lunes, 30 de agosto de 2021

ESE JUEGO CON REGLAS TAN EXTRAÑAS


ESE JUEGO CON REGLAS TAN EXTRAÑAS

La vida es ese juego que jugamos

para aplazar el pulso con la muerte.

La muerte, que nos mira y acompaña,

hace como que no nos reconoce,

pero sigue callada a nuestro lado,

por si tiene un antojo y se le ocurre

cogernos de la mano y enseñarnos

el camino que no tiene retorno.

 

Entonces no hay remedio. Es como un libro

que alcanza su final sin darnos cuenta

y acaso nos encuentra despistados,

sin ni siquiera haber leído el prólogo,

que contiene un recuento de instrucciones

para andar en sus hojas sin misterios.

Pero, ay, en un idioma tan extraño

que apenas nos permite descifrarlo.

miércoles, 25 de agosto de 2021

OTRA PÁGINA OSCURA DE LA HISTORIA

OTRA PÁGINA OSCURA DE LA HISTORIA 

Estadísticamente, / casi todas las guerras se producen muy lejos de nosotros… Son versos iniciales de un poema que escribí hace ya tiempo.

He bajado a la calle de la vida para sentir la voz de los que huyen en busca de otros ecos y en suspiros de los días que han dejado a su suerte. La Historia está sembrada de cadáveres, pisamos sobre el cuerpo de la muerte. Las élites esbozan sus principios, muchas veces prestados desde un cielo que nunca arroja luz sino desgracias salidas del capricho de la nada. Y, pensando salvar a sus hermanos, deshacen los caminos de la paz y matan la concordia de las gentes. Es el dolor la muestra de que existe la vida, pero ellos lo concentran en círculos de envidia y de pobreza, y huyen de sus heridas y tormentos.

¿De dónde ese empeño salvador? ¿Por qué no suspender tanta plegaria? ¿Cuál es esa razón que arrasa todo lo que huela a vivir sin atropellos?

La gente más sencilla hace la Historia; los otros poderosos la destrozan y crean en sus sueños un mundo de dolor y de pobreza. No avanzamos en nada, en casi nada; nos movemos en círculo; vemos que son imágenes en todo repetidas; son campos de sufrientes, de masas silenciosas, que han de seguir el paso que les marcan, unas veces con rifles y cañones y otras con el furor de las palabras.

La Historia no es la imagen de un pastor, que se siente iluminado conduciendo el pacer de los rebaños, ni del que mira a todos por encima del hombro, asustando a las gentes que no siguen sus órdenes. Esas son solo historias de la Historia, de la peor Historia. La Historia está en el hombre que a su hora sale a ganar el pan cada mañana, que ve brillar el sol en sus espaldas sin poder protegerse entre las sombras; está en todos los seres que desde la intrahistoria han forjado el camino hasta el presente, en sus cuerpos contienen el mapa de la Historia, la Historia de todas las historias.

Desde los rayos limpios del Oriente, llegan ecos de noches y de lágrimas, excesos de oraciones y de sangres. Otra página negra de la Historia escrita con las penas de los hombres.

¿Avanzamos acaso en nuestra Historia, o hacemos solo círculos de mierda? Todo parece oscuro en estas tardes, en las que el sol se niega y ya no viene luciendo de los pagos de Oriente. Es un sindiós, seguro, o tal vez una muestra de ese juego siniestro y sin sentido que tiene entretenidos a los dioses.

lunes, 23 de agosto de 2021

ESE NIÑO QUE CUMPLE SIETE AÑOS

 

 

ESE NIÑO QUE CUMPLE SIETE AÑOS  (Para Rubén)

La vida se ha posado en ese niño, que juega, por jugar, una partida, y, a su antojo, se queda con los naipes que le gustan para seguir jugando con la vida. Es pura fantasía su experiencia, su experiencia de vida, pues no está aún revestido con el disfraz pesado de la duda ni el peso crucial de la razón. Todo él es vida plena, vida real y vida verdadera. Como la luz que viene con el alba y no sabe qué ciega detrás de la montaña, ni rompe con la piedra hasta que luce encima y la destella. Como novicio simple que acude hasta los claustros, dejándose llevar por esa inercia lejana del misterio. Como el que va a la compra y se da de bruces con cualquier vendedor que llega desde el campo con su cosecha a cuestas, tan solo con el ansia de venderla, de ser solo un sencillo transmisor de cualquier mercancía que ha cultivado antes. Como un invitado que acude, sin conocer la causa, a una gran fiesta y entra hasta el fondo la sala, sonriendo a la gente. Como el río que corre monte abajo, sin presentir la faz de la llanura donde ha de remansarse y dialogar con ella. Como una virgen blanca con túnica de seda, que se aparece limpia, llevada de la mano por el aire. Como el torcer la vuelta de la esquina y descubrir que el cielo ríe y llueve…

Así, te he recogido de la mano, mi mano temblorosa, por no romper la vida en el misterio. Y hemos paseado alegres por las calles, nos han visto los parques y los campos, nos besó castamente la luz de las estrellas, nos vimos incluidos en la noche, nos perdimos por todos los caminos, y supimos del ritmo de otra vida. Del canto de la vida cuando se siente niña y no razona nada, pues no quiere que nadie la perturbe ni la vista con trajes de razón.

A tu lado he sentido el pulso de otro juego sin normas, de otro sesgo sin trabas ni censuras, de la gloria de ser sin ser sirviente de no sé qué razones, de otro mundo de luz, de risa y juegos en el que tú sigues escondido con el placer de solo siete años y en halo de algodón y de ternura.

Son solo siete años. Te ha de cargar la vida con pesos y medidas, con reglas y con tragos de amargura. Hasta donde tú puedas, sigue siendo desnudo, roba también las llaves de las puertas y entra cuando tú quieras. La vida es una fiesta y un camino para andarlo lejos del abandono de los días.

sábado, 14 de agosto de 2021

POR LOS PELOS

POR LOS PELOS

Me molestan las altas temperaturas y las olas de calor me desmadejan y me dejan como alicaído. Mi piel se queja enseguida, sobre todo la de mi cabeza. Una gorra y un sombrero acuden en mi ayuda, a modo de sombrilla, cada vez que asomo el cuerpo al sol. Menos mal. Buena parte de mi PELO me abandonó hace ya años y lo echo de menos, incluso rechazando ese dicho de que la calvicie da cierto porte de intelectualidad. A la porra con tal sentencia.

Pero me quedo en la palabra pelo y, otra vez, me atasco y me sorprendo. Porque pelo me evoca tiempos muy diferentes. El primero es el de los recién nacidos, esos pobres desvalidos que aparecen ya con sus defensas negras mezcladas con las sustancias de su bolsa vital. Después, lavados y arregladitos, ya empiezan a parecer personitas visibles.

Y adelanto las fechas hasta aquellos momentos imprecisos en los que aparecen los primeros síntomas de cabellos (para este momento es mejor el eufemismo) en las partes pudendas, como señal de que la vida sigue y se puede transmitir. De tales descubrimientos bien pueden dar cuenta los amigos, pues son los receptores de tales acontecimientos.

Pero estábamos en la cabeza y en ella se concretan las modas en los pelos y peinados. Cuando yo era niño, ningún padre ni madre se aventuraban a las melenas de estos tiempos: el niño bien arregladito tenía sus medidas en el pelo y de ellas no se salía. Desde la pubertad, ya no había cambios en el hombre, salvo en aquellos pocos casos de universitarios que extendían sus melenas en una muestra mitad protesta mitad moda. Hasta que un día, sin saber muy bien por qué, los pelos se empezaban a escapar y a descolgar como por encanto y, sin saber muy bien cómo, se encontraba uno con entradas que amenazaban con espacios libres en la cabeza de mayor extensión. En algún momento, el hombre se olvidaba de todo y cargaba con esa carencia hasta el final de sus días. Aún no habían aparecido los implantes ni se organizaban viajes a Turquía: el mundo tenía unos límites más reducidos y todo quedaba a beneficio de inventario y de resignación.

No ocurría lo mismo con el pelo de las mujeres. Cada edad tenía su forma y su cuidado. En mi pueblo, las mujeres jóvenes esparcían su pelo en melena al viento, como formando dibujos en el aire. Después del casamiento, hasta los pelos tenían que guardar sus reglas. Y aquellas melenas abundantes y despistadas daban lugar, en una edad indefinida, a moños recogidos en lo que parecía un mundo en miniatura, como si el pelo también tuviera que someterse a un recogimiento misterioso y las medidas se redujeran a un símbolo sentado en la cabeza, desde el que había que adivinar qué se escondía debajo. Tal vez las numerosas ocupaciones no permitían más libertades y el moño viniera a resumir la necesidad de prescindir de ese apéndice que embellece la cabeza, oculta sus propiedades y deja en la duda siempre lo que esconde y cobija. Cuando la edad avanzaba, el moño era casi obligatorio. No imagino casi a ninguna mujer de edad avanzada con el cabello al aire, formando melenas y figuras libres. Allí, en el moño, en aquella pequeña esfera, se guardaban todos los secretos y acaso también un buen puñado de deseos no cumplidos.

Me miro en el espejo y evoco la certeza de mi pelo en todo su esplendor. Lo pondría al lado de aquellos moños de las mujeres de mi infancia y los llevaría de paseo para soltarlos a la libertad del viento y de los sueños. Eso, de los sueños.

jueves, 12 de agosto de 2021

CATÁSTROFES DIVERSAS

 

CATÁSTROFES DIVERSAS   

En agosto, si te mueres, corres el peligro de que no te entierren, por falta de enterrador, porque no hay médico que firme el certificado de defunción e incluso porque el de la funeraria se haya ido unos días a la playa. Todo parece que se detiene en espera de la llegada de setiembre. Ante tal panorama, los medios de comunicación se agarran a un clavo ardiendo con tal de llenar sus páginas y de mantener abierta su ventanilla.

Este año, sin embargo, la realidad les ha prestado dos asuntos de mucha enjundia y en ellos andan embarcados, sacándoles jugo y poniéndonos al día de todo lo que nos pueden beneficiar o perjudicar en nuestras vidas. Uno de ellos es el del cambio climático y otro el de la despedida de Messi.

El primero viene ayudado por estos altibajos tan llamativos de la temperatura, de la sequía y de las olas de calor, un buen montón de variables como para que el asunto no se agote en pocos días. Es posible que hasta el primo de Rajoy se haya subido al carro de los creyentes en tal hecho y hasta se haya caído del caballo como nuevo converso; todo puede suceder. Pero parece que, a pesar de todos estos elementos, la cosa no ha dado para tanto y las voces se han apagado, tal vez escondidas a la sombra de los árboles de las piscinas o bajo las sombrillas en las playas. Vaya por Dios.

El segundo, sin embargo, no tiene visos de atisbar su final. Ya conocemos los detalles de su despedida del Barça, los lloros que incluía, la epidemia de tristeza que ha invadido a la ciudad y a media España ante tamaña pérdida, las alegrías desmedidas en la ciudad de la Torre Eiffel, el número de dorsal, los euros que cobrará por cada zapatazo y mil cosas más. Pero, a la vista de lo que se publica, el asunto tiene cuerda para rato. Aún no se conoce cuál será la casa en la que vivirá, ni el colegio al que asistirán sus hijos, ni el coche en el que acudirá a los entrenamientos, ni si sonreirá a tal o cual compañero, ni el día en que debutará, ni si le gustará o no la comida parisina o se la llevarán directamente de Argentina, ni si hablará alguna vez con la prensa… Muchas, muchas cosas, y todas de suma importancia para el devenir del cambio climático y hasta de la humanidad en su conjunto.

Así que llegará setiembre y acaso por entonces habrá tiempo para ocuparnos de otras minucias. Y, si nos viene bien, ya rellenaremos con ese asunto recurrente e insignificante del cambio climático, que nos vale lo mismo para un roto que para un descosido y además ya habrán bajado algo los calores y el personal andará volviendo a las rutinas de los días. Eso sí, entre los asuntos transcendentes, seguirá estando la noticia de que Messi ha marcado o ha dejado de marcar un gol.

Y así, mientras haya pan para hoy, nos olvidaremos de la posible hambre de mañana mismo. Que pensar en mañana -pensar es como pesar y como sopesar- cansa mucho. Pues eso.

miércoles, 11 de agosto de 2021

NIÑO

 

 NIÑO

Echarse a andar, sin nada en la mochila, sin rumbo prefijado y al son del mejor aire. Y, a la puerta de casa, dejar que se convoquen las palabras, que se sientan en ecos y decidan venir a conocerse, a unirse y a decirse. Porque, al decirse ellas, dirán la realidad, la realidad más alta, esa de la que formo parte. Por eso, también me dirán a mí, esencialmente a mí, que las escucho y las recibo, les doy paso en las teclas y las miro contentas de estar entre las líneas.

Ellas luego me llevan por donde mejor quieren; son caprichosas siempre y no se dejan domar por mi cabeza ni por las yemas de mis dedos. Pero yo me contento con verlas cómo surgen de la nada. Escribo, por ejemplo, la palabra NIÑO y noto cómo surge y viene a la superficie, de la nada, una figura próxima, vecina, familiar, hermana, que me recuerda a mí mismo en otros tiempos, De repente, me ha traído hasta mis ojos ese niño que fui y que andaba perdido en el fondo de un ángulo oscuro. Y lo veo y lo contemplo. Le miro las manos, pequeñas y menudas. sin labrar todavía al contacto con los roces y las asperezas de la vida. Luego palpo su cara, esa cara de niño impúber y alisada, con unos ojos que miran asustados todavía por todo lo que ven y que descubren.

 Y sigo refugiado en la palabra niño, sin pasar adelante en la escritura, la mirada y los ojos parados y contentos. Y se me abren de pronto los sentidos, que me llevan a aquellos territorios ya lejanos en los que aprendí los pasos primeros de la vida. Y el contexto se amplía y se hace nítido; se despejan las nubes y queda un día claro para entender las cosas que acaso sucedieron y quedaron para siempre en mi conciencia.

Y allí los otros niños de la infancia, las calles hacia arriba y hacia abajo, tan grandes y pequeñas para mis pocos años; y los cielos tan lejos y tan cerca; y las gentes de un lado para otro, agotando el mundo en las montañas verticales, que guardaban, cual centinelas, al pueblo y sus vecinos; y los ríos corriendo sin descanso hacia sitios sin nombre; y el misterio del día y de la noche; y el monte y los regatos; y el carbón y las cabras corriendo por las calles hasta encontrar sus cuadras…

La magia de la palabra niño ha convocado a su presencia a otras muchas palabras. Es como si las hubiera invitado a una fiesta de celebración. En ella se han conocido y allí han trabado trato y amistad para tejer historias que yo quise contar, pero que dejé en descanso para otro día, contemplando el misterio que contiene la osadía de echarse en busca de cualquier palabra. Para que surja vida, para que la realidad se mantenga en todo tiempo, para que yo persista y no me muera, para embarcarme, alegre y ligero de equipaje, en busca del sentir de las palabras.

Hoy me quedé asombrado en la palabra niño y no pude seguir para construir siquiera una frase. Tal vez porque la historia estaba ya toda dentro de esta simple palabra, de ese impulso vital que precipita la palabra niño. Como cualquier otra palabra.