martes, 19 de enero de 2016

!ORDEN! !ORDEN!


Intento hacer la lista de las personas y de las profesiones que la sociedad en la que vivo dedica a eso que llaman orden y control, y me quedo sin números en la cabeza: ejército, policías de no sé cuántas clases, guardia civil, jueces, fiscales y toda la parafernalia judicial, guardas jurados y de los otros, vigilantes… Medio mundo empleado en mantener el orden y en impedir el movimiento fuera de los parámetros marcados por los poderes más engrasados y por los más interesados precisamente en que ese orden permanezca inmóvil. Y, si solo fueran estos, al menos uno entendería la postura desde el egoísmo que parece perseguirnos a todos. Pero a estos grupos de privilegiados se les suman otros ejércitos de infantería que no tienen nada que perder -porque nada poseen: solo el miedo los posee a ellos-, pero que parece que les va la vida en mantener las diferencias y las desigualdades. Es la legión de los esclavos agradecidos, el último escalón de la degradación en la entrega mental y social.
Sería bueno intentar entender cuáles son las causas que incitan a una comunidad a tener que levantar en armas y en recelo a una buena parte de la misma, y cuáles aquellas por las que no dedica algún esfuerzo más a los impulsos que dan vida, formación e inteligencia a cada ciudadano en plano de igualdad. ¿No nacen desde estos planteamientos tan elementales políticas totalmente distintas según se atienda a unas cosas o a otras? ¿Qué sociedad es aquella que necesita poco menos que un policía en cada esquina y un juez por todas partes? Tanto es el recelo y tanta es la desconfianza entre los miembros de la comunidad? Y, si es real esa desconfianza mutua, ¿por qué se produce?, ¿qué sistema social y qué escala de valores los impulsa? ¿De dónde se puede deducir crecimiento social y mental si cada uno anda con el escudo puesto por si los otros le atizan con la espada del egoísmo?
¿Por qué no invertir juiciosamente en educación, en planes de conciliación de actividades laborales y familiares?, ¿por qué no atreverse a educar a todos los integrantes de la sociedad para que cada uno sea dueño responsable y creador de su propio proyecto vital? ¿Y qué coño tiene que ver esto con el PIB ni con el POB? ¿Seguimos pensando que todo lo que no son cuentas son cuentos? ¿Por qué tanta pobreza mental en tanta abundancia de dinero? ¿No es más razonable pensar que, desde el impulso de la igualdad de oportunidades y de una escala de valores en la que se active la solidaridad y el bien común, los resultados, también los de las cuentas, tienen que revelarse forzosamente más favorables? Solo desde ese contexto de igualdad de oportunidades podrá ser excluido el que no quiera incorporarse al mismo, pues lo habrá hecho desde la elección personal real y no vigilada.
¿Quiénes son los grupos que con mayor energía defienden la existencia y la promoción de tanta fuerza del orden? ¿Cuáles los que mayor producto extraen de este estado de cosas? ¿En qué lugares se asienta la visibilidad más acusada de estos agentes del orden? Cada cual lo puede ver en cuanto abra los ojos.
Cualquier decimita que se retira del presupuesto de orden para pasarlo al de educación e igualdad de oportunidades modifica la escala de valores, crea ideología, hace disminuir la desigualdad y multiplica los beneficios del común.

Esto sí parece relevante. Algo más que el juicio de Urdangarín o el partido de fútbol del siglo.

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