jueves, 30 de mayo de 2013

GOLPES BAJOS

GOLPES BAJOS
Ya no alientan las fuerzas ni me empeño
en busca de verdades infinitas:
las páginas del libro están escritas
con tinta diluida en tonos negros

Son mis días rutinas y son tiempo
de un poco de lectura, de visitas
al fondo indefinido donde habitan
la simpleza y el hábito de nuevo.

Se me han ido los ánimos y el cuerpo
me pide lentitud y andar despacio,
tomar el sol, hacer un solitario...

Cómo se va la vida sin consuelo,
cómo se olvida todo y me deslizo
hacia el abismo eterno del olvido.

miércoles, 29 de mayo de 2013

NOMBRE Y APELLIDO

El asunto de la globalización ha hecho más realidad que nunca aquello de la aldea global. Hasta tal punto que ya no sabe uno ni siquiera de dónde es realmente ni a qué sociedad pertenece. Sin embargo, se siguen manteniendo como elementos de identificación personal algunas señales particulares de lo más variopinto, hasta el punto de que la vida entera queda reducida a uno solo signo, que parece perseguir al individuo como perro de presa. Sucede sobre todo en las comunidades más reducidas y en ambientes populares.
Tengo un amigo que resulta ser siempre para mí un diccionario especial. Cuando no conozco a alguien en esta ciudad estrecha en la que vivo, es él siempre el que me da noticias personales y familiares que lo identifican. No se le escapa ni uno, y eso que esta ciudad es lo suficientemente grande como para no conocer a todo el mundo de verdad, y lo suficientemente pequeña como para que cualquier individuo te suene de algo. Y no lo paso bien con frecuencia pues me suelo quedar en ese intermedio gris que no complace ni a unos ni a otros.
Hay un campo en el que este fenómeno me llama la atención un poco más. Se trata del ámbito deportivo, especialmente el futbolístico. Ya va terminando la liga y con ella se irá por unos días el sonsonete de los jugadores de los equipos. Pero durante toda la temporada hemos estado oyendo los milagros y miserias de La pulga, El pelusa, El fideo, El tigre, El pirata, El mago, El pipita, El cholo, El cebolla, El tiburón, El mono, y toda una retahíla de apodos cada cual más sonoro y sabroso.
Y eso que ya hemos dejado atrás a Tarzán, Matador, La brujita, El piojo, El toro, El lobo, El pato, El buitre, Ratón, Ratoncito, o, ya en el recuerdo, a La araña negra, o La galerna del Cantábrico.
Aquí hay una reflexión lingüística y sociológica interesantísima. Pero es larga y no cabe en esta ventana.
A mí me deja descolocado todo lo que tiene que ver con los futbolistas sudamericanos y la degradación que se observa en sus apodos. Sin embargo, su adaptación al deporte en España resulta casi inmediata y a ningún comentarista deportivo se le caen los anillos por olvidarse del nombre de pila y dar carta de naturaleza a los motes desde el primer día. Como si estuviéramos en una pandilla de amigos en una noche de calimocho y ginebra barata. Tampoco el ambiente da para mucho más: panem et circenses.
Menos mal que, por unos días, se apagarán esas voces. Su lugar lo ocuparán otras, según la fuerza y el movimiento en el mundo de los fichajes. Y nosotros seguiremos agrandando la granja con ese grupo de animales tan especiales. Si les diera por dignificar a esos jugadores a los que tanto alaban, les propongo imitaciones de textos literarios. Por ejemplo del Quijote. Claro, para ello hay que empezar por leerlo.

martes, 28 de mayo de 2013

R,I,P. EL ADELANTO

Aunque sea con retraso, he de anotar aquí el disgusto por la noticia de la desaparición de uno de los dos periódicos que se editaban en la ciudad de Salamanca. El Adelanto. Creo que han sido casi ciento treinta años apurando rotativas y metiendo prisas para que cada mañana estuviera en la calle, para que los salmantinos de la ciudad y de la provincia se acercaran a conocer qué pasaba por esos mundos de Dios y para tener un sostén al que acudir en sus conversaciones diarias, esas en las que cada uno arregla el mundo hasta el día siguiente.
Por supuesto, la historia de Salamanca no se puede entender sin la existencia de este diario. Y ello tanto en el sentido positivo como en el negativo. Porque sus etapas -hasta donde yo sé: solo conozco los últimos decenios- han sido muy desiguales.
He criticado siempre, hasta con dureza, la línea editorial de todos los diarios salmantinos. Me parece que este tipo de prensa siempre ha estado más al servicio de los anunciantes y de los dueños que de la verdad y de la cultura. Creo que casi siempre se han encogido en un esquema tan sencillo para estas tierras como este: toros, asuntos eclesiásticos y militares, fiestas populares y páginas de información (muy escasamente de opinión) de las universidades. Eran -son- más provincianos que provinciales.
Pero, incluso en este esquema tan pobre y encogido –que yo desearía que fuera equivocado- El Adelanto parecía que dejaba respirar un poco más; daba la impresión de que se dejaba ver un poco menos el plumero y mantenía alguna habitación separada y disidente. Muy pocas, pero alguna. No podría decir lo mismo -aunque sea tan poco- del diario que queda a salvo del naufragio: La Gaceta.
Nadie debería escandalizarse tampoco porque un periódico se cierre. En la vida todo nace, crece, se reproduce y muere: es el viejo esquema que se aplica también a los diarios. Es verdad que con lo que muere se van los recuerdos acumulados, lo que ha sido su vida y lo que fueron sus anhelos, lo que representó y lo que se queda en el olvido, “en las montañas del eterno olvido”, según palabras de Ambrosio en Quijote 1,13. También es verdad que, a pesar de todas las aristas y posibles defectos, el cierre de cualquier medio de comunicación siempre supone un silencio más hondo, una orfandad común y de diario, un referente público en el que mirarse para verse feo o guapo, un formador de estilos de vida y de conciencias. Y, entonces, acaso la pérdida sea siempre más notable que la disidencia.
Mi opinión acerca de los medios de comunicación en general es claramente negativa, casi sin reservas. No de todos, por supuesto, pero de casi todos. Parece que apunta en los digitales un formato llamado tanto a la dispersión (como elemento negativo) como a la espontaneidad y libertad (como elemento enormemente positivo). El tiempo dirá. Lo de Salamanca en medios escritos no ha hecho más que elevar a la enésima potencia mi impresión negativa acerca de los medios.
No resulta sencillo imaginar un cambio de rumbo en los de gran tirada. El esquema se vuelve elemental: los accionistas son los que son y la línea editorial la marca el dinero. Lo demás son pequeñas batallitas que a veces se ganan en guerra de guerrillas, y nada más. En este país yo creo que incluso económicamente se equivocan pues existe, a pesar de toda su propaganda, una capa social con criterios políticos de izquierda y se empeñan en no aprovecharlo. Luego se quejan de que algún medio que simplemente coquetea con la izquierda sea el que más vende. Le dejan el mercado libre y luego se lamentan. Imbéciles ellos.
Me asusta pensar que ahora en Salamanca solo queda una cabecera escrita, la de La Gaceta. Y me asusta porque lo que pienso en general, lo aumento y lo multiplico en la opinión que de este periódico tengo. Jamás he visto tanto odio, tanta inquina, tanta mentira y hasta tanta estulticia hacia todo lo que pueda oler a izquierda en la provincia. Lo cierto para ellos es que se mantienen y la inercia social les sigue y asiente a casi todo.
En lo personal, hace años que no compro ninguno de estos periódicos provinciales -ni casi los nacionales: me conformo con los digitales- y apenas me afecta. Tal vez hasta me libere de algún enfado más al no leer sus páginas.
Colaboré como columnista en El Adelanto. Ya lo he recordado aquí alguna vez. Me echaron en condiciones preelectorales para no desentonar. Eso poca importancia tiene para los demás. Y para mí mismo. Otra ventana se abrió: esta. Y aquí seguimos, con el día a día a cuestas, viendo pasar el tiempo, dejando transcurrir los años y mascando la impotencia del que no tiene casi nada claro, pero alumbrando la ilusión del que tiene todo por hacer.

lunes, 27 de mayo de 2013


MITOS
Casi juego monorrimo. Casi
Mito, leyenda, tradición, quimera,
todo al fin ilusión, vana experiencia,
ansias de conseguir lo que la ciencia
no alcanza en el nivel de la conciencia.

Tántalo  con su sed inagotable,
Sísifo con su piedra insoportable,
las Danaides y su agua inacabable,
Ticio calmando al buitre insaciable.

Todos rondando el punto de fusión
abrasados y muertos de calor
con la miel en los labios y el dolor.

Y yo viviendo siempre en agonía,
en este eterno gris de cada día
y en este sinsentido de la vida.

domingo, 26 de mayo de 2013

"LOS 400 GOLPES " O MÁS

¿Qué otra cosa puede hacer el ser humano si no es pensar y gritar fuerte cuando su recorrido vital está impedido y constreñido por los hechos que quiere o que no desea, según los casos? Tiene la obligación de hacerlo incluso si la vida le regala y le concede espacios y tiempos libres, despreocupaciones y bienestar relativo, capacidad intelectual y voluntad para enfrentarse a los hechos, que, de esa manera, se han de volver más enjundiosos, más gozosos o más dolorosos, más hondos o más a ras de piel.
Luis Felipe Comendador nos ha vuelto a dar otra muestra de que sigue vivo, de que la vida, para bien o para mal, le sigue golpeando, le sigue doliendo, le sigue gritando y le sigue agitando, le sigue sorprendiendo y le sigue venciendo. Y lo ha hecho en otro libro de poemas titulado “Los 400 golpes”, editado en su propia imprenta pero bajo el patrocinio de la Asociación Cultural “El Zurguén” de Morille.
Recorrer sus páginas no es otra cosa que contemplar la sucesión de golpes que el discurrir diario puede dar en la espalda del poeta y, por analogía, en la de cualquier mortal lector, que el poeta ha de ser un perfecto fingidor. Porque mezcla escenas e imágenes de tono y corte particular y tal vez personal con otras que adquieren valor de consideración universal, estas últimas tal vez las menos llamativas a primera vista pero las más duraderas y permanentes.
¿Tantos y tantos son los golpes que da la vida? Son muchos cuatrocientos. Pues acaso esos y muchos más pues cada día es un mar cargado de olas que llegan a la orilla de cada uno de nosotros. Y no todas lo hacen con la suavidad de la espuma en la arena y el cosquilleo agradable de los pies; las hay que arrastran mar adentro los despojos y las hay que chocan de frente contra los acantilados o dejan la orilla de los paseos con olor desagradable. Es la vida, sin más, pero sin menos. Por eso, de vez en cuando, uno se para en jarras y se concede unos ratos de balance, de mirada de álbum, de recuento de escenas. Y le sale una cuenta no del todo exquisita. Y duda. Y acaso se abandona. O tal vez se da cuenta de que al menos si piensa es que está vivo. Y decide que otra vez merece la pena seguir dándole al remo de la vida: “Pues claro que interesa, / ¿a qué si no esta huida de lo inhóspito?”.
Y empieza la contemplación y el pálpito personal de las cosas y de uno mismo: “Y está mi sombra, / también está mi sombra / para animarme al paso con su peso invisible…” Y enseguida: “!Calla!... / escucha cómo gira la Tierra, / cómo cruje y golpea con su lenta fatiga… / escucha cómo tiembla / con cada puja nueva de los amantes ciegos / que yacen escondidos, / escucha las raíces de cada árbol / penetrándola, / escucha el arrastrase del áspid persiguiendo a su hembra… (…) Y entonces “existirás sin esta inercia absurda / que es gasto y es destiempo… / querrás ir a la muerte perfumado, / tan hecho como un paso, / que sucede a otro paso, / con el cuerpo arañado de ser, / con tu sombra habitada por la luz que la crea”.
Aquí está ya de nuevo la conciencia, la voluntad de ser, el pálpito y la sangre, esa necesidad inexplicable de serse y de gastarse en la consciencia.
El ser es ante todo y sobre todo cuerpo en sí mismo y en extensión. Cada uno es él y los otros, su extensión personal y el grupo de los círculos concéntricos que va irradiando hacia el exterior o que le absorben desde fuera: “quizás tan solo sé que orbito como el viejo planeta / alrededor de un sol que no conozco”. Y, lejos ya los dioses y todos sus frecuentes sucedáneos, el poeta aspira a ser consciencia verdadera de sí mismo, cálculo exacto de su ser y su vida, medida sin tapujos de lo poco que el ser vale y transporta: “pero yo quiero caer de golpe, / sin engaños, / sin esa danza absurda de las hojas de otoño / que al fin van a ser humus / y a hacer suelo preciso donde albergar semillas y preñarlas”.
Son el espacio y el tiempo las variables que siempre terminan por conformarnos y por explicarnos. Y el tiempo y el espacio se concretan en tres elementos inseparables: la tierra como elemento físico, el ser humano individual y el resto de los seres como red de relaciones. En torno de los tres se desgranan las contemplaciones, las consideraciones y los depósitos poéticos finales. No hay más ni menos. Estas son nuestras ataduras, estos son nuestros límites, estas son las reglas del juego de la vida. Y en esas variables se va el poemario, por supuesto.
Tal vez en este caso el poeta ha dedicado algún esfuerzo más en reflexionar acerca del elemento tierra -esa cosa telúrica que nos abarca, que nos diluye y que nos deja siempre un poco en el misterio de lo inasible- que en otras de sus obras. Yo lo celebro, porque me parece que esta dimensión está en el primer orden, es más duradera y explica algo mejor todo lo que sucede después con la persona y con las personas: “por eso estoy sobre ti (tierra) constantemente, / telúrico animal casi sin sombra / que a veces se arrodilla para escuchar tu ser voluptuoso…”
 Sobre esa dimensión telúrica y siempre misteriosa, se sitúa la persona y se sitúa el poeta, que, sea cual sea la andadura vital, camina irremediablemente hacia la muerte. Ahí anda el juego de la vida, en saber caminar con el menor dolor y con el mayor grado de gozo. Este es el arte de saber vivir. Y de saber morir: “pero que no me duela morir, / porque no merece la pena que me vaya de aquí / con un recuerdo amargo” (… ) “que no sienta dejaros / todo sea rimar la madera de pino con mi cuerpo / o rimar estos ojos con el negro total de algún abismo…”
El resto de las páginas, las imágenes todas son ya cuestión de parte y acaso sean los ojos del lector particular los que mejor reparen en aquellos pasajes que más le traigan cuenta.
Dejaré, sin embargo, un puñado de imágenes que a mí más me seducen y que dan indicio de por dónde van los poemas, poemas que se inscriben en el esquema que se ha apuntado hasta aquí.
“esto y esto y esto… / eso es la vida y solo eso”. Pg. 23.
“soy… ese ser inconexo que vive en el transporte de su cuerpo”. Pg. 25.
“Y la gente tenía el color de las veredas / mientras los pocos árboles del sitio / marchaban a acostarse ya cansados”. Pg. 27.
“Mis días son de calles / en las que los colores se cansan por las noches, / de hombres arrojados a la quietud diaria de un estatismo absurdo, / de pan por la mañana y gestos de cansancio por la tarde”. Pg. 29.
“carne que toma asiento y sorbe un café / o se detiene en unas líneas, / carne pasada que se pudre sin más una tarde de otoño / y se amontona en el seco tictac de los relojes, / carne que hizo lo que pudo / y administra las muertes de los significados”. Pg. 33.
“El lugar de la huella no es de nadie, / pues el tiempo macera su venganza tranquila / y deja que la vida consiga ser rumor / y no otra cosa”. Pg. 34.
“Hay señales… que me indican la espiral a lo negro”. Pg. 38.
“Huimos a lo gris… / y fuimos hombres / buscando el acomodo / entre las torres / donde todo termina mutilado: / hombres inadvertidos, / carne dormida, / muertos”. Pgs. 41-42.”y volver al gesto primitivo, / al voluptuoso danzar de lo que acaba, / al nombre primigenio, / a las ruinas donde la huérfana llora desolada, / a lo que cesa con cada pestañeo, / a la tregua de lo indefinido”. Pg. 44.
Y esta consideración final que intenta poner razón a todo el libro: “Escribir para ese intento / de interrumpir el proceso / de la muerte / o para terminar con decencia / un día de todos los demonios / como este”. Pg. 55.
No diré ni palabra de la forma. Para otro día será.
El cómputo final da negativo. Qué le vamos a hacer. Es la vida. Es el pálpito vital que, a pesar de los pesares, merece muy mucho la pena; sobre todo si con ella sabemos hacer un buen molde personal y colectivo para una hogaza de pan blanco y compartido.
Dos consideraciones finales solamente en esta que me ha salido casi reseña académica.
1.- Sugerí en sitio público que no se eliminaran los sonetos finales de este poemario. Hoy no estoy seguro de que diría lo mismo.
2.- ¿En esta ciudad estrecha no se van a enterar nunca de lo que tienen? ¿Nunca se va a premiar la reflexión y el buen gusto? ¿Todo se ha de tirar en lo inmediato y en lo mostrenco y grueso de la vida? ¡Imbéciles!

viernes, 24 de mayo de 2013

FIESTA DE LA PEÑA DE LA CRUZ (y II)

Tras nosotros, una larga fila de romeros va salvando las dificultades que plantea el camino, un camino que se convierte en angosto sendero poco después de dejar Llano Alto y de haber encarado el camino de los Registros. La serenidad y tranquilidad con la que hacemos la ascensión compensan la inclinación y la estrechez de la senda. Andar y andar, rendir tributo al camino con el silencio cuando se empina, seguir andando, y llegar a una cruz muy grande que preside una plazoleta asfaltada en medio del monte.
Es el lugar designado para descansar otro poco, para reponer de verdad fuerzas, para seguir con la conversación y para comparar las fuerzas de cada uno de los caminantes. Allí había preparados bocadillos y bebidas. No sé si el camino es tan exigente como para merecer ya a esa altura recompensa, pero supongo que es costumbre y los abades no quieren desmerecer sino todo lo contrario. Apenas comí un bocado y tomé un trago de vino. El sitio es más de descanso que de contemplación pues la vegetación y los árboles no dejan ver bien todo lo que a sus pies sabemos que se extiende.
Pero vamos, que hay que subir y el destino es la Peña de la Cruz. Enseguida el sendero se abre y se ensancha hasta hacerse una muy amplia pista de tierra que parece ampliada recientemente y que da paso hasta los repetidores. Poco después, la senda tradicional, la pista de tierra de Llano Alto. Las frecuentes lluvias no han estropeado su suelo y ahora los vehículos pueden subir y bajar con comodidad por ella. Los caminantes -los que van conmigo- pasan el rato en recuerdos de pequeñas o grandes hazañas en las sierras, en la imaginación de caminos, de fríos y de calores, en la charla distendida y amistosa. A ambos lados se ofrece el panorama de la sierra y de las llanuras. La vista puede dividirse y complacerse en cualquier dirección.
Llano Alto sigue allí arriba, haciendo parada y descanso tanto a la subida como a la bajada, es parada y fonda para la contemplación y el descanso, es llano y es alto. Allí llegamos tal vez a las once y media o las doce. El tiempo se ha vuelto un poco gris con algunas nubes desparramadas por el cielo y la brisa refresca los cuerpos.
La romería tiene parte religiosa y parte festiva siempre. La religiosa ya se ha cumplido en buena parte por el camino, pero no del todo. Aún quedan una misa en lo alto y la bendición de los campos. A los pies de la cruz y un poco al amparo de las peñas, un par de curas celebran una misa a la que acude un grupo reducido de romeros, algunas autoridades municipales (sigo sin entender el significado en estos actos de jefes de policías y similares) y el abad con su abanderado. Par entonces ya se nota que una cosa es la subida y otra diferente son los demás actos.
Al terminar la misa, los curas se acercaron hasta la cruz para, desde allí, realizar la bendición de los campos en un acto sencillísimo y breve. El abad clavó la bandera en lo alto de la cruz y el Mariquelo, en otra de sus exhibiciones de tan difícil explicación, ascendió hasta el pico de la cruz y, en inverosímil equilibrio, desgranó un par de canciones y un brindis. A mí toda esta parte me pareció bastante pobre, por la brevedad, por la poca gente que cabe en la base de la cruz y, sobre todo, porque la sensación de campos de cultivo en Béjar no es precisamente lo más tradicional. Tal vez por ello siempre oigo hablar de bendecir campos e industrias.
El resto ya es fiesta y es alegría de los romeros, que se extienden por la llanura y el descanso que la sierra concede en el paraje. La gaita del Mariquelo anda de sitio en sitio y caldea los ánimos, un poco encogidos por la temperatura, que se ha vuelto fresca.
A la hora de comer es cuando más noto que la afluencia se ha vuleto escasa. El tiempo, el día laborable, acaso que no acaba de cuajar la fiesta por no estar en un ambiente agrícola, tal vez el desánimo general por la crisis que parece que todo lo invade…
Pero los que se quedan buscan acomodo y, en sana compañía, disponen su ánimo y su estómago para pasar unas horas al abrigo de las viandas, de las bebidas y de la conversación. Yo tuve todas las facilidades en la abundancia de la comida, en el exceso de la bebida y en las palabras y la conversación de mis amigos de la junta directiva del Buen Pastor. Solo el tiempo se empeñó en deslucir un poco lo que tiene que ser siempre y cada año un acto de alegría, de satisfacción y de gracias a la naturaleza por seguirnos acogiendo en su seno y por darnos los frutos que nos mantienen en la vida.
Una brevísima, aunque me parece que fundamental, consideración en medio de la alegría del día. El abad se siente empujado a que la fiesta se celebre con alegría y con empaque. Seguro que pone toda su mejor voluntad. Y mucho esfuerzo y dinero. Se ve en los convites a los romeros y en las invitaciones a comer en el mediodía. A mí me gustaría que esa comida de mediodía se convirtiera en un acto general y popular en el que cada uno aportara su alimento y que esto no supusiera ninguna carga excesiva para nadie y ninguna división en lo que es fiesta genral; y mucho menos que la costumbre y la tradición lo conviertan en ninguna exhibición de nada. Se supone que es una romería, religiosa o pagana, cada cual sabrá cómo quiere verla o vivirla. Bien sé que la historia, el tipo de abades que ha habido y otras circunstancias explican lo que hoy podemos ver, pero todo se puede mejorar y reconducir serenamente. Ahí queda lo que no quiere ni puede ser más que una observación y una sugerencia.
Después…, después viene la comida, llega la bebida, se suelta la lengua, se oscurece el cielo…; y después…, después no se sabe…

jueves, 23 de mayo de 2013

FIESTA DE LA PEÑA DE LA CRUZ (I)

Asistí antesdeayer a la fiesta de la Peña de la Cruz. Es esta una fiesta de primavera que se ajusta a la liturgia católica y que, por ello, mantiene un calendario variable, aunque siempre coincide con la primavera bien adelantada. Su explicación no tiene ningún misterio: de nuevo es la apropiación cristiana (y más específicamente católica) de cualquier fiesta pagana de acción de gracias y de expresión de alegría por el dominio del sol y de la luz, por el imperio de la naturaleza y por el crecimiento de todo aquello que se convertirá en cosecha. Esa luz natural ha sido suplantada por la luz religiosa en la que dice fundamentarse esa iglesia. Es el Pentecostés, la ley y la pascua, eso del espíritu santo… Por eso todas y tantas fiestas en mayo: las cruces, las bendiciones de los campos, los mayos…
En Béjar esta apropiación cristiana tiene depositario específico. Se trata de una cinco veces centenaria cofradía, la Cofradía de la Vera Cruz. Ah, las cofradías, otro asunto largo de contar…Por eso, uno de sus miembros anualmente se encarga de organizar y de dar realce a este día de fiesta primaveral. Coincide, con un solo día de diferencia, con la fiesta en el Castañar de los Paporros, los habitantes de La Garganta, que vienen a festejar a la Virgen del Castañar y a hermanarse con el pueblo de Béjar en el monte. Otro asunto ese de las apariciones virginales en los montes y sus veneraciones, también casi siempre coincidiendo con algún hito pagano anterior, largo para considerar. No había asistido nunca de manera completa a la fiesta de la Peña de la Cruz, aunque sí varias veces parcialmente. Este año decidí embarcarme en la aventura del día, en lo que diera de sí, en dejarme llevar por lo que la tradición mandara y en lo que el grupo solicitara. Un grupo de mis amigos del Buen Pastor me habían invitado y habían eliminado mi posible preocupación por las viandas.
A las nueve de la mañana, la puerta del parque municipal se fue llenando de personas con aire despierto, con ropas adecuadas para el campo y con ánimos dispuestos para subir andando hasta el monte. La mañana salió despejada aunque  con algo de viento fresco que invitaba a no dejar al aire los brazos. Cada cual buscaba su acomodo entre sus amigos o conocidos, esperando que la comitiva se pusiera en marcha. No fue esta muy puntual pues había que esperar la llegada del abad de la cofradía, que partía desde la iglesia de San Juan. Hasta allí había ido en su busca y montado a caballo Ángel Rufino de Aro, el Mariquelo, gaitero y tamborilero que había de alegrar toda la jornada con sus sones y con los bailes de sus tres acompañantes.
Debían de ser las nueve y media cuando se anunció la llegada del abad con su acompañamiento, precedidos por los sones de la gaita y el tamboril. Primero la figura esbelta del Mariquelo a caballo; detrás, el abad y el portador de la bandera; a su lado, Agustín, sacerdote de San Juan, que da la forma religiosa a la celebración; por último, los romeros que partían desde la parroquia.
El grupo que se reunió me pareció numeroso y con buen ánimo. Se notaba en las conversaciones y en la hilera que se iba formando en el momento en el que la comitiva enfilaba la carretera del Castañar. La voz popular señalaba una razón muy sencilla y, desgraciadamente, negativa para explicar la participación que, en aquellos momentos, parecía amplia: “Aunque el día está fresquito, hay tanta gente parada, que es normal que muchos se animen a pasar la mañana o el día en la romería”. Tan sencillo, tan fácil, tan elemental como eso.
Enseguida los romeros dejaron la carretera para ascender por los Rodeos, que son los que están marcados con las cruces de piedra. En cada una de ellas, parada y rezo de un padrenuestro. Al menos por los más próximos al sacerdote, al tamborilero y a la bandera, pues más atrás nada se oía  que tuviera que ver con el rezo religioso. Las conversaciones se diversificaban según los grupos y según los intereses de cada uno. Pero la ascensión se hacía con relativo orden y con calma. Ninguna prisa, todo tranquilidad y sosiego. A medida que la ascensión se iba cumpliendo, la vista se volvía para contemplar los campos y la ciudad, que iban quedando abajo. En los últimos tiempos se ha arreglado bastante el camino de los Rodeos y la subida lo agradece. Todo contribuye a hacer más agradable el camino. Incluso una hermosa fuente que manaba abundante muy cerca del mirador.
El vía crucis termina en el Castañar, en la plaza de los Tilos. Allí se reposa un rato mientras se cogen fuerzas para continuar la ascensión, y los más devotos aprovechan para girar visita al santuario. Nosotros seguimos pronto haciendo camino, después de admirar una hermosa y solídisima mesa que se ha instalado en medio del monte del Castañar y que servirá para el descanso a muchas personas.

miércoles, 22 de mayo de 2013

UNA HISTORIA DIFERENTE (y II)

"Hazme caso; no es hora de criticar. Al menos de esa crítica que solo ve defectos, que pone pegas, que trata de embadurnar, con su impotencia, lo que gentes de buen sentido y mejor deseo hacen en busca del bien común. La crítica noble y sincera; la que tiende a deshacer lo perjudicial o lo inútil; la que busca mejorar la idea del que la alumbró; la sana crítica, es siempre loable.
¿Crees, acaso, que el derrotista, el amargado, el que ve lo de los demás de color negro y solo lo suyo de color de rosas tiene razón? Mal camino has elegido.
En este caso concreto, tu crítica ha de ser constructiva. ¿T cómo? No hablando y haciendo. Haciendo que esas pesetas que gastas a mayores al calor de una discusión vayan a engrosar las cien pesetas que durante diez meses has de entregar para satisfacer las mil del bono que suscribas.
Así, con esa crítica traducida en dinero, podrás tener el orgullo de ver al día de mañana, y con un mínimo esfuerzo, a tu hijo Bachiller y acaso Perito Industrial.
Podrás alegarme que por qué me dirijo a ti, económicamente débil, y no lo hago a aquellos de fortuna regular o buena. También hay para ellos. Aportaciones importantes hay de estas personas. Y si alguna quedara sin acudir a este llamamiento, encasillada en el “Yo no necesito ese Instituto”, que escuchen. Su posición social les convierte en empresarios que tienen bajo su mando a un número de obreros los cuales, muchas veces, por falta de preparación, no aben o no pueden dar el rendimiento que aquellos desearan.
El hombre intelectual y moralmente preparado une al saber el deber. Y si el saber le prepara para hacer bien las cosas, el deber le obliga a hacerlas.
La máquina por sí sola, más que un elemento de producción, es un estorbo costoso. Necesita, para producir, una inteligencia. Si la encargada de manejarla está cultivada técnica y moralmente, de su enjambre de piezas saldrá la obra perfecta que, al competir con las de su clase, será solicitada en el mercado.
Puede un despacho, una oficina, estar rodeada de todos los adelantos modernos. Pero si en sus sillones se sienta un inepto aquello marchará mal. Será lo mismo que si en una jaula de oro encerramos un repugnante pajarraco. Ellos, pues, necesitan tanto o más que los demás, la creación del Instituto, vivero de hombres capacitados quienes, con su saber, devolverán a sus capitales de Empresa, los beneficios obtenidos gracias a su preparación.
En este repaso de personas y entidades, toca el turno ahora a hoteles, fondas, restaurantes y familias que tienen en sus casas huéspedes y que gracias a ellos pueden llevar adelante sus negocios y hogares.
La creación de un Instituto en Béjar supone un aumento de población durante el curso del orden de cuatrocientos o quinientos muchachos que, al precio diario de 50 pesetas, término medio (bajo, ¿verdad?) dan un volumen mensual de veinte o veinticinco mil pesetas de ingresos.
Si a estos ingresos añadimos lo que hagan sus familiares en los obligados desplazamientos para verlos, la cantidad puede llegar a una bonita y no despreciable cifra.
Gracias a estos ingresos, familias que hoy hacen con dificultad frente a la vida podrán llevarla con más desahogo sin tener necesidad, en muchos casos, de ausentarse para buscar en otros lugares lo que pueden encontrar en el suyo.
¿Y queda aquí la lista de beneficiados? No. El comercio en general será, en último extremo, el arca a la que vayan a parar esas pesetas que, gracias a esos muchachos, entraron en el recinto de la ciudad.
Cadena es esta que, partiendo de las aulas del Instituto, va enlazando con sus eslabones a todos los sectores bejaranos, a la vez que cuelga de los mismos las banderas de la cultura y de la moral, que pongan espanto a esa serie de gentes desaprensivas que hoy, desgraciadamente, circulan por nuestras calles.
Tu bono, bejarano, suscrito en muchos casos con el sacrificio de los tuyos, hará posible lo que, si creíste una ilusión, puedas ver pronto hecho una realidad.
Anímate, pues, a hacerlo, para que al día de mañana no te creas zángano que chupas, ingratamente, de la miel que los demás supieron elaborar.
Y cuando pases por esta nuestra Plaza tan bejarana y sientas la algarabía de muchachos que salen de sus clases, podrás levantar orgulloso tu cabeza para decir: “Mi esfuerzo, unido al de otros muchos, hizo posible la alegría de estos muchachos que serán, al mañana, honra de mi pueblo y de España".

UNA HISTORIA DIFERENTE


                                                       
Llevo bastantes horas y días recopilando documentación para lo que tiene que ser una parte fundamental de un libro que verá la luz en el otoño. Se cumple el cincuentenario de la apertura del Instituto Ramón Olleros en Béjar. Allí he gastado mis energías y para mí supone muchísimo esa casa.
La documentación es interesantísima, y espero que lo sea más cuando se vea reunida y ensamblada. Hoy tomo una copia de una de las emisiones radiofónicas que algunas personas realizaron en lo que entonces se llamaba Radio Béjar, animando a la gente a participar en la compra de bonos para la reconstrucción del edificio. Se trata de un maestro conocido en la ciudad que hizo también suya la causa. El texto interesa por venir de alguien del mundo de la educación y por los matices de todo tipo que incorpora, no solo sociales sino culturales, pedagógicos, políticos, económicos…
Este es el texto:
Necesidad y conveniencia de un Instituto en Béjar. Charla radiofónica que el 2 de junio de 1961 dio por Radio Juventud de Béjar don Crisanto Díaz Rey
Bejarano: Radio Béjar me brinda la oportunidad de hacer llegar hasta ti, no la voz del que clama en el desierto, sino la del que está convencido que sabrán escucharlas con ese interés que inspiran las cosas grandes, las cosas que, como en este caso, pueden llevar a tu hogar la transformación radical en un futuro no muy lejano.
El cariño que siento por ti, por tus cosas, por tus hijos, ha hecho que me embarque en esta aventura, para mí costosa, en la que mi conocimiento de la enseñanza y mi amor por la misma viertan en tus oídos palabras de ánimo, si es que temes; de certeza, por si dudas; de ansias de ser más, si creyeras cortados tus horizontes y te conformaras con ser menos.
Te supongo, mientras me escuchas, rodeado de los tuyos y acaso hayas interrumpido con tu esposa, para escucharme, el tema siempre ingrato de ver cómo solucionas los múltiples problemas que la vida te plantea. ¡Cuántas veces ilusionado empezaste a soñar despierto con ese hijo que tienes en la Escuela y le viste colocado en lo que sería tu más caro deseo! ¡Cuántas otras le miraste superior a ti porque hiciste, soñabas, el esfuerzo superior a tu poder por conseguirlo! Y aquellos ojos cerrados para todo lo que no fuera tu sueño, cuando tuvieron que abrirse a la realidad, te hicieron ver a través de sus pupilas la temible realidad, y te asomaron al derrumbamiento del castillo que en sueños levantaste. ¡Si pudiéramos, comentas con tu esposa, dar al chico el Bachillerato! Pero entonces surgen ante ti, como palabras que representan lo inaccesible, los nombres de Plasencia y Salamanca. Sí, ahí, cerca de ti, se encuentran estas dos ciudades que podrían hacer realidad tus sueños; que en unos años te devolverían al hijo con un flamante título de Bachillerato, llave para mayores empresas.
Corto espacio te separa de una y otra si lo cuentas en kilómetros, pero grande, inmenso, casi infinito, si lo reduces a dinero.
Esta distancia que el tren o el coche salva en dos horas, al hablar de moneda se levanta entre ti y esas ciudades como ingente montaña ante la cual tu débil economía es incapaz de abrir el túnel que haga viables tus deseos.
Y entonces surge el ¡ay! hecho dolor. ¡Ay, si lo que tienen Plasencia y Salamanca lo tuviera Béjar.
Pocos metros separan tu casa de ese hermoso edificio, archivo de recuerdos históricos de nuestra ciudad, que llamamos Palacio de los Duques y que hoy, casi en ruinas, parece como si cada piedra, al desplomarse víctima del roer de los tiempos, llevara escrita en su dura materia la palabra ingratitud.
Ahí sus galerías y sus salas parecen esperar la voz de tus sacrificios, para hermosearse y ofrecerte después para los tuyos lo que de otro modo no podrás conseguir.
Hecho Instituto lo convertiste en capital que va a devolverte, año tras año, como interés, cuando tu hijo estudie, el costo de su pensión, los gastos de tus desplazamientos, la economía en su vestir y en su calzar, en su gastar, en su fácil vigilancia, y lo que aún es más, en esa cultura y preparación para la vida que de otra forma no hubieras podido darle.
Y espera, queda aún más. ¡Cuántas veces habrás pensado también, al pasar junto a esa Escuela de Peritos, que tu hijo pudiera pasear por sus galerías libros bajo el brazo! ¡Acaso te lo hayas imaginado con su flamante título de Perito, solicitado, ¿por qué no?, por la misma empresa en la que tú trabajas!
Pues mira: La puerta de ese noble Centro se abre con una llave que se llama Título de Bachiller.
Ahí tienes cómo Béjar puede darte lo que nunca podrás arrancar de Plasencia o Salamanca. Y no porque estas ciudades no cuenten con medios para ello, sino porque es a ti a quien te faltan los necesarios para enviar allí a tus hijos.
Has hablado en casa con calor de la idea; la has discutido en la fábrica, en el bar, en el Casino con tus compañeros y amigos; has criticado, acaso, la forma de llevar a la realidad ese hermoso proyecto que, con solo su iniciación, es digno de hacer figurar a quienes lo alumbraron en los anales de esta noble y heroica ciudad.

domingo, 19 de mayo de 2013

COMPLEMENTOS CIRCUNSTANCIALES

COMPLEMENTOS CIRCUNSTANCIALES DE TIEMPO
Cuando los labios saben a madrugada
y las farolas señalan
la luz entre los cuerpos desatados,
que deambulan al aire de la noche
con la única verdad que los sostiene;
cuando el olor más denso de jazmines
embriaga las esquinas y las calles
soñando con deseos y pasiones
y se aproximan solas, sin demora,
las señales lejanas
de las claras del día, que sugieren
la flor de nueva aurora;
cuando los cielos, ávidos, contemplan
la deslumbrante luz de la ceguera,
y en el rocío se adensan
las lágrimas de sal de la amargura;
cuando apenas los restos de la vida
se arrullan a la espera del silencio
detrás de las ventanas;
cuando los gatos duermen
más allá del perfil de los tejados;
cuando parece que ya todo es máscara
del reino del pasado.

Es la hora de los mapas de tu cuerpo,
el momento de todos los momentos,
la partida esperada de los juegos de manos,
el instante en que muere la memoria
y nace el caos del fuego y de la hoguera,
el desnudo feliz de la penumbra,
la lluvia del deseo que cae a cántaros,
hasta anegar los cuerpos en olvido

viernes, 17 de mayo de 2013

COLORES GRISES PARA PINTAR OTRO CUADRO


Seguramente sea verdad esa socorrida frase de que no hay nada totalmente blanco ni totalmente negro; posiblemente nos movemos siempre en una gama amplia de grises que nos dan un buen puñado de posibilidades de concretar el cuadro en cada instante. Por eso las opiniones diversas, las ideologías diferentes y las imprecisiones constantes. Pero es que da muchas veces la impresión de que esos grises nos sirven de falsa excusa también para justificar los colores absolutos, las opiniones sin excepciones y cualquier postura que venga bien a nuestras intenciones. Eso da lugar a la libertad de expresión, a la diversidad de opiniones, y a que casi nunca se concluya en nada, pues hemos de ser nosotros los que decidamos individualmente lo mejor y lo peor. Si supiéramos concluir con criterio, con razonamiento, con serenidad, sin dejarnos llevar por las opiniones publicadas -que no siempre coinciden felizmente con las públicas-  que tanto  y tan atosigantemente nos invaden, estaríamos ante una comunidad más sabia y más próspera pues su capital humano, que es el principal activo de cada comunidad,  habría crecido en riqueza y en libertad.
Casi cualquier hecho de los que se producen a diario se presta a echarle una mirada poliédrica y sosegada, y en cualquier hecho encontraremos variantes que apuntan en sentidos divergentes. Todo esto queda anulado cuando lo que se observa es la falta de voluntad o la estrechez mental, la falta de mirada alta o la escala de valores en la que el ser humano cuenta menos que las cuentas.  Dos ejemplos.
1.- La Comunidad de Madrid acaba de jubilar de un día para otro a un nutrido grupo de médicos especialistas. Supongo que algunos de los jóvenes médicos se sentirán algo aliviados al ver que alguna rendija libre les va quedando en la que meter sus manos sanitarias. Los representantes políticos aducirán como tapadera la rebaja de costes en salarios para justificar estos despidos y la necesidad de dar paso a nuevos empleados. El resto de la población -yo también- acaso lo que vea sea una falta de visión temeraria en los representantes políticos y un desperdicio insoportable de experiencia acumulada en estos médicos, una riqueza colectiva a la que no podemos renunciar. Desde este modelo social y económico en el que nos movemos, ya tenemos asunto para la discusión, para encarar diversas posibilidades y para defender distintas posturas.
2.- Me entero de que Maruja Torres se marcha de El País. Parece que la obligaban a cambiarse de su sección de opinión y ella ha decidido marcharse del todo. Otra vez la visión poliédrica. ¿El periodista tiene que estar, genéricamente, en el esquema de ideas y de negocio del periódico? ¿Si se marcha una persona, no queda sitio para otra firma nueva? Hay muchas y muy buenas. ¿Dónde hay que poner la línea roja de la libertad de cada persona y de la línea general de la empresa? ¿Es esta una claudicación del periódico ante exigencias del accionariado? ¿Se equivoca el periódico? ¿Se equivoca la periodista?
De nuevo vuelvo a afirmar que, desde el modelo social en el que nos movemos, hay muchas posiciones que se pueden defender con serenidad. Y con egoísmo artero. Yo he utilizado muchísimos artículos de Maruja Torres como modelo para comentario de texto con mis alumnos. Me parecía y me parece una periodista culta, de pluma ágil y afilada, sin pelos en la lengua, siempre punzando la herida de la actualidad. Siento mucho su marcha de este periódico y sospecho que hay mitad de censura por parte del periódico y mitad de rechazo por parte de la periodista. Se lo puede permitir y yo aplaudo este desplante ante el poder de todo un imperio como es el del periódico. Y siento también que se haya producido en este periódico, que ha sido para mí uno de los pocos faros de altura periodística de este país durante las últimas décadas. Ahora mismo, aunque me parece que anda muy por encima de todos los demás, no me atrevería a defenderlo con la misma convicción.
Son dos ejemplos, entre tantos, que nos enseñan que la vida es plural, que las cosas son y dejan de ser alguna vez, que, aun con buena voluntad, nada hay absoluto, y que todo gira y va dejando un inevitable rastro agridulce por el camino. Lo malo es cuando se adivina y hasta se ve que ese rastro es bilioso por culpa de la falta de voluntad y por someter todo al estado de cuentas inmediato. Entonces todo vale para el convento y el fin justifica cualquier medio.
 Es el sistema, coño, es el sistema, don usted. No le dé más vueltas y piense en otro, que este hace aguas por todas partes.