Desde
hace ya mucho tiempo, apenas me levanto y cumplo con algunos deberes
inexcusables, me echo a la calle y, durante más de una hora, camino hasta completar
unos cinco kilómetros de movimiento. Es una de las mejores actividades para un
mantenimiento saludable. Me queda el resto del día, que es casi todo, para
realizar tareas de todo tipo. Por lo demás, no soy una persona a la que le
apasionen los viajes. Con frecuencia me sonrío cuando conozco los esfuerzos que
mucha gente tiene que realizar en ahorros económicos y en tiempo para poder
pasar unos días en el país tal o en la rivera cual. ¡Con la lujuria de paisaje de
la que se disfruta por aquí! Prefiero dedicar mis energías en otros asuntos. Cada
cual sabrá. No tengo nada contra ningún gusto de ese tipo, pero no me apasiona.
En
realidad es que creo que ya me muevo demasiado, que no paro aunque quiera;
incluso, si lo pienso un poco, hasta me entra vértigo. Veamos.
A
mis cinco kilómetros de paseo mañanero tengo que añadir lo que me muevo durante
el día, que, debo reconocerlo, no es precisamente mucho. Pero es que ando en un
avión que no para, por más que sus viajeros parece que no lo notan; vamos,
mucho mejor que el AVE. La Tierra gira sobre su eje una vez cada veinticuatro
horas, y eso significa que, desde mi pequeño asiento, me muevo cerca de 40.000
kilómetros diarios solo con este giro rotatorio. Pero es que la cosa no queda
ahí. También hacemos órbita alrededor del Sol, y esto ya supone nada menos que
una velocidad de unos 100.000 kilómetros por hora. A partir de aquí, eso de la
fórmula uno en los coches es menos que ver moverse a una tortuga. Pero la serie
no se agota. El Sol se mueve dentro de la Vía Láctea, que, a su vez, también
gira sobre su eje y se mueve hacia otras galaxias a velocidades que se nos
escapan hasta de la imaginación. Y encima dicen los físicos que el universo
entero se expande, y aceleradamente.
Qué
agotamiento. Y no vale decir “paren, que me bajo”. Si a todo esto le sumo el
asunto de los agujeros negros y todo eso que llaman la energía oscura, que aseguran que supone nada menos que cerca del
75% de la materia, con todas sus energías y fuerzas centrífugas y centrípetas…
Me pierdo y me aturdo.
No
sé si esto de moverse un rato, pie tras pie y paso tras paso, termina teniendo
algún sentido o no es mejor tumbarse al sol y ver pasar el tiempo y el espacio
con el sentimiento mezclado de estupor y de encogimiento. De momento, seguiré
practicando mi micra correspondiente, pero lo haré mirando un poco más hacia el
cielo y tal vez alguna mañana me acurruque en mi terraza evitando el frío y
mirando más rato hacia el avión que me lleva a esas velocidades y sin
preguntarme si tengo billete para alguna estación determinada. Creo que, en el
fondo, no sabe siquiera si he sacado billete. Tal vez ni me lo va a preguntar:
me llevará gratis. Yo me agarraré bien a mi respaldo para que el vértigo no me
haga perder la conciencia.
1 comentario:
Jajajajaja, parece el manifiesto de un vago. Y sé que no.
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