lunes, 31 de marzo de 2014

             UNA NOTA DE AMISTAD   
             (Para José Luis Morante)
Me entero por los “Puentes de papel”, esos que yo no transito demasiado (mea culpa) pero que me traen noticias de la otra orilla, del fallecimiento de tu padre.
Yo ya no tengo fuerzas para darte consejos, solo algunos años a la espalda y esa misma experiencia amarga que me dejó transido hace ya tiempo. Solo por eso sé que no hay alivio ni teorías ni coño que les valga para dar puerta y carpetazo a la tristeza. Tal vez, acaso, puede que, no se sabe, es posible, dicen que, se comenta… que el tiempo vuelve a hacer de las suyas, te manda otras imágenes, que a su antojo se van adueñando de lo que va perdiendo los perfiles.
Pero si la tristeza se empecina, no te opongas a ella, que en su seno viven también los restos de la vida, del tiempo y del espacio, esos conceptos amplios y difusos en los que nos movemos como el viento, sin rumbo definido.
Porque el tiempo pasa, que es lo que siempre pasa, y la vida se olvida de esos ritmos que queremos ponerle, y no se acuerda de pararse un rato a contemplar todo lo que se ha vivido. Pero ahí sigue siempre, caprichosa, entera y empezada, para que tú y nosotros la violemos con algunos principios y con actos que nos sostengan tiesos y mirando lo pasado y lo que está por venir.
Cómo se vuelve todo más pequeño y querido por pequeño cuando se van los días y los años. “Se canta lo que se pierde”. Pues cántalo sin miedo y sin pudores. Porque es también un poco de tu vida la que se ha disipado entre los brazos del tiempo y del olvido.

Y recuerda, amigo, somos espejos cóncavos del tiempo. Un abrazo en el dolor.

jueves, 27 de marzo de 2014

NATURALEZA EN MARCHA


NATURALEZA EN MARCHA

Está la primavera haciendo señas
a todo el que se anime a conmoverse
con la inmensa fortuna de existir.
Parece que se encuentra y se sorprende
conociendo su misma mismidad:
aquí una aplicación en color rosa,
allí un saludo blanco o colorado
o un  delicado brote en color verde.

Y toda se engrandece y cobra cuerpo
hasta dejar activa la conciencia
y esa pregunta tierna y aturdida:
¿Por qué estoy en el mundo?, ¿qué sorpresas
me aguardan a lo largo del camino?

Yo la miro y me miro, me detengo
y percibo un susurro misterioso:
“Observa con piedad lo que atesora,
primero juvenil impulso y fuego,
después florecimiento y armonía,
más tarde flojedad y podredumbre,

y palor, frío, muerte, polvo, nada".

miércoles, 26 de marzo de 2014

OCHO APELLIDOS VASCOS


Asistí ayer a la proyección de la película “Ocho apellidos vascos”, una comedia que cuenta las peripecias de un joven andaluz que se enamora de una chica vasca y que tiene que hacerse pasar por vasco,  en territorio vasco, en su intento de conquistarla.
Menos mal que tiene un límite temporal de tres días, si no, no sé cómo le habría salido el disfraz. Técnicamente me parece irregular, pero está trufada de escenas cargadas de gracia y, sobre todo, me parece muy interesante el fondo que plantea de triunfo del amor y hasta del sentido común frente a cualquier otra consideración de tipo territorial, de costumbres o lingüístico. Los clichés se vuelven inevitables y tal vez necesarios si pensamos que el cine es un diálogo con el espectador y tiene que atender a un público muy general y diverso.
Pero en este caso a mí me ha interesado sobre todo el fondo de relación entre comunidades o entre los prejuicios y estereotipos que funcionan en el asunto de los nacionalismos. Y no me deja del todo satisfecho lo que vi en la pantalla. Sobre todo en lo que se refiere a la gente de las tierras vascas. No se puede olvidar que estas imágenes son las que forman opinión generalizada del conjunto de la población, mucho más que cualquier otro estudio o investigación, y que después actuamos a partir de estas imágenes y tópicos. De cualquier manera me resulta complicada la interpretación. Si lo que se refleja es ajustado a la realidad, malo, pues lo que se traslada es una sensación de rudeza, de atavismo, hasta de aldeanismo, poco positivo; eso sí, con un fondo de nobleza interesante. Si el reflejo no es el de la realidad, no quiero ni pensar la reacción de los de aquellas tierras ni el mal favor que se le presta a la realidad. La imagen del andaluz resulta mucho más soportable y llevadera, tal vez por conocida, aunque anda también salpicada de clichés y de estereotipos.
Como ocurre con las propuestas optimistas, triunfa el lado positivo y el amor se impone a los prejuicios regionales o de otro tipo.
Cualquier espectador del centro y del sur de la península saldrá convencido de la estrechez de los nacionalismos frente al valor de la integración y los sentimientos que son comunes a todos los humanos. No sé si sucederá lo mismo en los espectadores vascos. Me gustaría que sirviera para eso también entre ellos.

Claro que, ya puestos, mejor hubiera sido que el encuentro final y el triunfo del amor se hubiera producido en Madrid, o en Valladolid, o en Salamanca; en fin, en cualquier punto del centro, algo así como a medio camino entre lugares, entre culturas, entre lenguas y entre personas normales que buscan lo que les une y que no hacen bandera de lo que les separa. 

martes, 25 de marzo de 2014

SI SUPIERA SU NOMBRE


SI SUPIERA SU NOMBRE
Para los viajeros de otros reinos
es sorpresa y enfado
ver que hay ojos que miran repletos de desierto,
con la sequía en los mares de sus cuencas.
Cuando miran,
contemplan en las mesas señales de abandono,
de dejadez y sueño después de las comidas.
Hay posos de palabras nunca dichas
por labios sonrosados
que ruedan por el suelo sin sentido,
y muestras asimétricas
de caos y de los nombres esparcidos
por la pared y el suelo.

Ellos proceden de otra luz más clara,
de la actitud fecunda de la sencillez
y del reino perdido de las armonías;
saben que es el silencio el mejor sitio
para alcanzar el alto grado y el asiento
de lo que denominan perfección.
Y deambulan confusos, preguntando
por el significado de los nombres,
por el lugar exacto
donde comer al menos una vez al día
y sentirse contentos, satisfechos,
después de haber mirado
y ver de nuevo el mar en las miradas.

Si supiera su nombre y dónde habitan,

me marcharía con ellos y su reino me pertenecería.

lunes, 24 de marzo de 2014

CUANDO TODO DA LO MISMO


En una letra demoledora de una canción escrita por el fenómeno Javier Krahe se dice “Cuando todo da lo mismo, por qué no hacer alpinismo…” Me permito la licencia de cambiar la última palabra por “periodismo”.
Reconozco que, cada vez que opino de los medios de comunicación, lo hago tal vez con algún prejuicio, y sé, por supuesto, que la profesión ocupa a un buen número de profesionales extraordinarios. Pero sigo convencido de que, en las líneas editoriales y en otro buen número de profesionales anida una visión de las cosas que yo no sé por dónde agarrarla pues me parece que obedece a una visión egoísta y acodada en la asquerosa variante económica, cuando no en una escala de valores que “non hay por do la asga”.
Se han producido este fin de semana tres acontecimientos de alcance social en cuyo desarrollo se han retratado claramente todos los medios escritos y no escritos: las marchas de la dignidad, el fallecimiento de Adolfo Suárez y una edición más del llamado “clásico del siglo” de fútbol. Si se deja un poco aparte el último, que ocupó las últimas horas del domingo. y se fija la vista y la atención en los otros dos, se verá que no es mentira lo que afirmaba antes.
No se trata de la forma, que también, sino de la importancia que se le da y en la opinión que cada suceso merece. No sé de qué manera se salen en sus facultades universitarias del Who, What, Where, When, How, Why ni qué otras cosas les enseñan, pero los criterios de selección, la extensión y los tiempos, la mezcla de la información con la opinión, la titulación escandalosa y muchas veces a contraluz de la verdad, el sesgo en casi todo nos envían un panorama que a mí me disgusta casi a diario. Tal vez porque pido peras al olmo y sigo pensando que estos medios lo son con valor social y no solo económico y al servicio de la dirección y de los accionistas, cuando no al servicio de algún director payaso y engreído.
Repasar las noticias que los periódicos de la derecha han ofrecido acerca de las marchas de la dignidad es echarse a temblar; añadirle los insultos y los desprecios que sobre los manifestantes han vertido es mucho peor si cabe. Cada uno puede hacer la prueba en los medios digitales, por ejemplo. Porque no se trata ya de hacer como que no nos hemos enterado, sino de mofarse, de insultar la sensibilidad, de reírse en las caras cansadas e indignadas y de despreciar públicamente a esos “ignorantes” que se reúnen a quemar papeleras y a gritar contra el orden establecido y la procesión del santo, mire usted por dónde. Todos o casi todos han cogido el rábano por las hojas, se han centrado en los escasos disturbios de última hora y han mandado al limbo y al cesto de los papeles la gestación, las causas y el fondo que han propiciado las marchas y el malestar social. Qué barbaridad, qué insulto a la alfabetización, qué engaño, qué patraña.
Fijar la atención acerca del traslado de la noticia de la muerte del primer presidente de la democracia produce rubor, vergüenza y hasta sarpullidos. Me cuesta más comentar el hecho porque la persona acaba de fallecer, está de cuerpo presente y, como tal, merece todos mis respetos. Pero todo ha parecido la crónica de una muerte anunciada, con hagiografías dispuestas en la mesa para que pareciera que todos estaban al tanto de la historia y del personaje. Tengo la impresión de que, en este caso, hay otros elementos que también o se han prestado o directamente han propiciado el escaparate publicitario. Y menos mal que se les agotaron los tiempos, que, si no, no sé de dónde habrían sacado variantes de la hagiografía para mantener el tono.
Creo que la figura del expresidente está totalmente sobredimensionada en términos históricos y personales, pero tal vez no es el momento, y, además, el conjunto no salió del todo mal y los que lo vivimos creo que tenemos algo más de autoridad moral y temporal para decirlo. Así que dejémoslo estar. Por respeto al difunto, no por el espectáculo que los medios están dando estos días.

Va a resultar verdad aquello del principio: Cuando todo da lo mismo, ¿por qué no hacer “periodismo”?

sábado, 22 de marzo de 2014

LAS COLUMNAS DE LA DIGNIDAD


Hoy sí que, más que nunca, Madrid es rompeolas de todas las Españas. Es una tarde gris  y algo encogida; después de bastantes días de entrante primavera, parece que al tiempo se le ha encogido por un rato el estómago y se ha parado como para sentirse un poco y ponerse la mano encima.
Esta mañana he paseado por la margen izquierda del río Cuerpo de Hombre. El rumor y la compañía de sus aguas me han llevado desde la calzada romana de la Plata hasta Montemayor. A su orilla he comido y me he solazado mirando los montes y viendo como surgen a la vida las flores y las hojas con las que se adorna la primera primavera en estas tierras. No hacía nada de frío y el sol brillaba en lo alto. Después se ha vuelto gris y anda como enfadado.
Durante la mañana me he acordado en silencio de tantas personas que, en esos momentos, hacían su aproximación a pie hasta Madrid, llegados desde todos los puntos geográficos de la península. Y me he sentido mal, con mi conciencia un poco turbia por estar tan lejos de ese río de dignidad y de esperanza
Ahora estoy en mi casa y sé que todos ellos, y muchos más que se les sumarán en la capital, estarán manifestándose por las calles, gritando al viento todo lo que traían escondido en su corazón desde tan lejos. Y estoy viendo en mi mente toda una explosión de ánimos y un estruendo de gritos por una justicia que no llega, por una dignidad que se mantiene pero que se prefiere basada en una justicia distributiva inexistente, y un arrebato de ilusión por un mundo más justo y más humano.
Y yo no estoy allí y siento vergüenza por no arrimar mi grito a sus canciones, por no sumar mi indignación a sus quejas y por no hacer saber que ellos son los más dignos. Podría pensar egoístamente que a mí me afecta menos, que por ahora llego a fin de mes, que tengo una paga mensual asegurada, que protesten los que más lo necesitan, que… Y sería un egoísta y un indigno. Por eso siento vergüenza de no estar allí con ellos.
En algunos periódicos de derechas (de extrema derecha) conminan a los poderes policiales a actuar con dureza contra cualquier desmán de los manifestantes. Qué barbaridad. ¿Cómo se puede intentar convivir con semejantes sujetos? ¿Qué quieren hacer contra los que llegan cansados y rendidos desde lejos pero en pie con toda su dignidad a cuestas? Hoy España huele a dignidad y ese olor procede de todas las columnas que se concentran en el centro de Madrid. Desde allí llega el aliento a todos los rincones. Menos mal que este olor tapa y entierra el hedor de todos los que vocean contra cualquier exigencia de justicia y de solidaridad entre las personas de esta comunidad llamada España.

Loor a estas columnas de personas que mantienen la luz de la esperanza en un mundo mejor y más humano. Ellos agitan mi conciencia para que no se duerma y alientan mi sentimiento de vergüenza por no hacer cada día cualquier pequeño empuje por un mundo menos oscuro y un poco más habitable.

viernes, 21 de marzo de 2014

DE COMUNE SENSU


En los libros de sabiduría antiguos, aquellos que andaban tan preocupados por la intención moral y que llenaban todo de apólogos y de fábulas, se esconden ya los principios básicos del comportamiento humano que siguen sirviendo hoy y que servirán mañana. Igual sucede con explicaciones o modelos que nos llegan de la mística oriental antigua y reciente. En el fondo todo se reduce a aplicar un poco de sentido común y de buena voluntad. Por este orden creo que funciona mejor. Primero, el sentido común, pues incorpora la razón como principio, aunque sabiendo que llega hasta donde llega, que no es a todos los sitios; después, la buena voluntad, como resultado de las limitaciones de la razón y de su concreción en el sentido común. Y todo ello adobado con el fundamento de que la persona, como tal, por el hecho de ser persona, se  sitúa por encima de cualquier otro valor o consideración.
Me mandan correos llenos de sabiduría y de ingenio, de esa chispa que hace seguir creyendo un poco en la capacidad humana y en la salvación parcial de esta especie. Hoy mismo abro el buzón y descubro uno de ellos; muestra la oposición entre un asunto concebido desde la erudición o desde la sabiduría y el sentido común. Se trata de dividir una herencia de diecisiete unidades (aquí cabe cualquier clase: animales, plantas, terrenos…) que, mira tú por dónde, al donante le había dado por dividirla en la mitad para un hijo, un tercio para otro y dos unidades para el tercero. No había manera, ni los principales matemáticos eran capaces de encontrar solución a ese reparto, ni dividiendo una unidad por la mitad les salían las cuentas.
De repente, se les ilumina el cogote, tiran del sentido común y de la buena voluntad de un buen hombre, iletrado y grosero, pero con ganas de solucionar y de no buscarle demasiados pies al gato. Resulta que halló la solución, se rió de todos los que pensaban que aquello ofrecía dificultades y les animó para que en otras ocasiones intentarán encarar la solución con perspectivas comunes, sociales y humanitarias. Así se lo presentó: Añadiré yo una unidad de mi propiedad a las diecisiete que tenemos (piénsese por ejemplo en ovejas) y empezamos a dividir. Ahora ya no son diecisiete sino dieciocho. Ya podemos tomar la mitad y entregarle nueve al primero. Hala, con dios. También podemos darle la tercera parte al segundo: seis. Con dios también. Nos quedan otras dos para satisfacer al tercero según lo dispuesto en el texto de la herencia. A disfrutarlo.
Pero nos queda una oveja de sobra. Que nadie se preocupe, era mía, la añadí yo y, por tanto, yo me la vuelvo a llevar. Así las cuentas quedan saldadas y todos contentos.
Parece que todos quedaron admirados, sobrecogidos y avergonzados (en los textos antiguos dirían corridos). Se les habían caído los palos del sombrajo. Su erudición, sus conocimientos teóricos (siempre escasos, como se ve) no habían dado para algo tan sencillo como lo que en un momento soluciona la buena voluntad, esa que procede de la sabiduría, de la certeza de que todo es limitado y sencillo, de que siempre es mejor tender la mano que alzar el puño, ser legales que ser legalistas, tener buen fondo que solo barniz y apariencia.

Y hoy empieza la primavera, y hay que estar para todo lo que existe, lo bueno y lo menos bueno, lo dulce y lo amargo, lo que transporta en vena la esencia de la vida. Porque respiro y siento, veo y ejercito mi tacto en mi piel y en las caricias. Y vuelvo a respirar y enlazo unas palabras. Respiro, siento, creo que vivo y es todo un gran milagro que me anima a instalarme en el sentido común y en la buena voluntad. Vamos a ello.

jueves, 20 de marzo de 2014

GESTOS


Buena parte de los esfuerzos de mi vida laboral han ido encaminados a mostrar la importancia del sistema de comunicación que tiene como base el lenguaje articulado. He estado siempre convencido de su carácter decisivo en la convivencia y en la propia existencia humana. Creo que esa convicción me ha dado fuerzas y energías muchos días para cumplir un poco más dignamente con mi profesión. Hace un par de días terminaba la parte del programa de mis clases de la UNED dedicada al estudio de las características de cada uno de los tres niveles que componen ese sistema hasta terminar en el de las relaciones de la unidad más compleja, eso que llamamos oración. Terminaba con una consideración acerca del valor del sistema, no como acertijo en el que hay que acertar el nombre técnico de cada elemento, sino como conjunto de intercomunicaciones que sirven para construir un complejo alucinante que nos permite que la relación entre personas sea algo más precisa técnicamente y un poco más placentera para todos. Como sucede siempre que realizo esta explicación, hay alumnos que parece que entienden hasta qué honduras puede llegar lo que les digo si es realmente así como les cuento, y hay otros que tal vez se queden con la duda o incluso con el desinterés. Los del último día ponían caras muy raras, y creo que no en sentido negativo precisamente.
Pero yo, que sigo defendiendo la bondad y la potencia de este sistema de comunicación, el lingüístico, quiero dejar aquí constancia de la importancia de los gestos, también como elemento esencial en nuestros intercambios y en nuestra convivencia.
Gesto, seguramente de “gestus” y este de “gerere”, o sea, lo hecho, lo gestionado, lo activado y completo, ese signo visible y externo, o casi, que chispea y deja un destello de luz que ilumina nuestros sentidos y nuestra conciencia. Un gesto es siempre una carga de connotación que necesita serenarse y concretarse desde la interpretación de quien lo recibe.
La vida está llena de gestos, de gestos físicos y de gestos mentales, de movimientos medibles y significativos así como de actitudes que anuncian todo un código de conducta.
No sé muy bien por qué se suele acotar el gesto a la cara si son tal vez las manos las que mejor practican los gestos de los que nos servimos. Tal vez otra vez la vista haga de las suyas y acapare lo que no le pertenece, al menos del todo.
Y tengo para mí que nos movemos cada día más en el mundo de los gestos, de los elementos visibles, táctiles o de los demás sentidos, y que la palabra, que acaso nos empuja algo más a la elaboración y al análisis desde el pensamiento, anda un poco de capa caída. Es el mundo de la imagen y de lo instantáneo, de lo que cambia para seguir igual, de lo que no es permanente, de la velocidad y de la renovación. Lo permanente es la moda, la evolución, lo inconsistente. Parece como si volviéramos a refugiarnos en lo elemental y primitivo pero en velocidad continuada y creciente.
Lo mismo que me gusta la palabra serena y grave, me interesan los gestos que no son estridentes, que dejan su poso para mucho tiempo aunque pierdan su espectacularidad, que aparecen humildes y se quedan en el mundo de la sugerencia y de la evocación. De hecho, aunque abuse mucho de ellos esta sociedad de las prisas, muchos de ellos permanecerán durante mucho tiempo y seguirán incendiando las mentes y las emociones de muchas personas con la simple acción de darlos o de recibirlos.
Pienso en algunos gestos como el del puño en alto, el de la mano extendida o el de la cruz, que han movido los sentimientos de tantos millones de personas.

Yo me puedo conformar con un gesto sencillo de comprensión mecido en una mano extendida, o en una sonrisa sencilla y bondadosa. No es poco para los tiempos que corren. Y, además, cuestan muy poco.

miércoles, 19 de marzo de 2014

ESE HECHO MISTERIOSO


¿Por qué esa intensidad a la hora de defender algunas ideas, cuando parece que para tantos lo más importante no es el desarrollo de la argumentación sino el hecho de dejar al adversario tirado en la lona y al desamparo del escupitajo de los demás? Es más, ¿por qué ha de haber adversarios a no ser que se entiendan como portavoces de otros puntos de vista enriquecedores acerca de las cosas? Hay gente que va por la vida con la zancada ancha y el golpe en el suelo, como si fuera de soldado desfilando. Sobre todo si tiene un poco de poder. Cuando el poder de decidir sobre otros muchos es real, entonces el peligro cristaliza y se convierte en una amenaza evidente. Si a eso le sumamos que buena parte de la comunidad también quiere gresca y mano dura, el cóctel está casi servido y en bandeja de plata.
Me da miedo mucho de lo que pasa en los niveles generales (no he escrito a nivel general), pero aún me preocupa más lo que sucede a mi alrededor y en mi misma persona.
Uno se pasa media vida razonando acerca de la necesidad de que haya ideas, de que estas se organicen, de que se manifieste serenamente una ideología, y de que se aplique en la realidad diaria. Y no quisiera apearme de este principio, pero la realidad, con demasiada frecuencia, me deja muy mal parado.
Cualquier pequeño recuento me sirve para inyectarme en vena la duda de casi todo. Hoy mismo repaso a  media tarde. He decidido levantarme a una hora determinada para salir al campo; dejé fijada ayer la intención de pasar la mañana con unos amigos caminando, hablando e intercambiando impresiones; he decidido comer a una hora determinada; he descansado un rato; he visto unos minutos la televisión; he leído un rato largo, y ahora escribo esta pequeña disquisición mental. ¿He decidido algo en realidad? Reviso y compruebo que cada decisión ha venido condicionada por las circunstancias que la han rodeado y certifico que, sin ellas, nada habría sido igual y que mi realidad no es más que una de las infinitas posibilidades en que se va embarcando mi existencia.
No tengo nada claro cuál es el grado de influencia de mis decisiones en mis actos, pero me siento como dirigido por causas y efectos que no controlo y que al menos no dependen solo de mí. Más bien todo me parece embutido en un discurrir oscuro del tiempo y del espacio en el que no soy más que otro de tantos al lado de otros muchos en un fin no definido y al albur de no sé qué coordenadas o decisiones.
Pero sigo vivo y lo cuento. Soy un afortunado. A mi lado observo cómo se talan árboles vitales, cómo se acaban vidas y de qué manera se van intuyendo otras en busca de ocupar su sitio; todo lo que existe y vive me sirve de ejemplo en estos días de la incipiente primavera. Y siento que la vida aún me pertenece, que me sigo salvando de milagro en esta quema continua de rastrojos. Y confirmo que todo sucede en realidad como en un misterio inescrutable y maravilloso. Y me siento aturdido pero gozoso por haber sido señalado tantas veces por la mano de la suerte. Y, cuando escribo esto, en tiempo real, me llama Leti desde Málaga contenta y con las mismas preguntas sencillas de siempre. Y siguen sucediendo cosas que podrían suceder de otra manera. Y compruebo que la buena suerte existe de verdad y que a mí me ha sonreído muchas veces; todas las que el proceso del tiempo ha tenido a bien, a pesar de mis empeños diarios en desentrañar algunos de los principios de esa vida y de ese tiempo.

Quiero seguir ordenando mis ideas y no deseo renunciar al sentido común y a la razón. Pero deseo dejarme llevar a ratos, o al menos a porcentajes, por ese hecho misterioso que me deslumbra y me empuja a veces a la alegría y a veces al abismo de la tristeza.

lunes, 17 de marzo de 2014

EL ESTANQUE DORADO


La vida se sirve de mil maneras para presentarnos su realidad, que es la nuestra, la que nos va haciendo sabedores de algo de lo que somos, de algo de lo que querríamos ser y de algo de lo que nunca seremos. Seguro que solo hay que estar atentos y poner en orden nuestras antenas, nuestros sentidos, y sobre todo ese último sentido al que siempre conviene acudir y que llamamos sentido común.
Paso algunos fines de semana en Madrid y casi todos aprovecho para asistir a alguna representación teatral. En Madrid, como en todas las grandes ciudades, anida todo, lo mejor y lo peor, lo ocasional y lo permanente, lo claro y lo turbio, lo portentoso y lo mostrenco, lo más estilizado y lo más grosero. Y hay gente para todo, como si el mundo entero estuviera en la calle para verse y para sentirse próximos unos a otros.
En el teatro, unas veces acierto y otras no tanto; acaso porque también importa, y mucho, el estado de ánimo con el que, como espectador, me acerco a las salas. Pero suelo tener bastante suerte. Eso que le debo a mi familia, que me lo dispone todo -hasta su mejor disposición- para que yo me encuentre muy a gusto.
El sábado asistí en el teatro Bellas Artes a la representación de la obra “El estanque dorado”. Fue un festín de teatro, de texto, de dicción, de personajes, de ambiente y de sensibilidad. Pocas veces tiene uno la suerte de ver y de sentir la presencia conjunta de Lola Herrera y de Héctor Alterio encima del escenario. Este actor argentino me parece que, a día de hoy, se encuentra en el cenit de su fuerza interpretativa y de sus cualidades teatrales: ritmo, gestos, vocalización, intensidad, movimientos, silencios…, todo, absolutamente todo. Sublime. La réplica de Lola Herrera también está a la altura.
Pero fue festín también para los sentidos y para el pensamiento, que, al fin y al cabo, es algo que perdura un poco más y que se ofrece a cualquiera para ser rumiado. Se escenificaba la situación vital de dos ancianos en la que, cada uno con su carácter (más brusco en él, más vitalista y positivo en ella), hacían frente a ese trance en el que casi todo queda por detrás y poco por delante. A pesar de todo, tienen que andar esa última etapa mirando tanto al pasado como al futuro. Es, ni más ni menos, esa situación en la que todos, o casi todos, terminamos por encontrarnos por imperativos vitales. Los contrastes entre sus caracteres, el ánimo diferente que animaba a cada uno de ellos, el empuje desigual que manifestaban, sus roces con la vida llevados de manera desigual, la mayor o menor intensidad racional o emocional que le echaban a la vida… proponían un panorama del que nadie se podía escapar sin darse por aludido e invitado a reflexionar. El autor del texto anduvo muy fino al presentar un hecho tan dramático con formas de desigualdad, buscadas en el cambio continuo del tono trágico al cómico.
Vi gente cerca de mí que lloraba y que reía indistintamente. Y no me extrañó nada que afloraran así los sentimientos. Porque somos nosotros y son los que nos rodean, los que nos rodearon y los que estarán, tal vez pronto, cerca de nosotros.
Y es que el tiempo -otra vez el tiempo- nos va haciendo fotos de un álbum que va del color al blanco y negro, pasando por el gris con muchas páginas. También en las últimas páginas, esas que se tambalean entre los recuerdos, la falta de pudor y la expresión directa, las deficiencias, los olvidos y el poso de ternura que queda como rescoldo si se ha sabido cultivar.

Todos podemos hacer nuestro pequeño estanque dorado junto al que sentarnos y darnos un abrazo. Para recordar, para desengañarnos, para engañarnos también, para sentirnos más presentes, para pedir ayuda, para entender que, a pesar de todo, bien merece la pena echarle un guiño a la vida y reírnos un poco, también en medio de la amargura.

viernes, 14 de marzo de 2014

CRÁTERA CON DOS COPAS

CRÁTERA CON DOS COPAS
Si en el vaso que bebes
tienes vino de olvido,
mantén tu brazo quieto
y muérete de sed.

Si en el vaso que bebes
tienes vino de amor,
agótalo con ganas

y olvídate de mí.

jueves, 13 de marzo de 2014

NO FUE SOLO EL AMOR



Hay restos de nostalgia en el camino
que a Ítaca conduce desde el último
despojo del combate que hubo en Troya.
Y es la diosa ojizarca la que rige
los destinos de Ulises el astuto.

Soñar con ver la meta y sus arenas
es imposible si la aurora invita
a esperar otro día de desgracias
o de amable acogida en un viaje
errante e infinito. Pareciera
que todo se halla en manos del destino.

¿No le aguardaba en Ítaca el anhelo
del amor de una esposa o el contento
de un hijo tan crecido y tan robusto?
¿Tampoco el fiel recuerdo de aquel padre
anciano  y alejado delas luchas
de tanto falso noble codicioso?

¿Fue el extraño placer de la venganza
lo que alargó el feliz descubrimiento
de aquella identidad que se ocultaba
a los ojos llorosos de la esposa,
a la visión del viejo porquerizo
y del joven Telémaco, su hijo?

¿Acaso el ciego aedo se ha olvidado
de que es amor lo que al futuro empuja
y nada debe detener su empeño
ni diluir la pasión en otras cuitas?

Fidelidad, amor, perseverancia,
cuidado de los dioses, amistad,
son las armas del héroe soberano
que vence a los demás y les enseña
el camino preciso hacia el palacio

de las arenas límpidas de Ítaca.

miércoles, 12 de marzo de 2014

CINCO TEMORES


Supongo que la edad y el tiempo libre condicionan unos contextos diferentes y acercan a cualquiera a consideraciones distintas y a ocupaciones mentales especiales.
Me pregunto cuáles pueden ser los estados de ánimo más frecuentes y temidos en el ser humano, sean estos reconocidos o simplemente padecidos al amparo sagrado de la rutina y de la costumbre. Porque el tiempo pasa -que es lo que siempre pasa-, pero lo hace en unas condiciones determinadas, en unos latidos concretos y en unos estados reales; de tal manera que, por más que el tiempo vaya a írsenos de la mano siempre, lo que vivimos son realmente las sensaciones y los estados de ánimo.
Sospecho que son los negativos los que se nos hacen más presentes y nos pellizcan con más fuerza, mientras que sus correspondientes positivos nos enajenan y nos envuelven en su agitación y en su gozo, hasta el punto de andar nadando en ellos con menos conciencia de los mismos. Tal vez por ello se afirme que es con el dolor cuando somos más conscientes del valor de la vida y de su sentido. Por ahí es por donde hay filósofos y poetas que encuentran sentido al dolor.
Se me ocurren estos estados de ánimo como más frecuentes y temidos:
a)      El primero es, sin duda, el de la soledad. Cualquier otro dolor o estado de ánimo negativo se puede soportar con su correspondiente positivo, con la compañía. La soledad es el mal de siempre, y, tal vez, un poco más el de nuestros días. A pesar de todos los medios de comunicación a nuestro alcance.
b)      El segundo acaso sea el de la depresión, esa situación tan misteriosa que no siempre es fácil de comprender desde fuera y que sitúa al que la padece como ajeno a la lógica y a merced de la abulia y de la falta de interés por nada.
c)       La tristeza puede ser el tercero, esa falta de empuje y de complacencia que te lleva hacia la oscuridad y hacia el desánimo. Es un sentimiento complicado y yo creo que no siempre negativo, sobre todo cuando esa tristeza tiene como causa la reflexión y la certeza de lo difícil que se presenta la mejora de las cosas. En todo caso, prefiero una dosis de tristeza controlada a una risa idiota, imbécil e incontrolada.
d)      El estrés parece que ocupa y preocupa cada día a más personas; en él andan instalados muchos seres humanos, incapaces de entender que el tiempo es el que es y que el ritmo tiene que ser continuado pero no excesivo, y que la actividad debe responder a una planificación en la que tenga espacio el descanso y la eliminación de opciones. Tal vez habría que volver a aprender algo de latín y traducir con calma aquello de “festina lente”.
e)      Anotaré como último titular de este quinteto la discapacidad mental o física. Las condiciones sociales y las perspectivas de vida implican consecuencias también negativas, como esta que cito. Los hogares y las residencias están llenos de personas que necesitan ayuda física, mental o ambas.
No está mal como equipo para hacernos pensar. Cada apartado tiene su desarrollo, sus causas y sus consecuencias, y daría para muchas reflexiones. La suma de varios provoca momentos complicados. No es poco que aquí apunte al menos su existencia.

Menos mal que no hay mal que cien años dure, que después de la tempestad viene la calma, y que todo se trufa con sus opuestos positivos, a los que hay que agarrarse con energía y con la mejor voluntad. Menos mal. 

martes, 11 de marzo de 2014

11-M: UNA HISTORIA DE HISTORIAS

La Historia deposita sus despojos con una lentitud inteligente. Cualquier hecho se fija primero en sus datos físicos, inmediatamente en sus contornos emocionales y, luego, poco a poco, se va dejando llevar hacia el terreno de la laxitud, de la serenidad y acaso del olvido.
Hoy es 11-M y se cumple el décimo aniversario del mayor atentado terrorista en Europa. Son solo diez años pero parece que no son poca cosa. Aquella mañana todo fue sorpresa, sobresaltos y acumulación de cadáveres, donaciones de sangre y miles y miles de actos de solidaridad: suma de datos nuevos.
Inmediatamente, acaso al mismo tiempo, fue un río de emociones, de lloros, de tristezas, de manifestaciones espontáneas, de silencios sonoros, de miradas oscuras, de temblores agudos. Como si el misterio y lo inevitable se hubieran apoderado de todos nosotros. Las emociones iban tomando cuerpo a medida que los elementos físicos se iban concretando.
Enseguida llegó la hora de las interpretaciones, a pesar de andar todos metidos en el reino de las emociones, que acuchillaban a todos por los cuatro costados. El cuadro de intereses electorales y políticos agrió enseguida aquello, todo aquello que buscaba sin rumbo una causa aparente.
Y en medio y a los lados esos medios de comunicación, que andaban también ellos cargados de intereses y trufados de sombras por tanto sobresalto.
Y no llegó la paz ni en casa ni en las calles. Los muertos se enterraron, el dolor siguió vivo pero se fue encogiendo en el corazón de los más allegados. Y muy pronto se dejaron llevar por el empuje de tanto aprovechado que jugó al escondite con sus muertos, con su dolor y con sus lágrimas. Fue la etapa de la comisión de investigación en las instituciones, aquella en la que unos lloraban y otros leían tranquilamente el periódico. Algunos incluso se reían, que yo los vi mientras echaba pestes contra ellos. Uno de ellos, por concretar algo más, se forra los bolsillos en una compañía de telefonía, hasta donde llegó empujado por el dedo del Gobierno, seguro que para cumplir su deseo de ir a la política para forrarse. Se sigue llamando Eduardo Zaplana.
Y el tiempo puso pausa al desconsuelo, destensó los terrenos del corazón y de los impulsos en la gente de la calle y los dejó emponzoñados en algunos medios de comunicación que se han servido del dolor para llenar sus arcas y sus cuentas a costa de los muertos. Aún siguen en ello, agitando el señuelo de cualquier imperfección y de cualquier error menor. Bien poco les importa: es su banderín de enganche para que unos cientos de miles de fanáticos sigan en pie de guerra. Su tono desmedido ha impuesto a la otra parte una especie de muro que impide traspasar cualquier duda en el caso. Y así resulta inútil toda aproximación serena hasta los hechos. Porque si traficar sin moral con la sangre de los muertos imposibilita el diálogo con cualquiera de esos traficantes, tampoco es menos cierto que en las causas son los datos los que empujan a ir hasta donde la inteligencia alcance, y, si hay datos nuevos, ándele, coño, y tírese del hilo hasta el principio, aunque no sea más que para dejar en mayor ridículo si cabe a tanto fanático y a tanto iluminado.
Pero ¿y las otras gentes? Porque hay otros golpeados por el dolor de la barbarie. Pienso en los creadores y en las gentes sensibles. La verdad judicial se ha consumado, salvo muy improbables nuevos datos significativos; la verdad emocional anida en los familiares de las víctimas y en los heridos, y, en menor medida, en un rinconcito cada vez más pequeño de las gentes; la verdad simbólica se guardará en los textos que digan cualquier cosa de aquel día. E incluso en estos textos habrá diversas capas. Se han escrito ya libros; se escribirán más páginas; se abordarán los hechos como centro de todo o como pequeño capítulo de otras historias más amplias. Y la Historia irá depositando algunos restos en capas superpuestas y en silencio.

Para un libro colectivo acerca de esta tragedia me pidieron un poema que ahora mismo ni recuerdo ni encuentro. Pero sí retengo en la memoria el par de versos que dejé en el monumento madrileño de Atocha. El primero evocaba uno de Claudio Rodríguez, el segundo guardaba toda la rabia contenida ante la posible causa de la tragedia. Eran estos: “SIEMPRE LA CLARIDAD VIENE DEL CIELO: / NO CONFUNDÁIS EL CIELO CON LOS DIOSES.”

lunes, 10 de marzo de 2014

EL TIEMPO Y LAS COSAS



Cada tiempo tiene sus cosas y cada cosa pide su tiempo. Es una perogrullada en la formulación pero creo que de gran alcance en su ejecución. Porque las cosas se producen sin solución de continuidad en cada momento  y no entenderlas desde ese tiempo preciso y solo desde ese es errar su significado y quedarnos a dos velas. Si eso fuera verdad, resultaría que cada acción resulta sencillamente irrepetible y única, pues único es su espacio y es su tiempo, sobre todo si se admite que todo lo que sucede lo hace en las coordenadas del espacio y del tiempo.
Pero no quiero ir por ahí y desconozco por qué los dedos me han llevado a esta entradilla. Bueno, o tal vez sí. Porque estaba pensando que cada lunes dedico un rato a pasear por los pinos y cada lunes encuentro el paraje con algún elemento distinto a los de la semana anterior. Hoy mismo, una cuadrilla de operarios continuaba empeñado en apuntalar una barandilla nueva en el inicio de la carretera que, partiendo de la general, da acceso a los centros educativos y al paraje natural. Llevan allí demasiado tiempo para tan poco espacio y no quiero extraer consecuencias acerca de la intensidad de su trabajo. Para colmo, han arrancado algunos árboles que marcaban el inicio del buen tiempo con sus botones ensanchándose y explotando por estas fechas ya próximas a la primavera. Otro pequeño hurto a la vegetación y otra mordida de asfalto. Otra más.
El despojo mayor sigue estando en la tala de pinos que se ha llevado a cabo en casi todo el pinar. Hasta tres camiones con remolques gigantescos andaban empeñados en cargar los troncos que se apilan en diversos lugares. Son los mismos troncos que antes lucían verticales y que ahora yacen unos encima de otros, en espera del aserradero. Todos ellos supuraban gotas de resina que se resistían a desprenderse del tronco y que parecían como el lloro de los árboles o su amojamamiento. Resultaba inevitable pensar  qué resumen recogerá cada gota de resina tanto en el camino hacia el interior del árbol como hacia su exterior. En un intento inútil y nada provechoso, intenté impregnar la base de mi cayada con algo de esta resina, como para darle un pequeño abrazo a esa despedida, a esos paseos en su presencia, a sus ramas al viento, a su firmeza como testigo de tantas pequeñeces en la frescura de la ladera. Cada cual sabrá qué historias se llevan los pinos de su propia historia. Yo he paseado mucho entre sus troncos, por los caminos que ellos escoltaban, observado y amigo de todas sus cortezas.
Con ellos se marchan un poco esas cosas que tuvieron su tiempo. Y también el tiempo que tuvo esas pequeñas cosas. Quedan, no obstante, otros pinos más solos y espaciados; muchas ramas perdidas y esperando el calor y su sequía; varios caminos nuevos y embarrados trazados por las ruedas de las máquinas; los pájaros, que siguen asustados con esos ruidos raros y continuos; el sol, que ahora se cuela fácilmente hasta lo más interno del pinar; lo otros arbolitos, que tendrán más espacio para buscar la luz y su energía; y mis pasos tranquilos, que seguirán hollando el tiempo y el espacio entre los pinos, entre estos otros pinos.
Y serán otros tiempos y otras cosas, tal vez la mismas cosas para otros nuevos tiempos, tal vez los mismos tiempos para otras nuevas cosas, tal vez todo a la vez en el pasar sin pausa del tiempo y del espacio.  
Las aguas del río seguían umbrosas en el fondo, como surgiendo un poco alborotadas desde lo más profundo de la sierra. También siempre las mismas en el mismo cauce, o acaso siempre otras en las mismas riberas.
Un grupo de hombres subía lentamente hablando de no sé qué tarjetas que nada tenían que ver con medicinas sino con el balón y los partidos. Hablaban con energía, casi enfadados.

-          Buenos días, tómenselo con calma, que hace muy buen tiempo.

viernes, 7 de marzo de 2014

ATÓNITO VA-Y-VEN


Tal vez los besos más sabrosos son los que se dan con hambre atrasada, con el impulso incontrolado de lo que ha estado encadenado y oculto a la luz del sol y a la saliva.
Él y ella andaban despistados y en la línea del desnudo y de la pasión. Por eso habían perdido el sentido del oído y no escuchaban nada de lo que desde lejos sonaba: campanas, ruidos de enfadados, ambulancias que destellaban en las carreteras, un último tocadiscos que lanzaba al viento una nueva canción, la discusión acalorada de otra pareja, el rosario en el filo de la tarde, cualquier vuelo de un ave atolondrada…
El rito se inició con parsimonia hasta ir creciendo en rumor y en desatino. Ella presentó su cuerpo, que se fue dorando ante el asombro de los rayos del sol de la tarde, y él hizo lo propio. Ambos parecían desperezarse y como prepararse para un rito sagrado y convenido, como si fueran dos oferentes a un dios desconocido.
El roce comenzó con el desnudo. Las manos suavemente sazonando las piernas y los muslos en un vaivén primero tibio y muy pronto ardiente y abrasador. El húmedo paréntesis de las caderas ofreció su frescura. Los vientres se unieron y sintieron la presencia de la piel y el pálpito creciente de ambos pechos. La lengua fue ascendiendo hasta la boca y supo de las ansias de otra lengua, hasta que ambas se fusionaron en la misma saliva y en los mismos mares. O mejor, en un solo mar y en una sola tormenta. Los labios ahora se regalan y se estrechan en un compás redondo y fugitivo. Y los ojos se encuentran, se sorprenden, se ven y no se miran pues quedan asombrados y perplejos, se penetran y beben de los otros mientras se ofrecen al gustoso ejercicio de la vista. Y en dulce acoplamiento, se olvidan de la nada y de sí mismos, y comienzan la danza de la muerte y de la vida, la dulce sinfonía del extravío, el compás del placer y del olvido.
Son las escenas de una sinfonía en la que no hay paréntesis del tiempo, en las que se confunden los verbos ser y estar, en las que no se distinguen uno y una pues uno es ya una y una es uno y ambos son uno solo. Solo se observa el crescendo del ritmo y la presencia real del desatino, el caos absoluto y la fusión intensa, la dulce salvación en la locura, el torrente mortal que da la vida y la entrega total, definitiva.
Lejos existen cosas, pero están todas lejos aunque estén al lado. Los sentidos están todos sumisos al ritmo del placer. Nada se oye, nada se ve, nada se sabe. Los únicos testigos son él y ella; ellos son los únicos que asisten a la reunión sagrada, avariciosa, a la alta ceremonia, al tálamo de los ungidos. Ni el aire ni la lluvia, ni la luz ni los cielos. Nada. Solo ellos. Él y ella, ahora transformados en una singularización ambigua y placentera.

Y así hasta que las fuerzas los superen, hasta que todo los olvide, hasta que el día se pierda y no encuentre la noche, hasta la nulidad del tiempo y del espacio, ensimismados y únicos, en un vaivén fecundo, en un mecido sueño ya olvidado, por detrás de las tapias del pasado y del futuro, con todo el horizonte a su servicio. 

miércoles, 5 de marzo de 2014

EL CABALLO CANITO


            EL CABALLO CANITO (Para Sara)
El caballo Canito había crecido siempre en campo abierto, correteando de un lado para otro, primero al amparo de su madre y, enseguida, sin ninguna traba que lo detuviera. Había nacido en primavera, cuando el campo también se hacía mayor y se revestía de sus mejores ropajes. Era blanco como la nieve y le colgaba una crin que se trenzaba con el viento en cuanto ensayaba una carrera. En el espacio libre había aprendido a hacerse fuerte y a mostrarse altivo con su cabeza erguida y su cola levantada.
A Canito le llegó la hora peor cuando su dueño decidió que tenía que sacarle producto. Para ello pensó en estabularlo y en cuidar su alimentación y su limpieza; además, pensaba ejercitarlo en el arte ecuestre y en el ritmo para dedicarlo a la danza de feria en feria. No fue fácil ni hacerle venir, ni ponerle un cabezal, ni ensillarlo, ni domarlo. Hasta dos días completos se gastaron en reducirlo y en mantenerlo, primero en un corral abierto, y más tarde en una cuadra acomodada para él. Canito relinchaba, tiraba coces, levantaba las orejas tiesas, alzaba la cola, se movía sin parar, y mostraba de mil formas su enfado y su disgusto por no poder salir a correr por el campo abierto. La primera semana perdió peso, y hasta oscureció algo su pelaje, los ojos parecían más pequeños y apenas comía lo que sus dueños dejaban para él.
A la cuadra no le faltaba ninguna comodidad: tenía una pila con agua corriente, estaba bien aireada, los cuidadores procuraban mantener una temperatura constante, se limpiaba diariamente y era espaciosa. Canito también recibía limpieza dos veces por semana.
En las dos primeras semanas, Canito fue acomodándose a la monotonía y a lo inevitable de su situación. Primero fueron sus orejas, que ya se alzaban cada vez que sentía la presencia de sus cuidadores; después se dejó acariciar y limpiar pacientemente; por fin se animó a comer de todo lo que le ofrecían en la cuadra.
A los quince días, los domadores decidieron los primeros ejercicios en un amplio recinto, junto a otros dos caballos. Canito salió asustado, pero enseguida reconoció algo de la luz y de la amplitud que guardaba en su memoria: “aquellos campos, aquella luz, aquellos aires…” Enseguida descubrió que el espacio tenía sus puertas, sus límites, sus acotaciones. Comenzó la sesión dando vueltas y más vueltas, hasta confundirse y automatizarse en un esfuerzo que lo llevó al cansancio y al sudor. Así pasaron días y más días, sesiones y más sesiones. A Canito le sucedió lo mismo que cuando lo encerraron en la cuadra: al cabo de un par de meses, se había acostumbrado a sus ejercicios y, si algún día no lo sacaban sus domadores, se sentía como huérfano y desalentado, sin nada que hacer y con sensación de vacío y de inutilidad.
Pero Canito no fue seleccionado para la muestra de doma; los otros dos caballos gustaron más a los domadores y Canito se quedó aquel día en la cuadra. Por la tarde, uno de los cuidadores le calzó el bozal, lo sacó de la cuadra y enfiló con él las puertas del campo. A los cincuenta metros, se lo quitó, le dio un par de palmadas y lo empujó a que corriera libre por donde quisiera.
Canito se marchó al trote y, al cabo de unos minutos, disminuyó la marcha y agachó la cabeza, comió unos bocados de yerba y siguió campo adelante. Al atardecer, cuando el sol se desangraba en el horizonte, Canito sintió hambre y no tuvo el pienso a mano; llegó la noche y sintió frío; quiso dormir y había perdido la costumbre de dejarse caer sobre las pajas. El campo seguía inmenso e infinito, pero Canito se había acostumbrado a la comodidad de su cuadra y a la rutina de la comodidad.

La mañana sorprendió a Canito junto a las paredes de la cuadra, en espera de la llegada de los empleados y de los cuidadores. El reducido espacio, la comodidad de lo que se le daba hecho y el sometimiento a las órdenes de sus dueños se habían impuesto a la llamada de la libertad, del espacio sin límites, del tiempo para él solo. Canito terminó siendo un buen caballo de doma pero nunca volvió a sentir el placer de la libertad, la exigencia de la responsabilidad y la intensidad de una vida propia. 

martes, 4 de marzo de 2014

UN NUEVO DÍA


Cuando la clara luz de la mañana
se asoma sin pudor a mi terraza,
me llega la certeza de que el día
se anuncia para todo lo que quiero.

Lo primero es el tiempo, las noticias
de lo que fue el pasado y ya no existe,
pues el ayer es hoy y ya sus huellas
se pierden en la bruma del recuerdo;
y el futuro me pilla muy lejano
-permitidme que al menos me despierte-.
Así que todo es hoy, es el momento,
la claridad, la gracia, la constancia
de que otro día la vida me recibe
y yo estoy para todo lo que existe
y me llama a su lado, con el alto
placer y con el ánimo dispuesto:
lo malo porque, si ha de ser, no ha sido;
lo bueno porque queda la esperanza
de tener la fortuna de gozarlo.

De modo que aniquilo mi pereza,
abro mis brazos a la paz que llega,
respiro y me recuerdo con las ansias
de colocarme el mundo por montera,
y salgo a dar abrazos y a dejarme
sazonar por los dones de la vida.

Veremos qué me aguarda en la escalera.

lunes, 3 de marzo de 2014

LAS MAESTRAS DE LA REPÚBLICA


En efecto, he dedicado algo más de una hora a ver el documental titulado “Las Maestras de la República”. En la carátula se escriben con mayúsculas las palabras Maestras y República. Y me gusta verlas realzadas. Las dos. Porque creo que se lo merecen y que incluso deberían imprimirse con moldes dorados.
Es un reportaje de parte pues está realizado por FETE-UGT y como tal hay que verlo y juzgarlo. Naturalmente que en él se refleja sobre todo el extraordinario trabajo de las mujeres de este sindicato. Pero enseguida hay que hacer dos aclaraciones: a) Este era el principal sindicato junto con la CNT; b) El ser parte no implica la nulidad del trabajo: yo incluso creo que es demasiado neutral pues busca un fin solo didáctico.
Con la advertencia de este fingido peligro, me he engolfado en él para comprobar -una vez más- la importancia de ese corto periodo en el aspecto educativo. Y específicamente, la labor de la mujer en la enseñanza.
Aquellas mujeres asimilaron las bases sobre todo de la Institución Libre de Enseñanza, se empaparon del valor de la función que estaban realizando, se entusiasmaron con los principios que las animaban, comprendieron bien la ruptura que aquello suponía, se embarcaron con todo su entusiasmo en su labor, lograron en muy corto espacio de tiempo lavarle la cara a los niños de casi toda España, abrieron los ojos a muchas personas en el camino de la libertad, de la igualdad de sexos y de la solidaridad, dignificaron de manera sobresaliente la escuela pública, y sufrieron en demasiadas ocasiones la incomprensión de demasiadas personas: de gente de sus propias familias, de todas las fuerzas reaccionarias que le salieron al paso y de los ambientes de la enseñanza religiosa, que vieron en ellas enseguida un contrapoder y un competidor fundamental.
Todo ello generó casos particulares heroicos, pero, sobre todo, un ambiente de entusiasmo y de liberación, primero de ellas mismas en muchísimas facetas (formativas, de costumbres, de modas…), pero también de la sociedad que las acogía o que las rechazaba.
La guerra incivil cortó de raíz todo aquel movimiento extraordinario con cara femenina. Y llegaron las represiones, las expulsiones masivas, los exilios, los desprecios y los abandonos de la sociedad y de las estructuras educativas y administrativas. Y llegó sobre todo el olvido.
La Historia, la buena y verdadera, está hecha a  golpes y empujones, con vagidos e impulsos, con gritos  y con voluntades, con ganas sobre todo.
Cualquier día de estos se celebra el día de la mujer trabajadora. Qué buen ejemplo el de esta generación de impulsoras de la educación en la República, gente con ideales que no aspiraba tanto al botellón como a la alfabetización de las comunidades, convencidas sin duda de que la mayor fuerza de una sociedad está precisamente en la formación de sus integrantes. No es difícil sospechar que para ello acaso se necesite la presencia de algún ideal colectivo y plural, algún fin en común, algo de esperanza en la salvación compartida y solidaria. O sea, de alguna ideología definida que aliente y dé fuerzas cada día.
Inevitablemente, recordaba mientras veía el documental las palabras del maestro en la película (esta no recibió ningún Oscar, ni puta falta que hizo) “La lengua de las mariposas”. No son textuales pero la idea era más o menos esta: En cuanto consigamos la formación de una sola generación ya será imposible retroceder en las libertades y en el adelanto de los pueblos. La película está ambientada en la época de la República y de estas maestras del documental.

Me gustaría pensar que la realidad no desmiente ni a las Maestras de la República ni al actor maestro en la película, Fernando Fenán Gómez, ni a Manuel Rivas, el escritor que concretó la idea. Me gustaría.

sábado, 1 de marzo de 2014

¿NO TE HAS ENTERADO DE LO DE ORIGUZ?


Primer día de marzo. Sábado de carnaval. Sigue lloviendo. La tarde se presta a quedarse en casa y Platero se ha escapado también conmigo del corro y “del concierto altivo de metal amarillo, de rebuznos, de risas, de coplas, de panderetas y de almireces… (…) Como yo, no quiere nada con los Carnavales… No servimos para estas cosas…”
¿Y qué hacemos en casa? Primero recordar el campo y la mañana, mi mañana en él, mojándome entre los robles de la Dehesa de Candelario o bajo la fina capa de lluvia que hería el paisaje dulcemente, o sintiéndome contento bajo el tejado del aula de la naturaleza en medio del bosque, o escuchando aún el eco de mis pasos en el camino del canal de la presa o el rumor altivo del agua en el río, aún cerca de la nieve y con prisas para llegar a lo hondo del valle…
Después dejarse inundar por las noticias que dejan los medios visuales. Y ahí descubrir el acontecimiento del siglo, el big bang de todos los misterios, la explosión del más encendido cráter, la aparición de lo más extraordinario jamás concebido. Son los Oscar, claro, la invención de las invenciones y la gloria de las glorias.
¿No sabías que la alfombra roja se ha mojado y ha habido que cambiarla por otra más reluciente para que no se manchen las estrellas cuando pongan sus espectaculares pies sobre ella? Es noticia de última hora y el mundo entero anda conmocionado por ello. Parece que la retirada llora por no alcanzar el gozo de soportar gustosamente las motas de polvo de las celebridades que por ella iban a pasar como dioses del Olimpo.
¿Que no te has enterado de la comida que tienen preparada para todos los participantes? ¿Pero cómo puedes ser tan ignorante? La preparación lleva ya no sé cuántas semanas y ha ocupado a tropecientos cocineros. Algunos son españoles y han engordado una media de diez kilos por la satisfacción que tan encargo les ha producido. Si quieres detalles, te informan hasta de los dientes que tiene cada tenedor: es algo nunca visto, un avance fantástico para la humanidad entera.
Ah, pero ¿no sabías cuáles son los modistos (porque has de saber que son sobre todo modistos) que han preparado los trajes que se van a lucir? Pue andas a la luna de Valencia y no sabes  de la misa la media. A ver si te vas poniendo al día.
¿Tampoco te has enterado de cuál es el color que más se ha de llevar en la gala? Mira, chico, que no te enteras de nada y así no puedes ir a ningún sitio. Abre cualquier página, enciende cualquier televisor y lo sabrás. A descubrirlo se ha dedicado una legión de periodistas, pero, tras arduos trabajos e investigaciones, lo han conseguido: el mundo respira más tranquilo ahora.
Supongo que, al menos, estarás al cabo de la calle de cuáles son las principales fiestas que se van a celebrar tras la gala. ¿O acaso ni de esto estás informado?
¿Y tampoco de los miles de botellas de los mejores vinos y licores que se van a descorchar? ¿Pero tú de qué vas, colega? No estás al día.
Lo mismo tampoco sabes cuál será el sarao en el que más droga se va a consumir y más gente cumplirá el mandamiento del más deseado y la más deseada. Pues mira, me dejas de piedra y no esperaba tanta ignorancia en ti. Esto no lo puede desconocer alguien que se considere escudriñador de los altos misterios artísticos de Jurigud. Hasta ahí podíamos llegar. Me dan ganas de llamarte analfabeto.
Al menos espero que tengas ya bien fichados a los que van a presentar la gala y que conocerás todos los detalles de su vida: su número de calzado, su peinado preferido, su largura y anchura de escote, la fecha de su primera película, el mes en el que faltaron un par de días al colegio, los caprichos a los que están acostumbrados, las veces que se han casado y se han divorciado (esto es de lo más importante, por supuesto)…; en fin todo ese ramillete de virtudes que adorna a casi todos estos guías morales y éticos de la humanidad, a estos sabios que tanto se esfuerzan y que tanto nos enseñan con sus ejemplos fantásticos de solidaridad y de lucha social. Aunque, no sé, porque te veo poner una cara muy rara.
Bueno, es verdad que también hay una entrega de premios y que tal vez existan detrás algunos trabajos cinematográficos que plasmen algunas muestras artísticas y algunas escalas de valores de muy dudoso gusto. Pero esto, ya sabes, no importa y hay que admitirlo porque no queda otra y algún pretexto hay que invocar para lo que realmente interesa en Origud, ese lugar de los Astados Unidos.
No me falles mañana, que te ponen falta. Y toma buena nota de todo esto que te he dicho. Es lo que realmente interesa y lo que se difunde por el orbe para ser seguido después con cabeza inclinada y conciencia rebañiega por todas las latitudes.

A mí me ha dado -ya ves lo que son las cosas y qué anticuado ando- por ver un documental titulado “Las maestras de la República” Es que hay gente pa to. De él te hablaré otro día, si me lo permites.