A UN CORDERILLO MUERTO EN EL FRÍO DEL INVIERNO
Un corderillo que a vivir empieza
se ha dejado morir entre los
brazos
de la noche de invierno y el
regazo
de la hierba del prado que lo
vela.
Su madre se ha tumbado a ras de
tierra
y al lado del cordero se ha acunado
prestándole como último cuidado
todo el amor que vierte su
conciencia.
Más lejos, un mastín,
entristecido,
no ladra ni se mueve, solo guarda
que no perturbe nadie aquella
escena.
El cielo los contempla distraído
mientras lloro y maldigo porque es
tanta
la pena que me embarga y me condena.
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