lunes, 29 de agosto de 2011

NI POCO... NI MUCHO... NI NADA



Vivir es un festín descontrolado, que deja sus destellos entre dos rayos que se hunden en los hondos abismos de la noche. Y nada más, que no es poco. Ni mucho; sencillamente es. En ese sentimiento de no poder hacer nada que mueva esos límites temporales, tal vez uno ocupe demasiado tiempo en la sorpresa, en la obnubilación, en ese sobrecogimiento que te deja sin fuerzas de reacción.

Y, sin embargo, lo que queda es poner en orden ese trocito de tiempo, violarlo densamente para sentirlo propio y para, durante algunos ratos, actuar como un dios menor. ¿Hacia dónde ordenar ese trayecto? ¿Acaso tiene fin fuera de sí mismo? Si tiene finalidad más lejos de sí mismo, ¿cómo se enlaza con esos otros tiempos, en plano de igualdad o de desigualdad? ¿Qué función le corresponde al ser humano en esa regulación del tiempo que le ha sido concedido vivir? ¿Por qué, si no es posible dar una respuesta segura, no se lanza el ser humano a ser dueño de su vida con toda la energía y con todas las consecuencias? ¿No es esta la mejor manera de hacerse humano, sencillamente humano?

Porque algo sí parece seguro: la vida es lo primero de aquello con lo que cuenta el ser humano. Tal vez sea además lo único. Y todo esto pensando y sin pensar, con cogito ergo sum o con sum ergo cogito, con la sabiduría por bando o con la torpeza encima de su espalda, con la fuerza de la ciencia o con el empuje de la fe en lo que no puede controlar. No parece pues que haya nada que impida que el ser humano se concentre en gozar la vida, en violar la vida, en entender que se ha hecho precisamente para él, para que la ordene con el fin de que le sirva de beneficio a sí mismo y a sus semejantes. Incluso en el caso de que la vida particular fuera un regalo, es difícil entender que se haya hecho para que deje de ser un regalo en beneficio del favorecido.

De este modo, será bueno pensar que el mundo se ha hecho para que yo lo goce, para que yo lo admire, para que yo lo devore, para que yo lo mime, para que yo lo viole, para que yo lo ame y lo odie al mismo tiempo. Y los cielos y las tormentas se producen para que yo me empape con sus gotas, y los bellos cuerpos para que yo los contemple, y los cuerpos ajados para que yo compruebe el paso de los días, y la sonrisa de los niños para que yo me emocione con ella cada día, y sus lloros para que yo me conmueva y me rebele, y los fríos para que yo sienta lo hermoso de la ropa pegada a mi cuerpo, y los calores para que yo regale mi cuerpo desnudo al sol y al aire, y todo lo que pasa para que yo lo aprese y lo haga migas en mis manos y en mis carnes.

Y llegará la tarde, y volverá la noche, y el tiempo se cerrará, y yo lo haré con él, y el paréntesis se sentirá más denso, y girarán las lunas, y avanzarán los sistemas, y acaso las galaxias se vestirán de fiesta… Y yo no sé qué quedará de mi energía entre sus tules ni qué de mi recuerdo en sus recuerdos.

domingo, 28 de agosto de 2011

JUNTO AL MAR DE LOS AÑOS


Cómo pierden sentido las cosas ya vividas
si no las recupero y las convoco
a una reunión feliz de cumpleaños.

Vienen unas de lejos,
con trajes de ocasión. Son sus miradas
como las de un perdido confidente,
que pide con rubor sitio y permiso
para ocupar lugar en la velada.
Otras sencillamente
pasan sin saludar,
recuerdan su salud y su certeza,
su actividad tan próxima. No sienten
que todo hay que ordenarlo nuevamente
para que entonces luzca en su medida.

A todas las obligo a un pasamanos
y, cuando se me acercan, las saludo y
les saco una instantánea con objetivo macro.
Después,
cuando llega el sopor de sobremesa,
me retiro a mí mismo, a mi reposo,
a mis espacios solos, a mis sueños,
y veo pasar el tiempo en sus memorias,
en mi memoria explícita
del tiempo ya pasado.

Hay un rumor entonces de voces encendidas
que tiemblan en mis labios,
de sonidos lentos y extasiados,
que me dicen rumores
de lo que reconozco casi extraño,
aunque sé que es del predio de mis actos.

Cambio entonces las leyes
que dicen que dominan el empuje
del tiempo,
y soy un dios menor en mi desvelo.

Hoy me visto de tiempo
para acoger las manos
que vienen a sentarme
a la vera del mar que componen los años.

viernes, 26 de agosto de 2011

PRIMERA PERSONA DE SINGULAR



Acaso solamente me conjugo
en un yo, me, mí mismo, mí, conmigo.

Persigo con ahínco una palabra
y pienso que, en el fondo, soy yo mismo
que he pedido un disfraz
y voy como fantasma en ejercicio;
salgo a medir el tiempo y lo que anoto
en mi cuaderno limpio
son medidas y ajustes de mi cuerpo
que se asusta mirando el infinito;
me despierto y me duermo,
cuando tercia, en un lugar distinto,
pero la almohada huele
a sudor y recuerdos de mí mismo;
cada trozo de espacio solo sirve
cuando es el que yo habito.

¿Es esto simplemente
un acto de egoísmo?
¿Tiene la libertad
mandatos tan estrictos?

Soy primera persona
y anulo los plurales en mis libros.

PÍLDORAS DE MI BOTICA



QUE la herida siempre sangre:
dolor que se queda dentro
duele por toda la carne.


¿NO ves que la fuente, exhausta,
apenas si llorar puede
de tanto prestar sus aguas?


ALGUNAS hojas doradas
amarillas. El otoño
que ya anuncia su llegada.


EL recuerdo es el presente:
el pasado y el futuro
son fantasmas en mi mente.

jueves, 25 de agosto de 2011

INSTANTÁNEA


-¿Quién ha escrito los secretos
en los surcos de tu cuerpo?

-No dudes, ha sido el tiempo;
yo solo he sido una página
de su infinito cuaderno.  

lunes, 22 de agosto de 2011

EL OJO DE LA PIRÁMIDE


Esto escribía Gramsci en algún lugar: “Ocurre siempre que los individuos pertenecen a más de una sociedad particular y a menudo a sociedades que se contradicen objetivamente. Una política totalitaria tiende precisamente: a) a conseguir que los miembros de un determinado partido encuentren en este todas las satisfacciones que antes encontraban en una multiplicidad de organizaciones, es decir, tiende a romper todos los hilos que ligan a estos miembros a organismos culturales ajenos; b) a destruir todas las organizaciones restantes o a incorporarlos a un sistema del que el partido sea el regulador único.”
El papa acaba de decir en Madrid: a) Se debe luchar contra la ciencia sin límite; b) España debe progresar sin renunciar a su alma católica… Ha dicho muchas más lindezas, pero este par de perlas nos valen para el collar.

Parece claro que de estos dos textos se podría extraer la misma consecuencia, tanto para las  organizaciones sociales y políticas como para las religiosas. Pero hay una diferencia fundamental: mientras que en el primero se advierte de los peligros que conlleva cualquier organización que aspire a recoger toda la realidad, en el segundo se defiende este empeño como último fin y con cara de estar descubriendo el séptimo cielo.
Estamos en el S XXI y hay instituciones que siguen ancladas en el fondo del saco de los tiempos. La Iglesia es, sin duda, una de ellas. Y, además, no siente pudor en venir sencillamente a insultar a otros territorios establecidos social y políticamente. Parece que, para mal de todos, no le va demasiado mal, si nos fijamos en el éxito que alcanza en sus convocatorias y en las formas de sumisión  que consigue de los representantes de esas comunidades a las que tanto reconviene y hasta perdona la vida. Las religiones monoteístas –estoy harto de escribirlo- no tienen solución en este asunto, pues parten de un vértice superior al que aspiran y que ampara toda la realidad inferior. Por eso las afirmaciones farisaicas de “no hay salvación fuera de la Iglesia” u otras similares, que también se han podido oír estos días.
Lo peor, tal vez, es que el peligro existe también en todas las organizaciones sociales y políticas. Y estas nos ocupan cada día y cada hora. Y nos van a ocupar aún más en los próximos días y meses. Tal vez sería provechoso hacer un ejercicio de humildad y de sentido común, elevar la mirada un poco y pensar que por ahí fuera tal vez también circule el aire y que acaso algo nos puedan  indicar los otros.
Quiero decir los que actúan desde el sentido común y aspiran al bien colectivo y no a la ganancia particular. Repito, si es que se busca el bien común y no el simple hecho de ganar en una contienda, sea esta electoral, deportiva, académica o de tomar vinos por las noches. Veremos.

domingo, 21 de agosto de 2011

APARICIONES



“Hoy lo he visto,
lo he visto y me ha mirado:
hoy creo en Dios”
dijo una jovencita a su colega
en las calles repletas de un Madrid de agosto.

De sus rojas carpetas de lindas colegialas
salió un póster gigante confundido
del divo  Justin Bieber.

Lo levantó en sus manos,
 agitándolo, histérica
-como todas las otras-,
mientras cruzaba el papa en papamóvil.

El papa la miró con ironía,
desde el trono diáfano
de su jaula blindada.
Sonrió con tristeza y engoló su ego:
“¿Qué sería de estas chicas
si supiera moverme en escenario
con ritmo y al amparo de los vatios
de una noche de fiesta de verano?
No quiero ni pensarlo”.

Cuando volvió al calor de su parroquia
y a las clases del lujoso instituto,
la hermosa colegiala
seguía agradablemente
confundiendo en sus sueños
las figuras del papa y Justin Bieber.

Para salir de dudas
y limpiar su conciencia,
fue a cumplir confesión
con un cura muy joven
que ejercía ministerio
de capellán y profe
en las clases más altas
del citado colegio.

Aún sigue completando
con posters su carpeta
y con dibujos negros de alzacuellos
hechos con carboncillo
y manos temblorosas.

viernes, 19 de agosto de 2011

TARDE DE PISCINA



“Lo que mata es vivir,
no es el tabaco”
dijo Felipe a Ángel
-perdón por este verso apositivo-
una tarde de agosto en Palomares,
mientras lanzaba al aire
volutas en cadena.

Ángel miró a lo lejos,
con la mirada laxa de sus noventa años,
mientras seguía Felipe devorando,
 compulsivo,
 un cigarro.

Y la línea del tiempo los miraba
en forma de estornino sorprendido,
desde lo alto de un poste que apuntaba
hacia un punto lejano indefinido. 

miércoles, 17 de agosto de 2011

POR DECIR ALGO DEL MISTERIO


Tal vez la mejor literatura del Día Mundial de la Juventud sea la que no se escriba, pero uno es muy débil y tiene la flaqueza continuada de meter la cabeza en lugares a los que no sabe quién lo llama. Y, además, todavía no he adoptado el Taoísmo. De modo, que, serenamente, a echar mi cuarto a espadas.
Una vez más, me siguen interesando un poco más algunos aspectos de los que no oigo consideraciones y me molestan sobre todo las mentiras monumentales en las que cifran sus defensas algunos de los equipos. Aquí van algunas notas para un índice.
- No sé por qué se empeña tanta opinión publicada en afirmar que hay gente que se opone a la visita del Papa. ¿A que no son capaces de dar ni un solo ejemplo que lo avale? ¿No será que esto quiere tapar las argumentaciones que realmente sí que se proponen?
- Reconocer que muy pocas personas son capaces de reunir tras de sí a tanto seguidor no es ningún desdoro y ahí las cifras sí que avalan a los defensores de la visita. Sobre todo a primera vista porque hay ejemplos que lo  ponen en cuarentena: hoy mismo en Barcelona se van a juntar otros tropecientos mil fanáticos a los que les interesa sobre todo humillar y derrotar a otro grupo. Y no se convocan mundialmente ni preparan el acontecimiento con años de anticipación.
- Confundir la doctrina con sus representantes es degradar la doctrina hasta el muladar. Y a muchos el espectáculo les va, y mucho.
- ¿Por qué no se dan cifras de asistencia desde un organismo independiente? De parte interesada y en el ambiente en el que nos movemos, tengo derecho a dividir la cifra oficial al menos por dos o por tres.
- Que se reúna juventud de buena parte del mundo durante unos días y al amparo de algunas ideas de carácter religioso, por muy disfrazadas que estén, a mí me parece algo positivo.
- ¿Por qué no se va de cara a entender, si es que se puede, la existencia histórica del fundador de esta religión? Ese apoyo es muy débil.
- ¿Por qué no se analiza la forma en la que se ha transmitido esa religión, tan misteriosa, tan traída por los pelos, tan aparentemente para complacer voluntades particulares de líderes de comunidades imperiales?
- ¿Por qué no se concede que los preceptos positivos y amorosos salen también del sentido común y de la buena voluntad de cualquier persona alfabetizada?
- ¿Por qué no se acepta la existencia de otras morales?
- ¿Por qué no se pone encima de la mesa el empeño de las doctrinas del Libro (y, por tanto, también del catolicismo) de asustar y de amenazar a sus fieles en un deseo oculto de someter y de calmar a la población para que nada se altere y casi nada cambie? ¿Quién se beneficia de eso? Claro que sí, aquello del opio del pueblo. O, si suena mejor, San Manuel Bueno, mártir.
- ¿Por qué no se analiza tranquilamente cuál es la procedencia de los fieles que acuden a la concentración? ¿Cuál es su clase social? Porque los pobres no tienen dinero para viajes de este tipo. ¿Cuánto empeño se ha puesto en cada parroquia para organizar su grupito y para “no quedar mal” ante el obispo de turno. ¿Cuántos religiosos “profesionales” engordan  el número de asistentes?
- ¿Cuánto hay de festejo popular y de conocimiento de otros jóvenes con los que pasar unos días (algo tan propio de los jóvenes) y cuánto de religiosidad?
- ¿Qué pasaría de la participación si el encuentro se celebrara en tiempo meteorológico desfavorable?
- En definitiva, ¿a qué materia contable quedaría reducido el encuentro si pasamos el cedazo de las clases sociales, del aspecto festivo y veraniego, de los pruritos de cada comunidad religiosa y de los apoyos económicos de entidades poderosas?
Una vez situados en la realidad tangible y no en los suflés imaginativos, podemos hablar de los botellones religiosos que se viven literalmente estos días en la capital de España. A mí nunca me ha parecido mal que cada cual se manifieste como le parezca bien y sin ocultar verdaderas identidades. Es la mejor manera de respetar su libertad y, a la vez, de razonar con serenidad acerca de la bondad o maldad de sus actos y de sus apoyos teóricos.
De menara que, por mi parte, bienvenidos sean y tanta paz lleven como gloria dejan. Pero, por favor, dos ruegos radicales: a) No engañen ni en doctrinas ni en cifras. Y b) Con los datos en la mano, por favor, no se llamen perseguidos si no quieren insultar el sentido común ni provocar a cualquier reacción.
Y pásenselo bien, coño, que la vida es bella y, si existe su dios, solo puede ser con un plan de amor y de justicia universales, de ayuda al que más lo necesita, de sacarle los colores al usurero y de enseñar al que se ensalza  (no sé cómo se casa esto con los éxtasis ante el papa o ante cualquier ídolo comercial, pero ustedes sabrán) que “el que se ensalza será humillado”. Y ya puestos a pedir, como ustedes tienen vara alta, ¿por qué no piden que la fe, eso que dicen que es un don,  se reparta un poquito entre todos?

martes, 16 de agosto de 2011

LEYENDO EL TAO


“La energía expansiva… no muere”,
es la raíz misteriosa, el PRINCIPIO.
Como fruto feliz o excrecencia,
la ocurrencia azarosa en el tiempo
de vida y de muerte de los diez mil seres.

No deseos estériles,
no opinar ni dar cauce a la acción,
simular que está todo completo
en el seno feliz del PRINCIPIO,
conocerse a sí mismo si acaso
y aspirar a ser sabio en la nada…

Si “lo blando desgasta lo duro”,
ennoblece ser roca perenne
y dejarse gastar por el roce
del paso del tiempo
-qué mejor enseñanza
para el ser que no elige las prisas-…

No subir a la cima del monte
pues todas sus crestas se han de hacer llanura;
recordar, aunque sea conocido,
que en boca cerrada no habitan las moscas,
y actuar sin estar actuando,
tener interés sin andar ocupado,
no emprender nada grande,
pues todo es pequeño a los ojos del sabio…

No prometer mucho ni ocuparse en todo,
buscar lo más simple en lo simple de toda simpleza,
no querer saber nada
que proponga límites de espacio y de tiempo,
ser simple y humilde y aun caritativo,
saber que, aun sabiendo, no sabemos nada,
no aspirar a nada
como mejor fórmula de seguir viviendo,
imitar al débil que se va dejando
a pasos muy lentos en busca del sitio
donde está el PRINCIPIO.

Vestirse de luz y amar el desnudo,
sentir que te inunda esa armonía cósmica
a la que perteneces,
vivir en el tantra de la inoperancia:
wu wei, wu wei, wu wei, wu wei…

No forzar las cosas ni exigir la vida
y sentir que todo se va diluyendo
“en humo, en polvo, en sombra, en nada”
O sentir el eco de aquellos susurros:
“Quedeme y olvideme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y déjeme
entre las azucenas olvidado”.

Postdata limitada:
Los mercados se arruinan, diez millones
de coches en las filas del asfalto
y el papa en procesión en Cuatro Vientos.
Wu wei, wu wei, wu wei, wu wei…

lunes, 15 de agosto de 2011

LA NACENCIA

Asistí hace muy pocos días a un recital del cantautor Luis Pastor en La Alquitara. MI debilidad por los cantautores es bien conocida y a Luis le tengo un afecto especial por varias razones.
Se arrancó con su Soy, un autorretrato en el que yo me veo tan representado y que siempre me tira del corazón cuando lo escucho Y enseguida, tan ta ta chán, una canción que me transportó a mis años más juveniles, un texto que yo he leído y cantado muchas decenas de veces. No sé cuánto tiempo hacía que no lo oía de nuevo. Es La Nacencia, un poema de Luis Chamizo, escrito en Castúo, ese recio dialecto extremeño que, al lado de cantares excesivos en “la lengua de los machos que otros días triunfaron en América”, es capaz de poner sostén a otras dicciones cargadas de ternura y de hondo sentimiento como esta. Tal vez posea también algún grado de sensiblería. Me importa bien poco. Qué sorpresa tan agradable. Juro que la canté a la vez que lo hacía Luis en la tarima, mientras mis carnes se abrían de emoción.
Pero algo falló. No vi que Luis Pastor le imprimiera la intensidad que él puede darle y que el texto y la música exigen. Cuando terminó el concierto, mientras charlábamos un rato, le reñí amablemente por esa falta de intensidad. Él ya había observado que yo conocía muy bien la canción y que la había cantado con él, y me reconoció, también amablemente, que la queja estaba justificada. Por lo demás, bien por Luis Pastor y por todos los cantautores, que entienden que una canción es una armonía entre una melodía y un texto, y que no suele haber  canción solo como juego sino como carga de mensaje, como “arma cargada de futuro”, si es capaz de remover un poco las tripas del oyente.
En desagravio de la propia canción y en recuerdo de otros buenos tiempos, copio aquí las estrofas de este largo texto y de este hondo relato:
LA NACENCIA:
“Bruñó los recios nubarrones pardos
La luz del sol que s´agachó en un cerro,
Y las artas cogollas de los árboles
d´un coló de naranjas se tiñeron.

A bocanás el aire nos traía
los ruíos d´alla lejos
y el toque d´oración de las campanas
de l´iglesia del pueblo.

Ibamos dambos juntos, en la burra,
por el camino nuevo,
mi mujé mu malita,
suspirando y gimiendo.

Bandás de gorriatos montesinos
volaban, chirriando por el cielo,
y volaban p´al sol qu´en los canchales
daba relumbres d´espejuelos.

Los grillos y las ranas
cantaban a lo lejos,
y cantaban tamién los colorines
sobre las jaras y los brezos,
y roändo, roändo, de las sierras
llegaba el dolondón de los cencerros.

¡Qué tarde más bonita!
Qu´anochecer más güeno!
¡Qué tarde más alegre
si juéramos contentos!...
- No pué ser más- me ijo- vaite, vaite
con la burra pal pueblo,
y güervete de prisa con la agüela,
la comadre o el méico...
Y bajó de la burra poco a poco,
s´arrellenó en el suelo,
juntó las manos y miró p´arriba,
pa los bruñíos nubarrones recios.

¡Dirme, dejagla sola,
dejagla yo a ella sola com´un perro,
en metá de la jesa,
una legua del pueblo...
eso no! De la rama
d´arriba d´un guapero,
con sus ojos reondos
nos miraba un mochuelo,
un mochuelo con ojos vedriaos
como los ojos de los muertos...
¡No tengo juerzas pa dejagla sola;
pero yo de qué sirvo si me queo!

La burra, que roía los tomillos
floridos del lindero
careaba las moscas con el rabo;
y dejaba el careo,
levantaba el jocico, me miraba
y seguía royendo.
¡Qué pensará la burra
si es que tienen las burras pensamientos!

Me juí junt´a mi Juana,
me jinqué de roillas en el suelo,
jice por recordá las oraciones
que m´enseñaron cuando nuevo.
No tenía pacencia
p´hacé memoria de los rezos...
¡Quién podrá socorrregla si me voy!
¡Quién va po la comadre si me queo!

Aturdío del tó gorví los ojos
pa los ojos reondos del mochuelo;
y aquellos ojos verdes,
tan grandes, tan abiertos,
qu´otras veces a mí me dieron risa,
hora me daban mieo.
¡Qué mirarán tan fijos
los ojos del mochuelo!

No cantaban las ranas,
los grillos no cantaban a lo lejos,
las bocanás del aire s´aplacaron,
s´asomaron la luna y el lucero,
no llegaba, roändo, de las sierras
el dolondón de los cencerros...
¡Daba tanta quietú mucha congoja!
¡Daba yo no sé qué tanto silencio!

M´arrimé más pa ella;
l´abrasaba el aliento,
le temblaban las manos,
tiritaba su cuerpo...
y a la lus de la luna eran sus ojos
más grandes y más negros.

Yo sentí que los míos chorreaban
lagrimones de fuego.
Uno cayó roändo,
y, prendío d´un pelo,
en metá de su frente
se queó reluciendo.
¡Qué bonita y que güena,
quién pudiera sé méico!
Señó, tú que lo sabes
lo mucho que la quiero.
Tú que sabes qu´estamos bien casaos,
Señó, tú qu´eres güeno;
tú que jaces que broten las simientes
qu´echamos en el suelo;
tú que jaces que granen las espigas,
cuando llega su tiempo;
tú que jaces que paran las ovejas,
sin comadres, ni méicos...
¿por qué, Señó, se va morí mi Juana,
con lo que yo la quiero,
siendo yo tan honrao
y siendo tú tan güeno?...

¡Ay! qué noche más larga
de tanto sufrimiento;
¡qué cosas pasarían
que decilas no pueo!
Jizo Dios un milagro;
¡no podía por menos!
Toito lleno e tierra
le levanté del suelo,
le miré mu despacio, mu despacio,
con una miaja de respeto.
Era un hijo, ¡mi hijo!,
hijo dambos, hijo nuestro...
Ella me lo pedía
con los brazos abiertos,
¡Qué bonita qu´estaba
llorando y sonriyendo!

Venía clareando;
s´oían a lo lejos
las risotás de los pastores
y el dolondón de los cencerros.

Besé a la madre y le quité mi hijo;
salí con él corriendo,
y en un regacho d´agua clara
le lavé tó su cuerpo.
Me sentí más honrao,
más cristiano, más güeno,
bautizando a mi hijo como el cura
bautiza los muchachos en el pueblo.

Tié que ser campusino,
tié que ser de los nuestros,
que por algo nació baj´una encina
del caminito nuevo.

Icen que la nacencia es una cosa
que miran los señores en el pueblo;
pos pa mí que mi hijo
la tié mejor que ellos,
que Dios jizo en presona con mi Juana
de comadre y de méico.

Asina que nació besó la tierra,
que, agraecía, se pegó a su cuerpo;
y jue la mesma luna
quien le pagó aquel beso...
¡Qué saben d´estas cosas
los señores aquellos!

Dos salimos del chozo,
tres golvimos al pueblo.
Jizo Dios un milagro en el camino;
¡no podía por menos!

domingo, 14 de agosto de 2011

DECIMOCUARTO ANIVERSARIO


Porque hoy el calendario también marca catorce
de agosto, dos mil once,
y hace catorce años que el tiempo se olvidó de tu presencia;
porque sonó el teléfono y supe de inmediato que el misterio
se posa en la certeza más intensa;
porque ahora tienes tiempo, todo el tiempo,
de armonizar el ritmo de los montes,
de ver cómo se extienden de ese tronco
nuevas ramas y troncos y más troncos;
porque en el plan diario de la monotonía
nos cuesta hacer un hueco
para que yo y los tuyos nos sentemos
a charlar de lo nuestro sin urgencias;
porque apenas ocupas y compartes
un levísimo hueco a ras de tierra,
mirando eternamente a las estrellas;
porque aquí van surgiendo cicatrices
y el paso de los días nos va poniendo viejos;
porque hay despojos limpios, luminosos,
que perduran después de la batalla,
por todo, que es ya nada,
por esa casi nada que es hoy todo,
hoy la palabra padre se hace carne
y habita densamente entre mis carnes.

sábado, 13 de agosto de 2011

CHARREANDO UN POCO

No solo ocupa el personal hasta el último metro cuadrado de playa en vacaciones. Ni la publicidad ni los mercados pueden con todo ser humano. Cada año la gente se señala también unos días para pasarlos con los más próximos, con las personas que siguen ahí, en la raíz, el en lugar en el que la razón se pierde y continúa el reino de la familiaridad, de los amigos, de los vecinos y de aquellos que compartieron algunos días de los que dejan para siempre huella.
Las fiestas locales son seguramente el espacio más indicado para que esas reuniones se produzcan, pero lo es también cualquier tarde estival, o de la estación que se tercie, para sentarse al serano o en el predio particular y dejarse llevar por la voz y el estómago. La comida y el canto, la palabra y el recuerdo, la añoranza y la amistad. Es entonces cuando el corazón se suelta y todo se hace más espacioso y limpio.
Nuestros pueblos son una muestra estupenda todos estos días de agosto, en los que los de fuera, los forasteros, vuelven a su pueblo y a sus años antiguos. En muchísimos casos, cualquier instrumento de la tierra pone fondo rítmico y las canciones de siempre vuelven a fluir como si tuvieran solo esa oportunidad en el año.
Me siento feliz en esas reuniones por casi todo: por la amistad, por el ambiente, por la música… Siempre que puedo, me acerco a ellas, con la restricción de que no sean muy numerosas.
Es la música más apropiada para esas reuniones la de mayor raigambre local o provincial. Todos los convocados conocen retales de un grupo de canciones que vienen a representar como la encarnadura del esquema de vida de las generaciones pasadas de esos mismos lugares, de los antepasados más próximos y lejanos. Por eso se repiten casi las mismas melodías.
Pero eso no sucede -o yo no soy consciente de que suceda- en Béjar. Esta ciudad estrecha y de paisaje lujurioso posee numerosas propiedades particulares en las que también la gente se reúne para pasar el día. No escucho las raíces musicales de la provincia.
Cuando reviso cancioneros de Salamanca, no encuentro precisamente abundancia de canciones recogidas en Béjar y sí del resto de las comarcas que componen la provincia. Puedo asegurar que incluso aparecen más canciones de la comarca que de la ciudad de Béjar.
Las razones serán, como siempre, múltiples, pero no me parecen menores las que apuntan a la situación geográfica y, sobre todo, a la estructura social, religiosa y laboral en las que se ha configurado y ha permanecido la ciudad bejarana. Esta ciudad siempre parece que ha andado en tirantez con la provincia, como si la naturaleza la empujara a mirar más hacia el Tajo que hacia el Duero. Pero no será solo la variante geográfica, pues la Sierra de Francia está llena de folclore y también mira hacia el sur. No me interesa entrar a considerar la otra variable que apunto porque no quiero entrar en depresión.
El caso es que anoto nombres de canciones salmantinas y no me huelen a bejaranas por ningún sitio: La Clara; El burro de Villarino; En casa del tío Vicente; La Charrascona; La mujer del seronero; La montaraza de Grandes; Manolo mío; La Tarara; Serrana mía…
No, no me huelen a esta serranía. Y bien que lo siento. Para otra vez será.

viernes, 12 de agosto de 2011

MIEDOS

Son muchos tantos miedos para seguir viviendo…

Ese miedo que exportan las iglesias
para que nadie vuele por sí mismo,
el miedo a no saber medir el tiempo,
tal vez por no sentir angustia y miedo,
el miedo que se cuela en nuestras vidas
todos los días del año, disfrazado
con gorro de mercados y trabajo,
con antifaz de enfermedad oscura,
o el miedo a descubrirnos racistas y violentos…

Son tantos esos miedos para seguir viviendo…

Pero es acaso el miedo más intenso
-me confieso sujeto con nombre y apellidos-
el que me identifica
sin buenos ventanales
que miren a la calle,
sin unas buenas redes
que griten mi existencia
al lado de los otros,
esos seres pequeños, diminutos,
-con los que yo discrepo casi siempre-
que pueblan las aceras simplemente
cargados, como yo, con sus defectos.

Necesito los ecos de mis ecos,
un simple estoy ahí, como tú mismo,
en una senda incierta pero hermosa,
preñada de imprevistos y de miedos.

Es ese el miedo,
el miedo de los miedos,
el último empujón para seguir viviendo.

Tal vez el mismo miedo
de todos los que simplemente habitan
el espacio y el tiempo imaginarios:
vosotros, por ejemplo.

jueves, 11 de agosto de 2011

CONTRALUZ

CONTRALUZ
Me gusta imaginarte despeinada,
con la sonrisa tenue
y un aire distraído que te envuelve
en esa soledad  que te aseguran
las paredes oscuras de tu casa.

Tienes las manos laxas, en suspenso,
pero, a veces, señalas, sugerente,
esos espacios húmedos y densos
que dicen la memoria de tu cuerpo,
tu desnudez no extraña a los objetos
que pueblan los espacios de las habitaciones,
es tu silueta un hálito
saliendo de las olas más oscuras
y tus senos anuncian tu presencia,
como luces redondas.

Te mueves al compás de las caricias
que te señala el roce demorado
del viento por tu cuerpo;
a veces te reclinas y te tiendes
despreocupada y lenta, o te aproximas
 a la irisada luz de la ventana.

Entonces te descubres, te recatas
y vuelves tu figura despeinada
hacia el frescor gozoso
de tus habitaciones.

Me gusta imaginarte en luz velada;
no quiero las postales
expuestas a la luz de los balcones:
no me mueve la fe de tu evidencia
sino la tenue luz de tu figura.

miércoles, 10 de agosto de 2011

BRAVO POR JAVI POVES


Mis horarios laxos y mi falta de energía me permiten otras conexiones que no siempre me las podía conceder en otros momentos.
Hace muy pocos días me topé con una noticia que me levantó un poquito la moral. Primero lo leí en un periódico digital, más tarde escuché una entrevista en la radio y, por fin, volví a leer datos del mismo hecho. Es el siguiente: un jugador de primera división, llamado Javi Poves, abandona la práctica del fútbol porque no está de acuerdo con el sistema social y económico en el que vive y prefiere intentar nuevas experiencias.
Esto sí que me parece una notica bomba y digna de ser atendida y analizada. Por nueva, por extraña, por las implicaciones que acumula, por lo que sugiere, por lo que puede servir de ejemplo… Qué maravilla. Un muchacho de veinticuatro años, al que la sociedad le regalaba un camino de plata y halagos sin fin, decide plantarse y decir hasta aquí hemos llegado porque yo no tengo derecho a aprovecharme de un sistema que lo que hace es analfabetizar y atontar a sus ciudadanos y ponerlos al servicio de unos pocos. Genial.
Ponerse a considerar esto desde la juventud, dorada y llena de guiños positivos, tiene un mérito añadido; plantarse y tomar una decisión que aparentemente va en contra del que la toma alcanza ya una calificación de sobresaliente. Para algunos, tener noticia de este hecho supone también un impulso y un como eco que, aunque sea en solitario, se deja oír  en medio de tanto barullo y algarabía.
No sé qué es lo que este muchacho va a hacer, tampoco sé si yo lo haría, pero tengo que aplaudir, hasta con las orejas y con los pies, que alguna persona se manifieste en público acerca de la bondad o, en este caso, de la maldad del sistema en el que vive, del conjunto de normas y de costumbres que regulan su vida y que, en buena mayoría se le dan puestas desde que amanece hasta que vuelve a cerrar el ojo. Me parece que este muchacho no es más que otro que grita que este mundo sometido solo al dinero y a sus caprichos no hace otra cosa que empobrecer al ser humano, que la persona es algo más que números y cuentas de dividendos, que resulta irrespirable, salvo para embrutecidos con pan y circo (entiéndase televisiones, competiciones deportivas y acciones repetidas en rebaño), la sociedad en la que nos hemos instalado y cuyos valores aplaudimos y vitoreamos como si estuviéramos en el séptimo cielo (cines y actores, música y cantantes, deportistas, caras púbicas escasamente alfabetizadas…).
A este joven deportista le preguntaba extrañado un locutor de radio algo así como que “al menos entendería la actitud de los demás deportistas y que respetaría que no tomaran sus mismas decisiones”. Si pillo en aquel momento al locutor, lo cuelgo de los huevos. Cacho cabrón. Al pobrecito lo más que le sugería la figura de Javi Poves es la apariencia de un sonado, de un loco y de un bicho raro.
Y el caso es que lo es, coño, pero en positivo. Porque forma parte del grupo -acaso grupito- que tiene narices para pararse a pensar y hasta a decidir que otras posibilidades existen y que tal vez no sean tan asquerosamente injustas como la que nos invade, y que esta sociedad cuenta -esto es tal vez lo más calamitoso- con una legión de esclavos agradecidos que lo vitorean y lo sirven con todas sus fuerzas, mientras este les come las escasas viandas que logran apañar por ahí. Confieso que, a veces, me dan ganas de publicar una lista de gente que apenas sabe leer, que apenas consigue vivir por sus escasísimos ingresos, que no ha dejado nunca ni un simple silogismo en BARBARA, y que se desmadeja ante los “héroes” del deporte. No la voy a hacer, pero no porque no me lo pida el cuerpo. Ah, y hay listas para todas las profesiones del famoseo y del analfabetismo.
En fin, Javi Boves, no sé quién eres pero admiro tu decisión, y sobre todo el proceso de reflexión que te ha llevado hasta aquí. Estoy seguro de que tu supervivencia digna está más que asegurada. Porque, para más inri, muchos de todos estos ni huelen las posibilidades enormes y sencillas que ofrece el mundo y solo se encuentran a gusto en la inercia y en la dirección obligada. Bravo.

lunes, 8 de agosto de 2011

A PESAR DE MI MAGULLAMIENTO

Cuántas veces me digo y me repito que los datos me interesan solo si desde ellos consigo trascender a la idea, precisamente para que, desde ella, pueda volver a la aplicación individualizada pero ya universal, o al menos plural. Por eso no discurren por las páginas de este mi “Diario Menor” demasiados elementos circunstanciales ni personalizados.
Pero es verdad que son los hechos mínimos los que van componiendo la vida, esas acciones que suceden como aquello que no necesita ninguna preparación y que, aparentemente, no tiene un sentido demasiado especial. Saber extraer de ellos las ideas generales, en una especie de enseñanza inductiva, no es mal ejercicio.
Este fin de semana, por ejemplo, creo que es una buena muestra de ello. Vinieron el viernes Jesús y Sinda, con nuestra Leti, camino de Málaga, y nos dio tiempo, hasta la mañana siguiente, de conversar unos buenos ratos, como lo habíamos hecho la semana anterior con la visita de Antonio y Mercedes. El sábado, desde mi postración, y a pesar de todos los pesares, nos marchamos a Ávila, a compartir tiempo con nuestros hijos y con nuestra nieta Sara. Con Sara todo se convierte en positivo porque toda ella transforma el medio en el que vive. Su mirada está descubriendo nuevos espacios y, en ellos, diferentes objetos especiales y extraordinarios. Sara miraba al cielo y me decía: “Abu, mira, la luna”, y apuntaba hacia lo alto con sus deditos tiernos y con su mirada extrañada; “Abu, mira, nubes”, y repetía el gesto. Y yo con ella. Su espacio, como digo, se agranda y se ilumina; su mundo se hace de otras dimensiones; su vocabulario crece y su vocalización empieza a tomar matices y a precisar las palabras y las frases cortas en las que todavía se mueve; su cuerpo de niña se armoniza y sus ojos delatan una viveza extraordinaria. Es mi familia mi finca favorita, son los mojones dentro de los que mejor me muevo y me resulta el refugio más seguro al que acudir. Como Juan Pablo también vino con nosotros, todo transcurrió por el mejor camino y, a pesar de mi cansancio y de mis magullamientos, volvimos para casa con satisfacción externa e interna.
Ayer me aguardaban mis hermanos en Cuatro Calzadas para comer juntos y pasar otro día en compañía. Mi familia es muy grande y nueve hermanos dan suficientes dificultades como para que las reuniones se espacien más de lo deseado. Creo que, después del viaje a Ávila y con mi espalda y mis piernas aún quejosas y doloridas, era por lo menos un osadía, si no una temeridad, volver a sentarme en el asiento de un coche. Mis ganas pudieron más y nos echamos a la carretera. Y de nuevo el día transcurrió en el mejor tono. Lo alargamos hasta el anochecer en Valdemierque, pueblecito en el que Leopoldo ha levantado casi un palacete en medio de un secarral. Volví muy cansado y con ganas de descansar pero feliz. Hoy recupero el descanso.
Cualquiera de los dos días me confirma lo importante que es tener lugares y personas que se sientan cerca y  a las que tú sientas también cerca. Cualquier hecho encuentra un acomodo más sencillo en estas coordenadas y en estos ambientes, cualquier circunstancia se relativiza, cualquier suceso espectacular de los que nos invaden cada día tiene su parapeto en estos sentimientos. Tal vez por eso me sigue pareciendo tan importante el cumplimiento de la buena voluntad y de las intenciones positivas. Al fin y al cabo, el ser humano aspira, lo diga o no lo diga, a dejarse querer y a querer a los demás. Si ese querer es además próximo y se ve recompensado, todos los días se aclaran y el horizonte se ve siempre más despejado.
La convivencia, aun llevándose bien, resulta muy difícil, y, si no nos llevamos bien, casi imposible. Tal vez por eso la suerte de encontrar círculos de buena voluntad y de miradas comunes. Yo creo que tengo mucha suerte con mi familia. Aunque me cueste algún día más la recuperación de mi cuerpo tambaleante.

domingo, 7 de agosto de 2011

"...UN ENIGMA HISTÓRICO"


Siguen siendo los libros los que tal vez dejan más huella en mi manera de ver la vida y en mi concepción acerca del sentido de la misma. La textura escrita, la necesidad de acercarme a sus datos con una velocidad moderada y la organización de los mismos me siguen pareciendo la fórmula menos mala para trasladar a mi cabecita, y para ahormar en ella mis propias construcciones, las ideas con las que a veces coincido y a veces me doy de bruces. Por eso anoto y subrayo, gloso y copio, sintetizo y rumio. Mi situación poco ventajosa de los últimos meses, en lo que a salud física se refiere, tampoco me deja muchas más opciones y, por ello, sigo bebiendo en las fuentes en las que he abrevado casi toda mi vida.
Llevo meses dándole vueltas y entrañándome en la obra monumental de Claudio Sánchez Albornoz “España, un enigma histórico”. La he citado aquí, he recogido y glosado algún párrafo, la tengo llena de subrayados, la he repasado… Y ya la voy a cerrar. Lo haré físicamente, pero creo que deja en mí huella suficiente como para reconocerme en ella durante mucho tiempo. Por eso, seguro que la seguiré “explotando” de diversas maneras. Cómo me gustaría que por sus páginas cayeran las miradas atentas de muchas de las personas que componen esta comunidad, y mucho más las de aquellos que tienen la labor de dirigir y de emitir opinión en medios de comunicación de masas. Por supuesto que no estoy de acuerdo con todo lo que he leído, claro que no, pero me parecen opiniones bien datadas, bien estructuradas, emitidas sin inquina y sin ganas de mandar a la miseria a nadie, con la mirada amplia y pensando no en el beneficio particular sino en el de la comunidad que es analizada, con la bonhomía de la buena voluntad y de la buena gente. Qué lejos siempre de toda esa caterva de impulsivos vociferantes, de esos profesionales del veneno y de la infamia, de tantos voceros de los intereses particulares del dinero y de los dogmas. En este país se ha creado, en nombre de no se sabe -o sí se sabe- qué defensa de una llamada libertad de expresión, un caldo de cultivo absolutamente irrespirable que anula cualquier posibilidad de convivencia en positivo y que ha puesto la voluntad popular al servicio de los intereses de los medios de comunicación, intermediarios de los llamados mercados. Qué pena.
Por todo ello, estas lecturas suponen para mí un desahogo, una confirmación de que quedan personas en las que se puede confiar y posibilidades que hay que seguir defendiendo. De modo que, sea cual sea mi método de aprovechamiento de estos textos, quede aquí mi agradecimiento a la labor y al trabajo ímprobo de este historiador que nos dejó como legado esta reflexión tan interesante.
Y al azar, arrimo un texto de la obra: “En 1932 (la obra es de mediados del siglo pasado),cuando mayor virulencia alcanzaban los nacionalismos en el mundo y menos podía sospecharse la caída de Europa bajo la amenaza señorial de dos comunidades políticas de ella nacidas pero extrañas a ella, adiviné en Roma el porvenir que ya ha llegado. Y defendí la urgente precisión salvadora de articular el estado continental europeo. Veinte años después de que anunciara mis temores, millares y millares de hombres creen ya en el futuro alumbramiento de Europa. No deseo aquí, en estas páginas, tomar partido en los problemas políticos de hoy. Por encima de ellos miro desde el ayer de España hacia el mañana de Europa. No sé si esa Europa, todavía lejana, será obra de la convicción, del miedo o de la espada -la espada, el miedo y la convicción hicieron en su día las naciones modernas superando sus particularismos-, pero históricamente me parece seguro que los pueblos europeos se integrarán antes o después en una comunidad política -su tardanza en llegar a ella los empujará a todos con velocidad acelerada por la pendiente de su definitiva crisis histórica. ¿Los españoles vamos a llegar a esa integración supranacional encastillados en nuestras ya seculares posiciones antagónicas? ¿A la deriva de una Europa que nos ha encandilado con sus luces? ¿O con el entrecejo fruncido frente a ella?”.
Dejo en punto suspensivos la glosa y las aplicaciones a la realidad de nuestros días y de nuestras semanas.