Los
resultados de las elecciones del domingo nos han dejado a todos con cara de
susto, por no entender a primera vista -lejos de resultados partidistas- qué
manera hay de aprender a contar con tal de que las cuentas parlamentarias nos
salgan y este país, que no sé si no tiene más de cabeza de toro que de cuerpo
de hombre, se pueda seguir entendiendo en la supervivencia y en el día a día de
los próximos años.
Porque
laberinto sí que hay. Y minotauro también. “De todas las historias de la
Historia…” Y en esas, ¿a qué matemático acudimos para que nos haga las cuentas
y nos enseñe a sumar y a restar con serenidad y con altura de miras? Con las
cuatro reglas esto no es suficiente. Y con la repetición de elecciones nadie
sabe si algo en la aritmética cambiaría.
Así
las cosas, a uno le gustaría que la gente se sentara más a sumar que a restar,
más a proponer que a vetar, más con disposición a ceder que con el colmillo
pidiendo carne. Y eso que algunas cosas parecen casi imposibles. Por una parte
y por otra. Asuntos territoriales, sociales, económicos, de convivencia… Parece
que todo se ha emponzoñado y que se necesitará bastante tiempo para calmar el
oleaje y los malos entendidos. Menos mal que el tiempo pasa, que es lo que
siempre pasa, y que después de la tempestad llega la calma.
Se
va a necesitar mucha paciencia, mucha altura de miras, mucho morderse los
labios y mucho disimulo por parte de muchos. Y, como suele suceder siempre, al
que mejor cara ponga será al que más veces se la rompan. Es el alto precio de
mirar con amplitud y sin demasiado egoísmo.
El
minotauro se sentía insaciable en el laberinto y no había manera de que se
olvidara de su ración de carne humana, que devoraba con pasión. Tuvo que llegar
Teseo para cortar de raíz aquel desaguisado. No es época de héroes; al menos de
los de pistola al cinto. Lo malo es que ahora el minotauro nos tiene a todos un
poco a su merced, y tenemos que ser todos los que salgamos a su encuentro, cada
uno por una calle del laberinto, hasta que podamos encontrarnos sin demasiadas
heridas en la puerta de salida que mire luminosamente al futuro. En ese todos
deberían caber casi todas las posturas, las de todos aquellos que se acerquen a
sumar con sentido común y con buena voluntad, lejos de pruritos personales y de
morbos mediáticos, de focos y de héroes unipersonales. Porque el laberinto es
oscuro, tiene muchas calles de dirección variable y caminar por él se ha vuelto
bastante peligroso.
Que
haya suerte.
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