE LA AMNISTÍA

 Andan en tierras de España

todos en algarabía,

disputando por la ley

que llaman de la Amnistía.

Por calles y por tertulias,

en medios de toda guisa,

en cenáculos diversos,

por la noche y por el día.

Unos defienden su uso

otros rechazan la misma.

Los que tal proyecto aprueban

estas palabras decían:

«Servirá para hallar calma,

para serenar los días

en los que andamos confusos

y para crear un clima

de mayor entendimiento

con relaciones más fluidas».

 

Los que se oponen a ella

de esta guisa respondían:

«La tal ley es un abuso

y un acto de cobardía.

Responde solo a intereses

de a quien la ley beneficia.

No perdona las condenas;

al contrario, las olvida,

como si nunca se hubieran

cometido fechorías.

No tiene consenso previo.

Los reos no se arrepentían.

Discrimina ciudadanos

en varias categorías.

Interviene otros poderes

que el Estado componían».

 

Así, en tamañas disputas,

en medio de esta porfía,

los ánimos se caldean

entre la ciudadanía,

surgen manifestaciones,

se discute si valía

la pena seguir votando

o aceptar con valentía

los resultados del centro

do está la soberanía:

el Congreso y el Senado

que hace poco se elegían.

Muchos no se conformaban

y por las calles salían

a manifestar su enfado,

por esta extrema medida.

Incluso algunos de ellos,

los que son más extremistas,

con banderas y modales

de oscura simbología,

se apostan ante las sedes

del partido socialista,

ocasionando incidentes,

coreando graves consignas

y enfrentándose a las fuerzas

del cuerpo de policía.

 

Y el juglar, en este asunto,

¿qué pensamientos tenía?

Como en otras ocasiones,

muchas dudas poseía,

y a aprobar una conducta

apenas si se atrevía;

hablando consigo mismo,

estas palabras decía:

¿Servirá cualquier conducta

para alcanzar mayoría?

¿Cabrá dentro de las leyes

esta tal ley de amnistía?

Y enseguida, a esta pregunta

 muy pronto se respondía:

Para sacarnos de dudas,

tenemos a la justicia,

los tribunales, los jueces,

abogados, fiscalías.

 

Y continuaba en estado

de cierta melancolía:

¿Qué pasará en el futuro

invocando analogías?

¿Vale más bien general

que el que las partes pedían?

¿Sinónimo de razón

es alcanzar mayoría?

¿Existe razón moral

en asuntos de política?

¿En qué términos se ofrece

la posible alternativa?

¿Evitar el mal mayor

cualquier hecho justifica?

 

Y todavía, ensimismado,

en su pensar proseguía:

¿Qué beneficios reporta

ofrecer la otra mejilla?

¿No se duerme más tranquilo

si se sueña en armonía?

¿Por qué buscar la distancia

y no querer cercanía?

¿Ni un puñado de ideales

las partes compartirían?

¿Por qué la historia de España

ha de ser la más maldita?

 

El juglar sigue soñando

con sonrisas y alegrías,

tal vez por darle cobijo

a un mundo de fantasía,

en un triste abecedario

con que se cuenta la vida

y decide hacer un guiño,

brindar por que esa porfía

se transforme en un abrazo

de fiel camaradería,

que consiga hacer de España

un lugar donde se viva

con el corazón abierto

y la conciencia tranquila.

 

El que no se preste al pacto

no hará patria, hará patría.

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