martes, 31 de octubre de 2023

MODOS Y RAZONES

 MODOS Y RAZONES

Se ha producido hoy la jura de la Constitución en el Parlamento por parte de la princesa Leonor, hija del rey Felipe VI y ya desde este momento es heredera oficial al trono. El acto tiene una gran importancia en el ámbito constitucional y simbólico.

En otros países de régimen monárquico, estos hechos se celebran con grandes fastos y muestras públicas. En España vivimos dos realidades paralelas bien distintas, casi enfrentadas. Por una parte, todo el oropel oficial; por otra, la ausencia de muchos de los representantes políticos. Como el acto se realiza en Madrid, sede de las Cortes, la ciudad cubre el apartado de atracción popular de todos estos asuntos; mucho más por el hecho de estar gobernada la ciudad por la derecha, más proclive a este colorido externo.

Para el discurrir político y social, este hecho del juramento representa uno de los símbolos más potentes: se trata de la sumisión del jefe del Estado a las leyes y a la Constitución.          Difícilmente se puede encontrar otro momento en el que la supremacía de la sociedad se muestre con más fuerza sobre cualquiera de sus representantes, también sobre el monarca. Si alguna vez un rey está más cerca del sometimiento a las Cortes, es sin duda este. Este es el sentido de la monarquía parlamentaria y el último sustentamiento de esta forma de gobierno. No parece descabellado darle boato al acto, para que quede constancia pública de lo que realmente significa. A mí así me lo parece.

Pues, como no podemos tener dos días de fiesta seguidos, un buen número de parlamentarios y todos los representantes de los partidos independentistas se han negado a acudir al acto. Ni siquiera como muestra de cortesía. Si en estas circunstancias se niegan, habrá que suponer cuál será su actitud en cualquier otra ocasión que tenga algo que ver con la presencia de la jefatura del Estado. Me parece que es una actuación totalmente equivocada. ¿Quién les niega su condición de republicanos? Nadie. ¿Por qué no promueven un cambio de régimen por los cauces democráticos? ¿Por qué no llevan en sus programas electorales este asunto y esta intención de modificar el régimen monárquico y el cambio a uno republicano? Misterio. Me parece que, en el nivel de la discusión racional, el régimen monárquico no tiene ni un pase y que la defensa del régimen republicano resulta y resultaría muy sencillo. ¿Por qué no plantearlo serenamente y sin aspavientos? Mientras exista una monarquía, aun con todas sus carencias de justificación, no veo que la mejor forma de cambiarla sea la de la falta de respeto a las instituciones. Supongo que para estas gentes el siguiente paso será no acatar una votación en un consistorio en el que rija un alcalde que no sea de su cuerda, o incluso no cumplir una ley por no estar de acuerdo con ella.

Existe un efecto llamado búmeran que consiste en que algo se vuelve contra el que ha tratado de cambiar una situación. Sospecho que algo así sucede cada vez que alguien se muestra descortés con las instituciones. También con la monarquía. Defender pública y privadamente el régimen republicano no está reñido con el acatamiento de las leyes y de los hechos que las hacen visibles.

¡Pero si hoy era el día en el que el monarca se sometía públicamente a acatar -como no puede ser de otra manera- el régimen constitucional y democrático!

Humildemente, creo que hoy todos estos representantes están haciendo monárquicos emocionales a montones. Yo prefiero mostrar mi defensa del régimen republicano desde la serenidad y desde la concordia, desde la razón y no desde la emoción. Me parece que es mucho más productivo.

Esta mañana, mientras en las Cortes la heredera del trono juraba solemnemente acatar las leyes del poder legislativo, yo me dediqué a leer y a pasear por la naturaleza que rodea a esta ciudad estrecha. Pero no es bueno confundir la gimnasia con la magnesia. O sea.

lunes, 30 de octubre de 2023

DE UNA CONSULTA MÉDICA NO CONSULTADA

 

DE UNA CONSULTA MÉDICA NO CONSULTADA

       Aquel que ya andaba metido en edad y con las visitas tasadas a los médicos, una tal día y otra al otro día, y que ya llevaba anotadas las fechas para no equivocarse, y que uno de esos días fijados en algo que ya se parecía a un calendario se marchó a Salamanca a pasar revisión de su próstata en el urólogo, porque, a esas alturas de la vida, tenía muy claro que tenía que revisar con frecuencia dos tamaños, el de la cartera y el de la próstata, y que con lluvia todo el camino porque el tiempo andaba metido en aguas se acercó hasta la capital, y que a eso de las cuatro menos diez estaba pegadito a la puerta de la clínica como un clavo, y que le mosqueó no ver luz en el interior, y que llamó al timbre varias veces y nadie le respondió, y que de repente observó una plaquita en la pared en la que rezaba: consultas de cinco a ocho, y que revisó sus notas y en ellas estaba fijada la hora para las cuatro, y que después de insistir en aporrear el timbre decidió darse un paseo por la Plaza Mayor y sus soportales, y que al cabo de un rato pensó que sería mejor cambiar de lugar en el que dar suelta a sus piernas, y que le dio por volver a pasar por la clínica por si hubiera suerte y ya estuviera abierta, y que al llegar vio luz dentro y se le alegró la pajarita aunque no entendía nada, y que volvió a llamar con insistencia al timbre, y que terminó por abrirle la puerta una señorita encargada de la recepción, y que le expresó su sorpresa por haber estado a las cuatro en punto y no haber sido recibido por nadie, y que la señorita torció el semblante y le aseguró que eso era imposible porque no recibían a ningún paciente hasta las cinco, y que entonces recordó lo que había visto en la placa de la entrada, y que puso cara de circunstancias y le insistió a la señorita que él tenía apuntada la fecha y la hora de las cuatro, y que la señorita empezó a impacientarse sugiriéndole que tal vez habría concertado cita con algún otro especialista, y que erre que erre le respondió que eso era imposible porque ya había acudido a esa clínica bastantes veces, y que la señorita de recepción se puso seria asegurando que no le constaba ni teléfono ni ninguna otra nota, y que revisó el historial y dijo que no encontraba ninguna anotación al respecto, y que ya sin saber qué hacer le iba a suplicar que por favor lo atendieran porque había viajado solo para esa consulta y que la enfermera le respondió que resultaba imposible porque aquella tarde la tenían completa, y que, ya resignado, se avino a concretar una nueva cita para otro día, y que casi se equivocan de nuevo porque le pidió un día que resultaba ser sábado y estaría la clínica cerrada, y que revisaron el calendario y encontraron otro día, y que le pidió a la enfermera que hiciera el favor de escribirle el día y la hora de la nueva cita en una nota firmada por ella, y que, ya mustio y desanimado, se disponía a salir de la clínica cuando en el fondo del pasillo apareció el urólogo con cara de no haber dormido en varios días, y que con voz ronca y desabrida alzó el tono para preguntar irónicamente si había sido él quien había llamado tan insistentemente hacía un rato, y que se asustó y le pidió disculpas, y que la enfermera le confesó que el doctor trabajaba en la Seguridad Social de ocho a tres y media y desde allí se iba directamente a la clínica para comer un poco y para dormir una siesta antes de empezar sus consultas particulares, y que entonces comprendió que apareciera con cara de pocos amigos y con ganas contenidas de echarlo a patadas de allí, y que bajó la cabeza y se despidió mohíno pero rápido para evitar malas consecuencias aunque pensando si tenía alguna culpa de que un médico fuera a comer y a dormir a su clínica, y que cuando salió a la calle llovía mansamente, y que se alejó de allí y pronto volvió a la carretera rumiando todo lo que había sucedido, y que anda pensando si volver o no volver a esa clínica el nuevo día fijado, y que en todo caso nunca lo volverá a hacer antes de las cinco, y que se asegurará de que las luces estén encendidas, y que enseñará, como si de una pancarta se tratara, la nota en la que llevará apuntados el día y la hora, y que medirá muy mucho las palabras delante del médico, y que escudriñará hasta el último gesto del doctor calibrando su estado de ánimo y hasta sus ganas de dormir.

viernes, 27 de octubre de 2023

EPIGRAMAS

EPIGRAMAS

Desde siempre se ha tendido a embridar la actividad humana en clases, niveles, géneros, tipos, ciencias… Se trata tan solo de buscar formas de retener y de mantener la posibilidad de acercarnos a un mundo difuso e inasible sin la predisposición del desánimo por la tarea imposible; además, eso nos vale para jerarquizar y para movernos en una escala de valores más o menos común, que nos sirve de referente para el canon o sencillamente para seguir manteniendo unos mínimos de supervivencia. Lo demás es solo humo y sombrajo en el mundo normal y mucho más en el académico.

Sucede con todo en la vida, pero hoy me fijo en el mundo de la creación literaria. A lo largo de la historia, el nacimiento de los llamados géneros literarios no ha hecho más que cambiar: nacer, crecer, reproducirse y morir. Como cualquier ser vivo. Hoy los géneros están muy poco prestigiados y cualquiera se mueve en la defensa de que tal o cual obra no encaja bien en ninguno de los géneros tradicionales. Y yo añado: ni falta que hace. Lo importante es el contenido y no la clasificación. Por si fuera poco, los formatos se ven condicionados por los medios en los que se reproducen. Así, hoy nada se puede entender sin la presencia de las redes sociales, en las que se vierte buena parte de la creación, aunque no haya dado todavía para ganar ningún premio Planeta. Pero tiempo al tiempo.

Termino la lectura de una amplia antología de epigramas. El libro recoge una muestra generosa (más de cuatrocientas páginas) de esta muestra creadora en lengua española a lo largo de los siglos. Desde hace algún tiempo, merodeo en la creación de aforismos, o algo parecido, tan próximos en la forma a los epigramas, pero tan lejanos en el contenido.

El epigrama es «Composición poética breve, en que, con precisión y agudeza, se expresa un solo pensamiento, por lo común festivo y satírico» (RAE). Etimológicamente, epigrama significa acerca de la escritura: (epi + grama) y eran simples inscripciones en paredes y tumbas fundamentalmente). Claro que mejor es definirlo con la práctica y el ejemplo. Así el de Iglesias de la Casa:

«A la abeja semejante,

para que cause placer,

el epigrama ha de ser

pequeño, dulce y punzante».

Su cultivo se pierde en la noche de los tiempos y se puede rastrear en la antigua Grecia (Dioscórides, Meleagro), en Roma (Varrón, Catulo…). Y, por encima de todos ellos, nuestro paisano Marcial. Después, todo un reguero de creadores a lo largo de los siglos: Lope, Quevedo, Góngora (y sus diatribas), los Argensola, Torres Villarroel, Moratín, Cadalso… hasta formar una lista casi interminable.

Revisar epigramas es dibujar un panorama con aquellas ideas y tópicos que han circulado como Pedro por su casa en la convivencia de las distintas generaciones; es como certificar esa escala de valores popular y tópica a la que se han agarrado las gentes en su discurrir por el mundo.

No es difícil observar cuáles son esos ejes repetitivos: género femenino; casamientos, médicos, sexo, epitafios, políticos, literatos, dinero, religión…

Y es que las golondrinas de una larga antología sí hacen verano, porque se repiten hasta la saciedad y a lo largo de los siglos, aunque marcando las evoluciones que de las mismas se van haciendo.

Tal vez el caso más representativo sea el de la consideración de la mujer. Lamentable, desde el punto de vista del presente, la consideración -o, más bien, la falta de consideración- que de la mujer se tiene y las escasas y oscuras acciones que se le atribuyen. Para llorar. Son muchas las causas que podrían explicar esto y algunas de las no menos importantes apuntarían al hecho de que casi todos los creadores hayan sido varones y a la misión que la religión les ha encomendado siempre a las mujeres. Pero ese análisis se hace largo y no cabe en este formato.

Por lo demás, la vida sigue casi igual: nacer, crecer, sobrevivir, reproducirse, morir. Todo con mayor o menor dignidad.

Tengo para mí que el desarrollo de las redes sociales ha venido a propiciar un nuevo contexto en el que el epigrama se puede reproducir como las setas, con las características de la pequeñez, de la dulzura (o más bien de la amargura y de la mala leche) y con el punzamiento de la aguja que hiere (sobre todo desde la caperuza del anonimato).

Claro que una cosa es la cantidad y otra no siempre coincidente es la calidad; una cosa es la elegancia y otra distinta es la grosería y la ordinariez. Por ejemplo, no hay buen epigrama si no añade una parte final que intente una sorpresa y un corte en el desarrollo lógico que produzca extrañeza o risa. Y esto tal vez ya sea pedirles demasiado a los infinitos y vulgares anónimos que por las redes circulan.

Algún ejemplo de esta antología:

«-¡Padre! Con sus pesadeces,

no obstante mis altiveces,

me persigue, me sonsaca,

y, como la carne es flaca…

-Vaya. Bueno. ¿Cuántas veces?».

 

«-Diputado quiere ser.

-¡Pero si no tiene renta!

-Pues por eso se presenta,

porque la quiere tener».

 

«No teniendo un perdulario

ni aun casa donde vivir,

con objeto de dormir

se entró en un confesonario.

A poco un sexagenario

arrodillose con fe,

y diciendo el “yo pequé”

contó sus culpas prolijo

hasta que el tuno le dijo:

-Y a mí qué me cuenta usted?».

 

«Al entrar en su casa

dijo un marido:

-O la puerta ha menguado,

o yo he crecido».

Y en este plan.

lunes, 23 de octubre de 2023

HISTORIA SOCIAL/HISTORIA POLÍTICA

HISTORIA SOCIAL/HISTORIA POLÍTICA

No tengo mucho interés en meterme en camisas de once varas. Incluso suelo pedir que la comunidad respete y atienda algo más a los que conocen los entresijos de los diversos asuntos que se nos van presentando en la vida. Lo suelo hacer no por concederles a estos ningún privilegio, sino por lo que supone deducir del mayor tiempo que a cada una de esos campos le han dedicado, por sus profesiones o por su interés.

Es el caso también de la historia y de todo lo que se cuenta acerca de los hechos pasados, pues a ello es a lo que se refieren los asuntos históricos. Incluso me atrevo a decir que también procede para los hechos del presente.

Da la impresión de que lo único que sucede es aquello que hacen público los representantes políticos: sobre ello se vierten opiniones, sobre ello se llenan páginas y espacios de comunicación audiovisual, sobre ello se prolongan sobremesas, sobre ello se discute en los bares y en los parques, sobre ello… Parecería, pues, que la historia no es otra que la historia política, aquella que siembran, cultivan, y recolectan los políticos. Si la reflexión mental se ejercita sobre tiempos más pasados, la certeza se hace aún más fuerte, pues los hechos se van seleccionando y solo van quedando en el imaginario colectivo aquellos acontecimientos que tuvieron una repercusión social mayor, y en ellos siempre habrá un componente político fundamental, cuando no único.

Frente a esta historia política -incluso se puede denominar de partidos políticos-, existe otra historia que se resiste al olvido, pero que tiene muchas menos papeletas para que sea llamada al protagonismo y a la reflexión. Se trata de la historia social, aquella que protagonizan otras instituciones diferentes a las organizaciones políticas: sindicatos, organizaciones empresariales, organizaciones civiles, comunidades religiosas, ONGs, asociaciones de todo tipo…, la gente en general. Eso que llamamos la sociedad civil.

Si esta historia social no se ancla ni busca su hueco en la historia política, corre el riesgo de diluirse y de no ser tenida en cuenta. Es la historia política la que, en buena parte, impone sus condiciones a la historia social y no al contrario.

Aplíquese la consideración a cualquier situación o período de la historia y se verá si se tiene razón o no. Tres ejemplos.

En estos momentos, en la ciudad de Béjar se dilucida un oscuro asunto que afecta al ayuntamiento y al comportamiento de su alcalde. La última decisión será la que tomen los componentes de ese ayuntamiento, es decir, los políticos. ¿Qué parte le corresponde a la sociedad civil? ¿En qué medida se tiene que abstener o participar en expresar sus opiniones al respecto? Parece que no en mucha, a la vista de su falta de respuesta y de su silencio.

En otro nivel. Se trabaja estos días para conseguir un Gobierno. Los actores son los partidos políticos. Y hasta parece lógico que así sea. Pero no sé si los demás elementos que componen la comunidad social tendrían algo que decir o no.

Piénsese en el resumen que solemos hacer de la llamada transición democrática. ¿Se trata solo de una historia política o más bien de una historia social? ¿No es mucho más amplia esta última que la política y mucho más compleja pero clarificadora? ¿Qué función desempeñó la sociedad civil, o sea, la historia social?

Tengo la impresión de que vivimos mucho más una historia política que una historia social, de que la opinión pública no coincide siempre con la opinión publicada y de que nuestra historia -la que nos queda en los libros y en los medios- es mucho más un resumen de la historia política que la enorme complejidad de la historia social que va tejiendo toda la comunidad, en forma individual o en grupos. Esta simplificación tiene muchos padres: medios de comunicación, intereses políticos, tiempos limitados, ritmo de vida, intereses económicos… Pero todos contribuyen a la pobreza de las explicaciones y a alejarnos un poco más de la conciencia personal y a la toma de posturas de cada individuo.

Una sociedad política y democrática se antoja imprescindible; una sociedad civil fuerte resulta absolutamente necesaria, como si de los primeros auxilios se tratara.  

viernes, 20 de octubre de 2023

EL TIEMPO SE HA HECHO PESO EN MIS ESPALDAS

 EL TIEMPO SE HA HECHO PESO EN MIS ESPALDAS

 El tiempo se ha hecho peso en mis espaldas

con una rapidez desconcertante.

Lo que otro tiempo fueron horas todas

de amores encendidos, ilusiones,

proyectos de futuro, planes, cálculos,

hoy son solo un relámpago que brilla

sin darme apenas tiempo a deslumbrarme

con la fuerza absorbente de sus luces.

Yo también soy un tímido relámpago

que mira hacia la noche y que se siente

tal vez un espejismo, coincidencia

de las reglas sin regla del azar

en esa sucesión interminable

de cuerpos y más cuerpos y más cuerpos,

que vino a dar por suerte en este cuerpo,

como resto de todos los naufragios.

Pienso a veces que solo soy pasado,

recuerdos que, al volver a revivirlos,

me dejan sin resuello, balbuciendo,

en medio de esas horas de la tarde

que apuntan con sus sombras al ocaso.

 

Y no he de ser proclive al desaliento,

pues que todo se ha puesto a mi servicio

y el pasado no es más que la cosecha

que madura en las manos del presente.

No quiero ser historia, pues aspiro

a ser vida y conciencia en cada trance

que me asignen el tiempo y el espacio.

 

Suplico a mi conciencia que haga cuenta

de que no tengo prisas, pues la vida

merece casi siempre hasta vivirla.

¡La noche que persigue al horizonte

se presenta tan lóbrega y tan larga…!

lunes, 16 de octubre de 2023

¿QUIÉN, QUÉ CÓMO?

 

¿QUIÉN, QUÉ CÓMO?

Imaginemos que queremos reunir personas y opiniones en torno de una idea que se va a desarrollar en un lugar y en un tiempo determinados. Pongámosle título al asunto. Y ya, puestos a poner y a titular, no nos quedemos con las ganas. Ahí va: «¿CÓMO CAMBIAR EL MUNDO?». Con dos. Pero de buenas intenciones está el mundo lleno. Eso sí, si no nos atrevemos a una reunión de muchos, hagámoslo por nuestra cuenta y riesgo. Nos faltará variedad, pero ganaremos en sencillez. Pues, ¿por qué no?

La organización lógica de una oración empieza por el sujeto, continúa por el núcleo del predicado y sigue con sus complementos. Por eso el título de estas líneas. Pero, como andamos entre interrogaciones, destacamos en primer lugar aquello que más nos llama la atención. Por eso el orden de la pregunta también podría ser y es este: ¿CÓMO CAMBIAR EL MUNDO?

Sabiendo que se trata simplemente de un ejercicio de intenciones y que no espero ningún resultado inmediato ni definitivo, me surgen enseguida algunas preguntas. Son estas:

1.- ¿Qué significa cambiar?

2.- ¿En qué consiste eso de cambiar aplicado a una realidad?

3.- ¿Cómo se concreta y qué realidad abarca eso de «el mundo»?

Necesito una pequeña parada porque me he quedado atascado y no sé cómo seguir. Y al poco: ¿En qué dirección ha de ir ese cambio? Y aquí ya me enredo en las posibilidades. Porque miro a mi alrededor y unos cambios me reclaman más que otros. Ahora mismo se está produciendo un conflicto -ellos ya lo llaman directamente guerra- entre Israel y Palestina. Y hay otras cuantas más extendidas por diversas geografías. Entonces, ¿cambiar para la paz?, ¿concentrar los esfuerzos en eso?

Si no tuviera la inmediatez de las guerras, es muy posible que mi atención se centraría en algo tan genérico como eso que llamamos el cambio social. Pero tendría que definir en qué consiste ese cambio social, asegurarme de cuántos están en el mismo intento y a quién beneficiaría ese cambio social. Porque tal vez aquello que yo pienso que favorece a algunos, sea considerado por otros como algo perjudicial para los mismos. De manera que esa idea general y aparentemente tan positiva y neutra puede complicarse a la hora de su aplicación. Y no digamos si ponemos encima de la mesa otras prioridades y concreciones: la ecología, la igualdad de género, los derechos fundamentales…

Si hubiéramos dado con la tecla de la acotación del cambio, habría que ponerse a la labor de pasar de las musas al teatro, es decir, de llevar a cabo eso que hemos definido. ¿Con qué método ideológico, social, político, sindical…? Mucho tajo para tan poca fuerza. Pero algo hay que elegir. Y uno, tímidamente, se va al rincón de pensar, para tratar de extraer de él algún mandato concreto con el que actuar en eso que abarca el término cambiar.

Incluso, en el caso de traer algo claro de ese rincón, me quedaría la labor de ponerle límites a la realidad a la que quiero aplicar ese mandato. ¿A qué parte de la realidad voy a aplicar eso? Porque las fuerzas son las que son, las posibilidades de influencia no son muchas, y eso del mundo se me escapa por todos los costados, me supera y corro el peligro de morir en el intento casi antes de empezar la tarea.

Así que mi cabeza se infla y se desinfla, se pierde y no se encuentra, se desanima y vuelve a tomar resuello, cae y se levanta… y anda desconcertada por tanto pájaro como le vuela en la mente.

Tal vez uno no debería emular a don Quijote, que creía que iba a solucionar todos los tuertos del mundo. Acaso hay que rebajarle los humos a eso de cambiar y conformarse con la suma de pequeñas modificaciones que hagan real aquello de que «un grano no hace granero, pero ayuda al compañero». Puede que no sea malo tener presente aquello de que «el que mucho abarca poco aprieta». Y no estaría de más saber situarse en un espacio y en un tiempo pequeñitos, esos que crea y que abarca la conciencia de cada uno.

No sé si, en definitiva, el mejor cambio del mundo no se concreta en el cambio de uno mismo, en amueblar nuestra propia casa antes de arreglar la del vecino, porque entonces estaríamos en las mejores condiciones de ayudarle a arreglar la suya. Tal vez también porque, como decía Unamuno «El ser individual es la realidad primaria: Nada hay más universal que lo individual, pues lo que es de cada uno lo es de todos». No sé.

viernes, 13 de octubre de 2023

PARTIDA CELESTIAL EN ORIENTE MEDIO

 

PARTIDA CELESTIAL EN ORIENTE MEDIO

 

Alá y Yahvé jugaban la partida

-con café, copa y puro- en sobremesa.

(Un gran coro de dioses observaba

y aguardaba su turno y ocasión).

 

-Te canto veinte en bastos. -Y yo, en copas.

-Pues entonces te jodes y te arrastro.

-Asisto y te repito: tengo triunfos

para dar y tomar. -Bebe otro trago

mientras le pido más al camarero.

-Echa un vistazo y luego comentamos,

mira cómo se matan ahí abajo

en nombre de algún dios desconocido.

-Déjalos, no los toques, pues si eso haces

les quitarás la venda de los ojos,

se les vendrán abajo sus excusas

y nosotros iremos sin remedio

al reino del olvido y de la nada.

-Pues arrastro de nuevo y echo un brindis

por tanto gilipollas que anda suelto

por los anchos caminos de este mundo.

-No es preciso que brindes, su torpeza

es tan grande, que, cuanto más les mientes,

más tontos y fanáticos se vuelven.

-Pues que sigan montando batallitas

en nombre de ese dios: su fanatismo,

que arraiga y crece libre en la ignorancia,

impedirá que acabe esta partida

que nos tiene a los dos entretenidos.

 

 

En medio del fragor de la batalla,

las espadas, los odios y las bombas

miraban hacia el cielo suplicando

la clemencia de Alá ante tanta sangre

o la ayuda divina de Yahvé.

Se inmolaban los cuerpos, las ciudades

eran aras gigantes en las cuales

se oficiaba una lúgubre liturgia

con negros y macabros oficiantes.

En el sancta sanctorum, el silencio.

Y nadie molestaba la partida

que Alá y Yahvé jugaban a las cartas.

martes, 10 de octubre de 2023

CONVICCIÓN / CONVENIENCIA

 

CONVICCIÓN / CONVENIENCIA

El lenguaje es pobre, es aproximación débil a las cosas, representación imperfecta de la realidad, dibujo gris del mundo, catapulta y escenario, representación… Es esto y muchas más cosas. Pero, además, es algo muy importante, que se debe expresar en formato negativo: el uso del lenguaje no es neutro ni neutral. Es decir, que el lenguaje toma partido, selecciona, jerarquiza, aclara, se pone de parte de, apunta hacia un lado concreto…

La deducción inmediata es que no puede ser utilizado de cualquier manera, ni por ignorancia ni por mala fe. Porque tiene consecuencias y produce resultados concretos que, o aclaran la realidad, o nos llevan al engaño sin darnos cuenta. Este cuidado debería ser algo más exigido en aquellos que tienen voz pública o representan las voluntades de otros. Sobra decir que a la mente acuden enseguida aquellas personas que tienen voz en medios de comunicación de masas o son representantes sociales o políticos. Pero, en una u otra medida, es algo que nos concierne a todos en cuanto somos usuarios y beneficiarios del lenguaje.

Me detengo -no por azar- en estas dos palabras: convicción y convencimiento. Y lo hago porque creo que son de aplicación a lo que sucede ahora mismo, y, si se me permite decirlo, a todos los hechos de la vida. Seguimos en plena campaña de negociaciones para la investidura del candidato socialista Pedro Sánchez. Como parece elemental, las reuniones se suceden con los diversos partidos, para tratar de llegar a acuerdos. Los medios de comunicación se pasan el día poniendo los puntos sobre las íes y tratando de buscarle tres pies al gato en interpretaciones del más insignificante detalle, adelantando intenciones y analizando gestos. Todo está sobre la mesa y a todo se le busca punta.

No sé si separamos de verdad lo importante de lo que tiene importancia. Quiero decir aquello que se puede creer importante de lo que realmente lo es. Y ahí es cuando aparece el dúo convicción conveniencia. Tengo la impresión de que, en la cabeza de muchos políticos y en la de muchos más periodistas, se eleva a categoría más alta la conveniencia que la convicción. Me gustaría estar equivocado, pero esta es mi impresión. En mi escala de valores, por supuesto, la convicción se alza por encima de la conveniencia, y como tal me gustaría actuar en mi comportamiento. Otra cosa es que mi debilidad dé paso a la conveniencia.

La convicción tiene su base y su sustento en los principios. La conveniencia la tiene en los intereses. La convicción se hermana con la razón, mientras que la conveniencia se va del brazo de la inteligencia, esa cualidad humana que tanto estimamos, pero que se supedita a conseguir réditos y beneficios personales.

Se podrá argumentar -con razón- que la política es el arte de lo posible, y que lo posible siempre tiene sus limitaciones. Para enredar más el asunto, yo añadiré que no creo en verdades absolutas. Con ello ya tenemos la ensalada mixta puesta en la mesa. Volveremos, entonces, a aquello de los grados y a los tantos por cientos con los que se haya guisado esa ensalada.

Pero, si nos dejamos llevar por la conveniencia, corremos el peligro de no llegar nunca a la convicción y a la razón (esa capacidad humana que nos puede llevar a defender situaciones incluso si nos perjudican a nosotros mismos). Y entonces habremos hecho un pan como unas tortas, pues habremos abierto las puertas al todo vale y justificar casi cualquier medio si nos sirve para conseguir el fin buscado. Atención, peligro.

¿En qué quedamos, pues, convicción o conveniencia? A mí me toca decidir en mi actuación individual, que no es poco; incluso mostrar mi opinión al respecto. A otros les cabe pensárselo con serenidad y razón, pues representan a muchos y las consecuencias de sus decisiones afectan a toda la comunidad.

Acaso, lo mismo que necesitamos siempre un referente legal para la convivencia, necesitemos algún tipo de convicción en el horizonte que nos guíe para admitir o rechazar todo lo que afecte a la conveniencia.

viernes, 6 de octubre de 2023

EUROPA EN GRANADA

EUROPA EN GRANADA

 «Jamás en mi vida habité un lugar más delicioso que este (Granada) y nunca podré encontrar otro que se iguale». Washington Irving.

«Las lágrimas me subían a los ojos, y no eran lágrimas de pesar ni de alegría, eran de plenitud de vida silenciosa y oculta por estar en Granada». Miguel de Unamuno.

 «Por el agua de Granada, sólo reman los suspiros». Federico García Lorca.

«En ninguna parte del mundo suena el paisaje como en Granada». Manuel de Falla.

La lista de textos laudatorios de Granada es inagotable. Aquí solo he seleccionado un ramillete. Y qué bien merecido se lo tiene esta ciudad embrujada en la que se deposita la memoria de varias culturas que deberían sumarse en una celebración conjunta.

Allí se han reunido los jefes de Estado de media Europa con la intención de al menos mostrar sus buenas intenciones y su voluntad de analizar en qué situación se halla esto que llamamos Europa, así como para preparar el futuro más inmediato que le espera.

Los que tenemos cierta edad sabemos que los años setenta y ochenta del siglo pasado representaron una ilusión sin fisuras hacia el espacio europeo, un anhelo de respirar sus libertades, sus inquietudes y hasta sus penas… Sencillamente, queríamos ser europeos.

Hoy, pasados casi cuarenta años desde nuestra incorporación a este club, la fe no sé si sigue intacta. Han sucedido muchas cosas: ampliaciones, tratados, leyes… No obstante, el genérico sigue en pie, erguido y con base fuerte. Otros mundos son posibles. Este es mejorable. Pero casi todos estamos satisfechos de pertenecer a él, a pesar de tantos rotos y descosidos.

El anfitrión, por turno, en este caso, es España. Y parece evidente que estamos a la altura de las circunstancias. Si esto es así, lo es porque poseemos, a pesar de todos los pesares, espacios maravillosos, geografías incomparables, gentes acogedoras, historia de la mejor y de la peor, referencias intelectuales y artísticas en abundancia…, y un no sé qué que deja medio en suspenso la voluntad de tantos. Este país se fustiga más de la cuenta, se deja llevar por un papanatismo que sobrevalora casi todo lo que viene de fuera (sobre todo si viene del ‘imperio’), con frecuencia minusvalora sus propias virtudes, da crédito con demasiada facilidad a opiniones foráneas no siempre bien documentadas y, en consecuencia, desde hace mucho tiempo parece instalado en un complejo de inferioridad que en nada le favorece.

Es hora de sentirse orgulloso de lo que hay que sentirse. Porque hay muchos argumentos en los que sustentar ese orgullo. Sin sacar pecho. Sin alharacas. Con orgullo contenido. Y sabiendo que hay mucho por detrás y mucho más si miramos al futuro.

El numeroso grupo de jefes de Estado en una fotografía, con la Alhambra como fondo, viene a mostrar la importancia que tiene darles a las relaciones una orientación positiva y esperanzadora.

En Europa queda mucho por hacer. Ojalá los esfuerzos de todos se orienten en este sentido y no en el del enfrentamiento y en el de la división. Que se lleven todos alguna de estas fotos en su cabeza y en su conciencia.

Y que en España prenda alguna vez también la mecha de la colaboración, del espíritu positivo, de las ilusiones comunes. Y que se marchen por la puerta de atrás los egoísmos, los enfrentamientos irracionales y los aldeanismos de todo tipo.

Granada, la Granada de estos días, no es más que un símbolo y un espejo en el que mirar, para ver si nos vemos bien o tenemos que dar una vuelta a nuestro traje y a nuestro aspecto.   

El poeta Francisco de Asís de Icaza escribió estos hermosos versos: «Dale limosna, mujer, / que no hay en la vida nada, / como la pena de ser, /ciego en Granada».

Granada no necesita limosna porque posee riqueza en abundancia. No sé si podemos decir lo mismo de Europa, de España y de nosotros mismos.

miércoles, 4 de octubre de 2023

VIOLAR

 

VIOLAR

«A nadie se le ocurriría amnistiar a un violador que está metido en la cárcel. Si ha habido un escándalo monumental porque algunos violadores han ganado años de cárcel, ¿cómo se puede soportar que alguien viole a 40 millones de españoles? Quien viola la Constitución está violándome a mí».

 Palabras textuales de Rodríguez Ibarra, expresidente de Extremadura, hoy mismo, acerca de la posible amnistía. Casi nada. Estas declaraciones han escandalizado a medio país, o al menos a muchos de los dirigentes políticos que más se escuchan. Veamos.

Una palabra debe ser interpretada a partir de su étimo, de su origen, tanto en la forma como en el significado. Porque una palabra, sobra decirlo, posee significante y significado. Pues bien, «violar» (y sus derivados: violador, violencia…) procede del verbo latino «violare». Ninguna dificultad en la evolución fonética, pues conserva la forma tal cual, salvo la pérdida de la -e final. Su significado primitivo es el de hacer violencia, maltratar, saquear, profanar. También parece evidente que posee un significado general, que se aplica a cualquier tipo de violencia. A cualquier tipo. La RAE lo recoge con esta definición: «infringir o quebrantar una ley, un tratado, un precepto, una promesa». Es verdad que, en su segunda acepción, se concreta en esto: «Tener acceso carnal con alguien en contra de su voluntad…». De nuevo (parece que con buen criterio) mantiene como significado básico el general de causar violencia infringiendo cualquier ley.

Los componentes de una lengua, las palabras, evolucionan constantemente, tanto en la forma como en el significado. Nosotros no hacemos otra cosa que hablar latín evolucionado. Las causas son muy numerosas, como son numerosos los elementos que se cruzan en la vida de cualquiera. En la evolución de los significados, es el campo de las connotaciones (esos añadidos emocionales según el contexto) el que más se ve expuesto a los cambios. Y en ellos meten baza y se llevan el gato al agua los elementos, particulares y sociales, que más fuerza poseen. Sin necesidad de concretar, es muy sencillo reconocer la importancia de la religión en el significado de muchas de nuestras palabras. Piénsese en los eufemismos…

Pues en estas estamos cuando al señor Ibarra no se le ocurre otra cosa que utilizar la palara «violar» con las connotaciones sexuales, que lo acaparan todo, aplicadas al mundo político. El fin del mundo, el apocalipsis. Pues saben qué les digo, que lo ha calcado; etimológicamente, lo ha calcado. Pero, como no ha sido políticamente correcto, le ha caído la del pulpo. Los mismos que, con toda naturalidad, dicen que alguien «ha violado la ley» se escandalizan por un uso correcto, primitivo y general. Se olvidan interesadamente -peor sería que fuera por ignorancia- de que, en democracia, todo lo que no es ley es violencia.

En el ejemplo que nos ocupa, vamos de lo general a lo particular, podemos decir que hacemos sinécdoque invertida pues aplicamos el todo a una parte. Ya ven, una pirueta literaria más.

Pero, como el mundo vive de apariencias, y las connotaciones le han robado totalmente el terreno a las denotaciones, habrá que intentar adaptarse para seguir viviendo en comunidad. ¿Hasta qué punto esa adaptación? Como siempre, la comunidad es la que construye la lengua, es su dueña, y no está mal que así sea. Sin embargo, no parece que sea pedir demasiado cuando se sugiere que al menos esa comunidad se deje guiar por quienes conocen algo mejor el percal, simplemente porque se dedican a ello.

Con la iglesia hemos topado, y no se trata de la iglesia física del Toboso, aquella que aparece en uno de los capítulos de la inmortal obra de Cervantes, sino de otra, o de otras, que poseen una fuerza capaz de orientar las sensibilidades y las opiniones en un sentido o en otro.

El señor Ibarra ha calcado el uso de «violar». Media sociedad se ha escandalizado. Tenemos una dificultad grave en la comunicación. En estos momentos, violar solo nos lleva a contextos sexuales, eso que parece que ahora lo copa todo. Como si no se pudiera violar ninguna otra ley. Cachis.

En todo caso, señor Ibarra, tenga cuidado con las imágenes, que el mundo no es más que representación, y se le puede quedar mala cara en el espejo gigante de la pasarela pública.

lunes, 2 de octubre de 2023

PERIÓDICOS

 

 PERIÓDICOS

He perdido la cuenta del tiempo que hace que no compro un periódico de papel Tengo una suscripción anual digital a un diario nacional y accedo con facilidad a casi todo lo que me interesa en los formatos digitales abiertos. De hecho, cuando veo a alguna persona con un diario bajo el brazo o sentado en un banco del parque leyéndolo, tiendo a ver el ella a un bicho raro y como de costumbres desfasadas. Así las cosas, no es difícil ejercer de adivino y aventurar la decadencia y tal vez la desaparición de los periódicos de papel.

Yo creo que dos de las variantes que más han empujado al crecimiento de la prensa digital tienen que ver con el hecho de que se pueden renovar varias veces al día y, sobre todo, que, en este formato, todo se abre a la participación de los lectores. Cualquier noticia u opinión se comenta y suscita controversia entre los lectores. De tal manera que más bien parece que estamos casi ante una obra colectiva a la vez que fugaz y casi instantánea. Además, esto retroalimenta a unos y a otros a la hora de seleccionar noticias y de suscitarlas. Como la ventana se abre a todo tipo de vientos, el resultado es una tempestad continua en la que caen tanto rayos como gotas de lluvia, truenos o relámpagos según el perfil de cada interviniente. Tanto en la forma como en los contenidos.

A mí me resulta, por una parte, divertido y, por otra, triste y desconsolador. Es más fácil encontrar forofos entre los opinadores que argumentos sosegados y hasta dubitativos. O se es de la A, o se es de la Z.

Sucede en todos los ámbitos de la vida, pero, si nos queremos divertir o enfadar más, no hay más que introducirnos por un momento en el terreno deportivo o en el político. Repasar las opiniones vertidas acerca de cualquiera de las intervenciones de la presente investidura nos aclarará cualquier duda. Otro tanto sucederá con cualquiera de las últimas noticias de carácter deportivo: último partido del Madrid o el Barça, investigación del caso Negreira… Casi en cualquier asunto interesa más el perjuicio del contrario que el beneficio propio. Y todo ello sin pudor a la hora de expresar las opiniones. Somos como soldados que damos y recibimos soflamas antes de entrar en batalla. Si trasladamos eso a algún medio de ámbito más reducido, no solo no cambia el panorama, sino que las faltas de razones se acentúan. Hace ya bastante tiempo, colaboraba en un medio local con artículos de opinión. Lo dejé de hacer por varias razones, pero sobre todo por los disparates y sinsentidos que aportaban las respuestas de algunos de los cobardes y anónimos opinadores.

Y no es eso, no es eso. La vida se conduce en claroscuros, en vaivenes sin fin, en más y en menos, en un cuarto y mitad de cada kilo, en caídas y levantamientos, en alegrías y ratos de tristeza, en un presente eterno que asume que el pasado es lo que somos y que encuba los vientos del futuro.

Yo tengo mi propio periódico digital en estas páginas, que luego irán al formato del papel. Menos mal que no observo controversias. Tal vez por la insignificancia de lo que digo, acaso porque estas palabras no llegan a casi nadie, o vete a saber por qué. No me importaría que se sumaran otras opiniones, pero, si es para actuar como forofos, mejor es que permanezcan en la abstención.