Asistí ayer un rato a ver la
procesión del Corpus en Béjar. Hacía años que no acudía y tenía interés en
observar si el rito se mantenía igual que siempre o había cambiado en algo. La
fiesta creo que tiene el rango de interés regional o no sé si nacional.
Por estricta naturaleza, los
ritos cambian muy lentamente en su esencia e incluso en sus expresiones
externas. Creo, sin embargo, que algo se observa diferente a lo que yo veía
antes, cuando acudía con más frecuencia a observar esta celebración.
El acto sigue siendo, por
supuesto, una procesión, una exhibición de un elemento sagrado por las calles y
una intención de adoración por parte de los fieles. No hay que explicar que se
trata de una fiesta de primavera más, la de la más esplendorosa primavera,
pues, no en vano, se celebra cuando los calores y la floración están en todo su
apogeo, a pesar de la lluvia del día de ayer. Esto es casi inamovible y ahí
sigue.
Pero no es lo mismo en su
realización externa. Hay algunas coas que a mí me llaman la atención.
La primera es la de la falta de
prominencia de los “notables” de la ciudad, de eso que popularmente se llama
las fuerzas vivas, en el cortejo procesional. Antes no faltaba ningún fabricante,
profesional conocido o adinerado en las filas, endomingados y con la vela en la
mano. Ayer apenas se hacían notar. Alguna explicación tiene que haber para este
cambio y para esta disminución. ¿Acaso la enorme crisis industrial tiene
también este reflejo?
La segunda tiene que ver con otro
tipo de acompañantes del cortejo. ¿Qué hacen ahí tantas asociaciones de la
capa? De Béjar, de Guijuelo, de Sevilla, de… Parecía aquello el día de la capa,
en filas ordenadas y como añorando otros tiempos ajados y caballerescos. No se
me alcanza la relación entre tanta capa y la devoción religiosa.
La tercera no es de innovación,
pero sí de mezcla de pena y de enfado. ¿Por qué el empeño en poner en la cabeza
de la procesión y en otros sitios muy visibles a personas con dificultades
físicas, y con mantillas a mujeres que en su vida diaria jamás se han visto en
nada semejante? Todo el mundo tiene derecho a todo: eso no se discute.
Protesto, y mucho, por el desajuste entre la normalidad y la apariencia. No
estoy seguro de que no se haya incitado a más de uno y de una a mostrarse como
no es. La impresión no es para mí la mejor. Y, por supuesto, tampoco entiendo
la relación entre peinetas y religión. Y menos cuando el retrato normal de las
“peinetadas” no es precisamente el que lucían ayer.
Y una cuarta. La de más alcance.
Parece lo justo que la procesión tenga el acompañamiento de los fieles, pues de
un acto religioso se trata. Por supuesto que había fieles. Pero casi todos
mirones, no acompañantes. Entonces, la procesión ¿qué es, un acto religioso o solo
un espectáculo visual? ¿Es para eso para lo que sirve el señalamiento de fiesta
de interés no sé qué? No sé si el látigo para aquello de los mercaderes del
templo no vendría de nuevo a cuento.
Por lo demás, todo como siempre:
niños embutidos en trajes blancos de primera comunión, autoridades civiles
presentes y ausentes (no me fijé en si siguen las llamadas militares, pero no me
extrañaría que ahí siguieran, fuera de lugar), algunos altares de flores y
hojas, tomillo por las calles, cestillos de flores en las paredes, curiosos
ante los hombres de musgo (todavía hay gente que cree en la historicidad de tal
suceso), fotos por todas partes y espectáculo bajo la lluvia, que ayer se
ensañó con los procesionantes. Y muchas, muchas apariencias.
El Corpus es, por excelencia, la
fiesta barroca, la fiesta primaveral, la fiesta de la exhibición. En Béjar esta
exhibición parece que se ha reducido en lo que a presencia personal se refiere.
No sé si no ha sucedido lo mismo en cuanto al sentido religioso de la
ceremonia. El mundo es más barroco que nunca. Exhibición, representación,
teatro, pasarela, espectáculo. Y el que no se suba a la pasarela no cuenta para
los demás. En fin…