Ando
como asentándome después de un viaje casi iniciático por tierras del Egeo, allá
donde el Mediterráneo se calma y pone fin a su huida del Atlántico. Athos es
una realidad que me ha rozado por segunda vez. Tengo que hablar de ello de
manera más extensa y calmada. El corazón tiene razones que la razón no entiende
y allí tiene su mejor muestra este aparente oxímoron.
Pero
voy aterrizando hasta el nivel de la monotonía y me pongo al tanto de lo que
sucede por esta piel de toro, en la que los calores se toman un respiro y no
acaban de dar su aldabonazo con grados y sofocos. Ni falta que me hace. Mis
nietos, mientras tanto, me dan ese refugio de amor y de ternura que tanto bien
me hace. Bendita será su estancia entre nosotros.
Leo
ya cada día los periódicos y en ellos se da cuenta del traslado de cárcel de
los presos políticos catalanes. Parece que hay consenso en que la medida no
hace más que cumplir con la ley en su literalidad y en su espíritu. No leo ni
oigo muchas opiniones, salvo las irredentas de rigor, en contra de la
resolución.
El
proceso es normal y lleva a cabo lo que dictan las leyes y el sentido común. No
hay para más ni verlo debe escandalizar a nadie. Es la ley, y a otra cosa. Si
el juez los necesita cerca para que el proceso judicial no se interrumpa, pues
cerca de él, a pesar de los desajustes que pueda producir a sus familias; si el
estado del proceso no los necesita, pues donde mejor estén y menos moleste a
las relaciones con sus familiares y con sus costumbres. Como otros presos
cualesquiera, nada más ni nada menos. Y, si el proceso los vuelve a requerir
cerca del juez, pues otra vez a Madrid.
En
este caso, como en otros, no debería actuar más que la ley y la separación de
poderes. El poder legislativo legisla, el poder judicial juzga y el poder
ejecutivo ejecuta. No hay más, a pesar de todos los matices que caben en la
realidad diaria. Claro que, cronológicamente, primero es el legislativo: sin él
no hay leyes. Después son ya los jueces los que actúan en su aplicación, como
obreritos autónomos que, como decía el poeta, trabajan con otros a España… Y
sus sentencias tienen que ser ejecutadas y hechas cumplir por el ejecutivo. Por
eso el Gobierno no se podrá saltar o incumplir lo que dicten las sentencias en
este y en todos los casos. Por esa misma razón, el Gobierno no habría podido
dejar de aplicar algunos preceptos constitucionales como ha hecho en fechas
recientes: su no ejecución tendría que haber traído aparejado un proceso contra
el mismo Gobierno.
Y
tan ejecutivo es el Gobierno central como el autonómico. Por ello habrá que
vigilar muy atentamente que cumplan hasta el último término las sentencias
judiciales, también las de estos procesos. Y, si hay algún fallo o mala fe,
denunciarlo y corregirlo. Atentos, pues, a lo que vaya sucediendo.
¿Alguno
ve alguna diferencia legal entre este proceso y lo que sucedió por ejemplo con
el Dioni? ¿O con Mario Conde? Pues eso. Los ejemplos, por supuesto, los traigo
aquí con toda la intención del mundo. Aquí rige perfectamente el adagio latino
·dura lex, sed lex”.
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