viernes, 4 de diciembre de 2015

¿CAMBIAR DE LUGAR?


Desde hace ya mucho tiempo, apenas me levanto y cumplo con algunos deberes inexcusables, me echo a la calle y, durante más de una hora, camino hasta completar unos cinco kilómetros de movimiento. Es una de las mejores actividades para un mantenimiento saludable. Me queda el resto del día, que es casi todo, para realizar tareas de todo tipo. Por lo demás, no soy una persona a la que le apasionen los viajes. Con frecuencia me sonrío cuando conozco los esfuerzos que mucha gente tiene que realizar en ahorros económicos y en tiempo para poder pasar unos días en el país tal o en la rivera cual. ¡Con la lujuria de paisaje de la que se disfruta por aquí! Prefiero dedicar mis energías en otros asuntos. Cada cual sabrá. No tengo nada contra ningún gusto de ese tipo, pero no me apasiona.
En realidad es que creo que ya me muevo demasiado, que no paro aunque quiera; incluso, si lo pienso un poco, hasta me entra vértigo. Veamos.
A mis cinco kilómetros de paseo mañanero tengo que añadir lo que me muevo durante el día, que, debo reconocerlo, no es precisamente mucho. Pero es que ando en un avión que no para, por más que sus viajeros parece que no lo notan; vamos, mucho mejor que el AVE. La Tierra gira sobre su eje una vez cada veinticuatro horas, y eso significa que, desde mi pequeño asiento, me muevo cerca de 40.000 kilómetros diarios solo con este giro rotatorio. Pero es que la cosa no queda ahí. También hacemos órbita alrededor del Sol, y esto ya supone nada menos que una velocidad de unos 100.000 kilómetros por hora. A partir de aquí, eso de la fórmula uno en los coches es menos que ver moverse a una tortuga. Pero la serie no se agota. El Sol se mueve dentro de la Vía Láctea, que, a su vez, también gira sobre su eje y se mueve hacia otras galaxias a velocidades que se nos escapan hasta de la imaginación. Y encima dicen los físicos que el universo entero se expande, y aceleradamente.
Qué agotamiento. Y no vale decir “paren, que me bajo”. Si a todo esto le sumo el asunto de los agujeros negros y todo eso que llaman la energía oscura, que aseguran que supone nada menos que cerca del 75% de la materia, con todas sus energías y fuerzas centrífugas y centrípetas… Me pierdo y me aturdo.

No sé si esto de moverse un rato, pie tras pie y paso tras paso, termina teniendo algún sentido o no es mejor tumbarse al sol y ver pasar el tiempo y el espacio con el sentimiento mezclado de estupor y de encogimiento. De momento, seguiré practicando mi micra correspondiente, pero lo haré mirando un poco más hacia el cielo y tal vez alguna mañana me acurruque en mi terraza evitando el frío y mirando más rato hacia el avión que me lleva a esas velocidades y sin preguntarme si tengo billete para alguna estación determinada. Creo que, en el fondo, no sabe siquiera si he sacado billete. Tal vez ni me lo va a preguntar: me llevará gratis. Yo me agarraré bien a mi respaldo para que el vértigo no me haga perder la conciencia.

1 comentario:

mojadopapel dijo...

Jajajajaja, parece el manifiesto de un vago. Y sé que no.