miércoles, 22 de mayo de 2013

UNA HISTORIA DIFERENTE (y II)

"Hazme caso; no es hora de criticar. Al menos de esa crítica que solo ve defectos, que pone pegas, que trata de embadurnar, con su impotencia, lo que gentes de buen sentido y mejor deseo hacen en busca del bien común. La crítica noble y sincera; la que tiende a deshacer lo perjudicial o lo inútil; la que busca mejorar la idea del que la alumbró; la sana crítica, es siempre loable.
¿Crees, acaso, que el derrotista, el amargado, el que ve lo de los demás de color negro y solo lo suyo de color de rosas tiene razón? Mal camino has elegido.
En este caso concreto, tu crítica ha de ser constructiva. ¿T cómo? No hablando y haciendo. Haciendo que esas pesetas que gastas a mayores al calor de una discusión vayan a engrosar las cien pesetas que durante diez meses has de entregar para satisfacer las mil del bono que suscribas.
Así, con esa crítica traducida en dinero, podrás tener el orgullo de ver al día de mañana, y con un mínimo esfuerzo, a tu hijo Bachiller y acaso Perito Industrial.
Podrás alegarme que por qué me dirijo a ti, económicamente débil, y no lo hago a aquellos de fortuna regular o buena. También hay para ellos. Aportaciones importantes hay de estas personas. Y si alguna quedara sin acudir a este llamamiento, encasillada en el “Yo no necesito ese Instituto”, que escuchen. Su posición social les convierte en empresarios que tienen bajo su mando a un número de obreros los cuales, muchas veces, por falta de preparación, no aben o no pueden dar el rendimiento que aquellos desearan.
El hombre intelectual y moralmente preparado une al saber el deber. Y si el saber le prepara para hacer bien las cosas, el deber le obliga a hacerlas.
La máquina por sí sola, más que un elemento de producción, es un estorbo costoso. Necesita, para producir, una inteligencia. Si la encargada de manejarla está cultivada técnica y moralmente, de su enjambre de piezas saldrá la obra perfecta que, al competir con las de su clase, será solicitada en el mercado.
Puede un despacho, una oficina, estar rodeada de todos los adelantos modernos. Pero si en sus sillones se sienta un inepto aquello marchará mal. Será lo mismo que si en una jaula de oro encerramos un repugnante pajarraco. Ellos, pues, necesitan tanto o más que los demás, la creación del Instituto, vivero de hombres capacitados quienes, con su saber, devolverán a sus capitales de Empresa, los beneficios obtenidos gracias a su preparación.
En este repaso de personas y entidades, toca el turno ahora a hoteles, fondas, restaurantes y familias que tienen en sus casas huéspedes y que gracias a ellos pueden llevar adelante sus negocios y hogares.
La creación de un Instituto en Béjar supone un aumento de población durante el curso del orden de cuatrocientos o quinientos muchachos que, al precio diario de 50 pesetas, término medio (bajo, ¿verdad?) dan un volumen mensual de veinte o veinticinco mil pesetas de ingresos.
Si a estos ingresos añadimos lo que hagan sus familiares en los obligados desplazamientos para verlos, la cantidad puede llegar a una bonita y no despreciable cifra.
Gracias a estos ingresos, familias que hoy hacen con dificultad frente a la vida podrán llevarla con más desahogo sin tener necesidad, en muchos casos, de ausentarse para buscar en otros lugares lo que pueden encontrar en el suyo.
¿Y queda aquí la lista de beneficiados? No. El comercio en general será, en último extremo, el arca a la que vayan a parar esas pesetas que, gracias a esos muchachos, entraron en el recinto de la ciudad.
Cadena es esta que, partiendo de las aulas del Instituto, va enlazando con sus eslabones a todos los sectores bejaranos, a la vez que cuelga de los mismos las banderas de la cultura y de la moral, que pongan espanto a esa serie de gentes desaprensivas que hoy, desgraciadamente, circulan por nuestras calles.
Tu bono, bejarano, suscrito en muchos casos con el sacrificio de los tuyos, hará posible lo que, si creíste una ilusión, puedas ver pronto hecho una realidad.
Anímate, pues, a hacerlo, para que al día de mañana no te creas zángano que chupas, ingratamente, de la miel que los demás supieron elaborar.
Y cuando pases por esta nuestra Plaza tan bejarana y sientas la algarabía de muchachos que salen de sus clases, podrás levantar orgulloso tu cabeza para decir: “Mi esfuerzo, unido al de otros muchos, hizo posible la alegría de estos muchachos que serán, al mañana, honra de mi pueblo y de España".

No hay comentarios: