sábado, 28 de marzo de 2015

CIERTO DILEMA


Daremos por hecho que las personas y que las comunidades actúan de acuerdo con una escala de valores. De esta manera, una vez reconocidos esa escala y esos valores, todos podemos anticipar por aproximación cuál va a ser la respuesta de un individuo o de un grupo. No sé si es muy sencilla la definición de la palabra “valor”. Sospecho que no. Pero no es menos peliagudo ordenar esos valores en una escala. Porque entran en colisión con frecuencia y, con esa misma frecuencia, tenemos necesidad de dar paso a uno de los valores dejando al ralentí otro, o incluso pasando por encima de lo que representa. De esta manera, aquello que parecería prioritario, el valor como algo supremo, se convierte en secundario y de segunda mano.
Me pregunto hasta qué punto tiene uno que apuntalar y dar certeza a algo en lo que cree cuando acarrea con ello algún mal no menor para la comunidad. Su razonamiento y el contrario pueden estar en la verdad pero resultar incompatibles en su aplicación simultánea. ¿Cómo actuar en esas circunstancias.

Me ocupa en estos días un asunto que responde a estas características. No es personal, pero me implica. Y no sé muy bien cuál es la mejor actuación. Cualquiera merece aplausos pero conlleva también zonas oscuras. Acertar resulta muy complicado. No puedo ser más explícito de momento. Veremos.

jueves, 26 de marzo de 2015

SESIÓN DE TERROR




Tengo que repetirme. Tengo que repetirme. Y tengo que volver a repetirme. ¿Por qué asustan tanto las religiones? ¿Por qué sus dioses están siempre con la espada en alto, repartiendo el temor por todas partes y asustando a los pobres humanos, que no se ven libres nunca de la pesadilla del castigo?
He releído estos días el Libro de la Vida, texto en el que Teresa de Jesús -a instancias de algunos eclesiásticos y como forma de alejarla de complicaciones con aquel aparato terrible llamado inquisición- cuenta sus peripecias vitales de al menos sus primeros cincuenta años. Creo que es el mejor homenaje que se le puede hacer en el quinto centenario de su nacimiento.
Hablan mis impresiones: Pobre mujer, que calvario el suyo, qué botellón mental el de su cabeza, que cauterio, aunque se le tornara suave según sus palabras; qué desazón; qué oxímoron entre sus privaciones y sus gozos internos, y entre estos y las amenazas continuas de los demonios y de los infiernos.  Eso no puede ser vida, sino películas de terror que asustan a cualquiera. Qué sesiones de sadomasoquismo, qué manera de ver brujas por todas partes, y rabos y fuegos, y qué forma de vivir siempre en la duda y en el agotamiento. Pero si Dios, si tiene que ser algo, solo puede ser gozo y alegría, compasión y esperanza.
Una mujer con las energías de esta monja andariega y contemplativa a la vez quedaba transida ante la duda eterna del mal y del pecado. La ortodoxia de aquel tiempo, en manos, como siempre, de unos pocos, apenas permitía ningún grado de libertad y de convencimiento. Pero contemporáneo era Juan de la Cruz y yo no veo ni en su vida ni en su obra tanta angustia ni tanto temor, sino más alegría y más gozo, más seguridad y más convencimiento, más serenidad y más complacencia.
Los arrobamientos y todos los otros fenómenos paranormales, vistos desde el contexto del momento presente, se quedan algo pobres y escasitos, se ven como algo no del todo sólido sino más bien cerca del estado gaseoso y oculto, misterioso y oscuro.
Pero no le quitaré yo ni un gramo de honradez a la monja, ni tampoco nada de hondura y de búsqueda en el interior, en su interior, en la parte de allá del filo de la razón y hasta de la sensación.

Me sigue interesando esta figura como mujer con un carácter recio y a la vez cargada de tópicos y de sometimientos religiosos y sociales. Tampoco lo que hoy hay que ver por ahí fuera me invita a mí a demasiados desparrames exteriores. Y eso que a veces suceden cosas cerca de uno que reclaman la atención y que le sacan de la rutina diaria. Pero de eso hablaré otro día. 

miércoles, 25 de marzo de 2015

MIRANDO LAS ESTATUAS


MIRANDO LAS ESTATUAS

La transparente luz de la mañana
va esculpiendo tu cuerpo
con esa lentitud del artesano
que mira y se conmueve
con cada limpio golpe de piqueta.

Talla tu cara limpia y cada gesto
se va reconociendo y se complace;
después, con la mirada
sorprendida, recorre a baja altura
toda la geografía de tu cuerpo
con el asombro propio del rocío
cuando el sol se aparece de repente.

Yo te miro asombrado, me deleito,
vuelvo a sentir que todo
se hizo para el fulgor de las estatuas,

y el tiempo de la luz te pertenece.  

lunes, 23 de marzo de 2015

¿TERESA DE JESÚS O JESÚS DE TERESA?


En el “Libro de la Vida”, pronto Teresa de Jesús hace paréntesis para contar sus experiencias acerca de los modos de oración y de los niveles en los que, según su entender, se puede explicar la oración. Así, en el cap. XI, 6, nos dice: “Ha de hacer cuenta el que comienza (la vida de oración), que comienza a hacer un huerto en tierra muy infructuosa, que lleva muy malas hierbas, para que se deleite el Señor (…). Pues veamos ahora de la manera que se puede regar (…).
Paréceme a mí que se puede regar de cuatro maneras: o con sacar el agua de un pozo; que es a nuestro gran trabajo; o con noria y arcaduces, que se saca con un torno -yo la he sacado algunas veces-, es a menos trabajo que estotro, y sácase más agua; o de un río o arroyo, esto se riega muy mejor, que queda más harta la tierra de agua y no se ha menester regar tan  a menudo y es a menos trabajo mucho del hortelano; o con llover mucho, que lo riega el Señor sin trabajo ninguno nuestro, y es muy sin comparación mejor que todo lo que queda dicho”.
A partir de estas palabras, en las que marca, con esta sencilla metáfora, cuatro grados o niveles de oración, explica el significado, las actitudes y los resultados de cada uno de ellos. Son realmente estas palabras el fundamento de toda su vida y de toda su producción, aunque aparezcan intercaladas en la narración de su propia biografía. Aquí se halla la razón de toda la sinrazón, la anulación de cualquier elemento racional y la expresión de la “dejadez” de uno mismo en manos de algún ente real o inventado, que anula por completo la voluntad y las pasiones hasta concentrarlas en una sola: el deseo de unión, de fusión y de desprendimiento de uno mismo. A partir de ahí, los arrobamientos y las consecuencias extrañas en forma visible y menos visible, y los fenómenos paranaturales que adornaros su vida.
El paralelismo con el fenómeno del enamoramiento humano es inevitable, tanto en su mejor versión como en la menos comprensible. Leer a los místicos es pegarse un atracón de sensaciones amorosas, y sus relatos se convierten en un imaginario de elementos de amor y de erotismo de una intensidad extraordinaria. Por eso, su lectura también se puede hacer en los dos niveles, a la vez o por separado. Cada cual elige la mejor manera. Y por eso, a nadie debería extrañarle ninguna de las composiciones poéticas a que dieron lugar estas actitudes. Nadie como san Juan de la Cruz (“En una noche oscura, / con ansias, en amores inflamada…”; “Oh llama de amor pura…”); pero casi a la misma altura, y puesto que hoy tocaba el ejemplo de Teresa: “Ya toda me entregué y di, / y de tal suerte he trocado, / que es mi Amado para mí, / y yo soy para mi Amado”. O este otro ejemplo: “Si el padecer con amor / puede dar tan gran deleite, / ¿qué gozo no dará verte?”. Aquí no hay más que quitar un Cristo y poner otra imagen y el proceso se abre paso solo. Con todo, la composición más sintética y que casi me produce “arrobos” teresianos es esta: “Nada te turbe, / nada te espante; / todo se pasa. / La paciencia / todo lo alcanza. / Quien a Dios tiene / nada le falta. / Solo Dios basta”.

Hoy se inaugura una nueva edición de Las Edades del Hombre en Ávila y en Alba de Tormes. En ambas sedes se expondrán escritos, figuras y diversos elementos que tienen que ver con el tiempo y con la persona de Teresa de Ávila, una mujer diferente, que se explica en su tiempo y en sus circunstancias, en los círculos de iluminados y de seres de acceso directo y personal con su Dios, muy peligrosa para la ortodoxia católica del momento y con una intensidad de vida muy grande y llamativa. Como siempre, conocer su obra no es la peor manera de acercarse a su figura, a conocerla y a asentir y a disentir -incluso radicalmente- con sus palabras, con sus actitudes, con sus contextos y con todo lo que aportó, significó y puede seguir significando. 

sábado, 21 de marzo de 2015

OTRO MILAGRO DE LA PRIMAVERA


“Mi corazón espera / también, hacia la luz y hacia la vida, / otro milagro de la primavera”. Con estas palabras terminaba don Antonio Machado aquel dolorido poema que trasladaba la naturaleza a enfermedad humana, a amor desconsolado y a súplica angustiosa por una mejoría de su amada.
Hoy comienza la primavera, la primera verdad de la vida y la estación de las señales más gozosas. Ella nos mostrará los altibajos, las amplitudes térmicas, las lluvias que se anuncian y se quedan prendidas de las nubes, los días que se estiran… Pero siempre será tiempo de esperanza y de afirmación de luz y de naturaleza. Que todos nos sumemos a esa aventura de la vida haciéndonos actores principales de todos sus encantos.
Solemos llamar “primaveras árabes” a esos intentos tímidos y sangrientos a la vez en los que creíamos ver una esperanza de cambio hacia la participación ciudadana de tantos países que secularmente venían dependiendo de voluntades particulares y de preceptos impuestos desde lugares lejanos a la razón humana. Aquello era y es un poco más complejo de lo que parecía. Hoy mismo se siguen produciendo rebrotes de cizaña que siembran la tierra de abrojos, de despojos de sangre y fanatismo, y que muestran muy claro que el proceso es muy lento y muy abrupto.
Hay posturas distintas ante estas primaveras desde esta otra orilla de occidente. Están los que promulgan la prudencia y separan los grupos que llaman radicales de los otros, que, piensan, son casi todos. Hay otros que observan que no hay ningún país de religión musulmana que como tal repruebe los actos de sangre y de terror que se producen. Y también los hay que apenas se preocupan de si esto les puede afectar o no a ellos, por la proximidad geográfica a los mismos. Seguramente todos tienen un poco de razón: la causalidad es siempre múltiple y no conviene militar en el maniqueísmo. Pero será bueno que todos oigamos a las otras partes y que no nos cerremos en nuestra postura.
Yo mismo estoy muy confuso ante el fenómeno. Mis ansias de paz son todas las que caben en mis razonamientos y no alcanzo a entender que nada merezca el derramamiento ni siquiera de una gota de sangre. No obstante -lo he repetido varias veces- el texto coránico es el que es y dice lo que dice. A algunos no nos extraña que aparezcan iluminados que lean y deduzcan lo que después se les ve. Por eso, junto a todas las demás variables -también las que ocupan a la escala de valores y a la actuación occidental-, creo que es bueno que se organicen las cosas, que se establezcan prioridades y que, entre ellas, nadie se olvide de los textos. Ya sé que atacarlos es como nombrar a la bicha, pero alguna vez habrá que dar con el martillo en el clavo para que la puerta empiece a quedar sujeta; si no, andará siempre a merced del viento y del que más ganas tenga de derribarla. Cuando Dios es uno, y además es el más grande, y todos los demás sobran…, ya tenemos la simiente para que crezca la cizaña. Si además es trino, entonces ya, o uno se abandona al don de la ebriedad, o el rebote racional se disparata.

A pesar de todo, y en todos los sentidos, mi corazón espera otro milagro de la primavera.

viernes, 20 de marzo de 2015

LO QUE SIGUE DURANDO


LO QUE SIGUE DURANDO

Cuando se hace la tarde sombra y cielo,
y se anuncia el silencio con la noche,
el tiempo se despoja de sí mismo
y se hace mensajero de la muerte,
la vida simplemente se deshace
y se olvida en su seno de sí misma.

Entonces me doy cuenta de que siempre
lo que sigue durando es el vacío,
esa angustia vital que no se calma
ni en la causa secreta de los sueños.

Después vuelve la vida
entre la incierta luz de la mañana,
y vuelvo nuevamente a hacerme cargo
del retorno del tiempo a la conciencia.

Es la rueda impasible y sempiterna
de una ilusión que anula falsamente

la dolorosa forma de la indiferencia.

jueves, 19 de marzo de 2015

AL MARGEN DE LA LEY


Algunas televisiones incorporan de tarde en tarde programas que se acercan a la otra realidad, a esa realidad que vive bordeando la ley, o, simplemente, lejos de ella y contra ella. Desde hace semanas veo un programa que analiza, desde el propio terreno, realidades como la de Corea del Norte, Venezuela, favelas de Brasil, la explotación minera en el Congo… No sé si lo hacen como contraste con todos esos programas melifluos e intranscendentes, morbosos e inanes, o tal vez porque algo de audiencia queda que reconoce también esta otra realidad y hasta se preocupa por su extensión y por sus repercusiones.
Lo cierto es que, si sumamos lugares y segmentos de población a los que les convienen estos programas, nos salen unos mapas desfigurados y preocupantes, unas extensiones crecientes a las que la ley como norma no solo no les afecta sino que parecen empeñados en decirlo y en mostrarlo públicamente.
Creo que también incluyen un tono algo morboso, con el fin de conseguir la atención y la sorpresa del espectador; pero, aun restándole un tono de intensidad, la realidad resulta cuando menos inquietante: buena parte de América parece entregada a la ley del más fuerte y a las bandas mejor organizadas, por ejemplo. Y todo indica que la tendencia apunta hacia el crecimiento y no hacia la disminución.
Las normas representan obligaciones a las que los seres se someten como fórmula menos mala para la convivencia; y esto lo hacen en común, en los procesos electorales y en la convivencia pacífica. Cuando esto se rompe, todo queda al albur y al capricho del más fuerte y del más desalmado, la razón desaparece y los instintos se imponen sin sujeción a ningún control que no sea el de la fuerza.
No creo que se puede defender la existencia de la norma como algo definitivo, sino como algo menos malo que cualquier sustituto. La vida no cabe en las normas, pero, sin ellas, la vida se hace más pobre y menos humana, la tormenta de la fuerza se desata y provoca cualquier catástrofe incontrolable. Hay ejemplos clásicos en los que la defensa de la norma se alza incluso a costa de sufrir las mayores injusticias: el caso de Sócrates en la hora de su muerte es paradigmático.
Yo, desde luego, no sería Sócrates, pero esta extensión de gentes organizadas a su aire y capricho, saltándose cualquier norma acordada socialmente, me llena de temor. Sobre todo porque no veo en ella más que aprovechamiento personal y no búsqueda de bien social, mafias y no organizaciones benéficas.
Claro que, a su lado, se extiende como la peste, todo el conglomerado de gente poderosa que se mueve en la norma pero bordeándola con sus tretas, con sus ingenierías financieras, con sus legiones de abogados, con sus presiones en las bolsas, y con toda una enorme batería de subterfugios vestidos de guante blanco.
Y, si queremos extender las variables, no tenemos más que fijarnos en todos los que se saltan las normas a la torera en nombre de criterios religiosos y extraños a la razón.
El panorama, así visto, no es el más placentero. Menos mal que estamos acostumbrados a vivir en un extraño equilibrio en el que caben tanto los caprichos personales y los criterios individuales como los límites de las normas sociales.

Ojalá todo lo supiéramos aderezar con unas especias de buena voluntad y de sentido común. No es fácil, pero en ello andamos y en ello debemos seguir. 

miércoles, 18 de marzo de 2015

INDICIOS DE PRIMAVERA




INDICIOS DE PRIMAVERA

Tal vez es que la luz hoy se recuerda,
se ensambla con el alma, esa conciencia
de todo lo que canta y lo que existe.
Los espacios se tornan más sagrados,
se visten y se aroman, cual doncellas
que aguardan a su amado y que se entregan
al arte sugestivo del espejo.
El agua se desposa con la tierra,
y hay rumores de alma en los senderos.
No aguarda la mañana, ni los pájaros
se acuestan en el nido tan temprano,

Es tiempo del aquí, del otro lado
de la línea fugaz del horizonte,
del blando territorio donde el amor fecunda
y canta con sabor de primavera.
Porque el tiempo de allá tal vez no existe
y conviene gastar todo en los frutos
que llegan de la luz,
del ámbito más próximo
donde viven la flor y la certeza
del cerezo  en la luz que se revela.

Acaso es solo tránsito y destello,
Indicio, aspiración, sueño sin causa,
momento entre dos luces, arrebato.
Nada importa: la luz se ha vuelto espacio
y en el mundo

reinan de nuevo el alma y la inocencia.  

lunes, 16 de marzo de 2015

ENTREMOS MÁS ADENTRO, EN LA ESPESURA


          
Me invitaron hace unos días a un centro educativo de esta ciudad. En su patio central celebraban, con una representación pública, el cuarto centenario del Quijote. Allá que me fui con el deseo de pasar un buen rato. No sé si lo conseguí.
El patio se hallaba preparado con una tarima a modo de escenario, por la que iban a ir pasando personajes diversos, que visualizaran capítulos de la inmortal obra cervantina. Y pasaron, claro que pasaron; pero de aquella manera. La música ni se oía ni se escuchaba, la vocalización de los que hablaban eran muy defectuosa, las representaciones eran demasiado simples y poco imaginativas… Todo el esfuerzo parecía habérseles ido en la vestimenta y en algunos otros elementos de representación externa.
Mi profesión me empujó siempre a la benevolencia con los jóvenes que se prestan a la participación en cualquier manifestación cultural: por muy endeble que fuera su actuación, siempre merecían mi aplauso y mis ánimos. Tampoco esta vez se los negué.
Pero, también como me ocurría siempre en mi trabajo, la desilusión hizo presa de mí y el mundo se me vino un poco abajo. Pensé siempre, y pensé también en aquel momento, en la relación que se establece entre el esfuerzo y los resultados conseguidos. Y me pareció y me parece tan desproporcionada, que tal vez no merezca la pena ni el intento. Porque al lado de tanto dispendio en ropajes y en disfraces, aparecía en público la más absoluta indigencia en reflexión, en razonamiento, en expresión y en cualquier otro elemento que ayude a la persona a crecer mentalmente. A mi lado miraban algunos profesores que no participaban directamente de la representación. Uno de ellos enseña lengua española y literatura. A él le hice la siguiente confidencia: “¿No sería mejor que, en lugar de todo este festejo, se leyeran un par de capítulos de la obra y se reflexionara acerca de la forma y del contenido que guardan?”. Me miró con expresión confusa pero no tardó en darme la razón con un gesto de asentimiento.
Como siempre, el ejemplo me sirve solo de ejemplo. Mucho más me interesa si ese ejemplo se puede ver repetido en otros lugares y en otros momentos. Sospecho que sí. La banalidad, la representación, la superficialidad, el destello, la falta de reflexión, el escaparate, la moda, la floritura, la inmediatez, la sensación de que pensar es complicado y muy trabajoso…, y tantas cosas más están en la escala de valores más inmediata de nuestros días.
El pasado fin de semana volví a estar en Ávila con mis nietos. Al amparo del centenario de la monja carmelita, cuántas fórmulas comerciales y cuántos elementos externos que ni rozan las puertas del convento, cuánto menos el conocimiento de la vida, del pensamiento y de la obra de Teresa de Jesús. Es otro ejemplo más, como tantos y tantos que se pueden citar.

No tengo ni capacidad ni interés en criticar a nadie en concreto. Incluso tengo que alabar el esfuerzo que algunas personas ponen en su labor, por ejemplo en la educativa. Solo constato que tal vez todos andamos un poco en la cáscara y en la superficie. Y las perlas suelen estar algo más adentro, en la espesura, en el silencio y en la reflexión. Pero eso se lleva menos y cotiza poco en bolsa. Tendrá que ser así.

domingo, 15 de marzo de 2015

Y DE REPENTE, LOS "ALUMBRADOS"



Leo un libro -largo libro de más de 500 páginas- que deja al descubierto el ambiente en el que se movían los llamados “alumbrados” de nuestro S. XVI. Al amparo del centenario de la santa de Ávila, me parece que hay demasiadas personas interesadas en obtener réditos personales a través del mercadillo más variado. No me gusta mucho la trama narrativa de la obra, ni tampoco me satisfacen algunos usos léxicos e incluso ortográficos. Pero eso ahora y aquí me importa menos o nada. Sí me resulta interesante, también en esta obra, el fondo religioso y social que se dibuja, sobre todo en lo referente a este ambiente semioscuro e iluminado que con tanta fuerza reprimió aquella superestructura que llamamos inquisición.
De repente, todo se llenó de brujas, de memoriales, de acusaciones, de demonios y de temores, y, sobre todo, de disculpas para concentrar poderes e interpretaciones en manos de la ortodoxia y del poder eclesiástico. A duras penas se salvaron los más poderosos. Acaso porque ambos poderes se daban la mano y caminaban juntos y a gusto.
A los “alumbrados”, o “iluminados”, se les acusó de todo; se les tildó de hechiceros y magos, de seductores de mujeres, de compinches del demonio, de desvío en la interpretación de las normas religiosas y de los preceptos evangélicos, de estupro, de relaciones directas con Dios (ahí les dolía y este era el apartado más peligroso para la inquisición y la ortodoxia religiosa)…, y de todo aquello que no podían permitir las fuerzas vivas si no querían correr el peligro de que la centralidad religiosa e interpretativa de las normas se les fuera de las manos.
Es verdad que todo hay que interpretarlo desde el contexto en el que se produce, y aquella es época de imperio, de reforma luterana y de todo por la fe en un territorio extensísimo. Eso parece que requiere cierta unidad y hasta cierta uniformidad.
Pero, con este pretexto, el camino estaba expedito para todo tipo de barbaridades y de excesos, de persecuciones y de autos, de juicios sumarísimos y sin apelación, de condenas y de confesiones forzadas, y de un mundo y un ambiente de recelo y de miedo como pocas veces se puede haber conocido. Es esta una página negra que sigue llena de borrones y que vergüenza a cualquiera.
Me pregunto quiénes serían hoy los inquisidores y los “alumbrados” y concluyo que todo aquel intolerante que no admite otra interpretación de la verdad que no sea la suya y que no vislumbre ni un resquicio en esas otras verdades que no sean las propias. Es verdad que las fuerzas religiosas hoy no detentan el poder único; ni siquiera el más importante. Pero hay otras formas de inquisición que también llevan a los demás a sumirse en un ambiente de miedo y hasta de terror, que vacían de poder las cualidades de las personas normales y que orientan obligatoriamente las vidas de los otros desde su poder, si no religioso, sí económico y de influencia social. Algo hemos adelantado; no sé si lo suficiente. Volver la vista atrás y contemplar el panorama de nuestros siglos de oro es, en este aspecto, absolutamente desolador. Hoy, no obstante, los sátrapas son otros, y los gurús se visten no con sotana, sino con corbata y se adornan las manos con guante blanco.
Claro que entre los “alumbrados” se escondía cada sujeto…, que andaba más para el otro lado que para el de más acá. El asunto, como casi siempre, tiene muchas aristas. No es la más pequeña esta del ambiente del miedo y del terror, del castigo y del infierno, de la hoguera y del tormento, del sexo reprimido y de la brujería.

¿Por qué todas las religiones se tienen que sustentar en elementos negativos como el miedo y el castigo para poder vivir e imponerse? Está claro que es más productivo y resulta más sencillo mantener así sometida a la masa. No parece, no obstante, que sea la forma más racional, moderna y atractiva.

jueves, 12 de marzo de 2015

DE LOS FILÓSOFOS GRIEGOS


Diógenes Laercio recoge en dos tomos un repaso por la vida de los más ilustres filósofos griegos. Apenas son unas pinceladas para dibujar un boceto de cada uno de ellos. El conjunto nos ofrece un índice seguro de los autores más significativos. Todo lo que viene después, en buena medida, es desarrollo de lo que ellos ya intuyeron. Recojo ahora algunos chispazos que bien merecen individualmente una glosa. No se trata del desarrollo de sus teorías filosóficas; tan solo son unos botones de muestra y de invitación a la reflexión.
.- Conócete a ti mismo (Tales).
.- Nihil nimis (Nada en demasía) (Solón).
.- Manda cuando hubieres ya aprendido a obedecer. (Solón).
.- No aconsejes lo más agradable sino lo mejor. (Solón).
.- La sabiduría es la más estable de todas las posesiones. (Biante).
.- Los cometas son un concurso de estrellas errantes. (Anaxágoras).
.- Solo hay un bien, que es la sabiduría, y solo un mal, que es la ignorancia. (Sócrates).
.- Habiéndole uno encargado la instrucción de su hijo, el filósofo pidió por ello 500 dracmas, y, diciendo aquel que con tal cantidad podría comprar un esclavo, le respondió: Cómpralo y tendrás dos. (Aristipo).
.- Ni el sabio vive siempre en el deleite, ni el ignorante en el dolor; pero sí la mayor parte del tiempo. (Aristipo).
.- El fin es el gozo y el dolor; aquel dimana de la sabiduría; este de la ignorancia. (Aristipo).
.- La felicidad se divide en cinco partes: una es el buen consejo; otra, la integridad de sentidos y sanidad del cuerpo; la tercera, la fortuna en el obrar; la cuarta, la estimación y gloria entre los hombres; y la quinta, la abundancia de dinero y demás cosas útiles a la vida. (Platón).
.- De un rico miserable: “Este no posee la riqueza, sino que la riqueza lo posee a él. (Bión).
.- El saber, en las prosperidades, sirve de adorno; en las adversidades, de refugio. (Aristóteles).
.- ¿Qué cosa es el amigo?: Un alma que habita en dos cuerpos. (Aristóteles).
.- El tiempo es el gasto o empleo más precioso. (Teofrasto).
.- Hay que llamar amigos a los que en las prosperidades acuden siendo llamados, y en las calamidades sin serlo. (Demetrio).
.- Preguntado qué había sacado de la filosofía, respondió: “Poder comunicarme conmigo mismo. (Antístenes).
.- El sabio no ha de vivir según las leyes puestas, sino según la virtud. (Antístenes).
.- Estando tomando el sol en el Cranión, se le acercó un día Alejandro y le dijo: “Pídeme lo que quieras”. A lo que él respondió: “Pues no me hagas sombra”. (Diógenes, filósofo cínico).
.- Se dice de Diógenes que ”encendía de día un candil, y decía: “Voy buscando un hombre”. Diógenes, filósofo cínico).
.- También aplicado a Diógenes: Habiendo visto una vez unas mujeres ahorcadas en un olivo, dijo: “!Ojalá todos los árboles trajesen ese fruto!”.
.- El saber es para los jóvenes templanza, para los viejos consuelo, para los pobres riqueza y para los ricos ornato. (Diógenes, filósofo cínico).
.- No en lo grande está lo bueno, sino en lo bueno lo grande. (Zenón).
.- El fin es vivir conforme a la naturaleza. (Zenón).
.- La verdadera y única sabiduría es conocer la mente. (Heráclito).
.- Las palabras son la sombra de las cosas. (Demócrito).
.- El fin es la tranquilidad de ánimo. (Demócrito).

.- El hombre es la medida de todas las cosas. (Protágoras).

miércoles, 11 de marzo de 2015

A DIOS ROGANDO...


Las leyes van cumpliendo sus plazos: se diseñan, se aprueban, se publican, se desarrollan, se aplican. Y, en casi todos los casos, antes de comenzar su aplicación, ya se están descosiendo y se están empezando a ordenar en otra dirección. No sé si le sucederá lo mismo al desarrollo de la asignatura de religión en la ley de educación, eso que llaman la LOMCE.
De momento ya vamos a tener a los niños y a los jóvenes aprendiendo a rogar al dios se su religión -y aquí no permitimos más que uno- que les conceda gracias y mercedes, haciendo así depender en buena parte su vida de las decisiones celestiales y no de sus decisiones personales ni de esas leyes que descubren la sociología y el sentido común. Todo está en manos de Dios; los caminos de Dios son infinitos; Dios lo quiere: bendito sea… Y esto tanto en lo positivo como en lo negativo. Porque Dios no concede siempre lo que se les pide. Curiosamente, les suele hacer más caso a los que más medios tienen, haciendo bueno aquello de que “vinieron los sarracenos / y nos molieron a palos; / que dios ayuda a los buenos / cuando son más que los malos”.
Así que el niño se sorprende cuando observa que al compañero de al lado le han concedido una bici de buena calidad y a él no han tenido a bien sus mercedes celestiales dejarle ni un patín de segunda mano. Dios lo quiere, hijo mío: hágase su voluntad. Y el niño, además de quedarse viendo cómo juega su colega, se tiene que echar unas risas de agradecimiento a no se sabe qué. De este modo se va entrenando para otros momentos de su vida en los que el jefe será el jefe y en los que se verá como natural aquello de que siempre ha habido ricos y pobres. Si aprende bien la lección, será un esclavo agradecido y contento con sus cargas y necesidades. Y, hala, a la procesión y a servir al otro.
Si con el niño se ara bien, un poco más pedregoso resulta el terreno en el que andan creciendo el adolescente y el joven. A estos les suele costar algo más eso de las plegarias y las peticiones a un ser desconocido, sin encarnadura y sin presencia visible y próxima. Pero estarán también en la disyuntiva de aprender el asunto de la creación y de la dependencia divina, y aquel otro de las leyes de la ciencia que se afanan en dar salida racional a lo que sucede. De tal manera que se le mezclarán en la mente, en los cuadernos y en la pizarra, los signos de las creencias y los de la ciencia. Al lado de un principio filosófico o lógico, querrá aparecer una creencia que en poco o en nada se compadece con lo que él, desde su capacidad mental, puede concluir y deducir. Y, al lado de una ley biológica o matemática, querrá meter baza el asunto de la trinidad o del paraíso, o incluso de la salvación desde un pecado de vete a saber quién, que precisamente tiene su asiento en comer del árbol de la ciencia, ese que aparece en el libro o en la pizarra desentrañando las leyes físicas y biológicas del mundo.
¿Qué hará un profesor de religión cuando se encuentre descrito en la pizarra un principio de los de las leyes de la evolución? ¿La borrará enseguida? ¿Y el alumno que escuche criterios religiosos mientras sigue observando lo que hay escrito en la pizarra? ¿Y el alumno al que le dé por enfrentar ambos elementos y pensar en ellos? ¿Y si dieran una clase conjunta los profesores de las ciencias y de la razón con los de religión? Porque no conviene olvidar que el castigo bíblico llegó por comer del árbol de la ciencia. ¿Habría condenas y anatemas en directo? ¿Se propondrían votaciones entre los alumnos? ¿Quién vencería en la disputa? ¿Tomarían partido los alumnos? ¿Terminarían por echar a gorrazos del lugar a alguno de los profesores?
En el centro educativo en el que trabajé muchos años, había un espacio dedicado exclusivamente a los alumnos de religión. Cuando pasaba por el pasillo veía las paredes cargadas de dibujos y de alusiones religiosas a Dios y a la Virgen. Era como su santuario particular. Me hubiera gustado ver en aquel espacio acotado la presencia y la mezcla de las leyes racionales con las palabras mágicas, con las parábolas, con los rezos y con los milagros. A ver qué habría salido de aquello. Nunca lo pude ver. Parece que la mezcla no es fácil. La LOMCE se ha empeñado en darle valor equivalente a las creencias, poniéndolas al lado de las ciencias, pero bien separadas. Veremos cómo les va a ir si se le abren las puertas y al profesor de religión se le olvida borrar enseguida la pizarra.

Por cierto, ¿no estará ya Dios hasta el gorro de tanta petición, de tanta dependencia y de tanto reparto de regalos y de bendiciones discriminando a los más pedigüeños de los menos pesados? Porque una cosa es la vanidad por un día y otra mucho más pesada el continuo rosario de halagos y de alabanzas sin cuento. A alguno le va a dar un buen sartenazo por insistente y pelmazo.

lunes, 9 de marzo de 2015

REZO DE VÍSPERAS


REZO DE VÍSPERAS

¿Nunca será ya el día de la ira
o de la paz completa y verdadera?

Que se levante en su candor el niño
y explote con su risa las conciencias,
que las mañanas rompan con las sombras
y olviden que la noche
será otra vez testigo de la nada,
que paralice el cielo las promesas
de otro lugar feliz más transparente,
que los dioses no tengan descendencia
en sátrapas bastardos que predican
el miedo y el temor como rescate,
que vuelen las gaviotas por el cielo
y nunca a ras de tierra y al acecho
de todos los deshechos que ofrece la carroña,
que sea una pesadilla y un mal sueño
el marcador que anuncia
las subidas del IBEX 35,
que truenen las esquinas y la lluvia
destruya las paredes y tejados,
y que el mundo renazca en un big bang
mirándose desnudo y satisfecho
ante tanto despojo renovado
en otro pacto nuevo y luminoso.

Tal vez después, con el ejemplo
del día del temblor y de la ira,
se afanen los plurales y las rosas
se carguen de perfumes. La palabra
acaso re pronuncie con ternura,
y el odio, si ha de serlo, sea más puro.

Puede que el mundo entonces sea habitable
y la vida merezca

la pena y el orgullo de vivirla.

viernes, 6 de marzo de 2015

UN PROGRAMA CON NOMBRE DE COLMENA


Hoy arranca oficialmente una carrera ininterrumpida de elecciones en esta vieja piel de toro, que nos va a traer entretenidos durante todo el año y que nos velará la existencia de otros hechos importantes. Pero sobre todo nos va a enfangar en un lodazal de enfrentamientos y de descalificaciones personales absolutamente insufribles y de muy escaso gusto. Algunos candidatos nuevos apuntan formas más sensatas y sosegadas y ya los medios de comunicación muestran su extrañeza ante un fenómeno que les ofrece poco morbo y menos negocio. Difícil se pone todo si no apoyamos desde todos los sitios la validez de la sensatez y de la cordura, de la razón y no del instinto, de la calificación personal y no de la descalificación del contrario, de la participación y no del rechazo, de la esperanza y no de la desesperanza, de la colaboración y no de la clasificación, del estímulo y no de la separación entre ganadores y perdedores, de lo colectivo y no de lo particular…
Parece evidente que estas consideraciones pueden ser tenidas en cuenta para cualquier tiempo y para cualquier espacio, pero, pongamos que hablo de esta ciudad estrecha en la que vivo y en la que lentamente me voy haciendo viejo. Tiene nombre que huele a miel y recuerda la laboriosidad de las abejas. Se llama Béjar.
Tal vez no es la historia retraída en los nobles sino en las gentes trabajadoras que sudaban a su servicio y que no vieron reconocida su capacidad de ciudadanos hasta muy avanzado el siglo diecinueve. Seguramente no son sus avatares históricos y geográficos y su situación en el vértice de Castilla, de León, de Ávila y de Cáceres. No creo que sea lo más importante el río de industrias, siempre al pairo de las guerras y de las contiendas civiles en otros lugares. Tampoco el largo trayecto de los obreros jugándose los sudores a diario en manos de empresarios demasiado endogámicos y con escasa visión de futuro. Todo eso ya pasó y apenas queda en el recuerdo. Como tampoco queda más que en el recuero la situación social en la que se acuñó el tópico aquel de “vives como los más ricos de Béjar”. Como tal vez haya pasado la estructura social en la que algunas fuerzas vivas, colgadas de sotana, orientaban las formas y las vidas… Tal vez eso, y muchas más cosas, ya no sean. (¿O acaso siguen siendo?). No pasa nada por ello: lo que pasó pasó y no es malo dejar que los muertos entierren a sus muertos.
Pero existe otra historia que es presente y se concreta en calles en silencio, con comercios vacíos y gentes que se agotan en sí mismas, sin ver que en sus negocios entre nadie, y gentes que despiden a sus hijos entre lágrimas cuando se van en busca de otras tierras en que encauzar sus vidas y proyectos, y centros bien repletos de ancianos que miran al pasado y al recuerdo, y parados en todas las esquinas, y familias que callan y sufren en silencio la falta de posibles con que encarar el mes o la semana… Este presente existe, por supuesto.
No se agota el presente, sin embargo, en estos pobres trazos tan oscuros. Hay gente que respira en un paisaje desbordante y hermoso; que se sabe también privilegiado por toda la riqueza natural que la rodea; por los centros educativos que mantienen el cauce de la razón y de la formación como mejor valor; por gentes que, tal vez en forma demasiado solitaria, practica la creación en muchas variables y con notable altura: las letras y la música, la ciencia y la pintura, el arte en general en cualquier rama…, y que aguardan que alguno los empuje a intercambiar sorpresas y razones; por el deporte que se practica; por los profesionales de la medicina; por los que en sus pequeñas empresas se mantienen a flote; por los medios de comunicación que acaso podrían ser y que tal vez no sean realmente; por los que están dispuestos a prestar sus ayudas a los más necesitados; por tanta gente sencilla y bondadosa que se halla desconcertada pero que guarda en ella la esperanza de un futuro mejor.
Hay que abrir las cortinas, desempolvar alfombras, levantar las persianas, abrir de par en par todas las puertas, convocar a las gentes, incitarlos a todos, espabilar modorras, olvidarse de todas las batallas y ganar entre todos esta guerra del futuro. Quien no convoque a todos que se vaya, que no quiera ganar sin saber para qué lo desea ni en qué asienta sus ganas.

El programa es la gente y su mejora, su despertar y su ambición común, su visión de conjunto y su hermoso camino hacia sí misma. Y que nadie la salve con aires de grandeza ni con enfrentamientos a destajo. O nos salvamos todos o no hay programa noble que resista. El programa, sin duda, somos todos, es la visión global y esperanzada, es la foto en colores de mirarse a la cara sin vergüenza y adivinarse juntos y animados a ganar el presente y el futuro. El programa es nosotros y se apellida Béjar.

jueves, 5 de marzo de 2015

APUNTE TÉCNICO: POEMA Y NOVELA


Dicen que, de una  historia de amor, lo único que debe ser desvelado son los preliminares, los escarceos que desvelan los primeros rayos de luz y descorren la cortina y la ponen a media asta, los indicios que alcanzan a la mitad de la verdad pero nunca a la evidencia, los primeros vagidos que anuncian los ecos y las voces posteriores. El resto es la disolución, la delimitación, la parcelación en la realidad, la evaporación del misterio, el verbo ya hecho carne, la eclosión y el zumbido, la muerte del deseo.
Por el mismo procedimiento, el derrumbe de ese amor, la marcha atrás, el abandono, los avances de algo que va a dejarse  y a cambiar de destino, la duda que anticipa la negación futura, la luz menos alzada, un gesto descompuesto o anodino…, qué sé yo, cualquier cosa que anuncie o anticipe algún cambio de estado, tendría que ser la fórmula para dejarlo todo, para romper la línea, para poner el punto y final, para abandonar la historia en manos del lector o del oyente, para decir adiós y aquí me quedo.
No sé cuánto de razón hay en esa fórmula ni sé si se aplica lo mismo en un género que en otro. Pienso, por ejemplo en una narración, en eso que popularmente llamamos novela y constato que casi siempre el autor trata de dejar cerrado y engastado el recorrido, incluso entre los personajes secundarios; y, si no lo persigue, se le afea como defecto y deficiencia. Vuelvo los ojos al poema y me sucede casi lo contrario. En él el momento se potencia y se hace polisémico, se ofrecen indicios al lector para que interprete posibilidades, para que complete, para que imagine; incluso se aspira a trascender el tiempo y el espacio para romper esa barrera de las imposiciones de la razón y de la lógica.
Me detengo en este ejemplo: “Sonreír con máscara de ausencia plena”. Apenas se explicita un elemento físico: la sonrisa. Pero se transforma y se diluye en la máscara ideal de ausencia plena. ¿Quién sonríe?, ¿qué potencia tiene esa sonrisa?, ¿cuál es la causa de esa sonrisa?, ¿por qué no es una sonrisa franca sino que engaña?, ¿por qué el sujeto que sonríe está ausente de la escena?, ¿dónde está realmente la persona que ríe?, ¿qué impresión y reacción provoca una sonrisa de esta clase?...
Tal vez también por eso el poema reduce y la novela amplía, el poema contrae y la novela expansiona, el poema selecciona y la novela acumula, el poema sorprende y la novela razona, el poema potencia y la novela recoge también los aledaños del misterio. Acaso por ello los poemas descriptivos sean menos mientras que, en una novela, a la ambientación le corresponda una función muy amplia y relevante. Que se lo digan, si no, a la novela realista.
No sé cuánto de esto es verdad. Solo creo en los grados y no en las verdades absolutas.
Hace ya mucho tiempo escribí el siguiente poema:
“Amanecer, nacer, amar.
Anochecer, morir, seguir amando”.


Tal vez ilustre algo de lo anterior.  

miércoles, 4 de marzo de 2015

HOY TENGO LA NOSTALGIA



HOY TENGO LA NOSTALGIA

Con frecuencia buscaba los latidos
que ofrece en su interior la soledad,
pedía que el mundo todo
se olvidara de mí, que no supiera
nada de mi existencia, que las rosas
fueran solo mis rosas y los sueños
se hicieran solitarios, singulares.

Otras veces pedí que tus sentidos
se hicieran mis sentidos y las cosas
fueran lo que tú eras. Si tus ojos
me miraban con gotas de ternura,
eras tú la ternura y en tu boca
el gusto era más dulce y más sabroso.
Si tus manos se abrían a mis manos,
se acunaba la luz y por tu cuerpo
el día amanecía con todo su esplendor.
Entonces tú me dabas tu silencio
 y yo te respiraba y tú me amabas
con la última saliva, la que amasa
los limos del amor y los conserva
para abrevar con gozo en lo celeste
y perseguir el don de lo imposible.

Hoy tengo la nostalgia
de todo lo que eres, la memoria

del tiempo de tu cuerpo y tu palabra.

martes, 3 de marzo de 2015

UNA ESQUELA ES ANUNCIO DE LA MUERTE



UNA ESQUELA ES ANUNCIO DE LA MUERTE

Sellada en la pared y a media asta,
entre anuncios diversos,
una esquela es anuncio de la muerte.
En negro sobre blanco hay unas señas
que apuntan hacia un nombre y su familia.
Porque ha muerto un hombre
sin decir nada a nadie, sin que nadie
se pare a descifrar ningún secreto,
porque ya nada importa. Como mucho
se escucha un comentario: “era vecino
de fulano de tal. Que nos espere
muchos años allá, en el otro mundo”.

Se muere siempre a solas y en silencio,
como si todo diera ya lo mismo
y no pasara nada en realidad.
Tal vez una mujer o acaso un hombre
sollocen a la hora del entierro,
o una madre se oculte en su silencio,
masticando el dolor y la impotencia
por las rosas cortadas a destiempo.

Nadie sabe si el muerto -¿para qué?-
dejó muchas preguntas sin respuesta,
si se fue hacia otra vida convencido
de lo inútil de hablar de la esperanza,
o tal vez recibió las bendiciones
de no se sabe quién ni en qué momento.
Nadie le guardará ya los secretos
de los ratos de amor desperdiciados
(ya no hay ratos de amor ni días de olvido).
Mañana habrá una misa -es la costumbre-
de corpore insepulto y, a su término,
un amistoso adiós y un pasamanos
(no olvides la parroquia ni ha hora
o llegarás muy tarde y la familia
te echará mucho en falta).
Después, todo al regusto de la monotonía,
y al ruido de las calles y al silencio
en las gentes que gritan y caminan
y suben, bajan, duermen, van y vienen,
y se dejan llevar por la corriente
de lo que simplemente dicte la costumbre

Morir es tan inútil, tan prosaico,
tan falto de sorpresa, tan sencillo,
como sencillas son estas palabras
que hoy dibujan la faz de este poema.

“!Dios mío, qué solos se quedan los muertos!”

lunes, 2 de marzo de 2015

MALALA, LA MUCHACHA DEL LÁPIZ Y DEL LIBRO




Un niño, un maestro, un lápiz y un libro pueden cambiar el mundo”. Con estas palabras terminaba su discurso ante la ONU, el día 12 de julio de 2013, el mismo día en el que cumplía 16 años, Malala Yousafzai, la joven paquistaní que fue tiroteada por algún talibán en la cabeza el 9 de octubre de 2012 en el norte de Paquistán, región pashtún en la que un mulá (mejor si uno se olvida del acento) estaba empeñado (y lo sigue estando) en que es él quien tiene que interpretar a Alá según le convenga. Salvó su vida de milagro y, después, los acontecimientos se han sucedido vertiginosamente, no sé si siempre para conservar la sencillez de esta niña o adolescente.
Hoy he dedicado unas horas a leer el libro autobiográfico de Malala, uno de esos textos que sirven como referencia, como modelo de lo que la imbecilidad del ser humano puede alcanzar, sobre todo en nombre de algún dios. La historia de aquellos territorios explica algo de lo que se está produciendo ahora mismo y los vaivenes e intereses que se han sucedido como las olas a favor siempre del viento que más sopla. Lo malo es que la situación de esa cadena de intereses ha dado el recuelo actual de un territorio machacado por el fanatismo más inhumano.
Porque, además de la historia, está el marco y el subsuelo de la religión. En su nombre se siguen cometiendo atrocidades y despropósitos sin fin. Como ha sucedido en la historia de otros territorios y en otros momentos.
Malala nunca ha renunciado a ningún principio religioso de los enunciados en el Corán, si acaso se muestra como una fiel cumplidora de ellos. Sencillamente se niega a que la interpretación de los mismos la haga cualquier desalmado que condena a la mitad de la población a la falta de libertad física y a llevar una vida normal y sosegada. Y sobre todo se niega a que esos principios religiosos sean incompatibles con el acceso a la educación y al desarrollo de la razón tanto en el hombre como en la mujer.
Y es que, en cualquier interpretación rigurosa de cualquier credo religioso, casa mal el desarrollo de la inteligencia, la presencia del libro y del lápiz y el deseo de la persona por desarrollar la capacidad racional con el sometimiento absoluto al dios de que se hace depender todo. La razón iguala posibilidades, la religión las elimina o las concentra en los intérpretes de la misma. Y así no hay ni adelanto ni comprensión ni convivencia en igualdad, sino oscuridad, temor, dolor, ignorancia y freno continuo a cualquier adelanto y desarrollo.
Toda la Historia es un mantel en el que se expone una colección completa de enfrentamientos entre razón y fe. La primera se ha ido haciendo paso siempre a duras penas y con dolor, con muchísimo dolor. Arrancarle hojas a los libros sagrados sí que ha costado sangre, sudor y lágrimas.
En distintos niveles y con distintas intensidades, el fenómeno se repite a diario y en todas las latitudes. Malala ha sido un ejemplo de valor en una niña y en una adolescente que se ha enfrentado en el primer frente de batalla y que ha estado a punto de pagar la osadía con su vida. Y todo por pedir la libertad para ejercitar la mente, para sencillamente tener la posibilidad de educarse, de ir a la escuela a pensar y a desarrollar sus capacidades y su razón. Los distintos reconocimientos que se le han hecho se extienden a todos aquellos que, desde sus lugares y sus situaciones, alzan la voz para recordar y exigir que el ser humano, por el hecho de serlo, tiene una dignidad y unas libertades que no hay dios que se las pueda cercenar ni ser humano que se las pueda disputar ni prohibir, y que una de las principales ayudas que podemos prestar a nuestros semejantes es aquella que le pone en disposición de ejercer ese derecho a la educación y a organizar su vida de acuerdo con sus capacidades racionales.

Por desgracia, en los mismos territorios y ahora mismo, siguen existiendo muchas Malalas que siguen secuestradas y condenadas a la obediencia más ciega y a la humillación más degradante. Y los opresores lo siguen haciendo en nombre de algún dios. Y encima están dispuestos a destriparse por extender esos métodos por los cuatro puntos cardinales. Qué barbaridad.

domingo, 1 de marzo de 2015

EL ACONSEJANTE DE SARA




Sara repite con frecuencia que, cuando sea mayor, quiere ser peluquera. Sara tiene cinco años y ya ve y observa que hay futuro y que la realidad cambia en cada persona, es decir, que su vida es un proceso en el que tiene que realizarse. Será lo que quiera, por supuesto, pero sospecho que su realidad no irá por esos derroteros.
Pero Sara ya ha recibido consejos que tienen que ver con alguna de sus obligaciones futuras. Porque Sara está, como todos los demás, en ese proceso de realización vital. Y tiene un encargo complicado pero que tiene que ir esbozando y asumiendo poco a poco. Alguien le ha dicho, así como si nada, como sin darle importancia, que tiene que cumplir una obligación por encima de todas las demás: SARA TIENE QUE SER FELIZ.
Qué osadía, qué salida de tono la del aconsejante. Como si eso fuera igual que ir a comprar el pan a la esquina. Y lo malo es que ese informante es un pesado y se lo va a repetir numerosas veces, hasta que a Sara le quede como un disco rayado olvidado encima de un tocadiscos.
Naturalmente, el aconsejante tiene cierta obligación de explicarle -si es que tuviera alguna idea de ello- qué demonios es eso de ser feliz, en qué puede consistir semejante ocurrencia. Y no lo va a tener fácil, entre otras cosas porque no sé si existe alguien que realmente lo sepa.
Tal vez debería operar por aproximación y con mucha cautela. El diccionario define la felicidad como un “estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien”. No está mal para empezar. Cinco elementos se suman: “estado”, “ánimo”, “complacencia”, “posesión” y “bien”. ¿Cómo se le hinca el diente a cada uno de ellos? Tal vez Sara pronto domine una aproximación correcta a “ánimo”, a “complacencia” y a “posesión”. Pero, cuando se enfrente a eso de “estado”, se puede desilusionar si no se convence de que eso de la felicidad no es algo continuo sino momentáneo y discontinuo, algo que, además, se puede intensificar o desinflar según el momento. Entonces acaso se caiga del guindo y se instale en una aspiración más sencilla y alcanzable. Ojalá. ¿Y lo del bien?, ¿qué es eso del bien? Porque hay muchas clases de bienes: materiales, de carácter, espirituales… ¿En cuál de ellos se instalará Sara?, ¿a cuáles renunciará, si es que lo hace?, ¿cuánto esfuerzo prestará para conseguir cada uno de ellos?, ¿qué la guiará hasta la certeza de qué es un bien?, ¿lo querrá compartir?... ¡Ay, qué trabajo tan difícil este!
Y aún queda algo más verdadero. ¿Qué pasa con la verdad y con la belleza? ¿No serán éstos elementos que la lleven a la definición y al hallazgo más verdadero del bien en el que se tiene que complacer? ¿Y por dónde se va a la verdad? ¿Y cómo se ha de definir y de tratar la belleza?
El aconsejante piensa que, a pesar de todo, tiene que darle vueltas al asunto y no piensa bajarse del tic que lo convertirá en un pesado y en un pelma delante de Sara. O sea, que le va a dar la vara con eso de la obligación de ser feliz, la empujará a que ahonde en eso de la verdad, de la belleza y del bien, como forma de acercarse tenuemente a la felicidad. A la felicidad consciente y sentida; la felicidad inconsciente tal vez sea la del tonto del pueblo, la de Blasillo en Lucerna, y esta anda lejos de la consciencia del bien, de la verdad y de la belleza.

Al aconsejante, la verdad, le mosquea un poco la posibilidad de que a Sara la tome la angustia si descubre la dificultad para aproximarse al estado de felicidad, pero, de momento piensa seguir insistiendo, que me lo ha dicho a mí. Yo prometo que lo vigilaré para que no dañe ni a Sara ni a nadie con sus repeticiones y con sus mandatos. Porque Sara, y tal vez cualquier persona, están por encima hasta de estos conceptos tan sublimes y que nos parece que dignifican el concepto y la vida de cualquier ser humano.