En
mi casa, el belén ha aparecido un poco fuera de fecha: esta mañana ha quedado
colocado, tal vez cuando el niño ya ensucie pañales y hasta sonría. Vienen mis
nietos y a ellos (a ella, que es la que tiene edad para la contemplación) les
gustará. Ante eso no hay tradiciones ni principios ni razonamientos que valgan.
El más pequeño se encargará de tirar piezas, de cambiarlas de sitio y de
indicarnos la necesidad de volverlas a llevar a su lugar.
Se
trata de una simple costumbre, que tiene su origen marcado y que, tal vez,
algún día deje paso a otras costumbres navideñas. Todo será que en ello se
empeñen las grandes superficies comerciales o los medios de comunicación.
El
nacimiento, la navidad, las festividades, los hitos de la vida, el nacimiento,
las bodas…, la muerte. Todos son ritos enraizados en las colectividades que, si
bien pueden y deben ser considerados y analizados, no son menos hechos que hay
que considerar con calma y sin atropellos. La antropología nos enseña mucho al
respecto y sería bueno no tirar todo por la borda desde unos pretendidos
criterios racionales. No pretendo aquí, y menos en unas líneas, ni enaltecer ni
eliminar ritos y costumbres que ahí siguen a pesar de todos los pesares. Solo
quiero constatar que hay hechos que envuelven el discurrir de las vidas
individuales y colectivas y que son necesarios para que el ser individualizado
se sienta vivo en relación con los demás y no un bicho raro alejado de los usos
más comunes. Someterse a ellos sin pensar es demasiado primitivo y alejado de
cualquier criterio de razón, ese que distingue al ser humano de todos los otros
seres; eliminarlos sin cautela tal vez traiga también muchas consecuencias no
deseadas. Magia, religión y ciencia podrían parecer tres elementos excluyentes.
No lo creo. No lo creen los mejores estudiosos del mundo antropológico. ¿Tienen
que caminar agarrados de la mano? ¿Por qué no? Si no para igualarse, sí tal vez
para ayudarse a dar consuelo y amparo al ser humano, que nace y se desarrolla
en una comunidad trufada de costumbres, de ritos, de interrogantes y de simples
repeticiones. ¿Será bueno conocer las cualidades de cada uno de estos tres
conceptos? Por supuesto. Para saber situarnos, para poder sobrevivir con
dignidad y hasta para saber engañarnos en caso de que nos haga falta, pero sabiéndolo
y siendo conscientes de ello.
Después
de colocar el nacimiento, me engolfé en la lectura de un libro de antropología
que estudia concienzudamente estos asuntos. Tal vez en el ejemplo del
nacimiento se mezclen, en diversas intensidades, religión, magia y ciencia. Qué
difícil conjugar las tres cosas con serenidad y sin exclusiones iniciales. Otro
tanto sucede con tantos y tantos hechos de nuestra vida. Al fin y al cabo,
mucho en común poseen las religiones clásicas y las nuevas creadas por las
modas, los medios de masas y los poderes reales en la sociedad.
En
los próximos días no pensaré demasiado en estas cosas mientras mis nietos juegan
con el nacimiento, lo estropean y lo vuelven a colocar; lo haré desde las páginas
y en habitación aparte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario