sábado, 30 de enero de 2016

RUMOR DE PRIMAVERA BÉJAR-LA CALZADA-BÉJAR


No sé si la belleza está en mi mente, o en la realidad externa. Tampoco sé hasta qué punto la realidad es la que observo a través de mis sentidos o es otra diferente y esencial, distinta de mi capacidad de captación. Algunos esquemas indiciarios he ido desperdigando en esta ventana acerca de este asunto; hasta el punto de que creo que se puede rastrear un camino más o menos trabado en mis escritos reflexivos, aunque esquemáticos, de este Diario Menor.
Tal vez eso me lleva a la repetición de elementos y de descripciones. Qué le vamos a hacer. Ya se sabe que la realidad física que me rodea es considerada por mí como un espacio lujurioso y bendecido por una mano extraña y generosa. No sucede lo mismo con otras realidades como las humanas.
Hoy volví a llenarme de paisaje en otro de mis paseos sabatinos por los alrededores de Béjar.
Nueve de la mañana. Cielo despejado y azul. Calles semivacías. Apenas ruidos de vehículos. La soledad sonora del silencio. Ausencia de viento. Temperatura baja, algo más baja que otras mañanas. Manolo Casadiego ya me aguarda cargado de buen humor y de viandas.
Atravesamos la esquina de la Corredera para dejarnos engullir por la calle Colón, semidormida a estas horas. Después, la calle Olivillas, en descenso hacia el puente de la vía de ferrocarril. Al fondo del descenso, el milagro inesperado: los cuatro almendros que sobreviven colgados en la ladera que se desploma desde la calle Colón están llenos de fiesta: han florecido. ¡Y aún estamos en enero! Mi vigilancia este año se ha tornado en descuido. Ellos son siempre mi referencia primera como indicio y señal del cambio de tiempo, sé muy bien que florecen pronto, amparados al abrigo de las peñas y mirando al sol y a la montaña. Este año me he perdido el milagro de asistir a su parto. Cachis. Nos saludan en plenitud de flores y de colores rosados y blancos. Yo me alegro y refresco en mi memoria otros días y otros años, otras personas y otros hechos ya lejanos tal vez en el tiempo pero no en mi recuerdo.
En cuanto el valle se abre, valle de las Huertas abajo, se repite el milagro del almendro florido al lado de la desnudez de los demás árboles, que siguen ateridos y cubiertos de la fina gasa blanca que les ha dejado la noche encima. Estos días el rey es el almendro, en espera de la compañía de las mimosas y de los brotes de las demás plantas.
Nuestra conversación apenas se ve acompañada del canto matinal de algunos pájaros, que tal vez también barruntan la proximidad del buen tiempo. Cuando pasamos por la Fuente Honda, recuerdo al filósofo bejarano, al filósofo de los huertos, a Nicomedes Martín Mateos, y lo imagino al lado de su fuente, en pleno amanecer, mirando a su ciudad, a las montañas y al cielo, tratando de sacarles las verdades de sus entrañas.
Ahora las huertas están sin ser tratadas en ninguna de las actividades necesarias para que den sus frutos. Es invierno, es enero. Aún se ve un huerto con hermosas berzas, cargadas en sus centros con densos cogollos; ellas resisten mejor que ningún otro alimento los rigores invernales.
El rumor del río nos anticipa su presencia, y su cauce, y sus hendiduras, y sus canales. Cuando lo atravesamos por sus dos puentes contiguos, ya anda agotado en sus trabajos fabriles y ahora mucho más en los de producción de electricidad. Enseguida, el remanso y el rejuvenecimiento en su depuración. Este río Cuerpo de Hombre no para de trabajar hasta que se hunde en el horizonte de Montemayor. Hoy baja cristalino y fresco, mirando hacia los árboles, que lo escoltan como soldados desnudos y en espera de verse también cubiertos de hojas y de frutos. ¿Qué se dirán los árboles y el agua en esta soledad eterna del cauce y del silencio? Porque el agua se va mientras que el árbol se queda clavado y suplicante, tal vez preguntándole al agua por el lugar `para el que ha sacado billete de ida y vuelta. El agua canta siempre; los árboles la miran y se callan. O rumian su soledad: quién lo puede saber.
Pero hay alguna sorpresa más en el camino. El sendero de la Umbría acompaña al río en su margen izquierda y ya le ha dado muestras de alguna primavera. Durante un buen trecho, un campo entero de narcisos se ha alzado en flor y se enseña al agua como en señal de fiesta y de color. ¡Narcisos en enero! ¡Y en la parte umbría! Nos paramos a mirarlos y a contemplarlos. Y a agradecer a la naturaleza su regalo. Entretanto, seguimos en descenso sin separarnos del río y entre robles revestidos de líquenes. Tranco del Diablo; Regato Hontoria, que nos mira desde la otra parte, y Molinos de Pichón.
En cuanto atravesamos de nuevo el río por un pobre puentecillo, los prados se hacen dueños de la ladera sur. Atravesamos uno amplio y verde. Un buen número de vacas y terneros son sus habitantes naturales; y un par de perros, que no paran de ladrar, sus guardianes fieles. Uno de ellos no nos deja tranquilos hasta que cerramos la última cancela. Eso sí que es un guardián celoso y cumplidor. La inseminación artificial parece marcar un tiempo común para que nazcan todos los animales, finos ternerillos tomando el sol de la mañana junto a sus madres en el verde prado.
Hemos de subir hasta el pueblo de La Calzada. Lo hacemos, por supuesto, por la descuidada ruta milenaria del mismo nombre, imaginando soldados, carros, viandas, guerras antiguas,  y peregrinos del Camino de Santiago, esos que siguen dando vida a esta senda durante todo el año. Sin prisas pero sin pausas, contemplando los caminos, pegando la hebra sobre diversos asuntos, sentándonos incluso un momento en una enorme piedra desde la que se ofrece una hermosa vista y cumpliendo también con el silencio que exige una buena cuesta a los caminantes.
El pueblo de La Calzada nos aguarda con su silencio, con sus casas rurales (¿cuántas?), con su campanario y con su ayuntamiento. Apoyados en la fachada suroeste del mismo, hay unos bancos de hierro que nos invitan a reponer fuerzas. A ello vamos. En esto también nosotros somos generosos. Mientras descansamos, damos besos a los vasos y hacemos trabajar a nuestras mandíbulas, el sol se recrea en el cielo y algún vecino pasa por la plaza camino de vete a saber de dónde. Hasta el panadero tiene que tocar una bocina de niños para indicar que viene a repartir el pan de cada día. Apenas dos vecinas se llevan unas barras. Lo demás es prácticamente silencio y calma, serenidad y sosiego. El silencio solo es roto por el tañido repentino de alguna campana que da la hora a todo el pueblo. Uno piensa que debe de dar la hora más a las casas y a los animales que a las personas, pues estas son pocas y deben de andar perdidas u olvidadas. En esa improvisada mesa de pan bien abastada, pasamos un rato largo.
La vuelta nos espera por la llamada Cañada Real, ese estrecho camino que ha comunicado durante siglos el pueblo de La Calzada con Béjar, ese sendero por el que han ido y venido gentes de todo tipo, animales de toda clase y productos de toda especie; un camino más humano que físico y un cuadro natural móvil con figuras de toda traza.
Ahora es zona más alta y despejada. El sol aquí es más dueño del paisaje. Los prados lo ocupan todo y en ellos los animales pasan el tiempo mirando al suelo y dormitando. En algún lugar vuelven a aparecer los almendros florecidos y los regatos que marcan las sendas naturales del agua del invierno. La montaña se alza allá en el frente. La suavidad del invierno la ha dejado con la cara más sucia y menos blanca. Aún le queda tiempo de llenarse de nieve, pero ya no se sabe si tendrá ganas de ello.
Cuando, ya en el caso urbano, ascendemos por la llamada Cuesta de los Perros, el río nos despide en sus rumores y una serie infinita de latas y botes de bebidas abandonados en el margen de la carretera nos recuerda la desidia, la negligencia, la incuria y la falta de educación cívica de algunos de nuestros convecinos. Esto también es la España real.

Nosotros no nos merecemos esto. ¿A que no, Manolo?

viernes, 29 de enero de 2016

Mª ADELA Y LA VOZ MEDIA


Ayer acudí a Salamanca para cumplir varias obligaciones. Una de ellas se desarrolló en el Hospital de la Santísima Trinidad: Mª Adela se operaba de una dolencia en el hombro derecho. Entraba con carita de asustada, pero despertó serena y dulce. Todo resultó satisfactorio y hoy ya combate el dolor postoperatorio en su casa. Y yo que me alegro de ello.
Me sirve este hecho como pretexto para una consideración mitad filológica, mitad sociológica y política. Veamos.
A lo largo de los tiempos se ha hablado en las gramáticas de diversas voces, como atributos o morfemas de los verbos: voz activa, pasiva, perifrástica, media, pasiva refleja. Hoy, en nuestra lengua, casi todo queda reducido a la voz activa y a esa nueva voz de pasiva refleja, que viene a quedarse con las pertenencias de la antigua pasiva: la empresa vende casas por  se venden casas. Y ya casi nadie habla tampoco de una llamada voz media, que venía a indicar que el sujeto gramatical, en estructura de voz activa, tampoco realizaba la acción sino que se la dejaba hacer: me corto el pelo, me opero de algo, me arreglo la dentadura… Como si uno fuera experto en peluquería, cirujano o dentista. Yo desde luego que no, conmigo que no cuenten. La consulta de un dentista o un hospital me producen un respeto considerable, por decirlo con un eufemismo.
¿Por qué nuestro idioma se apropia de expresiones en las que parece verse un deje evidente de sacapechos, de superioridad y hasta de soberbia? Porque todos los planos están interrelacionados. La lengua no es más que un reflejo aproximado de la realidad, o mejor, de la manera que cada comunidad tiene que ver la realidad, así convertida en su propia realidad. Puede parecer un pequeño rompecabezas, pero no es más que otra muestra de que todos los niveles y planos están interconectados. Y de que nuestra historia y nuestra forma de ser son las que son.
Pue dime de qué presumes y te diré de qué careces. Así reza el dicho popular castellano. Y sospecho que encierra mucha verdad.
Cada cual sabrá en qué medida se siente aludido y si esta sospecha se ve corroborada con ejemplos a su alrededor.
El siguiente paso es comprobar los efectos que tal supuesta prepotencia produce entre la infantería del ejército, o sea, entre los componentes de la sociedad. No tengo muy buen pálpito al respecto, aunque reparto responsabilidades diferentes y no me excluyo del grupo de los afectados. Pero hay escaparates que figuran en primera línea de exposición. Tal es el caso del mundo político, deportivo, o de medios de comunicación.
Sospecho -por no decir que tengo casi la certeza- de que algunos de los nuevos grupos políticos llegan a la feria pidiendo palcos de honor y luciendo demasiado músculo, o sea, practicando políticamente demasiada voz media. Un poquito de sencillez y de respeto a los demás no vendría mal, porque uno no lo hace todo si no es con ayuda de todos los otros, ni posee toda la verdad casi nunca.
Cuando se nos va la fuerza por la boca, tal vez no nos quedan fuerzas para la acción real y productiva, esa que tanto necesitamos. También desde los grupos nuevos, renovadores y llenos, sin duda, de ideales positivos y transformadores.

Ojalá Mª Adela me perdone por haberla usado como pretexto para esto de la voz media lingüística, social y política. Que se mejore y que nos mejoremos todos.

miércoles, 27 de enero de 2016

LAS PALABRAS SE VISTEN PARA EL VERSO


LAS PALABRAS SE VISTEN PARA EL VERSO

Oigo un gorgeo impreciso de palabras.
Juegan a colocarse en orden de salida
porque han presentido la llamada
del músico que aspira a darle forma
a la esencia inefable de lo oscuro.

Cuando suena la flauta, corren todas
hasta el lugar cercano de los filtros,
se asoman sin recato, baten palmas,
se insinúan, se ofrecen cual vestales
que quieren consagrarse en sacrificio.

Después, la ceremonia de la consagración:
amor, dolor, placer, tiempo o espacio…
con sus correspondientes ayudantes.
Las demás, a esperar mejor ventura
y de nuevo al silencio y al olvido.

Las palabras suspiran y se entregan
por vestirse de gala para el verso,
por ceñirse de luz y dar certeza
a todo lo que esconden en su seno.


La fiesta es el poema de la celebración

martes, 26 de enero de 2016

EL HOMBRE FRENÉTICO


Uno de los aforismos más célebres de Nietzsche es el nº 125 de su obra “La ciencia jovial” o “La Gaya Ciencia”. Aunque es de los más largos, merece la pena reproducirlo como ejemplo para la reflexión. Dice así: “El hombre frenético.- ¿No habéis oído hablar de aquel hombre frenético que, justo antes de la claridad del mediodía, encendió una lámpara, corrió al mercado y no dejaba de gritar: “!Busco a Dios, busco a Dios!”? –Allí estaban congregados muchos de los que precisamente no creían en Dios, provocando una gran carcajada. “¿Acaso se ha perdido?”, dijo uno. “¿Se ha extraviado como un niño?”, dijo otro. “¿O es que se ha escondido? ¿Nos tiene miedo? ¿Se ha hecho a la mar en un barco? ¿Ha emigrado?” –así chillaban y reían sin orden alguno. El hombre frenético saltó en medio de ellos, atravesándolos con su mirada. “¿Adónde ha ido Dios?”, gritó. “!Yo os lo voy a decir! ¡Nosotros lo hemos matado –vosotros y yo! ¡Todos somos sus asesinos! ¿Pero cómo hemos hecho esto? ¿Cómo fuimos capaces de bebernos el mar hasta la última gota? ¿Quién nos dio la esponja para borrar todo el horizonte? ¿Qué hicimos cuando desencadenamos esta tierra de su sol? ¿Hacia dónde se mueve ahora? ¿Hacia dónde nos movemos nosotros? ¿Lejos de todos los soles? ¿No caemos continuamente? ¿Y hacia atrás, hacia los lados, hacia delante, hacia todos los lados? ¿Hay aún un arriba y un abajo? ¿No vagamos como a través de una nada infinita? ¿No sentimos el alentar del espacio vacío? ¿No se ha vuelto todo más frío? ¿No llega continuamente la oscuridad y más oscuridad? ¿No tendrán que encenderse lámparas a mediodía? ¿No escuchamos aún nada del ruido de los sepultureros que entierran a Dios? ¿No olemos aún nada de la putrefacción divina? –También los dioses se descomponen. ¡Dios ha muerto! ¡Dios sigue muerto! ¡Y nosotros lo hemos matado! ¿Cómo nos consolaremos los asesinos de todos los asesinos? Lo más sagrado y lo más poderoso que hasta ahora poseía el mundo sangra bajo nuestros cuchillos –¿Quién enjugará nuestra sangre? ¿Con qué agua lustral podremos limpiarnos? ¿Qué fiestas expiatorias, qué juegos sagrados tendremos que inventar? ¿No es la grandeza de este hecho demasiado grande para nosotros? ¿No hemos de convertirnos nosotros mimos en dioses, solo para estar a su altura? ¡Nunca hubo un hecho más grande –todo aquel que nazca después de nosotros pertenece, a causa de este hecho, a una historia superior que todas las historias existentes hasta ahora!”. Aquí calló el hombre frenético y miró nuevamente a sus oyentes: también estos callaban y lo miraban extrañados. Finalmente, lanzó su lámpara al suelo, rompiéndose en pedazos y se apagó. “Llego demasiado pronto –dijo entonces-, mi tiempo todavía no ha llegado. Este enorme acontecimiento aún está en camino y deambula, aún no ha penetrado en los oídos de los hombres. El rayo y el trueno necesitan tiempo, la luz de las estrellas necesita tiempo, los hechos necesitan tiempo, aun después de que hayan ocurrido, para ser vistos y escuchados”. Esta acción les está todavía más lejana que los astros más lejanos –“!y sin embargo ellos mismos la han llevado a cabo!” –Se cuenta además que, ese mismo día, el hombre frenético irrumpió en diferentes iglesias y entonó su Requiem aeternam Deo (Descanso eterno para Dios). Conducido fuera de ellas y conminado a hablar, solo respondió una y otra vez: “¿Qué son, pues, estas iglesias sino las tumbas y sepulcros de Dios?”.

Suficiente con la descripción. Quien no sepa leer la carga de profundidad que encierra, de muy poco se va a enterar de lo que aportó, significó y sigue significando el pensador y creador de La gaya ciencia; El nacimiento de la tragedia; Así habló Zaratustra; Genealogía de la moral; Humano, demasiado humano; Más allá del bien y del mal, entre otras obras.

Vale.

lunes, 25 de enero de 2016

YO, TÚ, ÉL, NOSOTROS SOMOS


YO, TÚ, ÉL, NOSOTROS SOMOS

Somos el tiempo que nos queda. (Un filósofo).

Somos lo que comemos. (Un nutricionista).

Somos lo que decimos. (Un poeta).

Somos las amistades que frecuentamos. (Un sociólogo). “Dime con quién andas…”

Somos lo que hemos sido. (Otro filósofo. O el mismo).

Somos la soledad que pide compañía. (Esto yo mismo).

Somos siempre un proyecto inacabado. (Un poeta que compone endecasílabos).

Somos un eslabón perdido y asustado.

Somos unos gilipollas que no sabemos qué somos.


Y tú, ¿sabes en realidad qué coño somos?

sábado, 23 de enero de 2016

ERES EL HOMBRE


ERES EL HOMBRE

Eres un dios mayor creándote a ti mismo;
eres el tiempo entero en el que todo
se ofrenda a tus poderes y a tu fuerza;
eres todo el espacio en el que mueves
la irritación de todos los volcanes;
eres la luz solar, eres el viento
dando poder a todas las tormentas;
eres el pensador de todas las verdades,
el soldado y el príncipe, el empuje
de todas las batallas;
eres la plenitud y eres el centro
del átomo más sólido y potente;
eres rapto y clamor, silencio y calma,
frescor, llama y ardor, litigio siempre;
todo te pertenece y te reclama.
Para que tú las violes
se han hecho las estrellas y las horas,
han tomado certeza los espacios
de la ferocidad, también los llantos
que enseñan la tristeza,
y las pequeñas grandes cosas
que enhebran las acciones de diario.

Desde tu soledad y tus miserias,
alzas la luz de tu conciencia al aire
y emprendes el camino,
como un ebrio gigante, como un niño.

Eres cuanto posees. Eres el hombre.

jueves, 21 de enero de 2016

SONIDOS DE INFANCIA


Mis sonidos de infancia fueron siempre naturales. No sé si porque cada edad tiene también sus sonidos o porque mi contexto alcanzaba la naturaleza en toda su extensión y en toda su sencillez.
Retorno con la imaginación a mis primeros años y en ellos está el ruido del agua, del agua de los ríos de mi pueblo, de los cinco ríos que nunca se agotaban; aunque el Quilama fuera de más fuerza, el Alagón el de la lejanía, el Chico el más encogido, el Regato de Frotas la conciencia de que también en el verano seguía existiendo la hendidura del agua, y el río de la Palla, también en la lejanía y en el susurro. El ruido del agua, del chapuzón en el Charco, de la lluvia resbalando en las laderas, lavándolas y poniéndoles cara de fiesta, o el sonido monótono y pertinaz de la lluvia de invierno rodando por las estrechas calles y repiqueteando en los tejados, mientras los animales se escondían en las cuadras y las personas se asomaban a mirar al cielo, en una mezcla de susto y de resignación.
Pero sonaban también las voces en las calles, en la plaza y en los caminos que serpenteaban por las laderas de las montañas, mientras llevaban y traían los zachos y las cestas hasta los surcos de los huertos. Y se oían los gruñidos de la piara de cerdos y las señales de las cabras cuando salían o llegaban en tumulto hasta las primeras calles del pueblo, para después distribuirse ellas solas hasta sus respectivas cuadras. Y el tañido de las campanas en horas señaladas, como advertencia siempre desde lo alto y un ápice de respeto y miedo. O la voz del maestro enseñando a los niños, frente a la voz más chillona de las niñas, en la clase de enfrente. La voz de los abuelos, venida desde el fondo de los tiempos y sentada en los poyos para contar historias a los niños. El agudo sonido de los aros, del calvo y de los zancos. Y el sereno chisporroteo de las carboneras en las noches de chozo…
Todos, todos sonidos naturales, sin viciar y sin mezcla, con la inocencia viva y trasparente de lo amasado para cocer el pan de cada día. Las mezclas y los ruidos restallantes vendrían después acaso.
Sueño en los sonidos de la niñez de mis hijos y en los de la niñez de mis nietos. Recuerdo y actualizo las de mis hijos, aunque no las describo. Tampoco me parece que resulte muy mala sinfonía, por más que los sonidos no respondan a los mismos contextos y la naturaleza se haya afinado de otra manera. Y revivo, para juntarlos con los míos, los sonidos de la niñez de mis nietos. Comparto con ellos un poquito de tiempo, siempre menos del que me gustaría. Tampoco los contextos naturales son los mismos, ni los medios tampoco.

Pero mezclo los tres y me sueño jugando con sus cosas, mientras les dejo mis aros y mis zancos y ellos me dejan que me anime con alguna de sus distracciones. Jugamos y jugamos en un juego sin fin. Y ahora todos somos niños y nos llenamos de sonido y de tiempo, del olvido del tiempo. Y todo nos acoge con un afinamiento de música callada, con esa música callada en la que se sumerge la niñez de todos nosotros. Y yo sueño, y soñamos todos como un solo sonido interminable. No hay escala de luz más verdadera.

miércoles, 20 de enero de 2016

RUBÉN ESTÁ BUSCANDO LAS PALABRAS


Rubén está esperando que lleguen las palabras. De momento las oye pero no las produce. Apenas balbucea alguna sílaba. Pero también a él irán llegando, como llegaron a mis labios y como llegaron a los labios de Sara, su hermana, que ahora no para de nombrar y nombrar ya muchas cosas.
Cada palabra tiene un orden de llegada y aparece cuando le toca, cuando la mente la conoce y la articula, cuando sabe que ya es segura su presencia, cuando alguna nueva realidad le pide paso para sumarse a la lista  de lo que ya circula a su antojo por la boca.
¿Por qué no hacemos una lista con el momento en el que llega hasta nosotros cada palabra? ¿Cuál es la edad para la palabra mamá o papá? ¿Y la de niño? ¿Y la de pan? ¿Y la de amor? ¿Y la de odio? ¿Y la de miedo? ¿Y la de decepción? ¿Y la de amigo?
Los entendidos dicen que son las realidades nuevas a las que nos enfrentamos las que producen la necesidad de nombrarlas, y así aparecen las palabras nuevas, esas que primero se manifiestan pudorosas y con miedo y después, poco a poco, se afianzan en el uso y en la realidad practicada por cada uno de nosotros. Porque la palabra es primero pura y sin dobleces, como un niño sin duda y sin malicia; después se va cuajando con especias y le salen las aristas, las connotaciones personales y del grupo, los faldones que se le van poniendo viejos si no se lavan y una cara que ya no siempre sonríe ante la vida.
De modo que la palabra tiene también su vida personal, su camino de ida y vuelta, sus noviazgos y su descendencia, y cualquier día termina muriendo en una cuneta o llevada al cementerio en un funeral con carroza y banda de música.
La persona y la palabra; la palabra y la persona. La edad de la persona y la edad de la palabra. Son vidas paralelas que se implican, que se llaman porque se necesitan, porque una nombra a la otra y la otra nombra a la primera.
La vida es nombrar y tanto más vivimos cuanto más nombramos. Por eso la vida se va llenando de palabras, que se limpian y se ensucian, como se lavan y se ensucian los días y los años. Y según nos vaya sonando la vida así nos van sonando las palabras.
Rubén está esperando las palabras porque Rubén está esperando la vida y su articulación. A mí me gustaría que la realidad que yo le añado y la realidad que él me añade se conozcan pronto más y más, y se llamen, y se nombren, y sigan nombrándose sin que las palabras se ensucien ni se rompan. Yo nunca tuve la realidad física de los abuelos y por eso la palabra que los nombraba tardó en llegar a mi memoria; apenas la empleé para referirla a aquellas figuras casi misteriosas que llenaban los poyos de mi pueblo, como residuos eternos del cielo y de los tiempos. Después quedó dormida hasta hace algo más de seis años. Entonces Sara la despertó ya para siempre en mí y después en ella. Rubén tiene que darle paso desde el primer aliento. Porque yo estoy ahí y quiero estar ahí. Y porque él tiene que querer también rozarse con esta realidad que yo le ofrezco.

Hoy la palabra abuelo se estira y se conforma, toma fuerza y se alza a nombrar y a pregonar un trozo de existencia. Aunque tenga que pasar por el plantel de ABU. 

martes, 19 de enero de 2016

!ORDEN! !ORDEN!


Intento hacer la lista de las personas y de las profesiones que la sociedad en la que vivo dedica a eso que llaman orden y control, y me quedo sin números en la cabeza: ejército, policías de no sé cuántas clases, guardia civil, jueces, fiscales y toda la parafernalia judicial, guardas jurados y de los otros, vigilantes… Medio mundo empleado en mantener el orden y en impedir el movimiento fuera de los parámetros marcados por los poderes más engrasados y por los más interesados precisamente en que ese orden permanezca inmóvil. Y, si solo fueran estos, al menos uno entendería la postura desde el egoísmo que parece perseguirnos a todos. Pero a estos grupos de privilegiados se les suman otros ejércitos de infantería que no tienen nada que perder -porque nada poseen: solo el miedo los posee a ellos-, pero que parece que les va la vida en mantener las diferencias y las desigualdades. Es la legión de los esclavos agradecidos, el último escalón de la degradación en la entrega mental y social.
Sería bueno intentar entender cuáles son las causas que incitan a una comunidad a tener que levantar en armas y en recelo a una buena parte de la misma, y cuáles aquellas por las que no dedica algún esfuerzo más a los impulsos que dan vida, formación e inteligencia a cada ciudadano en plano de igualdad. ¿No nacen desde estos planteamientos tan elementales políticas totalmente distintas según se atienda a unas cosas o a otras? ¿Qué sociedad es aquella que necesita poco menos que un policía en cada esquina y un juez por todas partes? Tanto es el recelo y tanta es la desconfianza entre los miembros de la comunidad? Y, si es real esa desconfianza mutua, ¿por qué se produce?, ¿qué sistema social y qué escala de valores los impulsa? ¿De dónde se puede deducir crecimiento social y mental si cada uno anda con el escudo puesto por si los otros le atizan con la espada del egoísmo?
¿Por qué no invertir juiciosamente en educación, en planes de conciliación de actividades laborales y familiares?, ¿por qué no atreverse a educar a todos los integrantes de la sociedad para que cada uno sea dueño responsable y creador de su propio proyecto vital? ¿Y qué coño tiene que ver esto con el PIB ni con el POB? ¿Seguimos pensando que todo lo que no son cuentas son cuentos? ¿Por qué tanta pobreza mental en tanta abundancia de dinero? ¿No es más razonable pensar que, desde el impulso de la igualdad de oportunidades y de una escala de valores en la que se active la solidaridad y el bien común, los resultados, también los de las cuentas, tienen que revelarse forzosamente más favorables? Solo desde ese contexto de igualdad de oportunidades podrá ser excluido el que no quiera incorporarse al mismo, pues lo habrá hecho desde la elección personal real y no vigilada.
¿Quiénes son los grupos que con mayor energía defienden la existencia y la promoción de tanta fuerza del orden? ¿Cuáles los que mayor producto extraen de este estado de cosas? ¿En qué lugares se asienta la visibilidad más acusada de estos agentes del orden? Cada cual lo puede ver en cuanto abra los ojos.
Cualquier decimita que se retira del presupuesto de orden para pasarlo al de educación e igualdad de oportunidades modifica la escala de valores, crea ideología, hace disminuir la desigualdad y multiplica los beneficios del común.

Esto sí parece relevante. Algo más que el juicio de Urdangarín o el partido de fútbol del siglo.

lunes, 18 de enero de 2016

A UN CORDERILLO MUERTO EN EL FRÍO DEL INVIERNO


A UN CORDERILLO MUERTO EN EL FRÍO DEL INVIERNO

Un corderillo que a vivir empieza
se ha dejado morir entre los brazos
de la noche de invierno y el regazo
de la hierba del prado que lo vela.

Su madre se ha tumbado a ras de tierra
y al lado del cordero se ha acunado
prestándole como último cuidado
todo el amor que vierte su conciencia.

Más lejos, un mastín, entristecido,
no ladra ni se mueve, solo guarda
que no perturbe nadie aquella escena.

El cielo los contempla distraído
mientras lloro y maldigo porque es tanta

la pena que me embarga y me condena.

viernes, 15 de enero de 2016

INGENUO EGOÍSMO POR AMOR


Y en ese eco olvidado de las notas, respiro y me descubro pensando en el sentido exacto de eso que llamamos amor. Y no sé definirlo porque me invade la contradicción y el desasosiego.
Amor se siente amigo de la desposesión; pero no lo es menos de la posesión y de la invasión. En la relación amorosa necesitamos dos protagonistas que intercambian las funciones, que se dejan mojar por la lluvia del otro, cada uno permite que un canal abundante de agua anegue todos los surcos de su cuerpo y de sus deseos, soporta la abnegación sin pedir nada a cambio, todo lo fía a la buena voluntad del amado o de la amada. Intuyo al menos, en esa relación, una desposesión, un abandono, una reducción de los otros posibles amantes, un cerrar puertas a cualquier competidor, el certificado de nueva propiedad, el empobrecimiento y la anulación de cualquier rival, el asomo de una forma de egoísmo poderoso y creciente, la ocupación de otro terreno y de otra forma física y mental y el levantamiento de empalizadas para guardar la propiedad, y hasta la invasión física y material en otro cuerpo.
Y así en una relación continuada de ida y vuelta.
Existen religiones en las que este sentido de invasión se intenta sublimar y disfrazar sin la presencia física de uno de los amantes, o, al menos, con el alejamiento y espiritualización de uno de ellos. Pero no creo que esto invalide esa realidad de conquista y de enaltecimiento final del yo en forma física o en forma más aparentemente refinada de la relación interpuesta por la oración o por los sentimientos imaginados: “Quedeme y olvideme, el rostro recliné sobre el amado, cesó todo y dejeme, dejando mi cuidado entre las azucenas olvidado”.
¿En qué medida, pues, se puede relacionar el amor con el egoísmo más ingenuo, acendrado y natural?
¿Por qué, cuando ese sentido de posesión conseguida se hace normal, tiende a la relajación y hasta al abandono? ¿Cómo se puede cultivar esa flor para que no se marchite y se aje? ¿De qué manera se puede trascender ese egoísmo ingenuo para que no se manifieste como algo engañoso y envuelto en gasas de tul, pero para que tampoco dañe solo al amado o a la amada? Tal vez sería lo menos malo que supiéramos en qué terrenos nos estamos moviendo, para no pedirle a la vida más de lo que realmente nos puede dar, que es muchísimo, por otra parte. Pero todo quedaría al borde del precipicio si toda esa realidad de posesión y de egoísmo no supiéramos embridarla y situarla en un plano de igualdad con la realidad de la persona amada, amante a su vez e ingenuamente egoísta, como cada cual.

Dejaré este apunte en el ambiente de la música que suena dulcemente y volveré al ejercicio del ingenuo egoísmo, con el cuchillo cerrado, con las manos abiertas y abriendo las puertas para que la invasión sea mutua y consentida. En todos los niveles; en el del amor humano, en el de la amistad y en el del regalo religioso si se presenta el caso. Si ha de existir el ego sin remedio, que lo sea en el contexto armonioso del nosotros. 

jueves, 14 de enero de 2016

LA MÚSICA, NEGOCIO DE PARTICULAR JUICIO


¿Alguien se puede imaginar un mundo sin música? Imposible. Desde los sonidos más espontáneos hasta las melodías más elaboradas, pasando por los compases en los que cabe todo tipo de expresiones… El mundo no podría ser lo que es sin música. Como no lo sería sin el poder mágico de la palabra. ¿Por qué, pues, no nos educamos todos en la palabra y en la música?
Desde las primeras entonaciones pausadas en la lectura, ya nos damos cuenta de que la melodía resulta fundamental para la comunicación y para el sentimiento de satisfacción. Después llegan las primeras melodías, los afinamientos, las diferencias de ritmos, las ensoñaciones de la música, y todo un mundo pasado por el tamiz de las siete notas encauzadas y embridadas en las obras musicales.
La música es el lenguaje más universal y, por ello, más estilizado, más tamizado y más seleccionado; en él solo cabe el resultado final, la punta de la flecha que apunta hacia el horizonte amplio en el que caben todas las personas, de cualquier tiempo y de cualquier espacio. Es verdad que cada melodía puede evocar una etapa o un hecho concreto, por haberse configurado en un contexto determinado del autor; pero ninguna otra expresión como ella es capaz de convocar a los seres humanos para su disfrute. Y eso en todas sus infinitas variedades.
Me pregunto por qué muchas clases de música, a pesar de convocar a todos desde la melodía, invitan a la vez a gozar de ella desde la soledad y el silencio; algo así como si nos condujera hacia el espíritu y a lo inefable, a lo que no se puede expresar en comunidad sino solo en lo más hondo del espíritu en soledad.
Mientras tecleo, escucho música de Vivaldi, “Il giardino armonico”, y no sé si sería capaz de analizar racionalmente el contenido de esta melodía, salvo en lo que estrictamente se refiere a la técnica musical (y yo, ni eso siquiera). Sobre la música no se puede pensar con nitidez; casi todo se nos va en la evocación y en el sentimiento más difuso y estilizado. Y ahí aparece la necesidad del silencio, el apartamiento y el cese del espacio y del tiempo, el olvido de las obligaciones y la sensación de bienestar o de fastidio, el suave balanceo y el reposo, si no intelectual, sí al menos racional. Tal vez por ello hay muchas personas incapaces de escuchar cierto tipo de música y desarrollar a la vez otra actividad.
Confieso que yo prefiero en muchas ocasiones un fondo musical para mis actividades lectoras o de escritura; pero no permito que lo invada la articulación de la palabra. Entonces me perdería en mi actividad, y yo prefiero perder mi conciencia en el fondo difuso de la música, para que así la actividad también posea algún regusto impreciso de ese fondo musical.

Por el mismo procedimiento, aunque con materiales distintos, se llega hasta el milagro de la palabra, que brota del silencio y se recrea en el sonido articulado y armonioso. Y algo parecido sucede con la actividad matemática. En todos los casos, la mente se estiliza y el ambiente se concilia con el silencio, con la admiración y con la sensación más agradable. Por eso, como decía fray Luis para la poesía, estas actividades bien resultas son “negocio de particular juicio”.

miércoles, 13 de enero de 2016

!SEÑORES DIPUTADOS!


He visto esta mañana, a través de la televisión, algunas imágenes de la constitución de las nuevas Cortes y tengo que confesar que me he quedado estupefacto. Nunca hubiera imaginado tantas variantes en casi todas las facetas: vestimentas, forma de llegada al Congreso, distribución, primeros pactos, fórmulas de acatamiento a la Constitución, declaraciones varias… Hasta un niño recién nacido en los brazos de su madre, imagen que me parecía mezcla de ternura, reivindicación, postureo y esnobismo.
Nadie sabe si la legislatura será breve, muy breve o extremadamente breve; pero supongo que su desarrollo va a ser variado y hasta pintoresco. No todos las imágenes tienen la misma importancia real ni simbólica, claro que no; pero de todas puedo deducir al menos un par de consideraciones. La primera es que todos tienen derecho a sus expresiones, siempre que no conculquen la ley. La segunda es que a mí no me produce toda esta variedad ningún asomo de satisfacción. Lo mismo que yo tengo que respetar sus formas deberían ellos respetar la expresión de mi parecer.
Eso de que el Congreso tiene que parecerse a la España real creo que hay que interpretarlo correctamente para no caer en la nimiedad y en la trivialidad. A mí me parece que la España real debe representarse guardando las formas que cada contexto sugiere. Ir en bicicleta, con banda de música popular, con niños de pecho… me parece que tiene una cara de jovialidad y hasta de simpatía; pero, si lo tomamos todo al pie de la letra, tal vez mañana se nos presente un diputado con su túper y su merienda, y, campechanamente, se nos ponga a tirar de navaja y bocadillo en medio del hemiciclo. También sería España real. Yo mismo llevo al campo los sábados una sartén en la que freír una panceta deliciosa. No sé… Confieso que no acabo de verlo, a pesar de entender que no es eso lo más importante.
Espero que, desde mañana, y a la hora de fraguar acuerdos o de proponer y aprobar o rechazar leyes, sean todos un poco más previsibles y concienzudos. Seguro que lo serán. Siempre he dicho que innovar por innovar es la misma tontería que no renovar por no renovar. Se alcanza en ambos casos el mismo grado de estulticia.

Pues eso…, que casi que no. 

martes, 12 de enero de 2016

DEBERES PARA EL FUEGO


DEBERES PARA EL FUEGO

Profanar todo cuerpo donde el deseo habite;
hacer que brote intensa, entre las llamas,
la brasa incandescente de la eternidad;
purificar del todo la materia
para que el mundo sea transparente;
vaciar los espacios para vaciarse en ellos;
guardar de toda esencia la memoria,
como la luz conserva
el secreto recuerdo de la noche;
enseñarnos el código de toda purificación;
proponernos la meta de la plenitud;
hacer fecundo el paso de los días
y engendrar el calor en las miradas;
quemar el horizonte e impulsarme
para que forme parte de la hoguera;
mostrarse revestido con el alba
de toda transparencia;
desnudar el misterio de todas las palabras
para que, puras, ardan en la boca;
actuar de dios suicida y fervoroso
en el solemne rito de los sacrificios;
convertirse en espíritu
mientras asciende al cielo;
hacer incendio y llama todo el aire;
arder, arder sin tregua hasta la muerte;
perpetuarse en la luz de la memoria;
invadirme, inflamarme, hacerme brasa

hasta  el feliz final del humo y la ceniza.

lunes, 11 de enero de 2016

ULISES VUELVE A ÍTACA


ULISES VUELVE A ÍTACA

Después de las espadas y las lanzas,
de la victoria propia de los dioses,
tocó el descenso lento y dolorido
hasta el nivel oscuro de ser hombre.
Te perdiste en naufragios de ida y vuelta
por todos los océanos y las playas,
donde rinden las olas su tributo
y empeñan su ilusión a ras de tierra.

¿Por qué tanta pasión por ser de Ítaca?,
¿qué esperas en sus playas y en sus tierras?,
¿no ves que en tus palacios
todo es sueño y poder  y desengaño?

En el camino largo y proceloso,
bajaste a los infiernos, soportaste
los cantos de sirenas, los engaños
y hechizos del amor. Todo fue prueba
de náufrago sin rumbo.

¿Es acaso el amor el que nos hace dioses?
¿Es el camino el que nos purifica?
¿Por qué tan duro empeño
para acabar exhausto y dolorido

en brazos  del pesar y el desengaño?

sábado, 9 de enero de 2016

HOY


Hoy
Hoy puedo confesar
que estoy hecho de miedo, de agua y frío;
que está lejos el tiempo de la espiga,
aquel en que se enfrenta con el viento      
y esparce sus cabellos en desorden,
para imitar al mar en la tormenta;
que el cielo todo es nube y agua y viento;
que lavan su corteza los castaños,
pequeñas catedrales en sus ramas;
que llueve y llueve y llueve
con la constancia propia del invierno;
que el pasado es un prólogo
del libro del futuro;
que estoy solo en labor conmigo mismo,
buscándome las vueltas
por si logro encontrarme;
que en este día de autos
todo se va en nostalgia
de lo que fui y no soy, de lo que un día

seré en manos del tiempo y del olvido.

viernes, 8 de enero de 2016

POESÍA NECESARIA


En cualquiera de sus dos vertientes, la de la escritura o la de la lectura, me pregunto por la necesidad de la poesía. Me lo pregunto yo como creador y como lector, y supongo que se lo plantearán también muchos lectores (doy por hecho que lo hacen todos los creadores).
Y no es cuestión para resolver en un momento. Porque tal vez entendamos y estemos de acuerdo en que la poesía es necesaria, pero tengo la impresión de que, a estas alturas, todavía no sabemos muy bien para qué.
Seguramente, como sucede con todo, la finalidad y la causalidad son múltiples y solo nos queda apuntar alguna de las razones que nos parezcan más pertinentes y decisivas.
Es un poco grandilocuente la expresión, pero creo que recoge bastante bien un racimo de causas y fines por los que un creador se pone a dibujar poesía: Se escribe para salvarse. ¿Pero salvarse de qué? Seguramente de una complacencia, de un dolor, de una monotonía, de una necesidad, de una situación desigual.
Esto significaría que el creador, antes de concretar el poema, tiene en su cabeza el desajuste necesario que provoca la reacción de la escritura concreta. El esquema sigue siendo el mismo: se ve, se contempla, se analiza, se siente, se reacciona hacia un modelo mejor del momento o de la vida, y se produce la creación. La creación es siempre huida de algo o deseo ferviente de que algo permanezca como está, y, por ello, expresión de miedo a que se modifique ese status.
Si así fuera, la creación poética se concretaría esencialmente en un acto comunicativo al propio creador y al lector posterior: poesía como comunicación.
Pero el poeta ha de enfrentarse con la argamasa formal de la creación, con la palabra. Y lo mismo debe hacer con la masa significativa. Y es en ese moldeado donde se hace héroe o villano. Es en el proceso cuando los descubrimientos, los deslumbramientos y las decepciones se producen y se vienen a la cara del creador. Es en esta faceta en la que la creación poética se proclama no como un acto de comunicación sino, sobre todo, como un acto de descubrimiento y de conocimiento.
En esta dualidad seguimos mientras en cada poema se fragua una lucha de precisión, de originalidad, de dominio del lenguaje y de sus técnicas, de distribución de contenidos, y de indagación general.
Y más tarde, la descodificación del lector, el azar de la coincidencia o no de las escalas de valores y de gustos, los añadidos personales, los condicionamientos sociales y culturales, y todas las demás variables que son consustanciales a todo acto de comunicación, que no son pocas.
Cada cierto tiempo el creador se pregunta por las causas y por las consecuencias de su labor; lo necesita hacer para darse consistencia a sí mismo y para seguir en la pelea, sin saber con demasiada certeza por qué hace lo que hace ni para qué lo hace.

“Mientras…, habrá poesía”. Tal vez por eso.

jueves, 7 de enero de 2016

EDICIÓN DIECISÉIS


De todas las cosas que tienen continuidad, hay algunas que pierden actualidad por la rutina, y otras que, por más que se repitan, se mantienen en pie y al frente de los recuerdos y de los sentimientos.
Comienzo las reflexiones de este nuevo año envuelto, como otras veces, en la nostalgia por la ausencia de mis hijos y de mis nietos. Hasta hace tan solo un rato han estado con nosotros pasando buena parte de estas vacaciones de invierno. Con su presencia -lo habré escrito otras veces- siento que me aproximo a algo parecido a aquello que me gustaría como contenido de la felicidad, ese estado de ánimo en el que te dices a ti mismo algo así como “que todo siga así y que nada cambie”. Y todo ello a pesar de la diferencia de criterios que siempre existe y que muestra, entre otras cosas, que la biología, las edades y las generaciones acarrean distintos gustos, diferentes horarios y desiguales conversaciones. A pesar de todo, este sigue siendo para mí el espacio en el que me siento menos inseguro, con gente en la que puedo confiar más y con la que puedo compartir más ilusiones.
Porque miro afuera y me coge el toro por toda partes: el egoísmo que creo observar en casi todo y en casi todos, la escala de valores que apenas comparto, las costumbres de las que no participo, el sentido de casi todo, que para mí es algo distinto. Es verdad que me parece que hay gente fantástica, pero no veo que sea la que influye de verdad en la comunidad, ni aquella en la que se confíe más. Y, por si fuera poco, me parece encontrarme con mucha gente de muy buen corazón pero que luego se deja llevar por el río que más suena, por el anuncio que más reluce y hasta por el uso más sin sentido. Y, como soy la duda con patas, pienso casi siempre si no seré yo el equivocado y el que tiene que dejarse llevar por la ola de turno y esperar que la corriente vital me conduzca a donde me tenga que conducir.
O sea, que el año se inicia con las mismas dudas, con parecidos sentimientos y con no distintas perspectivas. Habrá que navegar y tener calma en las tempestades, remar a contracorriente pero sin dejar la vida en ello, saber que todo existe en relación con lo que lo rodea, que voy a ser un año mayor y eso cuenta, que aún conservo curiosidad y eso me salva, que seguiré leyendo sin rumbo predeterminado, que seguirá siendo la naturaleza uno de mis mejores contextos, o que continuaré pensándome y repensándome por si acaso diera con algún camino algo más seguro.

Por eso, los míos serán los próximos, sobre todo los próximos en hacerme reflexionar y en dejarse querer, para que yo pueda querer y que me quieran. Ese sigue siendo mi lema. No los conozco mejores.