He perdido la cuenta del tiempo que hace que no compro un periódico
de papel Tengo una suscripción anual digital a un diario nacional y accedo con
facilidad a casi todo lo que me interesa en los formatos digitales abiertos. De
hecho, cuando veo a alguna persona con un diario bajo el brazo o sentado en un
banco del parque leyéndolo, tiendo a ver el ella a un bicho raro y como de
costumbres desfasadas. Así las cosas, no es difícil ejercer de adivino y aventurar
la decadencia y tal vez la desaparición de los periódicos de papel.
Yo creo que dos de las variantes que más han empujado al
crecimiento de la prensa digital tienen que ver con el hecho de que se pueden
renovar varias veces al día y, sobre todo, que, en este formato, todo se abre a
la participación de los lectores. Cualquier noticia u opinión se comenta y
suscita controversia entre los lectores. De tal manera que más bien parece que
estamos casi ante una obra colectiva a la vez que fugaz y casi instantánea.
Además, esto retroalimenta a unos y a otros a la hora de seleccionar noticias y
de suscitarlas. Como la ventana se abre a todo tipo de vientos, el resultado es
una tempestad continua en la que caen tanto rayos como gotas de lluvia, truenos
o relámpagos según el perfil de cada interviniente. Tanto en la forma como en
los contenidos.
A mí me resulta, por una parte, divertido y, por otra, triste y
desconsolador. Es más fácil encontrar forofos entre los opinadores que argumentos
sosegados y hasta dubitativos. O se es de la A, o se es de la Z.
Sucede en todos los ámbitos de la vida, pero, si nos queremos
divertir o enfadar más, no hay más que introducirnos por un momento en el
terreno deportivo o en el político. Repasar las opiniones vertidas acerca de
cualquiera de las intervenciones de la presente investidura nos aclarará
cualquier duda. Otro tanto sucederá con cualquiera de las últimas noticias de
carácter deportivo: último partido del Madrid o el Barça, investigación del
caso Negreira… Casi en cualquier asunto interesa más el perjuicio del contrario
que el beneficio propio. Y todo ello sin pudor a la hora de expresar las
opiniones. Somos como soldados que damos y recibimos soflamas antes de entrar
en batalla. Si trasladamos eso a algún medio de ámbito más reducido, no solo no
cambia el panorama, sino que las faltas de razones se acentúan. Hace ya
bastante tiempo, colaboraba en un medio local con artículos de opinión. Lo dejé
de hacer por varias razones, pero sobre todo por los disparates y sinsentidos
que aportaban las respuestas de algunos de los cobardes y anónimos opinadores.
Y no es eso, no es eso. La vida se conduce en claroscuros, en
vaivenes sin fin, en más y en menos, en un cuarto y mitad de cada kilo, en
caídas y levantamientos, en alegrías y ratos de tristeza, en un presente eterno que
asume que el pasado es lo que somos y que encuba los vientos del futuro.
Yo tengo mi propio periódico digital en estas páginas, que luego
irán al formato del papel. Menos mal que no observo controversias. Tal vez por
la insignificancia de lo que digo, acaso porque estas palabras no llegan a casi
nadie, o vete a saber por qué. No me importaría que se sumaran otras opiniones,
pero, si es para actuar como forofos, mejor es que permanezcan en la
abstención.
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