martes, 31 de julio de 2018

ECOS QUE RESUENAN: CERVANTES EN LA TARIMA



Como cuando aprietan los calores en verano y uno se adentra en un paraje umbroso y escondido. Entonces se puede dudar de la bondad de la entrada, pero no se tiene duda de la maldad de la salida. Así sucede también en otros ámbitos, como el de las bodegas de las casas de pueblo, lugares en los que se entra sereno y precavido y se sale sin quererlo, suelto, desinhibido y mojado.
Algo parecido me sucede con el inacabable laberinto que conforman las aventuras de don Quijote y Sancho. Por ello tal vez, una vez al año, cuando la casualidad lo quiere, me dejo llevar por sus llamadas y sigo sus pasos admirado cada vez más, por más que estoy bien advertido de veces anteriores. Me prohíbo después hablar de ello, pero es evidente que no puedo guardarme sus tesoros y doy a la ventana algunas notas por si alguno quisiera compartirlas, si no en la escritura, al menos en la consideración, que es más importante. Cuando me voy de ellos, me enfado y me maldigo por no haberme prestado con más fuerza a decir a cualquiera que aquí hay un gran tesoro, que hay un pozo sin fondo para tomar de todo y para todos. Por eso selecciono algunas muestras a mi antojo y hago pregón con ellas. Ahí va una.
La metaliteratura es asunto importantísimo en la segunda parte del inmortal libro. Cervantes es autor y es también ciudadano que tiene que buscarse las habichuelas para sí y para los suyos. Está, además, en los corrillos en los que se cuecen la fama y los dineros. Y tiene, por supuesto, sus criterios y sus formas de entender los estilos y las reglas del arte. En numerosas ocasiones se refiere al teatro y a sus reglas; tampoco se queda corto a la hora de opinar acerca de la poesía (“la gracia que no quiso darme el cielo.” / “La poesía, señor hidalgo…”), y otro tanto de la prosa y de los relatos novelescos.
Pero la obra hay que mandarla a la pasarela, donde sufrirá la interpretación de los demás, de los críticos, de los jurados y de los espectadores y lectores; recibirá sus premios o fracasos, y obtendrá en consecuencia recompensas u olvidos. Quiero decir que a Cervantes no se le pasó por alto el asunto de los premios literarios, de las justas literarias de sus días. Y así se las despacha.
Estamos en el capítulo XVIII de la segunda parte, en casa de don Diego de Miranda, el Caballero del Verde Gabán. El hijo de este lee sus versos. Don Quijote responde: “Pero dígame vuesa merced, ¿qué versos son los que ahora trae entre manos, que me ha dicho el señor su padre que le traen algo inquieto y pensativo? Y si es alguna glosa, a mí se me entiende algo de achaque de glosas, y holgaría saberlos; y si es que son de justa literaria, procure vuesa merced llevar el segundo premio, que el primero siempre se lo lleva el favor o la gran calidad de la persona, el segundo se lo lleva la mera justicia, y el tercero viene e ser segundo, y el primero, a esta cuenta, será el tercero, al modo de las licencias que se dan en las universidades; pero, con todo esto, gran personaje es el nombre de primero”.
Y poco después añade, como recadito para críticos: “Un amigo y discreto era de parecer que no se había de cansar nadie en glosar versos, y la razón, decía él, era que jamás la glosa podía llegar al texto, y que muchas y las más veces iba la glosa fuera de la intención y propósito de lo que pedía lo que se glosaba…”
Premios, críticos, lectores, autores celosos de sus obras, dineros que se interponen, famas que se adquieren con maneras y esfuerzos muy diversos…, escalas de valores diferentes. Tal vez todos los pasos sean necesarios y añadan aristas y perlas a la obra inicial, haciéndola así más grande y transparente. Pero solo si son ejercidos con serenidad y sin altanería, con el ánimo tranquilo y sin intereses bastardos, con fondo crítico razonado y no a golpe de intuición… No todo vale para alcanzar la fama y el aplauso. Por cierto, la fama ¿para qué y para cuánto tiempo?
Cervantes se empeñó en protestar públicamente por lo que a él le parecía injusticia para con su teatro y, menos, para con su poesía. Ahí está su prosa y están sus novelas. Sin el desgaste de las protestas encendidas, le dieron fuego para los siglos venideros.

lunes, 30 de julio de 2018

LOS JUEVES DEL FUERO DE BÉJAR (Y IV): LA MÚSICA DEL FUERO



El pasado jueves, día 26, se cerró el ciclo que se ha dedicado en Béjar al conocimiento del Fuero, para celebrar su restauración. Se habían destinado sesiones a glosar sus contextos y sus contenidos, y, por fin, tocaba poner un colofón musical.
Pero no podía ser cualquiera, pues el Fuero y su época eran y habían sido los que habían marcado el tema. Por ello se acudió al Grupo de interpretación MEDIAEVUM, grupo musical burgalés de amplia trayectoria, pues funciona desde 1988 y estudia e interpreta música medieval. Para el caso eligieron un guion con tres partes: la primera dedicada a las Cantigas de Alfonso X; la segunda al amor trovadoresco; y la tercera a canciones de alabanza a Santa María. El lugar elegido para la actuación fue el Teatro Cervantes, que puso marco extraordinario a la música que se interpretó. Algo más de asistencia de público que en jornadas anteriores. En lo que a la interpretación se refiere, creo que se puede destacar la finura de las voces y el amplio espectro de instrumentos que se utilizaron. En general, todo contribuyó a vivir una velada agradable para todos.
Me resulta interesante hacer notar que la música medieval que conservamos y que nos trasladan los grupos que a ella se dedican recoge esencialmente la sensibilidad de los grupos poderosos. Así las Cantigas alfonsíes, que salen de la corte, aunque recojan también elementos populares. El fenómeno de los medios sociales que vulgarizan y extienden cualquier hecho hasta los últimos límites y sin restricciones es algo que solo nos ha tocado vivir a nosotros ocho siglos más tarde. Y, si es verdad que algunos textos conservados se aventuran sin remilgos en terrenos populares y poco correctos, son los menos. Los poderes son los que son y los que dirigen son los poderosos. Así que música religiosa, alabanzas a la Virgen (siglo trece, siglo mariano) y algún guiño al amor, pero a un amor acotado y sujeto a reglas, más trovadoresco que juglaresco.
No costaba mucho imaginarse, entre las notas del concierto, el ambiente en el que esas canciones sonaban en la época del Fuero de Béjar. Pero no era fácil verlas, a través de la imaginación, por las calles, sino en las iglesias y en los palacios. Y por entonces en Béjar no había palacios, solo fronteras, defensas, caballeros, eclesiásticos y muchos, casi todos, trabajadores explotados por sus señores.
En fin, cada época tiene sus realidades, posee sus leyes, atiende a sus contextos, se somete a sus creencias y sueña y canta a su manera. La música del concierto del jueves no era la de la calle, pero sí la de los que organizaban la vida de nuestros antepasados.
Han sido estas sesiones una visión multilateral de una época ya remota. Como hago siempre, intento trasladar esa visión a mi realidad, a mi presente, a ese momento que es mío y que resume para mí el curso de la Historia. Los paralelismos son muchos, las diferencias también. No es malo compararlos y decidir con qué nos quedamos. Desde esa rampa de lanzamiento, tendríamos que intentar hacer definitivo cada instante.
Me alegro de que hechos culturales de esta altura y contenido se celebren en Béjar, esta ciudad estrecha en la que uno se va volviendo viejo con la monotonía de tantas vulgaridades. Aplaudo a todos las personas y organismos que han ayudado para que esto haya sido posible. Me entristece que el apego y la curiosidad por el mismo hayan sido escasos. Qué le vamos a hacer. Ya veremos si será lo mismo cuando aparezca no sé qué estrella de los medios, que tal vez no pasaría de primer curso de solfeo, pero que se nos pondrá en concierto y exigirá lo que no está en los escritos. Allá cada uno con lo que cultiva y a lo que se aplica.
Queda, sin duda, lo mejor y más saludable, el acercamiento personal al Fuero de Béjar, a su lectura y a su conocimiento de primera mano. La última interpretación es siempre de cada uno. Y su aplicación también Venga.

sábado, 28 de julio de 2018

DON QUIJOTE, SANCHO Y EL JUEGO DE LA BALANZA



¿Cuál es la principal virtud de la obra inmortal Don Quijote de la Mancha? Ya doy por hecho que tiene virtudes y que hay alguna que destaca sobre las demás. Pues puede haber quien crea que nos las posee. Está en su derecho, aunque sería bueno que también argumentara su pensamiento. Creo que son más los que piensan que, en realidad, es este libro un saco sin fondo en el que no se esconden los tesoros porque son tantos que no tienen sitio para ocultarse. Cada cual selecciona los que quiere y nunca se equivoca.
Yo coincido con muchos en la apreciación de que una de las líneas maestras es la que rige desde casi al principio hasta el final. Consiste en el juego que mutuamente recrean tanto don Quijote como Sancho. En ese juego, a la vez farsa, comedia, tragedia, magia… y toda una retahíla de conceptos, cada personaje se empeña en engañar al otro sabiendo que lo está engañando y así, engañándose mutuamente, se dan vida y se sustentan. Y no sé si no se puede decir que a la vez terminan engañando también al lector.
Pero es bien sabido que al comienzo es el caballero el que conduce en las ilusiones al escudero en esa imaginación por verse insulano gobernador. En todos los episodios, el caballero hace creer al escudero que toda la realidad está trufada y trastornada por los encantamientos. El escudero aún se mantiene en la realidad inmediata, pero sigue a su señor y recibe las mismas recompensas que él y un peores.
Hay un momento en el que el escudero se pone a la altura del caballero y hasta por encima. Desde esa nueva altura, hace bajar a la realidad primera a su señor, hasta entonces tan trastornado en las ilusiones y en los mundos de la caballería andante.
¿Cuál es este momento? Yo no tengo ninguna seguridad de que el autor del Quijote fuera consciente de ello. NI siquiera que lo buscara en la obra. En ocasiones he defendido, siempre simplificando la opinión, que Cervantes no era consciente de lo que realmente estaba construyendo con su obra inmortal. Pero creo que se puede anotar un episodio y un momento en el que, por primera vez, el caballero sigue las recomendaciones del escudero y somete las leyes de la imaginación a las de los sentidos, o sea, a las de la realidad más inmediata. Se trata del capítulo décimo de la segunda parte. Ambos personajes han acudido al Toboso a reconocer a Dulcinea, es de noche, se topan con la iglesia, hablan con un labrador y se emboscan en espera del día. Sancho está nervioso y no sabe cómo salir de esta situación pues ni ha visto a Dulcinea, ni le ha llevado carta alguna, ni nada que se le parezca. Y hete aquí que su amo le manda que acuda al Toboso a preparar la reunión entre dama y caballero. La buena ocasión y la fortuna le vinieron a ver en forma de tres aldeanas montadas en sus hacaneas. A Sancho se le iluminó todo, llamó a don Quijote y convirtió a una de ellas en Dulcinea en un momento por arte de magia. El caballero, por primera vez, no logró encajar aquella visión en el mundo de su imaginación. Santo Dios, no vio princesas sino “una figura tan baja y tan fea como la de aquella aldeana”, aun más porque “su hacanea a mí me pareció borrica, me dio un olor de ajos crudos que me encalabrinó y me atosigó el alma”. Sin embargo, Sancho cambió la realidad y para él y para su provecho la aldeana fue “princesa vestida y adornada como quien ella es. Sus doncellas y ella todas son un ascua de oro, mazorcas de perlas, diamantes, rubíes, telas de brocado de más de diez altos… (…), “reina y princesa y duquesa de la hermosura”.
Por primera vez don Quijote advierte que aquí hay gato encerrado y que no todo el monte es orégano. No se cura de la enfermedad, por supuesto; tampoco Sancho reniega de sus apetitos y deseos inmediatos. Pero, a partir de este momento, todo se va modulando de una manera paulatina. Hasta el punto de que, al final del camino, Sancho es mucho más Quijote y don Quijote es mucho más Sancho.
La primera prueba la encontramos muy poco después. En el undécimo capítulo el caballero se abstiene por primera vez de entrar en batalla con aquellos que representan las Cortes de la Muerte. El razonamiento de Sancho tratando de distinguir entre valentía y temeridad merece esta respuesta de don Quijote: “Ahora sí -dijo don Quijote- has dado, Sancho, en el punto que puede y debe mudarme de mi ya determinado intento. Yo no puedo ni debo sacar la espada, como otras muchas veces te he dicho, contra quien no fuere armado caballero…”
Poco le duraron las buenas intenciones, pues pronto volvió a las andadas, y nada menos que contra el disfrazado bachiller en forma de Caballero de los Espejos. Pero ya todo será más medido y la figura del escudero se agrandará hasta robarle buena parte del protagonismo a su amo y señor.
Como el libro hunde sus raíces tanto en el pasado como en el futuro, hasta hacerse intemporal, clásico y eterno, me lo traigo hasta mis días y me pregunto cuándo y en qué medida uno equilibra los sueños y las realidades, las ilusiones y los tropezones, las alegrías y las tristezas, el sentido de la adolescencia con el de la madurez. Y no sé qué contestarme. Como no sé tampoco de qué manera magistral mezcla ambas cosas Cervantes en su genial obra. Por eso me integro en los diálogos con el dúo sacapuntas y les respondo y les interrogo y me voy con ellos a volar la ribera y me marcho a las aventuras para oírles y para dejarme oír.
Cada lectura me resulta más jugosa y más agradecida. Y cada una es distinta a la anterior. Tal vez porque ese equilibrio entre razón y sentimiento no existe. Ni falta que hace.

jueves, 26 de julio de 2018

PARA ANULAR EL TIEMPO



PARA ANULAR EL TIEMPO

Que la larga cadena de la Historia
se funda en un destello aquí y ahora
y que el presente brille fulgurante,
abarcando por fin el universo;
que en el túnel feliz de la memoria
arda solo el recuerdo de lo que permanece;
que lo que fue se avenga a ser conmigo
un único latido y un sentir uniforme;
que las huellas del tiempo se disuelvan
y pierdan su certeza los caminos;
que el mañana no exista
si no es para dejarse amar ahora:
que todos los afanes tengan cita
con un presente eterno y luminoso;
que la pasión y el pálpito me lleven
a hacer único, eterno, cada instante…

Y que tú seas victoria y seas resumen
de todo lo que el tiempo me arrebata.

miércoles, 25 de julio de 2018

EL PP SE REPRODUCE


                 
Apenas he seguido la campaña electoral interna de las gentes del PP. Andaba entretenido en otros asuntos y era algo que me importaba aparentemente poco. Al fin sucede como casi siempre, que los navajazos lucen y el poder aprieta. Sucede en todos los partidos, y, en los que cifran todo en la consecución del mismo, mucho más, pues todo vale para conseguir el fin.
Pero la campaña terminó y las elecciones se realizaron. Por primera vez de manera formalmente democrática, aunque solo a medias. Ganó Pablo Casado, diputado joven pero ya curtido en los asuntos públicos. Que le vaya bien.
A mí, si me interesa, es porque el PP es uno de los grandes partidos y con él hay que contar en la acción política. O sea, que lo que haga repercute en toda España. Y los resultados no apuntan del todo bien. Entiendo que la juventud puede acelerar un empuje hacia cambios, pero nadie me asegura que sean hacia mejor. Porque la juventud solo es seguridad de inexperiencia y duda de eficacia y de acierto. Vivimos en occidente un período en el que todo parece orientado hacia los jóvenes, pues, pasada cierta edad, el encaje en la comunidad se hace cada vez más difícil. No es lo que nos enseña la Historia, pero a ver quién le pone ese cascabel al gato.
Por lo demás, dicen que ha ganado el más escorado a la derecha y el heredero más directo de Aznar. Esto me hace echarme a temblar. Tengo la impresión de que, como sucedió en el PSOE de las últimas elecciones, se ha votado con cierto revanchismo. Y este método es pan para hoy y hambre para mañana. A mí me ha extrañado mucho que todos los demás candidatos se hayan unido más contra Soraya que a favor de ellos mismos.
Creo que ayer mismo recogía la opinión de un opinante, que hago mía. Cuando se le decía que Pablo Casado era heredero y seguidor de Aznar, respondía: ¿Aznar? ¿Qué Aznar? ¿El que cambió la ley del suelo nada más llegar para que se pudiera construir en cualquier sitio y poner en marcha la mayor operación de especulación inmobiliaria (y de corrupción) de la historia del universo, que arruinó la vida de centenares de miles de españoles y casi arruina este país? ¿El que puso en marcha las autopistas de radiales innecesarias que hoy nos van a costar 4500 millones de euros, gracias a que se hicieron poco después (claro está, por casualidad) para que terrenos que no servían ni para mirar al cielo se expropiasen como urbanizables con indemnizaciones multimillonarias? ¿El que dilapidó gran parte del ahorro público malvendiendo las participaciones del Estado en las mejores empresas del país? ¿El comisionista de Gadafi y de tantas comisiones más, que jamás conoceremos, gracias al tráfico de influencias? ¿El que intentó vender por 62 millones de euros Caja Madrid, a su silenciado presidente, cuando no valían más de 2? ¿El que invitó a los cabecillas de la Gürtel a la boda de su hija? ¿El de la foto de las Azores? ¿El de las piernas encima de la mesa con acento mejicano? ¿El de las mentiras del 11 M? ¿El que ....?
Cuántas “hazañas” más se le podían añadir.
No conviene acusar a un hijo de nada de lo que sea responsable su padre. Pero si la reivindicación del antecesor es pública… Por si fuera poco, la acción en el Gobierno suele suavizar bastante las posturas; pero este empieza en la oposición y querrá enseñar las garras frente a los adversarios para así tener más contenta a su manada. No pinta demasiado bien.
En fin, no es mi partido, no es mi ideología, aunque seguro que estaré en algo de acuerdo; porque descalificar de manera absoluta es la misma imbecilidad que aplaudir con las orejas aunque te estén dando tortazos. Y hay mucho de eso. Le deseo suerte y que se tome las cosas con calma, que exponga, que dialogue y que pacte. Nos irá mejor a todos.

martes, 24 de julio de 2018

SALMODIA DE UN PASEO: BÉJAR-LA CALZADA-BÉJAR


  SALMODIA DE UN PASEO: BÉJAR-LA CALZADA-BÉJAR
Aquel que una mañana a la hora del alba se levantó con la sana intención de salir a las aventuras del camino y que con algo de sigilo para no molestar a los que seguían durmiendo salió de la habitación y se aseó y que después de desayunar solo lo necesario para que más tarde no sintiera el hartazgo a la hora de reponer fuerzas al aire libre y que con los primeros rayos de sol se echó a la calle y se plantó en la Corredera a la espera de sus amigos Manolo Casadiego y Juan Heras con los que había acordado dar un largo paseo y que una vez hechos los saludos de rigor se preguntaron que hacia dónde echaban sus pasos y que a pesar de la cantidad de lugares y senderos que como siempre se les ofrecían a los ojos se dejaron llevar por la cuesta que desde la calle Colón los dejó a los pies del puente de la estación y que allí extendieron la vista y divisaron toda la ladera norte que sombreaba todavía en un verde oscuro y que parecía como si fuera la alfombra de la frescura y que al fondo se dibujaba un horizonte claro pero sin brillo y que también allí los caminos se bifurcaban y podían llevar a los caminantes hacia el río o hacia cualquiera de las dos direcciones en las que la antigua vía del tren se ha convertido en un agradable paseo de vía verde y que los pasos mandaron los cuerpos hacia lo más inclinado por un camino que se estrecha y que corre paralelo a las antiguas huertas hoy poco cultivadas y que a medida que bajaban y sus músculos se iban calentando empezaban a pegar la hebra y arreglaban el mundo en aquellas cosas mostrencas que están ahí para ser discutidas pero nunca arregladas por las personas de a pie y que en dos patadas ya estaban a la altura de la llamada Fábrica de don Paco y que en otros dos pasos más atravesaban el río a derecha e izquierda por un par de puentes angostos y solitarios y que enseguida lo dejaban para acercarse camino del paraje llamado El Rosal y que iban contemplando el esplendor de esa zona de huertas por ser tal vez la más grande en estos parajes de sierra y que el agua seguía rumoreando en los regatos y que poco después volvieron al camino muy cerca del río y a hollar la senda del conocido como Camino de la Umbría y que aunque es de Perogrullo decirlo porque el nombre lo canta todo en sus sendas la sombra era la reina que animaba los pasos y ocultaba el sudor y que desde él se podía admirar la grandeza del doble puente que salva el desnivel del río en la autovía que se ha construido y que durante algunos kilómetros todo era sendero y sombra y agua y rumor y estrechez y flores y silencio y todo lo que la dadivosa naturaleza puede regalar y que los caminantes o senderistas se sentían satisfechos y admiradores de todo lo que veían y olían y oían y que se decían hay que ver cuántas veces hemos alabado lo que nos rodea y en tantos caminos y parajes de esta benditas tierras y que al cabo de un tiempo placentero llegaron a cruzar de nuevo el río y a contemplar cómo a pesar de ser fin de semana o tal vez por ello el agua del río había sido invitada a algún tubo de los que la encaminan a despeñarse en algún salto de central eléctrica y que se miraron y se dijeron otra vez todo para los mismos y que después de un pequeño ascenso cruzaron una finca que ha albergado siempre el camino y que descubrieron que estaba cerrada y ya no salían a saludarles ni perros ni gallinas ni vacas y que se sorprendieron porque no tenían noticia de ello y todo indicaba que aquello estaba abandonado y que se sintieron tristes pues nunca habían conocido el paraje llamado Los Molinos de Pichón en aquel estado solitario y de tristeza y que alguno incluso suspiró como si estuviera contemplando tiempos pasados y que al cruzar de nuevo la carretera decidieron dar de lado a la pureza del Camino de Santiago en la subida a La Calzada y que se sirvieron de la sombra que les ofrecía la cara noroeste de una carretera local casi sin tránsito y que en menos de un cuarto de hora estaban ya en lo alto y al alcance del pueblo y que este los recibió con calles solitarias y una plaza entera para ellos y que decidieron recostarse en un rincón de sombra donde reponer fuerzas y llenar la andorga con generosas viandas y con vino y otros licores no menos reconfortantes y que mientras se regalaban con estos manjares aparecieron algunos vecinos que se acercaron amistosamente a saludarlos y a desearles buen paseo y buen día y que allí consideraron la soledad de los pueblos pero a la vez la tranquilidad y la libertad que regalan y que algún niño vino a confirmar sus pensamientos corriendo en patinete y en bicicleta sin que nadie le estorbase ni le molestase y que también ellos se apuntaban en estos tiempos de ciudades a las alabanzas de la aldea y que como hacían muchas veces hasta se perdían nostálgicamente en esa especie de arcadia feliz que ofrecen una buena realidad física acompañada y ambientada con unos buenos tragos de licor y una conversación libre y suelta sobre lo que a diario interesa menos en las ocupaciones y que ya hartos y habiendo menudeado los recipientes se decidieron a seguir camino de vuelta por la senda que sube en pendiente empinada desde el pueblo hasta los altos del Puente de la Media Legua y que en ella alguno recordó los pesares y cansancios de los habitantes que por ella iban y venían en otros tiempos a sus trabajos en las industrias textiles de Béjar y que desde lo alto volvieron la vista para divisar la plenitud de las llanuras ya algo secas del Valle del Sangusín y los cerros del Pico Cervero y de la Sierra de Francia y que desde el citado puente eligieron el Camino Real para volver hasta el Polígono Industrial de Béjar y que en él se recrearon de nuevo en las sombras a pesar de los calores del verano y que observaron los últimos esfuerzos del Regato Hontoria en su afán por mantenerse con agua y que soñaron con el paso por el puente medieval que allí se alza y se conserva renovado de tanta gente de todo tipo y que ya con el sol en todo lo alto y sudorosos dieron vista a la zona norte de Béjar con su cara un poco sucia pero fresca y altiva y que remataron subiendo por la Cuesta de los Perros y acomodándose en la Plaza Mayor al amparo de unas cervecitas frescas y contemplando otra vez la sede de los tres poderes de siempre en la iglesia el palacio y el ayuntamiento y que ya serenos y acompasados enfilaron la calle Mayor en la que habían colgado algunas a modo de sábanas para atrapar la sombra y que a los caminantes no les produjo un efecto muy positivo lo que veían y que se despidieron satisfechos y cansados a la serenidad de sus casas donde el primer caminante se propuso repetir estilo y contar el paseo con la letanía de una sola frase y encima sin verbo ni complementos del mismo y que al acabar la leyó y dijo vaya este sujeto es más largo que un día sin pan pero la letanía que desprendía su lectura le dejaba buen sabor de boca cada vez que echaba mano de él y que se dijo anda déjalo así que siga la letanía hasta que el tono se apacigüe y venga el sueño si quiere.

lunes, 23 de julio de 2018

AFORISMO Y POEMA



          AFORISMO Y POEMA: UN LÍMITE IMPRECISO
Aforismos e ideas líricas. Juan Ramón Jiménez.
Edición de José Luis Morante. La Isla de Siltolá. Sevilla, 2018
En los últimos años se ha puesto de moda el formato literario del aforismo. El propio antólogo del libro que nos ocupa es un claro ejemplo en su creación. Y ponerse de moda significa exactamente eso, y no incluye el aserto de que hasta ahora nadie se hubiera ocupado de crear en esta fórmula. Tal vez por eso se recuperan los apuntes de los principales autores que se hayan ajustado, en parte de su obra, a este molde.
De inmediato surge la pregunta: ¿qué es realmente un aforismo? La definición académica lo concreta así: “Sentencia breve y doctrinal que se propone como regla en alguna ciencia o arte”. Allá con la familia de conceptos que se acercan a este: es larga y no interesa: quedémonos con ese. Así que brevedad y carga de doctrina, como ejemplo y norma que se ha de seguir.
José Luis Morante nos trae esta edición de aforismos e ideas líricas, nada menos que de Juan Ramón Jiménez, autor que se ajusta muy bien a este modelo, si es verdad aquello de que “Arte es quitar lo que sobra”.
A mí, como lector, no me interesa mucho la forma en que aparece la lista de aforismos, ni su distribución, ni siquiera el contexto en que está escrita. Es cosa de eruditos y de gente exclusiva, que me da todo hecho para que yo lo goce en la lectura. Doy por bueno que una agrupación u otra convocan un perfil de autonomía y perceptivo diferentes. No creo que sea ni lo más importante ni el banderín de enganche para discusiones estériles. Y eso que yo debo cuidarme por si acaso y en lo que me toca por profesión y por afición. Por encima de otras consideraciones, su colección de aforismos me sirve para entender la esencia y el afán de su poesía, para poner en claro cuáles eran sus ansias, sus manías, sus obsesiones últimas en todo, aquello a que aspiraba en cada verso, y acaso, sin quererlo, las líneas ideológicas en las que se movía.
¿Cuántos poetas quieren hacer el ejercicio de reducir alguno de sus poemas a los elementos imprescindibles? Les invito a ello. Y apuesto diez a uno a que, en no pocos casos, asoma el aforismo en el resumen.
¿Y qué otra cosa es la idea básica que empuja tantas veces a la mente a indagar en las luces que proyecta el fogonazo de un aforismo? También invito a comprobar la verdad o mentira de esta pregunta retórica. Pienso, por supuesto, más en la poesía lírica que en la narrativa. ¿De modo que “detalles: florecillas, arenas, burbujas?”. No, no, destellos que te ciegan, llamaradas que queman, arañazos que rasgan, truenos que adelantan la tormenta. Y todo con empujes muy diversos, que a mí hay aforismos que me encienden y otros que me resbalan y que ni me saludan. Sí, sí, aunque hayan salido de la pluma y el puntillismo de JRJ.
La lógica pediría que aquí y ahora anotara acerca del límite, en poesía, de la carga conceptual y de la carga emocional, y en qué medida el aforismo se acerca o se aleja de ese equilibrio incierto entre mente e impulso. Es arduo el comentario y renuncio a encararlo en estas líneas.
Las intenciones del autor moguereño, no obstante, son siempre claras: “revisión”, “depuración”, doma del espíritu y libertad del pensamiento, equilibrio imposible entre los mundos del pensamiento y del instinto. Y todo ello en tarea continua, en imposición ideal, hasta terminar siendo, en expresión exacta del antólogo, “el quehacer de una ontología laborable”, ontología laborable que cumple sus quehaceres cotidianos en una biografía personal, literaria y social que José Luis Morante repasa sucintamente en el prefacio y que explica la acentuación hacia ese acendramiento poético y vital de JRJ, cuenco adecuado para la idea sustanciada en el aforismo.
 ¿Que el lector quiere hacer selección de esta lista?, pues váyase a las páginas y beba y satisfaga sus preguntas. A modo de ejercicio, le sugiero la página 118. Todo un tratado en escasas palabras. Pero es solo un ejemplo. Cada cual busque el suyo y reflexione.
El mundo del poema es constrictivo por naturaleza, aunque aspira a explotar y a hacerse eterno; el del aforismo lo es más, si cabe. A veces se entrecruzan y se hermanan, lejos de tecnicismos y peleas. Estas quedan tal vez para los críticos, que abundan en las formas y acaso se retraen ante lo más sustancioso y nutritivo.
De modo que, al antólogo, José Luis Morante, las gracias por su aportación y su trabajo, y al poeta el reconocimiento por esta suma hermosa de aforismos.

viernes, 20 de julio de 2018

LOS JUEVES DEL FUERO (III)



                                                     LOS JUEVES DEL FUERO (III)
Restauración y edición del Fuero (Paloma Castresana)
En las entrañas del Fuero (Mauricio Herrero)
Volvimos ayer tarde a la sala del Foro, a conocer sus tripas y a saber de sus leyes. Unos cuantos irredentos nos sentamos con las ganas intactas de saber más cosas, de darle vueltas al libro que reguló la vida de tantos antepasados.
Como en los días anteriores, la sesión fue doble. Mauricio Herrero se ocupó de glosar la distribución legal que hace el Fuero y de señalar la importancia que cada apartado atesora; y Paloma Castresana dio todos los detalles de lo que la restauración del Fuero había exigido, explicando minuciosamente todo el proceso a través de imágenes fundamentalmente. De manera que así dejábamos al Fuero de Béjar más precisamente datado; lo hemos conocido en sus rasgos paleográficos y en sus usos lexicográficos; hemos revivido con él los contextos históricos, geográficos y políticos que lo concibieron y lo impulsaron; hemos reconocido la sociedad que lo recibió y que lo soportó en el siglo trece y siguientes; y, por fin ayer, dimos cuenta del mundo legal que encierra y el proceso lento y costoso de restauración, hasta dejarlo como niño con zapatos nuevos y preparado para aguantar durante otro buen número de siglos al servicio de todos.
Mauricio Herrero se detuvo en comentar los aspectos legales más importantes que se incluyen en el Fuero, después de destacar, con palabras hermosas y simbólicas, la importancia del mismo como patrimonio bibliográfico invisible que guarda, en silencio, la voz lejana y susurrante de los siglos pasados.
Desde los aspectos legales, el profesor Herrero hizo notar la diferencia entre el Fuero de Béjar y el Fuero Real, que pronto vino a corregir algunas normas acentuando el poder de la corona.
Existen dos elementos clave para entender el contenido jurídico del Fuero y para, en último término, entender su propia existencia. Se trata de la suma, por una parte, de la situación de frontera en la que estaban las tierras de Béjar y las normas que esta situación exigía, y, por otra, de la aplicación del derecho común. El Fuero viene a sumar la realidad de ambos mundos y no se explica sin ellos.
Con estas dos realidades subyacentes, Mauricio Herrero se detuvo en el recuento de aquellos preceptos que hacen referencia a los aspectos fundamentales. Así, repasó los privilegios que se redactan en el Fuero para el asentamiento en espacios y poblaciones (sin límites detallados por ser tierra de frontera), los que se ofrecían al concejo y a las personas para su asentamiento y construcciones. Y siempre anotando de qué manera se vinculaban las penas y su gradación al cumplimiento de estas leyes. Repasó, asimismo, las rúbricas que hacen referencia a los derechos y obligaciones de los distintos tipos de pobladores (caballeros, villanos, mujeres), a los órganos administrativos (jueces alcaldes, almotacenes…), a los cargos dependientes no del concejo sino del rey (merinos regidores…), a los defensores de concejo o de frontera, a los preceptos que regulan el derecho privado (familia, patrimonio…), al germen del derecho penal en las penas que aparecen en el Fuero (homicidios, daños, agresiones, insultos, retos, sodomía, violaciones, mesura de barbas…), para terminar describiendo la fórmula de juicio, los viernes, ante los jueces, con acusaciones, pruebas (testigos y documentos) y sentencias.
La descripción de Paloma Castresana, minuciosa y técnica, de todo el proceso de restauración puso de relieve la dificultad, la diversidad de elementos y la cantidad de pasos que intervienen en un procedimiento como este. Para el aficionado a la restauración, la glosa del proceso seguro que supone una gran satisfacción; para los menos allegados, lo más importante es entender que el esfuerzo deja el documento listo y remozado para otro periodo largo de tiempo en el que lo importante seguirá siendo no el continente sino el contenido. Por otra parte, las copias y fotografías que del Fuero se han hecho pueden sustituir perfectamente en el uso al original para así asegurar mejor su conservación.
Para los que ya nos habíamos acercado al Fuero en la lectura, estas jornadas (aún queda una sesión de aproximación musical a la época) nos sirven para un conocimiento mejor de su contenido; para refrescar y confirmar ideas; para comparar el pasado con el presente; para poner en valor documentos; para imaginar la vida en otras épocas; para compadecer (cum + patere) a nuestros antepasados; para dar luz a las claves de la aparición y configuración de Béjar como urbe y territorio de frontera, con todas las implicaciones que comporta; para entender que esta ciudad posee un documento de importantísimo valor filológico; para confirmar de nuevo el escaso interés que despierta este asunto entre los ciudadanos de esta ciudad estrecha, y para otros detalles que deben quedar en el tintero y en el rincón de pensar.

jueves, 19 de julio de 2018

EL ÓRGANO Y LA TARDE


                                   EL ÓRGANO Y LA TARDE QUE SE HERMANAN
(CONCIERTO DE ÓRGANO EN SANTA MARÍA, BÉJAR)
Una tarde serena de verano, la luz crepuscular que va alejándose, la frescura del templo tras las paredes amplias y graníticas, el silencio tranquilo, el tiempo que descansa, el ambiente eclesial en sus imágenes y altares, el recuerdo de toda la liturgia, “la música callada, la soledad sonora”…, la mente predispuesta para todo…, y el concierto que empieza.
Son estos elementos los que predisponen un ambiente propicio para que suenen el órgano y su música. Y es lo que se produjo ayer mismo en la iglesia más histórica de Béjar, en Santa María la Mayor, la de Mediavilla, la del centro del casco antiguo, de la población medieval. Se ofrecía un programa cuyos datos literales eran estos:El programa estará integrado por música del compositor bejarano José Lidón (1748-1827) e improvisaciones del propio intérprete, que será el joven y prestigioso organista Jorge García Martín (1985), profesor del Conservatorio Superior de Castilla y León.
PROGRAMA
LA MÚSICA DE TECLA DE JOSE LIDÓN
Fuga sobre Ave maris stella
Fuga sobre O gloriosa Virginum
Cantabile para órgano al alzar en la Misa
Homenaje a José Lidón. Improvisación
Sonata:
Allegro
Andante devoto
Allegro
Aquí practicó como sacristán y organista, su padre. Él desarrolló casi toda su actividad musical en la Capilla Real de Madrid. Ya tuvimos ocasión de asistir a un concierto de música del mismo autor, hace algunos años en el teatro Cervantes. Pero estos y otros son datos históricos y aquí interesan poco; si acaso para recordar con algo de pena lo poco que incorporamos a nuestra escala de valores la creación y el esfuerzo de gentes que cultivan el espíritu y la sensibilidad, lejos del producto interior bruto y otras pasarelas varias.
Siempre me he imaginado el órgano como un instrumento barroco, como esa voz de fondo que acompaña a cualquier tipo de actividad litúrgica, como la melodía que da grandeza sonora a las actividades físicas dentro de los templos. Es verdad que el órgano desarrolla tonalidades muy diversas. Acaso esa es su principal virtud. Pero creo que en todas ellas domina la resonancia general que ofrece en un espacio cerrado pero amplio, el ambiente que crea y que moldea hasta hacerlo espiritual o litúrgico, hasta predisponer los ánimos de los fieles asistentes a participar en (permítaseme la expresión) una especie de botellón místico, con un encaje y un trueque de escala de valores. No era, ni es, difícil imaginar ceremonias grandilocuentes y aparatosas envueltas en el sonido del órgano. Y tal vez también las más calladas e interiores.
Porque, pasados los tiempos barrocos por excelencia y llegados a las épocas de los cánticos al compás de otros instrumentos, el órgano creo que pierde un poco de actividad, de frecuencia y hasta de esencialidad. Su presencia reducida a algunas iglesias importantes y a las catedrales tampoco ha contribuido a su vigencia. Y, para restarle aún más protagonismo, los instrumentos electrónicos han venido a sustituirlo y a hacerlo transportable y adecuado a otros usos.
Tal vez por ello, porque el concierto de órgano se hace ya más raro, la asistencia a uno de ellos te reconforta y te sumerge en un ambiente distinto, lejos ya de los ornatos ceremoniales, pero afectos al recogimiento y al despertar de sensaciones diferentes. Es como si la música dictara el camino interior al que el oyente se puede retirar.
No sé cuál fue el camino de los oyentes en el concierto de ayer en Santa María. Para mí supuso una hora de recogimiento, de ambientación agradable, de camino interior, al son agradecido de sus notas, guiadas por la mano experta de un concertista joven, pero habilidoso y sensitivo.
Repaso las variables que apunté en el primer párrafo y reafirmo el balance positivo de toda la experiencia. Mi mente repitió en eco otra vez las palabras de fray Luis: “El alma se serena / y viste de hermosura y luz no usada, / Salinas, cuando suena /  la música extremada, / por vuestra sabia mano gobernada.  //  A cuyo son divino, / mi alma, que en olvido está sumida, / torna a cobrar el tino / y memoria perdida / de su origen primero esclarecida…”
De vuelta del concierto, las calles de Béjar, encogidas y ya al filo de la noche, despedían a lo lejos los últimos destellos de la tarde, y la ciudad se sumergía lentamente en el silencio.

miércoles, 18 de julio de 2018

EQUILIBRIO




EQUILIBRIO
(Leyendo a Juan Ramón)

Con el vigor activo del recuerdo
y todos los sentidos en aviso,
salgo a entender el mundo por si acaso
pudiera someterlo a mi equilibrio.

Mis ojos hoy contemplan los colores
de la naturaleza, pero todo
se va simplificando en luz y masa.
Quiero entender las causas por las cuales
la tierra está redonda y en el cielo
las estrellas alumbran a su antojo,
y me pierdo rozando sensaciones
de ese baile celeste en el que solo
percibo redondez y sinfonía.
Busco después el fuego que arrebata
la llama sensorial de los amores,
y todo se hace esencia, y se hace idea
pura, sencilla, clara, natural,
cual la quietud del mar en sus honduras,
que olvida los rumores de los ríos
y deja en humedad y lluvia y niebla
las gotas que se forman en su seno.

Despojado del velo y los ropajes,
que hacen diverso todo lo que miro,
solo me queda el cuerpo transparente,
la sencillez en que me sobra todo.
Me miro, me contemplo, me descubro
desnudo, eternizado, centro mudo
de un extraño equilibrio
en el que siento todo el pensamiento
y pienso lo que gritan mis sentidos.

martes, 17 de julio de 2018

ANOTAR Y SUBIR NOTA



                    ANOTAR Y SUBIR NOTA
LOPE DE VEGA: La serrana de Tormes, Clásicos Castalia 2018. Edición anotada de los bejaranos Jesús Majada y Antonio Merino.
Lo clásico es lo eterno, lo que supera el paso del tiempo y convierte el pasado y el futuro en un presente pleno y definitivo. Y clásico es el fénix de los ingenios, Lope de Vega, aquella fábrica a tres turnos de producir teatro y lances vitales. Aún parece imposible imaginarse siquiera cómo pudo pasar de las musas al teatro tanto material. Tal vez porque él mismo era puro teatro. Y eso sin considerar se creación lírica.
Pero las lenguas cambian y los contextos también. Y no es siempre sencillo acercarse a la descripción y a la interpretación de una obra de nuestro siglo de oro; ni siquiera para los más cargados de conocimientos y de referencias. Esto es lo que explica la necesidad de las nuevas ediciones anotadas cuando los tiempos van dejando extrañas e imprecisas algunas voces y no pocas situaciones. A satisfacer sus intereses y curiosidades acerca de este período literario e histórico han dedicado no pocos esfuerzos los autores de esta edición anotada de La serrana de Tormes, los bejaranos Jesús Majada y Antonio Merino, quienes, en una presentación cuidada, ponen en nuestras manos de lectores del s XXI esta joya de nuestro teatro áureo. Otras obras de la misma naturaleza, ya contextualizadas y anotadas anteriormente por ellos, así lo atestiguan; esta viene a reafirmar su acierto y el éxito de su esfuerzo.
El texto teatral viene precedido por una introducción en la que se repasan y se detallan los avatares personales del autor en los años en los que se gesta la obra, desde su destierro de Madrid hasta su estancia en Valencia y en Alba de Tormes. Es aquí donde se articula la pieza, en la proximidad a la ciudad de Salamanca, tan importante en el contexto general y en la obra anotada. Quien lea con atención estas páginas recordará o conocerá cuántos vaivenes produjo el genio y cómo se fraguó el esquema último de esta obra de Lope. Conocerá también muchos de los entresijos del Estudio salmanticense, precisamente del momento de mayor esplendor. Y tendrá, por supuesto, los datos precisos, en forma y contenido, que clarifican la estructura y el desarrollo de La serrana de Tormes. Se trata, en definitiva, de darnos las herramientas necesarias para encarar la lectura cargados de las luces suficientes como para no cegarnos con ella.
Con este bagaje tan cumplido, con el panorama histórico, literario y personal a nuestro alcance, podemos adentrarnos en la lectura, ya seguros de gozarla con acierto y con frescura. Y es aquí donde comienza el trabajo más minucioso y personal de los autores de la edición. Porque cotejan ediciones, rebuscan diccionarios, aclaran conceptos, refrescan acepciones, rescatan palabras, dan dirección morfosintáctica y semántica adecuada a expresiones… y, en fin, ponen luces por todas las esquinas para que nosotros, lectores de este siglo, no nos perdamos en el camino. Es como si pusieran muebles nuevos a una casa, que así se remoza y actualiza para hacerse más habitable y luminosa.
Por las páginas que acogen el desarrollo de la obra -de tanteo a mi entender y bastante dispersa en escenas, espacios y personajes- van desfilando personas, personajes y escenas que van dando cuerpo y asiento a los esquemas que, más tarde, repetirá con maestría inigualable Lope en su teatro. Los propios anotadores así lo entienden también y así lo indican. Hay un grupo de personajes importante y menos repetido más tarde que, por razones biográficas, a mí me resulta especialmente atractivo. Se trata del de los carboneros, tan autónomos y hasta gallardos, bizarros y atrevidos ante los demás personajes, más cultos y urbanos. A su lado, los estudiantes toman la manija y el ritmo para enseñarnos con detalle la vida estudiantil de la Salamanca de la época. Y siempre las parejas del teatro de Lope, que contrastan entre sí y reflejan tan fielmente la tipología social del momento. Pero esto ya es arar en otra tierra y encaja en el estudio analítico de la obra, y no entra en la reseña de la misma.
Lo que realmente clarifica el paso de las páginas es la purificadora anotación que los autores realizan a pie de página, con las dudas correspondientes según el caso y hasta con el reconocimiento de la falta de solución en algún otro. Este es su gran trabajo, el que refleja el poso de sus saberes y de sus quehaceres filológicos y lexicográficos. Y es por ello por lo que más debemos felicitarlos y felicitarnos todos. Las referencias y las fuentes son siempre abundantes y los ejemplos de comparación también. Los supongo dudosos en el trabajo a la hora de decidir si anotar o no, en función del tipo de lector en el que estén pensando. Esta duda es irresoluble en cualquier trabajo de comentario y el listón de aclarados anda siempre temblando y poco fijo. Es tributo obligado y no hay que darle vueltas a lo que se haya decidido.
Se añaden cinco anexos al texto literario. En ellos los autores agregan algún apunte para precisar el elenco de personajes; una sinopsis argumental por actos; una división de actos, cuadros y escenas; una relación de acotaciones por actos; para terminar con un quinto anexo en el que se recogen las estadísticas de versos, clases de estrofa, número de estrofas, de versos y proporciones métricas.
El camino para el conocimiento de esta obra de Lope, La serrana de Tormes, ha quedado expedito. Ahora toca el trabajo del lector, la lectura sosegada y ya abierta y las conclusiones que cada uno extraiga de la misma. Los cuadros de contexto y de anotaciones facilitan el proceso. Los autores de la edición anotada merecen nuestro agradecimiento y nuestro aplauso. Ahora el aprovechamiento tiene que ser nuestro.
No es precisamente pequeña esta aportación de nuestros dos paisanos bejaranos en el octavo centenario de la creación del Estudio salmantino. Tal vez no todo el mundo se ha dado cuenta de ello.
Gracias por todo y enhorabuena, amigos.   

lunes, 16 de julio de 2018

SIERRA DE BÉJAR



Ascender hasta lo alto de la sierra es un deber que debería cumplirse al menos una vez al año. Es un ciclo completo el que se cierra con uno mismo y con la naturaleza, ese todo inabarcable del que formamos parte, del que parece que nos individualizamos por unos años de conciencia personal y al que volvemos para fundirnos en una conciencia general y cósmica, que nos sobrepasa y que diluye nuestra conciencia hasta dejarla en bruma. De modo que, para residentes y para visitantes o “expatriados”, cumplir con ese deber tendría que ser algo así como acercarse a eso que llaman el bejarano ausente. Llevarse los aromas de estas sierras es destilarse un poco para convertirse en licor más agradable y sabroso para un tiempo.
El día amaneció respondón, con fresco y bruma, pero los ánimos están, a esas horas de la mañana, intactos y no hay nada para combatirlos como una manga larga y un ascenso suave, que el paisaje hay que hollarlo, pero, sobre todo, hay que gozarlo. Y las perspectivas, en ascenso o en descenso, cambian cada pocos metros. Por eso, no es lo mismo mirar el valle -con Béjar y los demás pueblos al fondo, desde la industria chacinera que se asienta al pie mismo de la sierra- que observarlo desde la primera plataforma (para entonces el valle se despertaba de su modorra nocturna y parecía que aún conservaba ecos de los blues del Castañar), o desde el mirador, o desde la segunda plataforma, asiento de coches y comienzo de la ascensión a pie.
Aquí hay que pararse algo más y componer la vestimenta y los alimentos que reconfortarán el cuerpo más arriba. Mientras tanto -brisa más fuerte, camino que se desploma desde la fuente del Travieso, o que se apunta en diagonal hacia las hondonadas de Hoyamoros- la mirada se pierde entra las aguas dormidas de la presa de Fuente Santa y las más alejadas de los pantanos de Gabriel y Galán o de la Maya. Los pueblos se dispersan diminutos por los distintos valles, y alguno no se asoma, pero se adivina hundido en el río Quilama, siempre donante anónimo y generoso del río Alagón. Ahí seguirán plantados en el tiempo y dando vida a este espacio tan bello.
Nosotros (Manolo Casadiego, Pepe de Frutos y yo mismo) ascendemos lentamente por el camino estrecho y empinado que nos lleva hasta la fuente del Travieso. Nuestra sierra es amable en su conjunto, pero este trecho parece que se enfada y nos recuerda que estamos en la altura y que hay que respetar el ritmo y los espacios. Cumplimos con el deber sagrado del silencio debido a la fatiga y a la cuesta. Pero contamos con un aliado vigoroso: la brisa nos empuja y nos anima a ascender y a sentirnos montañeros. Solo de vez en cuando volvemos la mirada hacia abajo, donde adivinamos aguas y frescura, gentes y murmullos, vida en suma. Otra forma de vida.
Beber en cada fuente es un tributo que pago con agrado en mis paseos. Y saciar la sed en la fuente del Travieso es algo más que eso, es sentir la frescura entre los labios, acariciar aquello que viene desde el fondo de las rocas, sentirme más cercano a los misterios que guardan esas rocas que custodian todo el año las aguas escondidas después de que la nieve se hace oscura. Hay que beber siempre de las fuentes. El agua del Travieso está fresquita; la mañana también.
Después, la Goterita, tras un ascenso lento y más tendido, con atajos atrevidos a veces y con paradas cortas y gozosas mirando nuevamente en lejanía. Y ahora subir no es solo ascender en cotas y en miradas, es sentirse más solo con la altura y con los elementos que la pueblan. El aire, el cielo, el horizonte, el sol ya más cercano, el paisaje desnudo, las flores que se asoman al verano, el silencio que canta, la falta de las voces, el murmullo de las plantas cosidas a las peñas… Aquí todo es más puro. Hay gentes que nos pasan y que suben con algo más de empuje. Nosotros ascendemos a un ritmo sostenido y vamos empapándonos de lo que la naturaleza nos presta y nos regala.
Pronto llega la cima y la cumbre se hace llanura. La visión se vuelve panorámica y abarca el horizonte en todas direcciones. Allí, las sierras de Barco y de Gredos; más allá, las tierras llanas de Ávila; al otro lado, las de Salamanca, con la ciudad que se adivina al fondo; y la sierra de Francia, tan querida por mí; y Portugal al oeste o Extremadura al sur. Todo, todo está aquí al alcance de la vista. Y el mundo se hace grande y se diluye, y se hace inabarcable, y se hace idea más que geografía, y yo siento también que me hago idea y transparencia mirando hacia lo inmenso del cielo y de la tierra.
¿Qué puedo yo decir del viento y de las nubes cuando no soy del cielo ni del suelo? Acaso lo que dije en otro día y en el mismo sitio. Era esto:
EN LA CIMA DEL CALVITERO

Aquí la piedra vive y se solaza
en perpetua y rotunda soledad,
la luz es primigenia y llega niña
desde bóvedas altas siempre limpias,
el mar se redescubre entre los ecos
que forman las lagunas y la nieve
es vecina del viento y del misterio.

En esta ara gigante en la que el tiempo
ha perdido su ritmo reflexivo
y el espacio no sabe de horizontes,
yo soy un simple acólito del viento,
estoy a lo que diga la incipiente
noticia de la luz que me reinventa
haciéndome más frágil y más diáfano.

¿Qué hacen aquí mis manos y mi cuerpo?
¿Qué pide mi zozobra? ¿Qué latidos
se asoman a la voz de mi conciencia?
Aquí, cerca del cielo, soy materia
que viene navegando  por la historia
de todas las historias,
soy piedra y vegetal, soy un producto
que mira cara a cara el universo,
esa patria común en la que todo
se acoge, se esclarece, se remansa.
Soy nada frente al todo y todo ante la nada.

Después conversación con los neveros de la Ceja, extensos e inocentes en su blancura; las lagunas saciadas a sus pies; y el alto dialogando con las nubes, que andaban hoy revueltas y viajeras. Esto es ya plenitud, todo, altura de las físicas y de las que el ánimo suspenden y condensan. Para pensar en todo lo pensable y en lo que cada cual rastree en sus sentidos. Al fin y al cabo, se sube para esto. O se debería subir par algo más que para sudar y crear gatas en los músculos. Pero en los humedales o secarrales individuales conviene no molestar. Cada cual sabrá lo que tiene entre manos.
La vuelta es el descenso con el ánimo puesto en otro tono. Cuidado con las piernas y los músculos, que siempre es más penoso bajar sin equilibrio que subir con cansancio y con sudores.
Ahora las perspectivas son opuestas. El valle está más cerca cada vez y aguardan esas leyes que marcan el quehacer de cada día. No importa, es otra etapa en esa eterna monotonía que domina los días y las horas, pero habremos ganado una batalla, sobre todo mental y de los ánimos.
Miramos desde arriba y desde abajo, comparamos perfiles y visiones, decidimos quehaceres, y vamos deslizando nuestras vidas, poco a poco, entre el cielo y el suelo, entre el limpio sentir de las alturas de la sierra y el ruido que ensordece por las calles. Qué hermosos esos ratos de limpieza, de sentirse más puro y más sencillo, más de todas las cosas que componen esta conciencia eterna y misteriosa.
La sierra es un buen sitio para sentir lo poco que somos, pero también lo plenos que podemos llegar a estar. Y la sierra de Béjar es una buena geografía para conjuntar el sentimiento y el pensamiento. Venga.

sábado, 14 de julio de 2018

"LOS JUEVES DEL FUERO" (II)


           
El pasado jueves día 12, con la previa de la inauguración de una exposición de documentos medievales del Archivo de Béjar, que se mantendrá para ser visitada hasta el mes de septiembre, se desarrolló la segunda jornada de los Jueves del Fuero en Béjar. En esta ocasión, disertaron los profesores de la USAL Ángel Vaca Lorenzo (“Béjar, espacio de paso y frontera”) y José Luis Martín Martín (“La sociedad bejarana del s. XIII”).
Después de la fijación paleográfica y filológica de la semana anterior, se trataba de reconocer el contexto espacial, histórico y social en el que se había fraguado el Fuero. Al fin y al cabo, a pesar de todas las precisiones científicas, no hay nada que no se resuelva y se explique razonablemente desde las circunstancias en que se produce. Tal vez el orden lógico sea el contrario: primero las condiciones y después del hecho concreto (el Fuero en este caso), pero el rey de las jornadas es el hecho y no las circunstancias.
Sea como fuere, el acto comenzó con la exposición del profesor Ángel Vaca, quien fijó los elementos que, a su parecer, configuran y determinan el hecho del Fuero. Por eso se repasó el origen de la tierra de Béjar como perteneciente a las tierras de Ávila y el desgajamiento de esta jurisdicción hasta formar cabeza de concejo de las tierras de Béjar, o sea, se pasó de locus a urbe, con estructuras fijas y comunes. Este paso fundamental, en el contexto de las conquistas y reconquistas varias, ya habría tal vez justificado la existencia de un cuerpo legal claro y común.
Pero el cuerpo de la disertación se dedicó a la exposición de dos elementos geográficos, condicionantes fundamentales para la afirmación de Béjar como cabeza de territorio. Son los conceptos de Camino y Frontera. Por ellos se repasaron algunas evidencias: la situación de las tierras de Béjar entre las mesetas sur y norte y el paso por ellas como único más fácil en el extremo occidental del sistema central; la presencia de los vetones en siglos anteriores y la existencia de algún castro (lo que aseguraría indicios de algún asentamiento de la época); o el hecho milenario de la trashumancia y de los pastos serranos; el paso de Aníbal; las vías y calzadas, con sus usos diversos; el propio topónimo Béjar, con evocaciones prerromanas; las idas y venidas de los ejércitos árabes; la necesidad de acuerdos entre concejos para hacer llevadera la existencia de la mesta y la trashumancia; las vías y cañadas; las primeros empeños textiles (artesanales e individuales)…
Y, en lo que se refiere a Frontera, la importancia de un doble sentido de este concepto. Por una parte la frontera entre territorios árabes y cristianos, en todas sus variantes; y por otra la que se estableció entre los reinos de León y Castilla, hasta que se unificaron. La necesidad de marcar la superioridad en zonas de frontera, sobre todo del reino de León, favoreció la creación comunidades de villa y tierra. Béjar no es más que una de ellas. Es el momento en el que definitivamente Béjar pasa de locus a urbe. Se habían dado todas las circunstancias para la necesidad del Fuero. El texto es la consecuencia lógica de todos los elementos anteriores.

El profesor José Luis Martín Martín glosó algunos de los elementos principales que incluye el Fuero, sobre todo los que hacen referencia a la sociedad de la época. Con las reservas propias de un códice que, en buena medida, es copia de otros, se puede uno imaginar que estas rúbricas o artículos recogen la forma de vida de los habitantes de las tierras de Béjar (villa y tierras) en el s. XIII. El Fuero es prolijo y hasta minucioso en su regulación, pero en la conferencia solo se hizo mención a alguno de los aspectos que se consideraban esenciales. Así, se mencionaron y glosaron las referencias que apuntaban a los nobles y al clero. En cuanto al primer grupo, se apuntó la existencia y la labor de alcaide, juez, alcaides (de collationes o barrios), sayones, andadores, almotacenes…, caballeros, vasallos… O de todos sus sirvientes y actividades: vaqueros, pastores, colmeneros, rebaños, piaras…
En lo que se refiere a los eclesiásticos, se puso de manifiesto el poder e importancia del clero, sobre todo del llamado Cabildo de clérigos bejarano, además de alguno más existente en las tierras de Béjar (pueblos).
Por último, se hizo un repaso rápido a alguna de las profesiones judiciales y a los castigos severos que comportaban ciertos delitos.
Todo el panorama apunta y apuntaba a la importancia de estos dos colectivos en el conjunto de la población, frente a la insignificancia de los grupos populares.
                                                         …………………………….
Creo que esta sesión es la más esclarecedora para el público menos especializado, porque es la que mejor ayuda a entender en qué contexto se configura el Fuero, qué es lo que quiere venir a resolver y cuáles son los grupos que detentan el poder y cuáles los que tienen que sufrir y encima poner la sonrisa.
Como me sucede siempre con un texto histórico, intento darle una patada amistosa para ponerlo a la altura de los días en que me toca vivir y tratar de resumir en qué puede serme útil a mí. Es una postura egoísta, pero creo que es la más productiva. He leído el Fuero hace poco tiempo por última vez; creo que regula más aspectos que los que se glosaron, algunos muy sabrosos y de la vida diaria; los más importantes, sin duda, son los que destacó el profesor José Luis Martín; me sigue provocando rabia y compasión pensar en las diferencias sociales en las que han vivido mis antepasados, sobre todo el colectivo femenino; entiendo, a pesar de todo, que nada se entiende si no se sitúa en su contexto; no sé, en fin, en cuánto y en qué hemos adelantado o atrasado después de 800 años. Esto sería ya el Fuero en el s. XXI.
Lo que hace falta ahora para el público es acercarse a él, degustarlo y extraer consecuencias. Es labor de cada cual, y cada uno sabrá lo que tiene que hacer. Hay ya ediciones accesibles; las habrá pronto revisadas y puestas al día. A ver si la curiosidad y la voluntad también se pusieran en marcha.

miércoles, 11 de julio de 2018

A VECES LA RAZÓN



A VECES LA RAZÓN

A veces la razón se pone cóncava
sin causa conocida. En tales casos,
los conceptos se afirman y proclaman
su presencia y su altura. Las ideas
se dejan amansar y aportan luces,
y todo llega a ser como un camino
que avanza hacia una meta que me aguarda.

Hay, sin embargo, tardes en las cuales
todo suena convexo en mi cerebro.
Los objetos resbalan y se escurren
como el humo se pierde entre la niebla.
Persigo sombras y conquisto sueños
de los que no despierto.

Todo es un claroscuro
en el fondo abisal de mi cabeza:
el mundo cuando quiere me ilumina
o me olvida también si le apetece.