lunes, 28 de diciembre de 2015

RELIGIÓN, MAGIA, CIENCIA


En mi casa, el belén ha aparecido un poco fuera de fecha: esta mañana ha quedado colocado, tal vez cuando el niño ya ensucie pañales y hasta sonría. Vienen mis nietos y a ellos (a ella, que es la que tiene edad para la contemplación) les gustará. Ante eso no hay tradiciones ni principios ni razonamientos que valgan. El más pequeño se encargará de tirar piezas, de cambiarlas de sitio y de indicarnos la necesidad de volverlas a llevar a su lugar.
Se trata de una simple costumbre, que tiene su origen marcado y que, tal vez, algún día deje paso a otras costumbres navideñas. Todo será que en ello se empeñen las grandes superficies comerciales o los medios de comunicación.
El nacimiento, la navidad, las festividades, los hitos de la vida, el nacimiento, las bodas…, la muerte. Todos son ritos enraizados en las colectividades que, si bien pueden y deben ser considerados y analizados, no son menos hechos que hay que considerar con calma y sin atropellos. La antropología nos enseña mucho al respecto y sería bueno no tirar todo por la borda desde unos pretendidos criterios racionales. No pretendo aquí, y menos en unas líneas, ni enaltecer ni eliminar ritos y costumbres que ahí siguen a pesar de todos los pesares. Solo quiero constatar que hay hechos que envuelven el discurrir de las vidas individuales y colectivas y que son necesarios para que el ser individualizado se sienta vivo en relación con los demás y no un bicho raro alejado de los usos más comunes. Someterse a ellos sin pensar es demasiado primitivo y alejado de cualquier criterio de razón, ese que distingue al ser humano de todos los otros seres; eliminarlos sin cautela tal vez traiga también muchas consecuencias no deseadas. Magia, religión y ciencia podrían parecer tres elementos excluyentes. No lo creo. No lo creen los mejores estudiosos del mundo antropológico. ¿Tienen que caminar agarrados de la mano? ¿Por qué no? Si no para igualarse, sí tal vez para ayudarse a dar consuelo y amparo al ser humano, que nace y se desarrolla en una comunidad trufada de costumbres, de ritos, de interrogantes y de simples repeticiones. ¿Será bueno conocer las cualidades de cada uno de estos tres conceptos? Por supuesto. Para saber situarnos, para poder sobrevivir con dignidad y hasta para saber engañarnos en caso de que nos haga falta, pero sabiéndolo y siendo conscientes de ello.
Después de colocar el nacimiento, me engolfé en la lectura de un libro de antropología que estudia concienzudamente estos asuntos. Tal vez en el ejemplo del nacimiento se mezclen, en diversas intensidades, religión, magia y ciencia. Qué difícil conjugar las tres cosas con serenidad y sin exclusiones iniciales. Otro tanto sucede con tantos y tantos hechos de nuestra vida. Al fin y al cabo, mucho en común poseen las religiones clásicas y las nuevas creadas por las modas, los medios de masas y los poderes reales en la sociedad.

En los próximos días no pensaré demasiado en estas cosas mientras mis nietos juegan con el nacimiento, lo estropean y lo vuelven a colocar; lo haré desde las páginas y en habitación aparte.

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