miércoles, 28 de noviembre de 2018

!QUÉ TOCHO!



¿Cómo se puede encarar la lectura de una obra de creación de 958 páginas? ¿Se publican obras de esta extensión en el siglo veintiuno? Las dos preguntas tienen respuesta y esta es afirmativa, aunque los casos no son frecuentes.
Una obra de ficción cada día obedece más a imposiciones editoriales, en extensión, en número y tipo de personajes, en asunto principal y secundarios…, en casi todo. Todo, absolutamente todo, se supedita a la distribución y a las estructuras comerciales. Mucho más si pensamos en las grandes editoriales. A pesar de que todos sabemos que hay un margen incontrolable que tiene que ver con la suerte, con la oportunidad, con la inercia y con algo misterioso que no hay manera de controlarlo. Pasa en la publicidad y sucede en todo lo que huela a creación.
He concluido la lectura de La noche de los tiempos, novela de Antonio Muñoz Molina, que alcanza la amplitud nada menos que de 958 páginas. Vaya un taco. Casi como el Quijote. Ya va crecidita, pues se publicó en 2009. Confieso que, aunque sigo siendo un lector ávido y constante (este año tengo apuntados los nombres de 86 obras leídas), tenía mis dudas al comenzar la lectura. Después, el estilo, el ambiente que recrea y la soltura del novelista me han ido llevando de la mano y hemos hecho un camino agradable y nada tedioso. Y eso que, de tantos cientos de páginas, a mí me han interesado mucho más las referidas al ambiente general del Madrid de los últimos días de preguerra y los primeros de la guerra que la historia de amor que se describe. Si elimino la historia de amor, me quedo con un libro de tamaño mucho más reducido y abarcable.
Mi experiencia personal viene a esta reflexión solo como anécdota y no como categoría: cada lector es diferente y vive en contextos personales. Me apoyo en ella para hacer alguna reflexión que pueda tener mayor alcance.
a)       ¿Sobre qué se escribe? Poco más que referir los versos de Miguel Hernández: “Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida”. No hay más. NI menos. Lo malo es que las concreciones de estas tres preocupaciones básicas se repiten con demasiada frecuencia, y, así, encontramos historias demasiado semejantes, con estructuras muy parecidas. A mí eso me lleva a desechar muchas obras que, en otro tiempo, pasaban sin pudor cualquier filtro. Vamos, que no descartaba casi ninguna. Hoy creo que soy algo más selectivo, solo un poquito más. Y creo que lo menos bueno es que se banalizan los hechos y las escalas de valores que les sirven de base. Vamos, que el lector medio es el que manda y se le conceden las exigencias que tiene, conformadas en buena medida por los medios y corporaciones que a su vez les mandan la mercancía.
b)       ¿Qué sucede con las formas y los moldes en los que se presenta todo esto? Pues tal vez otro tanto de lo mismo. Incluso en una forma más acusada, en ajuste y supeditación a las formas que la sociedad va imponiendo y conformando: extensión, distribución, mezcla de elementos visuales, tipografía…
c)       Por encima de todo debería reinar el dominio de la palabra al servicio de una idea turbadora. Al creador le queda como campo exclusivo el dominio y el moldeado de la palabra, esa es su materia prima y con ella tiene que conseguir emocionarse y emocionar, pensar y hacer pensar, turbarse y turbar. Lo demás es cosa externa que obedece a otros intereses que no controla.
En todo caso, la lectura sigue siendo una aventura a ciegas, un empezar a andar a ver qué pasa, un husmear en algo que no es nuestro para hacerlo más nuestro, una vida especial por unos ratos, alguna reflexión que venga al caso, la diversidad vital hecha palabra, la certeza continua de lo poco que somos y de todo lo que hay por ahí rodando y aguardándonos, el olvido del tedio y de la repetición, la ilusión necesaria tantas veces, el mundo en soledad acompañada, el vértigo y el ritmo de la imaginación, el despertar continuo a un mundo nuevo. Es tantas cosas la lectura…
Y eso que reivindico nuevamente el primer derecho del lector ante la lectura: la posibilidad de no leer si no se quiere, que la vida es muy amplia y muy diversa.
Yo he hecho este camino de misterio en los últimos días, de la mano de Muñoz Molina y del mundo que ha creado en esta obra. Se lo agradezco mucho. Mi camino se diversifica cada vez más y no hay solo cabida para la novela: me ocupan muchos ratos la poesía y el ensayo. Pero ese es otro asunto. Siguen siendo lecturas y siguen siendo mundos que se abren para que yo los viva y los queme en mi hoguera especial y solitaria.

martes, 27 de noviembre de 2018

¿´INFLUENCERS´?



¿´INFLUENCERS´?
(Para Jesús Majada, que ejerce más o menos
la misma influencia que yo, es decir…)

Me pide un buen amigo que comente
y que eche a la red mi cuarto a espadas
acerca del poder del ´influencer´
en esta sociedad tan desquiciada.

Te pido, buen amigo, que me tientes
con otro menester, pues no sé nada
de asunto que cautiva a tanta gente
con artes que me exceden y me engañan.

¿Influyen con la voz y la palabra?
¿Razonan y convencen con la mente?
¿Encantan con sus cuerpos atractivos?

Busquemos las razones y las causas
que producen tal suma de dementes
y huyamos como el rayo de su hechizo.

lunes, 26 de noviembre de 2018

PRECAUCIONES



PRECAUCIONES

En el silencio denso de la tarde,
tengo celebración con las imágenes
que me hirieron dejando cicatrices
visibles en el mapa de mi historia.
No acierto ni siquiera a describirlas,
pues me dejan perplejo; solo puedo
situarlas vagamente en un ambiente
que me explica el extremo de su fuerza
haciendo así memoria del momento
en el que conviví con su presencia,
y añorar la visión que me grabaron
con un adiós sereno y obsequioso,
como si al día siguiente nuevamente
tuviéramos la cita concertada
para para dar cumplimiento a la costumbre.

Me da por meditar y siento y pienso.
Me corresponde ahora echar la cuenta
de si sería la última
vez que conté con su presencia.

Y sufro escalofríos y desconciertos
pensando en si es verdad que esos adioses
no serán ya más veces:
el abrazo al amigo, la promesa
de volver a cumplir un compromiso,
la discusión, la noche, los instantes
de más dificultad o los propósitos
amasados a dos manos y a besos,
la cómplice mirada o el perfume
de aquella flor que floreció en el monte,
presagio de otra verde primavera…
¿Todo la última vez? ¡Qué desengaño!

Voy a fijar con ansia mis sentidos
y a comerme el momento por si acaso
no hubiera otra ocasión en la que pueda
robarle a mi pasado sus misterios.

viernes, 23 de noviembre de 2018

CELEBRITIES



Porque hay que decirlo así, en inglés, en la lengua del imperio, para que resulte más snob o más chic, y para estar a la moda, que, si no, uno se queda demodé y outlet o vintage.
¿Por qué hay tanto gilipollas por la vida? ¿Es que no tienen otra cosa que hacer? Como decía uno de mis antepasados: “un pico y una pala les daba yo y verías cómo aprendían en un día”.
En los días del Black Friday (que ya no es solo un día sino una semana, y pronto será un mes, pues se produce mucho más de lo que se puede consumir y todo el año estamos en la estafa de las rebajas) he visto en la tele que se celebra la final televisiva de Master Chef Celebrity. Según me dicen, el programa tiene una audiencia millonaria. En él unos famosetes (celebrities) cocinan un plato ante la atenta mirada de unos cocineros que les amenazan y casi les insultan para que el desarrollo del programa tenga más atractivo.
El objetivo del programa, por supuesto, nada tiene que ver con el descubrimiento de cocineros estupendos ni con el hallazgo de platos que mejoren la alimentación de la gente. Nada de eso, ni por asomo. Hasta ahí podíamos llegar. Lo que interesa es mantener ante los espectadores la figura de unos cuantos personajes conocidos y simular que los llevamos a nuestras casas por un rato. La permanencia de esas figuras en pantalla y sus primeros planos obligados hacen que sus figuras y sus acciones se nos vuelvan casi inevitablemente ejemplos que debemos seguir en nuestra vida cotidiana. Para no caer en la monotonía, se aderezan las secuencias con palabras más altas, con amenazas o con chistes zafios y salidas de tono de los concursantes. No importa, todo vale para el convento y todo se ríe y se jalea.
¿Quiénes son estos celebrities? ¿De dónde han salido? ¿Quién los ha seleccionado? ¿Cómo han llegado a hacerse famosos? Me daría vergüenza utilizar la palabra célebres. Repasen y verán. La vulgaridad hecha pantalla, el menudeo morboso a los  escenarios, la tontería hecha ejemplo, la estulticia al primer plano. ¿Qué han aportado estas personas para el beneficio de la comunidad? ¿Dónde están su esfuerzo y su constancia? ¿Cuáles son sus cualidades ejemplares, se supone que adquiridas con trabajo y con empeño? ¿Cuándo vamos a dar un simple impulso y una palabra de ánimo a tantas personas válidas que se pierden en el anonimato y en el olvido, muchas muy cerca de nosotros?
¿Nadie se da cuenta de que las pescadillas se muerden la cola? ¿Por qué alimentamos este carnaval, que cada día será más si lo alimentamos, y lo alimentaremos más cuando veamos que ya es más? ¿Alguien puede decirme qué méritos han adquirido estos famosetes celebrities ante sus conciudadanos? Porque alguno tienen que haber adquirido sin que yo alcance a verlos. ¿Cómo, si no, se explica la audiencia millonaria? Salvo que buena parte de esa audiencia se coloque en el mismo nivel y escala de valores que aquí se dibuja. Y entonces… Ay entonces. Mejor no imaginárselo.
Salvo que el que no sepa ver nada sea yo mismo, que será lo más probable.
En fin, ¿qué tienes para vender? Ponlo en el escaparate y adórnalo. Poco importa la calidad del producto y sí mucho el disfraz y el colorido que se vea desde la calle.
Coño, yo así no quiero saber nada y me bajo de cualquier tren que siga viajando con estos vagones cargados de tanta tontería.
Ah, por cierto, apuesto a que el concurso terminará ganándolo el más tonto entre los tontos.

jueves, 22 de noviembre de 2018

INDULTAR



“Perdonar a alguien total o parcialmente la pena que tiene impuesta, o conmutarla por otra menos grave”. Copio directamente del diccionario de la RAE.
Me entero de que Cs ha propuesto en el Congreso que se prohíba por ley la concesión de indultos de carácter político. La medida está pensada claramente para que, si los dirigentes catalanes encausados son condenados, no tengan la oportunidad de ser indultados.
Este hecho me parece un disparate de dimensiones incalculables. No le veo pies ni cabeza, ni desde el punto de vista jurídico, ni desde el político, ni desde el social, ni desde el moral, ni desde ningún otro. Algún argumento.
Los indultos existen en cualquier sociedad democrática; lo que hay que hacer es regularlos bien.
Esta potestad se atribuye siempre al poder ejecutivo.
Es verdad que tienen que estar bien regulados y han de ser restringidos en su aplicación y en su número; pero hay que entender que, al final, termina siendo una prerrogativa que tiene algo de excepción y de gracia; si se quiere, de elemento contralegal, en el sentido de que es la decisión del ejecutivo y no la ley la que se impone.
¿Cómo poner límites a la aplicación de esos indultos para que no terminen siendo caprichos de los gobernantes y aplicables solo a sus “próximos”? Nadie ha conseguido poner esos límites con exactitud. Ni aquí ni en ningún sitio.
En términos generales, la comunidad suele entender la aplicación del indulto cuando la situación del momento en el que se concede poco o nada tiene que ver con el de la fecha en que se impuso la condena: por reinserción, por ley claramente desproporcionada, por situación social muy distinta, por un bien manifiestamente superior. Y siempre con carácter excepcional y como residuo en el que el ordenamiento legal cede a otros criterios.
La petición de un indulto o de su negación antes de que se haya celebrado un juicio y sin conocer sentencia condenatoria o absolutoria resulta un sinsentido y un prejuicio que supone situar la ley por encima de la razón y de la vida, creando una situación rígida y estrecha que no ve clarear el horizonte. Se pone el carro antes que los bueyes y así resulta muy difícil arar este barbecho en el que se ha convertido casi todo.
Lo peor de todo es que esto solo se puede entender como una toma de postura de carácter moral y vengativo: no solo estamos adelantándonos a lo que diga la justicia, sino que deseamos la condena y negamos cualquier tipo de rehabilitación o de reconducción de los hechos. ¿Cuál es la disposición al entendimiento que se deriva de una posición como esta? Respuesta: ninguna. ¿Cómo se pueden modular y arreglar las situaciones con estos prejuicios? Respuesta: de ninguna manera.
No es difícil ponerse en la piel de quienes, durante muchos años ya, vienen sufriendo la befa y la mofa en Cataluña, por parte de los llamados independentistas. El enfado y las ganas tienen que ser muy grandes. Pero esta respuesta no está a la altura de quienes, sin duda, desean una convivencia más sana y menos crispada.
Si se pide separación de poderes e independencia del poder judicial, déjese trabajar y juzgar. Después, ya veremos qué hay que hacer.
A mí no me cabe duda de que, diga lo que diga la justicia, en Cataluña se produjo un golpe de Estado; pero tengo que ser cuidadoso y acatar lo que diga la sentencia. Y, por supuesto, desear que el entendimiento vuelva a todos y la convivencia se haga más llevadera. ¿Qué regusto puedo yo sacar de ninguna condena y de ver en la cárcel a nadie? No creo en el poder de regeneración de las prisiones y solo encuentro contento en ver que la gente se lleva bien, se ayuda y se entusiasma junta. Allá los supremacistas y los separadores con su conciencia.
Y lo más importante: el espíritu justiciero solo suele conducir a más crispación y a más enfrentamiento. Quien más está dispuesto a la comprensión e incluso al perdón termina siendo el que más gana, el que ensancha más la conciencia y el que duerme más a pierna suelta. Es siempre mejor ganar la guerra que vencer en una batalla.
Es verdad que, para ello, también hay que dejarse dar la mano y no rechazar cualquier aviso de aproximación y de bienvenida. Y no se ve mucho de eso. Cachis.
Y yo, ¿estoy a favor del indulto? De momento estoy a favor de indultar a Cs por este disparate que, desde mi punto de vista, ha cometido.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

TIME ON OUR HANDS



TIME ON OUR HANDS

Si yo tuviera tiempo para matar el tiempo,
para sentir al menos que aún estamos a tiempo.
Si entendiera que todo es ya cuestión de tiempo
y el tiempo fuera tiempo para mejores tiempos.
Si las caras del tiempo fueran de todo tiempo
y el amor no rondara vestido y a destiempo.
Si atrapar en el tiempo lo que no tiene tiempo
fuera cosa de tiempo y no de contratiempo.

Si al olvidar el tiempo me encontrara otro tiempo
en que tú fueras sola la medida del tiempo…

martes, 20 de noviembre de 2018

EL SENCILLO PLACER CON QUE LOS MIRO



EL SENCILLO PLACER CON QUE LOS MIRO

Cuando hay lluvia y las nubes
se funden y se vierten en el suelo,
vienen a descubrir que hay otra forma
de mirar lo que pasa por la vida;
mojan de amor las calles, las aceras
de prisas, de figuras fugitivas
que se dicen adiós, sin preocuparse
de todo lo del cielo y de la altura.

A imitación del modo de las nubes,
yo también bajo al suelo y me detengo
a contemplar lo hermoso que hay en cada
humilde cosa que hace nuestra vida,
de esa vida que habita y que nos roza,
que al por menor trabaja y crece y muere.

Ahora estoy a la mesa, practicando
la costumbre de darle el alimento
que me pide mi cuerpo
tres veces cuando menos cada día,
y tengo ante mis manos un cuchillo,
al lado un tenedor y una cuchara,
dispuestos todos ellos
a servirme de ayuda en la comida.

Con ellos corto pan, trincho y cuarteo
un trocito de carne o de pescado,
tomo verdura, saboreo un caldo
o pelo con sentido una manzana.
Los tomo con las manos, los ajusto
al tacto de mis dedos y al contacto
que requieren mis labios. Son amigos
del sencillo placer con que los miro.

Cuando acaba su afán, los pongo en fila,
como pasando lista, y los envío
al plan del friegaplatos. En silencio
parece que de mí ya se despiden,
y así hasta el día siguiente en que de nuevo
los reconozco fieles a mi lado
para hacerme agradable compañía.

Mientras como, los miro y pienso en ellos
y en todo lo que gratis me regalan,
los tomo entre mis manos, los abrazo
y me siento feliz y acompañado.
¿Qué pensarán de mí cuando los miro?

Es la otra vida escrita a ras de tierra,
de factura tal vez más cotidiana,
la que amaso sin darme cuenta apenas
de que es mi inevitable compañera.

lunes, 19 de noviembre de 2018

LAS ESPAÑAS



Unas veinte mil personas se manifiestan en Cáceres exigiendo unas comunicaciones dignas para Extremadura; las asociaciones vecinales de Béjar (Juan Hernández me ha tenido bien informado) han recogido miles de firmas, que han entregado al consejero correspondiente para pedir una mejor atención sanitaria en Béjar; varias asociaciones de la provincia de Ávila se manifiestan contra la explotación de minas contaminantes en varias de las comarcas provinciales; numerosas organizaciones humanitarias trabajan sin descanso preparando las fiestas de Navidad y pensando en cómo distribuir pequeños bienes y alimentos que mitiguen algo las necesidades de sus convecinos; los pueblos se han quedado sin habitantes, como cada otoño y cada invierno; las residencias de ancianos se llenan cada día más y viven desajustes constantes…
La cadena de ejemplos se puede ampliar sin dificultad ninguna y al antojo de cualquiera. Es esto lo que realmente pasa en la calle y no los sucesos que acontecen en la rúa.
La verdad es que dudo de que sea ya esto la realidad y de que no estemos desbordados por otra realidad más tópica e impuesta.
Cuando un ciudadano se levanta, con las preocupaciones de cada cual y de cada día, se encuentra con un cartel enorme en el que reza el guion de aquello que se le impone para que llene su mente y le preocupe durante la jornada. Será la televisión, tal vez será la radio, acaso lo sean los periódicos o los otros medios más al uso. Da igual, en todos ellos el cartel nos impone los asuntos en los que hemos de ocuparnos en nuestras conversaciones. Y, si miramos varios, pronto comprobaremos que no difieren mucho en sus propuestas; tan solo, si acaso, en los enfoques. La realidad ha sido disfrazada, se nos ha dado cuarto y mitad de lo más cómodo y en eso se nos tiene, amarrados y quietos en el redil creado.
¿Cuál es la realidad seleccionada? Sea cual sea la elegida, habrá que concluir que partimos con toda desventaja, que andamos engañados y que todos somos manipulados, bien sea por selección y olvido de todo lo que no ha sido elegido, bien por repetición incontrolada, bien por el sesgo que a la información seleccionada se le dé.
¿Cuántas primeras páginas vemos con un estudio del tipo de comercio en nuestras calles? ¿Y dándonos noticia de la organización de nuestras horas o del cuidado o descuido que ofrecemos a nuestros mayores? Esto interesa poco o casi nada. Parece un despropósito que así sea pues es cosa de todos y afecta a todo quisque.
Aquí solo interesa (y hablamos de los grados de interés, no de la verdad o falsedad de lo publicado) si hemos pillado a uno en un renuncio y podemos adjudicarnos la primicia del presunto renuncio. La cosa tiene morbo y se reduce a indagar sentaditos en la mesa, con teléfono a mano. Y mueve mucho rédito, y share y anuncios, y pasta como fin de casi todo. Y, si esto no nos cuadra (la verdad es que se lo ponen a huevo y no dan abasto), para eso está la lucha de los líderes, que se pueden sacar en las noticias con imágenes fáciles y tontas. Como si la vida fuera tan sencilla y se redujera a simples fogonazos.
La vida es algo más y se traduce en venta al por menor, en toma y daca de risas y de lloros, de trozos de tristeza y alegrías. No son las dos Españas del maestro, son todas las Españas que conforman los días de todos los ciudadanos, con sus pequeños logros, con sus diarios fracasos, con ese discurrir oscuro y lento de las calles estrechas, y con los empujones a destiempo en esas avenidas virtuales en las que nos encierran y nos llevan sin saber bien ni adónde ni a qué cosa.

viernes, 16 de noviembre de 2018

USAL 800 AÑOS: EL ESPÍRITU DE SALAMANCA



La Universidad de Salamanca (USAL) cumple su octavo centenario. Lleva todo el año de celebración en celebración y debe de andar ya casi agotada con tanta efeméride y tanto festejo. Tengo algún prejuicio cada vez que aparece la imagen de la universidad española; pero ocho siglos son ocho siglos y su historia está cuajada de hechos, conceptos, adelantos, atrasos, visiones, creaciones… de todo tipo. Y en Salamanca más. Repasar la nómina de los que por ella han pasado asusta y reconforta a la vez. Y acaso aún más si se considera como centro integral de influencia en toda la historia de España. De modo que el balance resulta claramente positivo. Y eso que, en algún momento, estuvo a punto de desaparecer.
Hoy me interesa pararme a considerar que, por puro azar geográfico, temporal y social, yo formo humildemente parte de esa historia extensa y variadísima de gentes que han pasado por sus aulas, que se han formado en ellas y que han impartido clases en ella.
Los últimos años del franquismo me vieron subiendo y bajando las escaleras de Anaya (paseé también por las aulas de derecho, pero soy de Anaya y de letras, lo confieso), asistiendo a asambleas en Anayita, observando los últimos coletazos de la dictadura y comprobando cómo día a día aquello se venía abajo. Allí se concretaron muchas cosas de tipo personal y colectivo, y de asuntos académicos y sociales. A mi mente acuden imágenes de clases con el libro de texto y las indicaciones directas que me atrevía a hacer a algunos estudiantes acerca de lo inútil de escribir literalmente apuntes cuando eso mismo estaba ya muy bien reflejado y redactado en el libro, o aquellas huelgas interminables y no demasiadas veces bien justificadas. En más de una ocasión, defendí públicamente la bondad de empezar las vacaciones de Navidad el mismo día que se ponía a votación su aplicación en asamblea, si es que lo que se debía imponer era la simple voluntad de los votantes y no el razonamiento y las causas que las justificaran; la perplejidad se apoderaba del ambiente ante propuesta tan imprevista. O algunas de las clases desiguales de profesores varios; desde la de aquel que se negó a impartirla el día que se olvidó en su casa los apuntes, hasta la del que llenaba el aula fuera cual fuera la hora en que la impartía, con sus labios bordeados de espuma y su sabiduría e ilusión a cuestas. En gloriosa ocasión escribí al decano para exigir explicaciones de por qué no comenzaban las clases a su tiempo. No hubo contestación, pero la carta andará entre los fondos escondida. Son simplemente anécdotas del libro de los días.
Por primera vez en la larga historia de la universidad, por aquellos años acudíamos a ella jóvenes de todo tipo (ah, las becas salario, por ejemplo), se empezaba a romper la exclusividad, pero se visualizaban grupos e intereses muy diferentes. Incluso entre facultades. Las licenciaturas “técnicas” escaseaban y en Salamanca las facultades de letras mantenían su prestigio por trayectoria y maestros. Tuve la suerte de tenerlos de todo tipo, muchos excelentes y prestigiosos; otros no tanto, pero a todos les debo agradecimiento. Por ello, tal vez, se mantuvo durante muchos años aquello de la excelencia del título por Salamanca. No sé si queda mucho de esa idea prefijada, ni en realidad me importa demasiado.
En ella impartí clases durante varios años, en Cursos Internacionales. Tuve alumnos de todas las partes del mundo y la oportunidad de compartir visiones muy diferentes de la realidad. Creo que eso enriquece a todos; desde luego a mí. Haber aprobado oposiciones para un puesto en otro centro y algunas historias personales que recordar no quiero y que no vienen al caso me alejaron de sus aulas para encauzar de otra manera mi actividad profesional. Todavía volví a la facultad para alcanzar algún título más y para realizar mis cursos de doctorado y, en algún caso posterior, se me encargó la docencia de algún curso. En fin, tantas historias personales…
Vuelvo la vista atrás y, tal vez con las gafas de abuelo cebolleta, me veo casi siempre con algún asidero a esa universidad, gloriosa por el tiempo y por tanto como en ella se ha cocido y creado. Los que hemos estudiado letras y nos movemos en el mundo de las humanidades estamos si cabe más de enhorabuena: muchísimos de los referentes profesionales pasaron por sus aulas, han sido y son nuestros colegas, y eso obliga muchísimo, por respeto y decencia.
Yo soy solo uno más, uno de tantos, que acaso se sumergió en sus aguas y en su ambiente y que creyó ver que su esencia era y es la propuesta, la visión siempre abierta de las cosas, la razón y el diálogo por encima de todo dogma impuesto, la curiosidad como eje y empuje de la vida, la honestidad como arma cargada de futuro y un poco de humildad como formato para atacar la vida.
Me gustaría pensar que la universidad pasó por mí y no solo que yo pasé por la universidad: son cosas tan distintas…
Después la vida sigue. En Salamanca o en cualquier otro sitio. Y hay que llenarla siempre de espíritu inquieto y razonado; si no, solo serán los títulos colgados en la pared de enfrente. Eso es muy poco, demasiado poco, casi nada. Mejor que en el camino nos acompañe siempre el espíritu de Salamanca, el que fueron creando los maestros aquellos que regaron sus aulas de saber y constancia. Son ya ochocientos años, una historia muy larga. En una esquinita humilde del camino me encuentro con mis pasos por sus aulas y sus claustros. Que sus ecos me sigan donde quiera que vaya.

jueves, 15 de noviembre de 2018

MACBETH POLISÉMICA



Mientras escucho el Magnificat de Bach, pienso en la ópera y en todo lo que implica y representa. Que Bach se compadezca y me perdone. Dejaré de escuchar su música para solo oírla por un rato. Prometo volver a ella con atención y asombro.
Ayer asistí a la representación de la ópera Macbeth en el teatro Cervantes de la ciudad de Béjar. La Ópera Nacional de Moldavia era la encargada de ponerla en escena. Casi tres horas de música, textos y composiciones escénicas, vestuarios y diseños en un escenario inigualable como es el de este teatro casi único del que gozamos en la ciudad estrecha. Benditas la construcción, la restauración y el mantenimiento de este lugar. Su fondo de escenario y su sonoridad son los dos hechos que permiten que estos acontecimientos se puedan poner en pie.
De modo que ver ópera no es privativo de Madrid o de las grandes ciudades. Por lo demás, ya he dicho alguna vez que en Béjar existe un grupo notable de aficionados a las artes escénicas.
A mí, como siempre, la contemplación de una creación artística me transporta a otras consideraciones y no solo me contiene en los límites del placer estético.
Ayer, por ejemplo, consideraba alguna de estas variables:
La importancia que a la actividad musical “clásica” se le da en los países de Centroeuropa y la escasa que se le concede entre nosotros.
El momento y el fin con el que nació la ópera, que poco o nada tienen que ver con la gente de a pie y sí casi todo con los grupos más poderosos: nobles, iglesia o burguesía. Por eso el tipo de composición, los lugares de representación y otras variables propias de este género.
La conservación de este tono elitista que se ha conservado en buena parte hasta hoy.
La “sociología” que se podía describir entre los asistentes, a pesar de la afición arraigada en la ciudad a los acontecimientos teatrales. Este hecho se puede describir y comprobar con más facilidad en una pequeña ciudad como Béjar en la que casi todo el mundo se conoce, al menos de vista. Allí viérades personas / peripuestas, con aspecto / de saber de toda cosa / y lindos de voz y gestos… Pocos parados y de aspecto avulgarado. Pocos. Toda una lección y un racimo de uvas para degustar una a una y sacarles jugo hasta llegar al aguardiente. Para mí la impresión más importante.
Los fondos de realeza, nobleza o mágicos en los que estos textos se suelen sostener, aunque como núcleo planteen elementos de valor universal: Macbeth no es otra cosa que una lucha trágica por alcanzar y detentar el poder. El tema planteado es universal y eterno, pero la visualización se hace con elementos muy anacrónicos para el siglo veintiuno, por más que sea Shakespeare el creador original. Mucho más actual me parece, por ejemplo, la suma que hace Lorca en su teatro con elementos clásicos y rurales o populares. En fin, hoy tendríamos que sustituir reyes y príncipes por políticos o banqueros….
Las diferencias de nivel de vida entre unos países y otros. Ayer daba la impresión de que media Moldavia se había venido a España para representar la ópera. ¿Cómo puede sobrevivir un elenco tan numeroso? ¡Y todos de primerísimo nivel!: la soprano, Rodica Picirenau, cantó de manera maravillosa.
Y así elemento tras elemento y arista sobre arista.
De fondo siempre la orquesta, el canto, la historia y la tragedia, la magia y la fuerza del destino, el afán de poder, las arquitecturas escénicas… Y mi mente dándole vueltas a todo ello. Y gozando del espectáculo creativo y musical, claro.
A la salida, el cielo lloraba mansamente. La noche y la lluvia se abrazaban y yo me dejé mojar por las angostas calles de la ciudad estrecha. La “sociología” se dispersó discretamente. La música calló o se fue durmiendo. Pero el ansia de poder y de dominio siguió en lo alto, mirándonos a todos y amenazando con volver a vernos con máscara distinta.
Ahora ya vuelvo a Bach.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

ALGO ES ALGO



El otoño es propicio para que la muerte haga de las suyas. Parece como si las personas tuvieran un ciclo similar al de los árboles y en esta época se pusieran también amarillas, del color de la muerte. Después, cualquier tambaleo las sacude y las derriba, las deja inertes y cara al suelo. De hecho, en estas fechas no es raro ver los paneles de las calles con varias esquelas, como muestras de que andamos en tiempo de recogida de personas para la muerte.
Ante esas esquelas, con resúmenes familiares y datos de ritos, la gente se para y dedica unos momentos a la identificación del nombre que las preside. Fulano, citano, el dueño de tal establecimiento, el que trabajaba en aquel otro sitio… Después, la relación y esa cierta obligación de acompañar unos momentos a los familiares en tanatorios o iglesias. Al día siguiente, nada o casi nada. Solo la renovación por otros nuevos papeles que incitan al mismo rito de parada, mirada, consideración rápida y alejamiento.
El desarrollo de la vida nos enfrenta con perspectivas muy distintas, según la persona a la que estemos haciendo referencia. Nuestro círculo es reducido y no siempre ponemos mientes ni siquiera en lo que tenemos más cerca. Pero, al menos en este contexto, solemos distinguir hechos, hacemos valoraciones constantes, cortamos trajes a medida, estimamos más a unos que a otros, clasificamos en buenos y malos…; hacemos de la vida un acordeón que comprimimos o extendemos según nuestras conveniencias. Muchísimas veces, también en estos contextos tan próximos, actuamos desde el desconocimiento y desde la ignorancia, desde la estrecha ventana personal por la que queremos hacer pasar toda la vida. El universo visto desde un agujero. Y ya cargados con toda esa ignorancia, actuamos como si los otros no escondieran para nosotros ningún ángulo oscuro. Enseguida llegan los malos entendidos y la niebla. A ello añadimos -tal vez cada día más- las luces continuas con las que los medios nos deslumbran acerca de un reducido número de personas lejanas y virtuales. Con todo ello vamos tejiendo un vestido a la vida, a la general y a la propia, que tal vez sean la misma y única.
La muerte posee un poder igualatorio que impresiona. Todas aquellas diferencias que advertimos y que defendíamos con pasión se van diluyendo, se van cribando y desapareciendo para quedar ante nuestras mentes tan solo algunas notas de distinción que, cada día que pasa más, se convierten en ideas que anulan las figuras de carne y hueso. Si uno enfrenta dos fotografías de personas conocidas, enseguida será capaz de apreciar diferencias personales físicas y mentales; si no lo hacemos así y solo juntamos el recuerdo de ambos, veremos que los detalles se han esfumado, que lo que nos llega es cada vez más vago y difuso. Terminamos quedándonos con dos o tres elementos mentales y poco más.
Unos fueron reyes y otros súbditos, unos fueros ricos y otros pobres, unos fueron guapos y otros feos, unos fueron listos y otros torpes… Poco importa, la diversidad se vuelve casi nada y todo se estrecha hasta la idea delgada y casi abstracta.
No estamos educados para enfrentarnos a la muerte; y, sin embargo, todo está medido a partir de ella; no desde el nacimiento, sino desde la idea de la muerte. El nacimiento no es buscado ni sentido ni conocido ni pensado; la muerte, en cambio, es el eje que nos conduce a todos y que nos modela en lo que llamamos vida. Al menos deberíamos agradecerle ese poder igualatorio que posee, esa manera de quitarnos los humos a todos, esa forma implacable de darnos a todos un significado similar. Si bien lo pensamos, todos seremos seres dignos y hasta ejemplos para los demás tan solo con que el recuerdo seleccione lo mejor y tire al cesto de los papeles lo menos bueno. La muerte es un gran aliado para ello. Algo es algo.

martes, 13 de noviembre de 2018

BESOS EN LA DISTANCIA



BESOS EN LA DISTANCIA

Recojo por las calles el rescoldo
de aquello que fue llama y ahora es nada:
insinuaciones leves de suspiros
y ecos de controversias o disputas…,
sucesos de otro tiempo ya olvidados.
El silencio los mira y los ampara
dejándolos morir en las esquinas.
Tan solo el viento a veces los escucha,
los hace levantar, los incorpora
para que den notica de que fueron.

Entre todos descubro que me mira
uno que, por el tono, me señala
como autor de su vieja melodía.
Yo no lo recordaba. Mi memoria
se pone a trabajar; trae a mi mente
el momento olvidado. Reconozco
en sus notas mi gozo y la sorpresa
que dejaron mis labios en tus labios
en la lejana tarde ya perdida.

Desde entonces la luz de la plazuela
conservaba el recuerdo de aquel beso
y el eco de tus labios temblorosos
haciendo nuestra piel brasa encendida.

Hoy las calles estrechas y las plazas
sonaban de una forma verdadera,
y yo soñé lo hermoso de aquel beso
que se quedó a soñarme en la plazuela.

lunes, 12 de noviembre de 2018

VIAJEROS



VIAJEROS

El mundo entero viaja sin descanso,
desconociendo causas ni destinos:
sabe que estar parado lo convierte
en ser para la nada y el olvido.

Yo viajo con el mundo y soy viajero
que ve pasar continuas estaciones,
que observa cómo todos suben, bajan,
se afanan en maletas y billetes,
en gestos y ademanes que dibujan
escenas de ilusiones compartidas.
-Afán irracional, incontenible,
que empuja como brasa a hacerse llama,
y después humo, sombra, noche, nada-.

Pero el tren sigue y sigue su camino
sin anunciar el fin de su viaje,
y los raíles marchan paralelos
buscando locamente el infinito.

A veces me convierto en maquinista
y construyo un vagón en el que caben
tan solo el maquinista y el asiento
de un triste y solitario pasajero.

El tren se pone en marcha y acelera
en otra dirección desconocida,
pero siempre por valles y barrancos
del oscuro interior del viajero.

A veces se lo ve lanzando humo
y a veces en parada programada.
Sigue sin dar señales aparentes
de haber llegado nunca a su destino.

sábado, 10 de noviembre de 2018

LAS VOCES DEL PASADO



El ser humano se empeña en desentrañar el secreto del origen del pasado, de qué fue aquello que sucedió en el principio y de cuándo se produjo eso del origen. Si lo supiéramos, tal vez todo lo demás lo tendríamos más a nuestro alcance y más entre las manos. Pero, ay, no hay manera de pillar la magia de ese misterio; acaso porque no hubo origen, o no somos capaces de imaginarlo siquiera, tal vez porque excede a nuestras cortas posibilidades. ¿En el principio era el caos? ¿O el Caos? ¿En el principio era el Verbo? ¿En el origen era la sombra? No hay manera.
Pero para casi todos nosotros el pasado se reduce a algunos episodios de hace nada, a algunos sucesos que hemos vivido y a algunos conceptos que nos ayudan a imaginar algunas otras cosas que saltan los muros de nuestra biología. Poco más. Qué pobres y qué limitados.
Y de ese pasado, ¿qué seleccionamos para el presente? Porque el pasado lo mantenemos solo en los elementos que nos llegan y nos hieren en el momento. Lo demás lo tamizamos, lo hacemos endeble, le damos distancia, lo arrinconamos… y lo olvidamos. En ese momento deja de formar parte de cualquier apartado del tiempo que queramos inventar. De modo que el pasado podríamos decir que tiene límites, que pesa y mide y ocupa espacio. Por eso vamos sacando del almacén la ropa vieja para dar cabida a otra que va llegando con el camión de la mudanza de los días.
Me pregunto de nuevo qué selección hacemos y qué estanterías fijamos para colgar la ropa del recuerdo. En una preferente seguro que se colocan las imágenes. Ahí, bien planchaditas y dispuestas para salir a escena cuando las requiera la memoria. Otro cuarto repleto sería el de las palabras, esas que quedan escritas o en frases con cloroformo, de las que cada cual guarda unas cuantas memorables. Y así otras tantas salas.
Pienso en el almacén de los sonidos, en cómo conservar las entonaciones, los silencios o los timbres de aquellas personas que queremos que mantengan nuestro pasado.
Yo recuerdo a mis padres en imágenes, en las fotos que guardo en mi memoria o en la pared del estudio en que ahora escribo. Y los miro y los traigo hasta mi mesa, y les cuento mis cuitas o les leo los versos que acompañan a esas imágenes y tantos otros que he compuesto para ellos, y los veo en los días diversos, con sus ropas a cuestas o sus risas o enfados por medio del pasillo de la casa. Creo que voy a conservar las imágenes en mi memoria para siempre sin muchas dificultades.
Pero, ¿y sus voces? Mi madre tenía un tono sereno y de mujer cansada. No lo tuvo siempre. Al final de sus días, algo la empujó a no dejar su espacio a los silencios. De noche y de día repetía los sonsonetes a que le obligaba su cerebro, en una letanía interminable. ¿Cuál era la voz real de mi madre? Ya no sé definirla claramente, se me escurren a chorros los detalles.
Otro tanto me ocurre con la voz del pasado de mi padre.
Y así no puedo hablar con ellos sin saber si me escuchan realmente y sobre todo si son ellos los que me contestan y me cuentan sus cosas como entonces.
Para intentar oírlos, me quedo en el silencio por un rato, apago la música y escucho. Me llegan rumores y sonidos que no sé si responden con certeza a la voz de mis padres. Y quiero hablar con ellos con palabras, oírlos como entonces, con sus señas más personales, con las señales que me certificaban que eran ellos, mis padres.
Quisiera rescatar para un fondo sonoro la voz aquilatada de mis padres y ponerla de fondo en mi estudio cada día, para unir el pasado con el presente de mis días y no desdibujar en nubes y nieblas todo lo que me ha precedido en el más reciente paso del tiempo. Creo que no encontraría otra música más agradable. Yo bailaría con ella y me dormiría con ella cada noche, con el arrullo hermoso de sus voces sonando en mis oídos.

jueves, 8 de noviembre de 2018

PLEITOS TENGAS Y LOS GANES



Así reza un dicho popular, que viene a recordarnos lo engorroso que resulta litigar y los perjuicios que ello puede acarrear. Por eso, tal vez, no sería malo añadir aquello otro que reza de esta manera: El mejor juez es el que no existe.
No tengo recuerdos de ningún juicio que me haya afectado directamente, pero me aterra pensar el poder casi omnímodo que tienen los jueces. Si un juez se empeña, esta misma noche el presidente del Gobierno duerme en chirona y nada lo puede impedir. Mañana ya veremos, pero, de momento, mejor que no se le ponga en las narices al juez de turno.
Anda medio país escandalizado y avergonzado ante la sentencia del Tribunal Supremo que tiene que ver con el asunto de las escrituras de las hipotecas, eso que técnicamente llaman actos jurídicos documentados. Y yo creo que lo está con razón. El asunto viene a corroborar, una vez más, que el fuerte siempre termina llevándose el gato al agua. Tampoco habría sucedido nada muy distinto en caso de que la sentencia se hubiera producido en sentido contrario, pues los bancos habrían repercutido ese gasto en otro apartado distinto y todos tan contentos: a pagar los de siempre. El asunto, me parece, tiene muchas aristas y un alcance que va mucho más allá de estos fuegos fatuos repentinos, aumentados de nuevo por los medios de comunicación y su morbo del instante. Yo, en este formato, y siempre desde la precaución de mis conocimientos muy limitados del asunto, solo puedo formular alguna consideración, aquella que pueda tener, según mi opinión, más alcance.
Es generalidad recordar que un sistema democrático se apoya en tres poderes independientes: legislativo, ejecutivo y judicial.
Ser independientes no significa que cada uno actúe según le venga en ganas. El primero y principal poder es el legislativo. Este es el único elegido por los ciudadanos y el encargado de regular la convivencia de la comunidad a través de las leyes que vaya aprobando. Los otros dos no son más que ejecutores de esas leyes: el ejecutivo haciéndolas cumplir y el judicial decidiendo acerca de la legalidad de ese cumplimiento. Nada más. Son, por tanto, posteriores y, si me permiten, subsidiarios del primero.
En alguna ocasión he hablado de los integrantes de las fuerzas armadas como unos obreritos más, que cumplen como los demás en su trabajo. Hoy tengo que recordar que los jueces son también obreritos, que cumplen la función que se les ha encomendado y reciben un salario por ello. Por cierto, bastante más generoso que el que recibe un albañil o un enfermero.
La independencia judicial solo puede estar garantizada por la integridad moral y por la inteligencia de los jueces. Los demás tenemos la obligación de mantenerlos dignamente para que no caigan en la tentación… Nada más. Tan solo eso.
De modo que habría que mirar un poco más al poder legislativo (Congreso y Senado), del cual emanan las leyes y pensar que, si las leyes no se les ofrecen al ejecutivo y al judicial bien claras y precisas, la interpretación gana terreno y las sentencias pueden ser muy variadas. Y luego nos encontramos con lo que nos encontramos.
No entiendo muy bien por qué, en este caso, se le echan culpas a algún juez en especial cuando la resolución se ha tomado en un grupo de casi treinta jueces especializados.
El tenor literal de la ley no debería estar tan claro cuando la interpretación ha sido tan discutida y enfrentada.
Vamos, pues, a mirar algo más al poder legislativo; exijámosle un nivel intelectual, de razonamiento y de altura de miras digno de la comunidad a la que representan; y no aplaudamos las peleas de gallos en las que el hemiciclo se convierte con tanta frecuencia.
La democracia exige que cualquier ciudadano pueda ser representante de los demás. Pero, ¿qué exigencias tienen algunos diputados y senadores a la vista de lo que manifiestan y dejan entrever en sus cabecitas?
¿Qué influencia tienen los medios a la hora de crear o derribar héroes en esta fiesta continua de fuegos artificiales?
Y tan solo una más, que me alcanza más de cerca. La realidad vital no se puede pasar al código legislativo, porque la vida no cabe en las leyes. Por muy perfectas que estas sean. La vida es mucho más rica y variada. Las leyes deben buscar la exactitud y la concreción, aun sabiendo que nunca las van a alcanzar. Alguna función tendrían que cumplir los expertos en las palabras.
Como la exactitud es imposible, dejemos que el sentido común y la buena voluntad nos guíen por el camino menos malo.
Y que no se exciten ni los banqueros ni los usuarios: al final, de una manera o de otra, los paganos serán los de siempre. Al menos en una sociedad con una balanza de fuerzas como esta.