lunes, 23 de octubre de 2023

HISTORIA SOCIAL/HISTORIA POLÍTICA

HISTORIA SOCIAL/HISTORIA POLÍTICA

No tengo mucho interés en meterme en camisas de once varas. Incluso suelo pedir que la comunidad respete y atienda algo más a los que conocen los entresijos de los diversos asuntos que se nos van presentando en la vida. Lo suelo hacer no por concederles a estos ningún privilegio, sino por lo que supone deducir del mayor tiempo que a cada una de esos campos le han dedicado, por sus profesiones o por su interés.

Es el caso también de la historia y de todo lo que se cuenta acerca de los hechos pasados, pues a ello es a lo que se refieren los asuntos históricos. Incluso me atrevo a decir que también procede para los hechos del presente.

Da la impresión de que lo único que sucede es aquello que hacen público los representantes políticos: sobre ello se vierten opiniones, sobre ello se llenan páginas y espacios de comunicación audiovisual, sobre ello se prolongan sobremesas, sobre ello se discute en los bares y en los parques, sobre ello… Parecería, pues, que la historia no es otra que la historia política, aquella que siembran, cultivan, y recolectan los políticos. Si la reflexión mental se ejercita sobre tiempos más pasados, la certeza se hace aún más fuerte, pues los hechos se van seleccionando y solo van quedando en el imaginario colectivo aquellos acontecimientos que tuvieron una repercusión social mayor, y en ellos siempre habrá un componente político fundamental, cuando no único.

Frente a esta historia política -incluso se puede denominar de partidos políticos-, existe otra historia que se resiste al olvido, pero que tiene muchas menos papeletas para que sea llamada al protagonismo y a la reflexión. Se trata de la historia social, aquella que protagonizan otras instituciones diferentes a las organizaciones políticas: sindicatos, organizaciones empresariales, organizaciones civiles, comunidades religiosas, ONGs, asociaciones de todo tipo…, la gente en general. Eso que llamamos la sociedad civil.

Si esta historia social no se ancla ni busca su hueco en la historia política, corre el riesgo de diluirse y de no ser tenida en cuenta. Es la historia política la que, en buena parte, impone sus condiciones a la historia social y no al contrario.

Aplíquese la consideración a cualquier situación o período de la historia y se verá si se tiene razón o no. Tres ejemplos.

En estos momentos, en la ciudad de Béjar se dilucida un oscuro asunto que afecta al ayuntamiento y al comportamiento de su alcalde. La última decisión será la que tomen los componentes de ese ayuntamiento, es decir, los políticos. ¿Qué parte le corresponde a la sociedad civil? ¿En qué medida se tiene que abstener o participar en expresar sus opiniones al respecto? Parece que no en mucha, a la vista de su falta de respuesta y de su silencio.

En otro nivel. Se trabaja estos días para conseguir un Gobierno. Los actores son los partidos políticos. Y hasta parece lógico que así sea. Pero no sé si los demás elementos que componen la comunidad social tendrían algo que decir o no.

Piénsese en el resumen que solemos hacer de la llamada transición democrática. ¿Se trata solo de una historia política o más bien de una historia social? ¿No es mucho más amplia esta última que la política y mucho más compleja pero clarificadora? ¿Qué función desempeñó la sociedad civil, o sea, la historia social?

Tengo la impresión de que vivimos mucho más una historia política que una historia social, de que la opinión pública no coincide siempre con la opinión publicada y de que nuestra historia -la que nos queda en los libros y en los medios- es mucho más un resumen de la historia política que la enorme complejidad de la historia social que va tejiendo toda la comunidad, en forma individual o en grupos. Esta simplificación tiene muchos padres: medios de comunicación, intereses políticos, tiempos limitados, ritmo de vida, intereses económicos… Pero todos contribuyen a la pobreza de las explicaciones y a alejarnos un poco más de la conciencia personal y a la toma de posturas de cada individuo.

Una sociedad política y democrática se antoja imprescindible; una sociedad civil fuerte resulta absolutamente necesaria, como si de los primeros auxilios se tratara.  

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