miércoles, 30 de diciembre de 2015

FIN DE AÑO


En realidad, nada es fin de nada ni principio de ninguna cosa. Todo se relaciona y las partes del todo emergen a  la superficie de los mares cuando las olas se lo indican; después vuelven al poso del fondo del mar.

Con el fondo inmediato de la música de Chopin que sale de entre los dedos mágicos de Mª Joao Piris; con mis seres queridos cerca -mañana más-; con la naturaleza que siempre me acoge y tantas interrogantes me despierta, con un poco de lluvia y de niebla rodeando mis espacios, pongo fin a esta estación y a la ventana por este año. A la naturaleza le dará igual el paso de un año a otro, a nosotros no nos debía quitar el sueño el hecho de deshojar el calendario, solo desear que las próximas hojas estén llenas de hermosas palabras y de fechas destacadas. Con que no nos olvidemos de que hay algo que se llama sentido común y buena voluntad es suficiente. Nos aplicaremos a ello. Feliz año a todos y a todo. 

lunes, 28 de diciembre de 2015

RELIGIÓN, MAGIA, CIENCIA


En mi casa, el belén ha aparecido un poco fuera de fecha: esta mañana ha quedado colocado, tal vez cuando el niño ya ensucie pañales y hasta sonría. Vienen mis nietos y a ellos (a ella, que es la que tiene edad para la contemplación) les gustará. Ante eso no hay tradiciones ni principios ni razonamientos que valgan. El más pequeño se encargará de tirar piezas, de cambiarlas de sitio y de indicarnos la necesidad de volverlas a llevar a su lugar.
Se trata de una simple costumbre, que tiene su origen marcado y que, tal vez, algún día deje paso a otras costumbres navideñas. Todo será que en ello se empeñen las grandes superficies comerciales o los medios de comunicación.
El nacimiento, la navidad, las festividades, los hitos de la vida, el nacimiento, las bodas…, la muerte. Todos son ritos enraizados en las colectividades que, si bien pueden y deben ser considerados y analizados, no son menos hechos que hay que considerar con calma y sin atropellos. La antropología nos enseña mucho al respecto y sería bueno no tirar todo por la borda desde unos pretendidos criterios racionales. No pretendo aquí, y menos en unas líneas, ni enaltecer ni eliminar ritos y costumbres que ahí siguen a pesar de todos los pesares. Solo quiero constatar que hay hechos que envuelven el discurrir de las vidas individuales y colectivas y que son necesarios para que el ser individualizado se sienta vivo en relación con los demás y no un bicho raro alejado de los usos más comunes. Someterse a ellos sin pensar es demasiado primitivo y alejado de cualquier criterio de razón, ese que distingue al ser humano de todos los otros seres; eliminarlos sin cautela tal vez traiga también muchas consecuencias no deseadas. Magia, religión y ciencia podrían parecer tres elementos excluyentes. No lo creo. No lo creen los mejores estudiosos del mundo antropológico. ¿Tienen que caminar agarrados de la mano? ¿Por qué no? Si no para igualarse, sí tal vez para ayudarse a dar consuelo y amparo al ser humano, que nace y se desarrolla en una comunidad trufada de costumbres, de ritos, de interrogantes y de simples repeticiones. ¿Será bueno conocer las cualidades de cada uno de estos tres conceptos? Por supuesto. Para saber situarnos, para poder sobrevivir con dignidad y hasta para saber engañarnos en caso de que nos haga falta, pero sabiéndolo y siendo conscientes de ello.
Después de colocar el nacimiento, me engolfé en la lectura de un libro de antropología que estudia concienzudamente estos asuntos. Tal vez en el ejemplo del nacimiento se mezclen, en diversas intensidades, religión, magia y ciencia. Qué difícil conjugar las tres cosas con serenidad y sin exclusiones iniciales. Otro tanto sucede con tantos y tantos hechos de nuestra vida. Al fin y al cabo, mucho en común poseen las religiones clásicas y las nuevas creadas por las modas, los medios de masas y los poderes reales en la sociedad.

En los próximos días no pensaré demasiado en estas cosas mientras mis nietos juegan con el nacimiento, lo estropean y lo vuelven a colocar; lo haré desde las páginas y en habitación aparte.

domingo, 27 de diciembre de 2015

LEER


De nuevo hago recuento de mis lecturas del año 2015. Sigo con la costumbre de anotar sus títulos, sus autores, el género al que pertenecen y, en forma de asterisco, la nota que me merecen. La casualidad quiere que este año el número sea redondito: exactamente 100 títulos, 100 obras de ensayo o de creación.
Comencé con una obra de Tomás de Aquino y termino con un libro de poemas de Jesús Rodríguez Cabañes. Por el medio, un reguero de libros muy variados y desiguales en mi consideración. Sigo leyendo novelas de las populares, pero sigo observando que cada día me convencen menos y que mis apetencias se inclinan más hacia el campo de la creación poética y hacia el de la reflexión filosófica. Y la tendencia se acentúa.
Todo tiene sus causas, sus razones y sus consecuencias. Su exposición no cabe en treinta líneas.
Sé que, en un país en el que se lee poco, me sitúo en la parte más alta de la curva. Tampoco esto es definitivo para nada o para casi nada. Si cada libro, por malo que sea, siempre encierra alguna enseñanza, también es verdad que la vida enseña de muy diversas maneras a quien se deje enseñar; pero no voy a ser yo precisamente quien me queje de mi ritmo de lectura. Me siento satisfecho y no tengo nada que ocultar, ni tengo que ir pidiendo perdón por las calles.
Como el ritmo no es de un año sino de muchos, será verdad que buena parte de mi cultura es libresca. No debo negarlo porque los números engañan poco. Sé, no obstante, que hay muchos tipos de libros y, sobre todo, muchas maneras de leerlos, desde la que apenas alcanza el nivel de la descripción, hasta la que ahonda en la interpretación y en la aplicación de lo que el texto encierra. Ojalá yo me situara en alguno de estos niveles últimos.
Creo que puedo decir que, en alguna medida, he hecho de mi profesión la lectura; antes por motivos profesionales y ahora por necesidad y por placer.
Confieso mi disgusto por no poder compartir el contenido de muchas de las páginas que pasan por mi cabeza; solo lo hago de tarde en tarde en esta ventana. Confío, no obstante, en que su poso sí se deje entrever en las páginas que van completando este largo diario que ya tiene más de quince años. Por ejemplo, puedo y debo confesar que la principal fuente de inspiración para mi creación poética no está en la calle (aunque procuro no olvidarla) sino en los libros; a ellos les debo imágenes, concepciones, visiones, sobresaltos y calmas…, y siempre fogonazos que me incitan a precisar mi visión personal acerca de muchos de los asuntos que ellos desgranan.
El primer derecho que concede la lectura es precisamente el de no ponerse a ello, o sea, el de no leer. Una vez que no se quiere ejercer ese derecho de no leer, lo demás ya me encamina hacia la costumbre y el placer de la lectura. Todo camino tiene su práctica y toda costumbre es producto de la repetición y hasta del automatismo. La lectura es costumbre gozosa y provechosa. La voy a seguir practicando precisamente por el placer que me causa, y será ese placer el que me marque la velocidad y la intensidad. A estas alturas, cuando me sienta cansado, dejaré la lectura hasta que me vuelva a llamar a su lado para hacernos compañía. Y serán uno, o cien, o los que tengan que ser, que poco me importa el número si la cosecha es buena y jugosa.

Y ahora, a leer.

jueves, 24 de diciembre de 2015

SOLSTICIO DE INVIERNO


SOLSTICIO DE INVIERNO
(FELICITACIÓN NAVIDEÑA)

La luz se recordó desde el olvido,
se descubrió otra vez sonámbula en el cielo,
agua hecha útero en la matriz del monte,
esquivo laberinto donde la mansedumbre
descansa en abandono y extravío.

Y ya fue blanca hostia y fue ofrecida luz,
y corriente y salterio y armonía.

Y yo la recibí con la sorpresa
del que extiende los brazos
por recibir el don y la condena
de todo gran amor, de toda dicha

que supone el vivir un año nuevo.

miércoles, 23 de diciembre de 2015

TESEO EN EL LABERINTO


Los resultados de las elecciones del domingo nos han dejado a todos con cara de susto, por no entender a primera vista -lejos de resultados partidistas- qué manera hay de aprender a contar con tal de que las cuentas parlamentarias nos salgan y este país, que no sé si no tiene más de cabeza de toro que de cuerpo de hombre, se pueda seguir entendiendo en la supervivencia y en el día a día de los próximos años.
Porque laberinto sí que hay. Y minotauro también. “De todas las historias de la Historia…” Y en esas, ¿a qué matemático acudimos para que nos haga las cuentas y nos enseñe a sumar y a restar con serenidad y con altura de miras? Con las cuatro reglas esto no es suficiente. Y con la repetición de elecciones nadie sabe si algo en la aritmética cambiaría.
Así las cosas, a uno le gustaría que la gente se sentara más a sumar que a restar, más a proponer que a vetar, más con disposición a ceder que con el colmillo pidiendo carne. Y eso que algunas cosas parecen casi imposibles. Por una parte y por otra. Asuntos territoriales, sociales, económicos, de convivencia… Parece que todo se ha emponzoñado y que se necesitará bastante tiempo para calmar el oleaje y los malos entendidos. Menos mal que el tiempo pasa, que es lo que siempre pasa, y que después de la tempestad llega la calma.
Se va a necesitar mucha paciencia, mucha altura de miras, mucho morderse los labios y mucho disimulo por parte de muchos. Y, como suele suceder siempre, al que mejor cara ponga será al que más veces se la rompan. Es el alto precio de mirar con amplitud y sin demasiado egoísmo.
El minotauro se sentía insaciable en el laberinto y no había manera de que se olvidara de su ración de carne humana, que devoraba con pasión. Tuvo que llegar Teseo para cortar de raíz aquel desaguisado. No es época de héroes; al menos de los de pistola al cinto. Lo malo es que ahora el minotauro nos tiene a todos un poco a su merced, y tenemos que ser todos los que salgamos a su encuentro, cada uno por una calle del laberinto, hasta que podamos encontrarnos sin demasiadas heridas en la puerta de salida que mire luminosamente al futuro. En ese todos deberían caber casi todas las posturas, las de todos aquellos que se acerquen a sumar con sentido común y con buena voluntad, lejos de pruritos personales y de morbos mediáticos, de focos y de héroes unipersonales. Porque el laberinto es oscuro, tiene muchas calles de dirección variable y caminar por él se ha vuelto bastante peligroso.

Que haya suerte. 

lunes, 21 de diciembre de 2015

TU NOMBRE


TU NOMBRE

La voz que te nombraba se hacía calma
prestándome la paz de la costumbre,
el equilibrio humilde en que la tarde
conserva entre sus pliegues
la honda plenitud de la palabra.

Las formas de nombrar, de poner cuerpo
a todas las llamadas de las cosas
condicionan y exigen otros cauces
en las formas humanas de pensar.
Así “árbol” para el árbol, y “certeza”
para que sea segura la certeza,
o tu nombre, que dice de ti misma
todo lo que en verdad te pertenece.

Hoy pronuncio tu nombre. Abro los brazos.

Respiro. Te recibo. Soy tú misma.

domingo, 20 de diciembre de 2015

ELECCIONES GENERALES


Día de elecciones generales, fiesta general del voto, tormenta de voluntades… Que el árbol nos permita ver el bosque; que las gotas de lluvia no oculten la tormenta; que la hojarasca no esconda los fuertes sedimentos del camino; que el olor de la rosa sea profundo y no se vea estorbado por la espina…

Suerte a todos.

jueves, 17 de diciembre de 2015

QUIEN


QUIEN...
Quien resuelve un problema
pone en calma por un momento al mundo.
Quien no sabe qué hablar
y calla se merece el infinito.
Quien te nombra en silencio
merece una respuesta verdadera.
Quien vive en las semillas
será pan candeal en el verano.
Quien juega a los planetas
primero coge frutos en el campo.
Quien teme a su conciencia
se siente fugitivo de sí mismo.
Quien ve caer la nieve
ve crearse la forma de las cosas.
Quien no tiene memoria
ha entregado sus obras a la muerte.
Quien viaja a lo esencial
no goza del placer de los detalles.
Quien es en singular

nunca sabrá quién es ni quiénes son los otros.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

ARTE: TRADICIÓN Y VANGUARDIA


Resulta casi proverbial el lamento de muchos de los lectores o asistentes a recitales de poesía en el sentido quejarse de lo difícil que resulta la comprensión de la misma. Parece que quisieran que todo se les presentara en octosílabos rimados en consonante y con un trazo narrativo lineal y sin complicaciones. Con no menos intensidad se prodigan las quejas de muchos poetas y creadores en general acerca de sus propios colegas acusándoles de oscuros, cuando no de culturetas o hasta de culturalistas y nada comprometidos. Luego tal vez en sus creaciones no se observe con tanta claridad ese camino que reivindican. El ejemplo es aplicable a todas las artes.
En realidad, el camino tal vez no resulte tan sencillo, ni la realidad tampoco. La discusión es eterna y no tiene solución que satisfaga a todos. Acaso no sea posible.
El ser humano, por naturaleza, es ser de costumbres y desea, de manera inconsciente, verse reflejado en los hechos que le resultan conocidos, porque así entiende que otros ven el mundo como ellos lo ven. En cuanto se le presentan imágenes o relatos que abandonan el mundo mostrenco (o, mejor, la manera más mostrenca y repetida de ver el mundo), se encuentra descolocado y se pone a la defensiva. Ese sentimiento de recelo tiene que ser conjugado con otra sensación no menos real, más fuerte pero menos duradera; es la del deseo de ser sorprendidos por lo nuevo, la curiosidad por descubrir otras posibilidades diferentes.
La presentación de un obra de creación artística corre el peligro de aparecer ante el receptor como demasiado novedosa o como demasiado consabida. En ambos casos corre el peligro de ser rechazada por el cuerpo amplio y medio de los mimos.
La creación en la Edad Media suponía la aproximación a un modelo universal e incluso religioso: existían principios que se imponían como únicos y unidireccionales, los mismos que se podían hallar en la naturaleza y en los principios religiosos. Por eso se repetían los modelos y el orden lo presidía todo. Con la llegada de la edad moderna, todo cambió: el hombre se hizo hombre, la diversidad se hizo norma y la razón humana exigió su lugar y reconocimiento. Esta diversidad se ha hecho más visible en el último siglo, el de las vanguardia y el de los teóricos excesos creativos.
¿Se arregla esto con la sencilla explicación de que todo exceso es negativo, o, en palabras literarias, “toda afectación es mala”? Ojalá, pero es postura poco comprometida. Los cambios de rumbo y de estilo se producen por alguna causa, sea esta evidente o sea menos visible. En el fondo, sea en el nivel individual o en el de escuela creativa de época y grupo, lo que subyace es una inadaptación entre las visiones de la realidad existentes entre los creadores y los receptores. Esa incomodidad desata la tormenta, produce el nublado y precipita la lluvia, esa lluvia que moja de manera diferente y a la cual hay que adaptarse con ropa conveniente.
¿Eso quiere decir que el creador tiene razón en su deseo de romper con la realidad para crear otra diferente a través de sus obras, aunque la comprensión de esta resulte más dificultosa? No encuentro ninguna razón para que así sea. El receptor tiene su propia capacidad para dirigir su propia conciencia y su propio modelo formal. Y el receptor ¿tiene razón? Tampoco tiene por qué: no le reconozco ni más capacidad ni, desde luego, más deseos de cambiarla. Es en esa lucha, en ese enfrentamiento de criterios en los que se fragua el éxito o el fracaso tanto de la forma como de los contenidos de una obra de creación. Hay quien baja los brazos y se “somete” al criterio del receptor, y hay quien no lo hace en el mismo grado. Cada uno recibe su recompensa.

Pero algo permanece antes y después de esta lucha: es el indicio claro de que el creador ha encontrado un desengaño, mayor o menor, que le empuja a plantear la realidad en otra forma y en otro orden de contenidos diferentes a los más aceptados. Claro que habría que saber si no es con el deseo de que estas nuevas formas se conviertan a su vez en modelos; los mismos modelos que estarán a su vez condenados a hacerse habituales, mostrencos y diana de otras nuevas formas de vivir y de mostrar artísticamente la realidad. Tal vez, entonces, la creación sea siempre vanguardia: la más tradicional, y la más rompedora y vanguardista. Vaya por dios, tanto empeño para eso… 

martes, 15 de diciembre de 2015

GUION PARA UNA MESA ANDANTE (O REDONDA)


Las páginas de esta ventana son testigos frecuentes de mis quejas por no encontrar contextos en los que solazarme con comentarios que tengan que ver con algo distinto a lo más mostrenco de cada día. No se necesitan demasiados lugares, ni excesivo tiempo, ni demasiadas personas. Pero, ay… La ciudad subida en el cerro oblongo sigue siendo estrecha de cintura y de cabeza. O acaso sea yo quien más culpa tenga en el asunto. Quién sabe.
Algunos sábados, en el contexto del paseo y del campo, pegamos la hebra y nos explayamos en algunos asuntos que me gustaría poder trasladar, también, a espacios más cerrados y de paisaje urbano y humano.
Uno de los asuntos recurrentes es el del arte: su génesis, sus características, su posible canon, sus implicaciones sociológicas, el concepto de obra abierta…
Esquema de conceptos para el próximo día:
1.- Cualquier obra humana tiene un carácter intrínsecamente artístico, hay creación en ella pues es o algo nuevo o algo distinto a lo existente anteriormente.
2.- La obra de arte tiene que tener autonomía, pero ¿tiene independencia?
3.- En la creación intervienen tanto la inteligencia como el sentimiento. ¿En la misma proporción y simultáneamente, o en forma progresiva?
4.- La obra de arte es siempre un proceso de formación en el que intervienen tanto la materia artística como el propio creador como materia también formante de la obra, no solo como moldeador externo de formas.
5.- Cualquier obra “narra” al creador porque muestra su modo personal de ver el mundo en ese momento y de actualizarlo en esa obra. De esa manera, el autor también pasa a formar parte del “argumento” de la obra.
6.- La obra no es más que una de tantas posibilidades iniciales. Todas las demás han sido eliminadas en cuanto el autor eligió una sola y pasó a formar parte también de ella. Toda obra de arte es , pues, asesina de posibilidades, pero madre de una inexistente antes.
7.-  Ahí es donde reside el valor (o la falta de él) de la obra, en acertar con la elección de la posibilidad elegida y, sobre todo, en la forma de llevarla a cabo.
8.- La obra es solución final de un proceso, de lo que fue su hacerse y conformarse; por ello, es proceso y también totalidad y fin de etapa para el creador. ¿O no?
9.- Una buena interpretación del lector, espectador… tiene que tener en cuenta el proceso de producción, la realidad final que lo resume y las potencialidades y caminos que la contemplación o la lectura abran.
10.- Por lo tanto, desde el punto de vista del espectador, la obra no está nunca terminada: faltan sus aportaciones y todo el futuro que la obra sugiera.
11.- Una obra de creación guarda la memoria de todo el proceso de formación de la misma y de los contextos en los que surgió.
12.- El artista no adopta un estilo, sino que se hace estilo en esa forma intransferible en la que da vida a los elementos disgregados y no nacidos.
13.- Acaso el artista es un exhibicionista siempre y, aún más, un modo de vida mientras da forma a la obra.
14.- La obra de arte se duerme y solo vive en las interpretaciones que de ella se hagan. En ese sentido, la obra de arte es siempre algo inacabado y moldeable.
15.- ¿Valen todas las interpretaciones? Difícil la respuesta. Tienen valor todas pero hay que mantener alguna de carácter aproximativo a la que tal vez imaginó el creador.
16.- ¿Cuánto valor hay que darle al contexto, cuánto al texto y cuánto al postexto?
17.- ¿El valor de la creación se puede trasladar a la escala de valores sociológicos, o no hay traducción equivalente?
18.- ¿Y la calidad artística de la obra en qué sociología cabe?
19.- ¿Se debe crear pensando en el lector u oyente consumidores?
20.- ¿Existe, por tanto, un canon de belleza o no?
Y 21.- A pesar de todos los pesares, “mil gracias derramando, / pasó por estos sotos con presura, / y, yéndolos mirando, / con sola su figura, / vestidos los dejó de hermosura”.

Veremos para cuántas sesiones da de sí.

lunes, 14 de diciembre de 2015

VEINTE PORQUÉS


¿Por qué tengo esta vez más ganas que otras veces de que esto de la campaña electoral termine cuanto antes?
¿Por qué he prometido -y lo estoy cumpliendo- no ver ninguno de esos debates entre candidatos que anuncian como si fuera el fin del mundo cada uno de ellos?
¿Por qué la gente no tiene ya decida su voluntad de voto si en las campañas, como mucho, solo se añaden insultos a todo lo que ya se debe saber de cada partido?
¿Por qué se gasta tanto dinero en propaganda y tanto esfuerzo en enviar reclamos si todo se juega ya en los medios de comunicación?
¿Por qué cualquier candidato no muestra NUNCA su disconformidad con NINGUNA petición de los electores?
¿Por qué importa mucho más el enfrentamiento que el contraste, y se promocionan los deseos de restar en vez de los de sumar?
¿Por qué la socialdemocracia anda medio de capa caída si es la opción que, al menos formalmente, trata de conjugar el interés común con el impulso y el esfuerzo individual?
¿Por qué los candidatos fundan sus mensajes sobre todo en ocurrencias y en chistes malos, sobre todo si con ellos denigran al adversario?
¿Por qué casi nadie hace propuestas que no tengan que ver exclusivamente con el dinero? ¿Es que en sus miradas, en sus mentes y en sus planteamientos el ser humano se agota en los números?
¿Por qué también entre los electores que tienen oportunidad de preguntar a los candidatos también se agota casi todo en “qué hay de lo mío”?
¿Por qué se nos olvida casi todo lo sucedido a lo largo de la legislatura y lo fiamos a tres frases oportunas en el momento adecuado?
¿Por qué no exigir de una vez que las campañas duren todo el tiempo del mundo, porque todos los días debemos estar proponiendo las soluciones que creamos adecuadas para el beneficio de la comunidad?
¿Por qué, si las campañas son tan personalistas,  no dimiten todos los líderes, menos el que más votos haya sacado, el día siguiente de la consulta electoral?
¿Por qué, si las candidaturas se basan -se basaran o se basasen- en programas producto de una ideología concreta, les dan tanta importancia a los líderes y no a las ideas?
¿Por qué la izquierda anda siempre en la división y el quítame allá esas pajas, mientras la derecha concentra todo en la cuenta de resultados de votos?
Y cinco preguntas más que me relajan:
¿Por qué la paz es siempre un arma blanca?
¿Por qué tener que libar la flor de la hermosura de flor en flor sin detenerse a apurar la esencia de ninguna de ellas?
¿Por qué no se condenan también los delitos que roban y llagan el corazón?
¿Por qué no se detiene a la muerte si anda siempre rondando por las calles?

¿Por qué sé bien que la verdad me llama y habita entre los pliegues de tus ojos? 

sábado, 12 de diciembre de 2015

WhatsApp


Siempre soy el último en mi familia en incorporarme a las llamadas TIC, a eso que genéricamente llamamos informática. En descargo de la aportación familiar, menos mal que mis hijos son ambos especialistas en la materia. También he sido el último en activar eso que todo el mundo conoce como WhatsApp, o guasá o qué sé yo. Poco a poco voy entrando en la costumbre y en el uso del invento.
Pero es que me lo ponen muy difícil. Últimamente me han incorporado a un grupo en el que cada dos por tres cualquier gracioso ocupa su tiempo libre, que debe de ser muy abundante, en hacernos sabedores de tonterías y de menudencias que no debían interesarle ni a él (ni a ella) mismo. Así, me entero, por ejemplo de si va a salir de casa para recoger un paquete, de si ha vendido ya todas las papeletas de lotería, se si el representante de no sé qué es tonto del culo, de si los de más allá son todos unos cenutrios, de si los suyos son los mejores en todo, de si le duelen las muelas o de si han puesto o no los carteles de la Navidad…
¡Y A MÍ QUÉ COÑO ME IMPORTA TODO ESTO!
Está claro que la soledad es la enfermedad por excelencia, que no es bueno que el hombre esté solo, que los despechos no son aconsejables, que de vez en cuando necesitamos decir aquí estoy no lo olvidéis. Pero de ahí a  hacerme a mí sabedor de cualquier bobada media un mundo entero.
Se podría argumentar que una solución sencilla es la de darse de baja en el grupo correspondiente y así alejar la tormenta de la comunicación continua. Ya, ya. No resulta tan sencillo. Con frecuencia se crean los grupos para necesidades comunes e incluso importantes. ¿Qué pasa, entonces? Pues que se desvirtúa todo y se degradan los fines hasta convertirlos en patio de casa de vecinos y en gallinero con gallinas cluecas y deseosas de poner huevos. Es entonces cuando el receptor de tanto cacareo se pone nervioso, jura n arameo, rompe todos los relojes y rechaza todo lo que se pone por delante. Incluso aquellos principios en los que se basaba supuestamente la creación de ese grupo de comunicación.

Esto sí que es un claro ejemplo de sinécdoque en la que se toma el todo por la parte. La causa es la indignación; el consuelo es que los principios deben de seguir ahí, en espera de ser recuperados y usados para ser discutidos y para ser comunicados. 

jueves, 10 de diciembre de 2015

GUTEN TAG


No sé si mucha gente es consciente de que la manera de tenérselas con la escritura tiene casi infinitas posibilidades. Estamos acostumbrados a la escritura y a la lectura lineales: idea=oración=punto. Y vuelta a empezar. Pero el abanico se abre como si fuera verano todo el año.
La primera función de una lengua es la de servir de soporte para que una persona pueda trasladar de manera clara una idea hasta otra persona. Todo lo que se acerque a este fin estará cumpliendo con la primera y principal función del sistema. Luego vienen la economía y otras exigencias. Pero esta ley básica se diluye en los textos literarios como lo hace el factor común en un conjunto de cifras.
A mí me sigue gustando la forma clara y próxima, tanto en la forma como en el contenido, sobre todo para la expresión en prosa. Sin embargo, darse de bruces con otras posibilidades de vez en cuando quita las legañas y espabila el cuerpo y la mente. Me ha sucedido estos últimos días con la lectura de una de las obras de Ferdinand Cèline, el autor francés de “Viaje al fin de la noche”. La obra en cuestión se llama “Norte”. Son, en edición de Planeta, casi 400 páginas para contar una historia que se podría comprimir en un par de cuartillas. ¿Entonces? Entonces resulta que todo es forma, que todo es literatura, que todo es gozo de la forma y de la evasión del contenido. El que no esté dispuesto a soportar estos dos aparentes yugos es mejor que empiece la lectura, que ya se encargará de dejarla a las pocas páginas. O mejor, que renuncie a ella. El que tenga más paciencia y se deje llevar por las formas literarias terminará sintiéndose feliz y agradecido. Aunque a un precio no pequeño.
Una muestra azarosa. Pg. 319: “En realidad, llegamos a la hora en punto… antes que nadie incluso… la mesa estaba puesta… la tira de butterbrot… ¡nos miraban!... cuatro pilas de bocadillos “margarina-salchichas”… ¡no estaba mal!... ¡ah, ahí llegaban los otros!... nuestro vejestorio la heredera, la Kretzer y su marido, y todo el personal dienstelle… ¡no faltaba ni uno!... yo estaba un poco extrañado… ¡todos!... ¡y Kracht!... ¡bien! guten tag! Heil! ¿un poquito de bigote?... ¿se lo habría vuelto a dejar?... ¿su bigotito a lo Adolf?... no, vi, es que no se había afeitado… ¿prudencia?... ¿enojo?... sin comentarios, no me incumbía… pero lo que me incumbía: los dos fatis… si la palmaban en mi ausencia, pifia seguro, que si debería haber hecho y patatín… hablé claro… en voz alta… que me oyeran todos…” Uffffffff.
Enumeración de algunas observaciones:
1.- No hay más signos de puntuación que comas y tres puntos.
2.- Casi todo está entre exclamaciones (Y es de los párrafos menos “exclamados”).
3.- Sembrado de expresiones en alemán. (Menos mal que casi todas son repetidas a continuación en español).
4.- Frases brevísimas y desmembradas.
5.- Cambio continuo de planos significativos.
6.- Dos interlocutores mezclados: el propio autor y el lector general.
7.- Mezcla de registros.
La obra alcanza casi las 400 páginas. Por desarrollo de argumento -que casi no tiene- podía haberse alargado otras tantas páginas.
Obra no recomendable para personas poco lectoras: se corre el riesgo cierto de terminar odiando la lectura.
A pesar de sus veleidades políticas, Cèline es uno de los grandes autores franceses del siglo veinte. No me extraña.

Tómese la lectura en pequeñas dosis y con receta médica. Por ejemplo en vacaciones.

martes, 8 de diciembre de 2015

ASÍ



ASÍ

Con la terca impaciencia de las olas,
como un libro final, sin fe de erratas,
como un árbol ardiendo entre sus ramas,
como un reloj de arena que se esparce
por todos los caminos de mi cuerpo.

Como el primer rumor de la mañana
que limpia la codicia de la noche,
como un sueño infinito y deseable…


Me habitas, me desvives, me condenas.

domingo, 6 de diciembre de 2015

OTRA VEZ ME VISITA LA NOSTALGIA


OTRA VEZ ME VISITA LA NOSTALGIA
Otra vez me visita la nostalgia
de los días de dicha en la ceguera,
en los que con mis dedos repasaba
el libro de tu cuerpo en modo braille
o inventaba el amor cuando te amaba.

La mañana me trajo entre la lluvia
recuerdos de la brisa en tus cabellos,
y un arpegio de mirlos y palomas
jugando con el sol entre las nubes
me dijo que era tarde para amarnos
después de la ilusión de tus caderas
de desbocada yegua enloquecida.

La nostalgia hoy te nombra en otro nombre,
con el rumor de un nombre que hoy se pierde
y se acerca al vacío de los nombres,

al presagio certero de la muerte.

viernes, 4 de diciembre de 2015

¿CAMBIAR DE LUGAR?


Desde hace ya mucho tiempo, apenas me levanto y cumplo con algunos deberes inexcusables, me echo a la calle y, durante más de una hora, camino hasta completar unos cinco kilómetros de movimiento. Es una de las mejores actividades para un mantenimiento saludable. Me queda el resto del día, que es casi todo, para realizar tareas de todo tipo. Por lo demás, no soy una persona a la que le apasionen los viajes. Con frecuencia me sonrío cuando conozco los esfuerzos que mucha gente tiene que realizar en ahorros económicos y en tiempo para poder pasar unos días en el país tal o en la rivera cual. ¡Con la lujuria de paisaje de la que se disfruta por aquí! Prefiero dedicar mis energías en otros asuntos. Cada cual sabrá. No tengo nada contra ningún gusto de ese tipo, pero no me apasiona.
En realidad es que creo que ya me muevo demasiado, que no paro aunque quiera; incluso, si lo pienso un poco, hasta me entra vértigo. Veamos.
A mis cinco kilómetros de paseo mañanero tengo que añadir lo que me muevo durante el día, que, debo reconocerlo, no es precisamente mucho. Pero es que ando en un avión que no para, por más que sus viajeros parece que no lo notan; vamos, mucho mejor que el AVE. La Tierra gira sobre su eje una vez cada veinticuatro horas, y eso significa que, desde mi pequeño asiento, me muevo cerca de 40.000 kilómetros diarios solo con este giro rotatorio. Pero es que la cosa no queda ahí. También hacemos órbita alrededor del Sol, y esto ya supone nada menos que una velocidad de unos 100.000 kilómetros por hora. A partir de aquí, eso de la fórmula uno en los coches es menos que ver moverse a una tortuga. Pero la serie no se agota. El Sol se mueve dentro de la Vía Láctea, que, a su vez, también gira sobre su eje y se mueve hacia otras galaxias a velocidades que se nos escapan hasta de la imaginación. Y encima dicen los físicos que el universo entero se expande, y aceleradamente.
Qué agotamiento. Y no vale decir “paren, que me bajo”. Si a todo esto le sumo el asunto de los agujeros negros y todo eso que llaman la energía oscura, que aseguran que supone nada menos que cerca del 75% de la materia, con todas sus energías y fuerzas centrífugas y centrípetas… Me pierdo y me aturdo.

No sé si esto de moverse un rato, pie tras pie y paso tras paso, termina teniendo algún sentido o no es mejor tumbarse al sol y ver pasar el tiempo y el espacio con el sentimiento mezclado de estupor y de encogimiento. De momento, seguiré practicando mi micra correspondiente, pero lo haré mirando un poco más hacia el cielo y tal vez alguna mañana me acurruque en mi terraza evitando el frío y mirando más rato hacia el avión que me lleva a esas velocidades y sin preguntarme si tengo billete para alguna estación determinada. Creo que, en el fondo, no sabe siquiera si he sacado billete. Tal vez ni me lo va a preguntar: me llevará gratis. Yo me agarraré bien a mi respaldo para que el vértigo no me haga perder la conciencia.

jueves, 3 de diciembre de 2015

¿CAMBIAR DE OPINIÓN?


El comienzo de la campaña electoral es un buen pretexto para plantearse la pregunta de si es bueno o malo cambiar de opinión. O, mejor, de si debemos irla adaptando a los diversos contextos que la vida nos va presentando. No, por supuesto, por las palabras o promesas que vayan desgranando los candidatos, sino como consecuencia del cambio continuo en el que la vida está empeñada.
Porque echar una ojeada a la Historia es como ver anochecer y amanecer en cada período de tiempo más o menos pequeño; sobre todo en lo que se refiere a la tecnología, pero no solo en ese terreno. ¿Cuántas de las cosas que hoy damos por normales y por sabidas eran desconocidas hace tan solo unos años o unos siglos? ¿Qué conocían las generaciones inmediatamente anteriores acerca de la estructura del universo, en comparación con lo que sabemos hoy día, por más que siga siendo poco? ¿Y de los cambios climáticos? ¿Y del organismo humano? ¿Y de las infecciones? ¿Y de las medidas del tiempo y del espacio? Hay tales diferencias, que cualquiera se sentiría extraño en su vuelta a la vida. Por si fuera poco, todo cambia a velocidad creciente: en los últimos años se han producido más innovaciones que en el resto de la Historia.
Sigo pensando que hay conceptos abstractos que no se han modificado demasiado desde la época clásica hasta nosotros: el amor, la tristeza, la envidia, el deseo de poder…  Pero es que el contexto en el que han de aplicarse es tan diferente…; las costumbres y los medios técnicos son tan distintos… Se perdieron por el camino los dinosaurios, se pierden muchas especies, nos perderemos nosotros mismos. Solo se conservan las especies que muestran mejor eficacia en su adaptación al medio: es pura ley darwiniana de supervivencia.
¿Justificaría esto el “cambio de chaqueta política”? Creo que no, que no es lo mismo. Pienso más en la necesidad de que las ideologías ya existentes se adecuen a la realidad histórica de cada momento, a las peticiones diferentes que vayan surgiendo. De otro modo, se van a quedar anticuadas y faltas de atractivo para los ciudadanos.
No me parece sencillo el cambio de opinión si este supone un cambio radical de tendencia; entre otras cosas porque el ser humano trata de justificar con todas sus fuerzas lo que ya lleva decidido en la vida. Tal vez por ello, las personas mayores son más conservadoras y no suelen modificar sus intenciones: eso supondría algo así como reconocer que antes se hizo algo mal. Y no solo eso; todos sabemos que vamos a dejar como herencia a nuestros hijos la carga genética y también la carga cultural de que nos hemos dotado y de la que nos dotaron también a nosotros las generaciones precedentes. Ese poso cultural, en sentido amplio, que tarda en llegar a nuestro cerebro, pero que, una vez inserto en él, se mantiene y tiende a durar como lo hacen los genes físicos.
En ese tira y afloja en el que se desarrolla la vida sin parar y en esa resistencia al cambio en el que la vida particular se instala biológica y culturalmente tenemos que movernos todos. Para un voto social y para cualquier decisión que tomemos en la vida. La vida no para en sus cambios. Nosotros deberíamos seguir su ritmo para sobrevivir. Aunque no a cualquier precio, porque la bondad es siempre la bondad, el sentido común tiene siempre las mismas bases y al buena voluntad se aplica a distintos contextos pero se mueve con idénticos fines siempre.

Ahí andamos.

miércoles, 2 de diciembre de 2015

ESO DEL LIBRE ALBEDRÍO



Ah, el libre albedrío, dices tú del libre albedrío…; nosotros, los curas, en esto del libre albedrío lo tenemos muy complicado… Son palabras casi literales pronunciadas por Cassen en la magistral película de José Luis Cuerda “Amanece, que no es poco”. Allí se pronunciaban en tono jocoso y crítico hacia la institución religiosa de la iglesia, pero sobre ese concepto han planeado horas y horas de pensamiento y de reflexión filosófica y teológica. Sobre el concepto del libre albedrío se asientan pirámides intelectuales, religiones enteras y hasta concepciones filosóficas y políticas completas.
¿Será verdad eso del libre albedrío? ¿Realmente el ser humano tiene poder para dominar la conciencia, para discernir entre diversas posibilidades y para tomar una decisión meditada, argumentada y razonada, por más que luego se revele equivocada o acertada? Cualquier respuesta me parece arriesgada y comporta consecuencias descorazonadoras. Sé que es una versión reducida la que aquí se plantea, pero no difiere mucho de la que se puede explicar en un tratado de mil páginas. Así que a lo esencial y dejémonos de detalles irrelevantes.
Si la respuesta es positiva, ya me veo al ser humano cargando en sus débiles espaldas con todo el peso de su historia, de la vida y de la muerte; lo veo convertido en un dios menor o mayor, responsable absoluto de todo lo que se produce, se ha producido y se producirá. No sé si su naturaleza anda preparada para tan pesada carga.
Si la respuesta es negativa, la pretendida dignidad humana y su situación por encima del resto de los seres tan vez se resquebraje y nos sitúe a todos en un nivel más normalito y desmitificado. Vaya por dios, otra vez más.
Lo peor de todo esto (o lo mejor: vaya usted a saber) es que cualquier descubrimiento hace al famoso libre albedrío cada vez más inverosímil. Y esto ¿por qué? Pues sencillamente porque estos descubrimientos vienen a decirnos que, en realidad, es el cerebro el que decide por nosotros y que, antes de que reflexionemos sosegadamente y tomemos conciencia de una situación determinada, nuestro cerebro ya nos ha mandado instrucciones y nosotros andamos afanados en obedecerlo para librarnos de algún peligro o para conseguir algún beneficio. Tenemos tantas conductas automatizadas en nuestro proceder diario, que no parecen quedar muchos resquicios para la toma de decisiones después del razonamiento.
A mi mente acuden las imágenes de recordada ocasión en la que salté más que cualquier campeón olímpico ante la impresión de que algo se precipitaba sobre mí, mientras yo leía tranquilamente en un banco y a la sombra de un álamo en la ciudad de Ávila. Andaba yo como para el libre albedrío. Tal vez el ejemplo me resulte algo caricaturizado, pero me sirve del todo.
Toda la conciencia vendría a ser así como un adelanto de algo mucho más extenso y amplio que se esconde en el desván de la inconsciencia y que no aguarda más que una simple señal para salir a la arena de la vida y de la actividad. Qué cuadro tan descorazonador: la inconsciencia dueña y señora de mis reacciones y de mi vida…
Y, sin embargo, de alguna forma habrá que haber llenado esa inconsciencia para que actúe cuando lo tenga que hacer. La forma en la que se ha creado ese poso se escapa entre los brazos del misterio y tal vez responda a una labor callada y muy extensa en el tiempo. Son cosas del cerebro, y este aún sigue mostrándose esquivo e indescifrable.

Mientras tanto, esto del libre albedrío sigue planteándonos dificultades a todos: a los curas, al ejército, y a cualquier ser humano. Tal vez como la mili. Porque “dices tú de mili…” 

martes, 1 de diciembre de 2015

LENGUAJE Y POLÍTICA


En el decenio de los 80 hubo en España un intento de aplicación de los estudios gramaticales según los principios de la llamada Gramática Generativa. Hasta ese momento y durante casi todo el siglo veinte, la corriente dominante en la que se formaron todos los profesores y estudiosos de la lengua fue el estructuralismo, de base europea. La Gramática Generativa venía del otro lado del Atlántico, y por estos pagos se atribuía buena parte de su paternidad a Noam Chomsky. Por diversas razones, esta nueva corriente de explicación no alcanzó el éxito que podría haber conseguido, aunque un buen ramillete de sus principios ha quedado, según me parece, incrustado en cualquier explicación gramatical posterior.
Esta ventana no es apropiada, como siempre, salvo para ver el campo que se abre y para observarlo en un solo golpe de vista, pero no para describirlo.
A mí el sistema me pilló en pleno estructuralismo y en dependencia del maestro ginebrino Saussure. Está bien y no me quejo. Pero ya entonces atisbé la necesidad de hacer implicaciones entre la gramática y la semántica, entre las apariencias externas y sus estructuras y las estructuras significativas. Veía yo, desde mi corto alcance, las deficiencias que la gramática visible (la estructura superficial) presentaba ante las entrevistas estructuras significativas (estructura profunda).
Hoy leo “Reflexiones sobre el lenguaje”, de Chomsky y vuelvo al recuerdo de asuntos como el que apunto más arriba. Y, sobre todo, me complace comprobar y detallar cómo la Gramática Generativa, como expresión de las capacidades innatas del conocimiento, implica un número sobresaliente de consecuencias que tienen que ver con todo acto creativo, con el desarrollo de las estructuras cognitivas, con la conciencia moral y con la participación social de todos los seres desde una capacidad inicial similar en potencia.
Si es real la capacidad innata del ser humano en la posesión de estructuras que soportan en su desarrollo la realización de ideas a través del lenguaje -según la base de la Gramática Generativa-, el salto cualitativo es espectacular en la concepción de la vida humana en todas sus facetas. El empirismo y el racionalismo tienen de nuevo un campo de batalla intelectual en esta concepción. Todo lo que huela a imposición histórica y a superestructura de aprendizaje puede llamarse a diálogo con las capacidades del intelecto humano desde el mismo comienzo.
Nosotros, aunque sea de una manera pasiva y hasta indolente o ignorante, seremos testigos de lo que el futuro nos vaya deparando.

De momento -vaya por dios- hoy tocan elecciones, y debates, y ganadores frente a perdedores, y…