jueves, 27 de septiembre de 2018

LITERATURA Y REVOLUCIÓN DEL 68: PUNTOS DE VISTA (y II)



LEOPOLDO ALAS “CLARÍN” (1852-1901)
El 27 de septiembre de 1868 está fechado este breve escrito, recogido por Clara E. Lida e Iris M. Zavala en La revolución de 1868. Historia, pensamiento, literatura. En él Clarín, joven crítico, se expresaba acerca de lo que literalmente comenzaba en España. Apenas es una página y merece la pena reproducirla entera:
AL CAER LAS HOJAS
Ay, que el otoño ha llegado. Pasó el estío y pasó sin que yo ni la reina tuviésemos novedad en nuestra importante salud. Me he colocado antes, faltando a la buena educación, pero pueden ustedes colocarme después si les parece, porque de todos modos estaré mal.
La salud pública en España no se alteró cosa mayor y eso que hubo tanto calor y lo que es más raro, al orden público le sucedió lo mismo.
Parece increíble.
Porque los pobrecitos españoles estábamos acostumbrados, si no a pronunciamiento por barba, que eso sería demasiado, a pronunciamiento por verano, que todavía es bastante.
Pero pasó el verano de 1868 y los revoltosos (qué epíteto tan hermoso) no se movieron.
¡Qué felicidad! Lo digo de veras. ¡Qué felicidad!
Pero, ¡ay!, el otoño ha llegado.
Y se caen las hojas y los tísicos se mueren y se armó la… flaca.
¡Qué felicidad! Digo, no: ¡qué barbaridad!
Cuántos acontecimientos en tan poco tiempo.
Regocijaos, españoles, que ya tenéis de qué hablar: ya no os aburriréis por unos días; pero no os regocijéis porque os va a dar un empacho de regocijo y otro de acontecimientos.
Cayó González Bravo (vamos al decir) y ojalá se hubiera roto las narices al caer.
Pero subió Concha… ¿qué es eso, lector, te has atragantado? Un hueso, ¿verdad?
Como decía, subió el señor Marqués de la Habana.
Y ¿por qué sucedió todo esto?, preguntará el lector, si es que el lector vive metido en una cueva, porque de otro modo demasiado sabrá él por qué sucedió…
La Marina, sí señor, aquella que en el Callao hizo tanto bueno, se sublevó en Cádiz.
Y el fuego pasó del mar al continente y se extendió por toda Andalucía, y después dando unos saltitos llegó a Santander y sabe Dios dónde irá a parar o parir, que todo puede suceder. Y ¿qué parirá? Regularmente nada, o cuando más una milicia nacional… Y para esto ¡tanta sangre…!
Si vence la Revolución formándola elementos tan heterogéneos, ¿qué nos sucederá? Tener una revolución y otra y otra, hasta que no quede ni gato ni perro, ni hombre, que hasta hombres andan en la danza, que lo pueda contar.
Y ¿si no vence?, más vale no pensar en ello. De todos modos, bonito porvenir.
Señores liberales, las revoluciones ya no se hacen así.
Bien debían saberlo; y ustedes mismos lo están diciendo todos los días.
                                                                27 de septiembre de 1868
En este breve texto, cargado de ironía, la postura que se observa no es la del conservadurismo, sino la de una revolución “ordenada”, con fines concretos y homogénea. La acusación de “chapuza” a los liberales nos permite adivinar algunas reticencias del autor de La Regenta a lo que estaba estallando. Se trata de una postura reflexiva y no contraria en los fines, pero sí en las formas. Es una posición ilustrada que no es fácil que ajuste bien con la realidad de una revolución, sobre todo en lo que a subvertir el orden se refiere. En buena medida recuerda lo que sucedió más tarde con Ortega y con Unamuno en situaciones semejantes, si bien es verdad que estos intelectuales se pronunciaban en mirada retrospectiva, mientras que Clarín lo hacía en tiempo real.
Hay, pues, cierto distanciamiento y lejanía de la línea primera de combate, y una advertencia clara de los males que podía acarrear la revolución si no se conducía con orden y unidad.

MANUEL DEL PALACIO (1831-1906)
Poeta de la segunda mitad del siglo diecinueve, representa con claridad la posición más decidida a favor de la revolución. Escribió numerosos poemas que así lo atestiguan. Recogemos este soneto como muestra de ello.

DE LA BATALLA DE ALCOLEA
Hoy hace un año que a la luz del día,
Armados de furor y frente a frente,
Se vieron el pasado y el presente,
Gigante el uno, el otro en agonía.

Como buenos lucharon a porfía,
Y el vencido lo fue como valiente;
Mientras medrosa y cínica y demente
Firmaba su baldón la dinastía.

¡Paz a los muertos! ¡a los vivos gloria!
Nunca manchada el universo vea
La página mejor de nuestra historia.

Al calor de la fe brote la idea,
Y si hace alguno estéril la victoria,
¡Caiga sobre él la sangre de Alcolea!
Madrid 1968


(Tomado de cervantes virtual.com)
Como se puede apreciar, destaca el enfrentamiento entre dos concepciones que apuntan en sentido totalmente contrario y en situación totalmente diferente: “Gigante el uno, el otro en agonía”. Como la victoria cae del lado que se defiende, importa destacar la fuerza y las cualidades de la lucha. Es lo que se hace en los seis primeros versos, sobre todo en los números cinco y seis. Cuanto más valor se le dé al vencido, más se sobreentenderá para el vencedor. Los tercetos apuntan al futuro y la revolución ya se ve como completa y en el pasado. Se concretan tres consideraciones: “la paz y la gloria”, verso nueve; la consideración de página gloriosa, versos 10 y once; el deseo del entusiasmo y de la reflexión, verso doce. El soneto se cierra con la advertencia contra aquel que se atreva a conspirar contra la victoria, amenazando con otro levantamiento como el de Alcolea. La analogía con Béjar no ofrece ninguna dificultad.

Las tres posturas que aquí se han apuntado tienen seguidores múltiples y viene a mostrar cómo acontecimientos como el de la Gloriosa suscitan visiones diversas y no del todo incompatibles siempre.
Sabemos que en Béjar la participación en la sublevación fue muy generalizada y que en los hechos participaron ciudadanos de toda clase. Desconocemos cuántos fueron menos fogosos en ese contexto de agitación; pero no es difícil imaginar que los hubo y que se mezclarían posiciones más impulsivas con otras más comedidas, que tal vez coincidían en el fondo, pero no tanto en la forma. O acaso eran opuestas al levantamiento.
Sea como sea, y muy por encima de todo, el valor y el simbolismo de todo lo sucedido en Béjar, y en general en España, acarreó unos cambios sociales y políticos esenciales en el futuro del país. Y a ello acudieron, cada uno a su manera, también los creadores y los intelectuales a través de la palabra escrita. Sirvan estos simples ejemplos de contribución y recuerdo de todos y de todo lo ocurrido en Béjar y en los demás lugares de España.


miércoles, 26 de septiembre de 2018

LITERATURA Y REVOLUCIÓN DEL 68: PUNTOS DE VISTA (I)



                                          LA LITERATURA Y LA REVOLUCIÓN DE 1868
Se cumplen estos días 150 años del alzamiento en Béjar en aquella revolución que terminó conociéndose como La Gloriosa. Se trata de uno más de los períodos agitados en que se consumió buena parte del siglo diecinueve. Los historiadores se han de ocupar de traernos los datos fidedignos que nos ayuden a mejor comprender lo que sucedió. Pero, sobre todo, deberíamos prestar atención al conocimiento de las causas y de las consecuencias. Es ahí donde yo concedo realmente valor a la historia y a la historiografía. Cuando los datos se vuelcan al presente, estamos en condiciones de entender en qué nos afectan de verdad y cómo tenemos que encararlos, para repetirlos o para no volver a caer en los mismos errores.
Existe un apartado que también nos ofrece luces acerca de la manera de ver los hechos por parte de algunas de las personas más sensibles y reflexivas. Se trata de la literatura, del rastro que los escritores dejaron en sus creaciones cuando se enfrentaron a los hechos reales. No se suele dar mucha cabida a la literatura en las convocatorias que se hacen para reflexionar acerca de hechos históricos. Creo que es un error. Es cierto que las formas de encarar un hecho histórico no son las mismas en un literato que en un cronista o en un historiador, pero muchas veces las fuentes terminan por ser más fiables entre los primeros que entre los últimos. ¿Quién podría negar que una de las mejores fuentes para el conocimiento de todo el siglo diecinueve se encuentra en las obras de Pérez Galdós? Sirvan estas breves reflexiones como desagravio y como aportación.
No conozco fuentes directas, en términos literarios, de lo que sucedió en Béjar en aquellos días. Tampoco sé de nadie que las conozca. Y no es porque no vivieran en la ciudad personas que, en prosa o en verso, tuvieran suficiente entidad como para dejar huella certera de los acontecimientos. Tal es el caso de don Nicomedes Martín Mateos, que solo aparece como componente de la corporación municipal, dando cuenta de la respuesta que el Ministerio de la Gobernación ha dado las peticiones que se le han formulado. Ni conozco más datos, ni creo que se conozcan, de sus opiniones o intervenciones en los hechos. Si resulta fácil imaginarlo tratando de mediar para evitar males mayores, si acudimos a la lectura de sus obras y tenemos en cuenta su pensamiento, sus actividades diarias y su manera de ver la vida. Contamos con el testimonio directo y apasionado de la crónica escrita por Juan Muñoz Peña en la obrita “Béjar reseña al vapor” (Salamanca, Establecimiento tipográfico de Oliva, 1868), que no dudó en dedicarla a don Práxedes Mateo Sagasta. Es fuente imprescindible, es fuente de parte y es fuente apasionada. No se puede dejar de tener en cuenta como testimonio escrito y directo, por más que debe tomarse cierta distancia ante ella, a pesar de que los datos de lo sucedido en Béjar, según distintas fuentes, terminan siendo los que él describe.
Pero lo que ahora nos preguntamos es qué visión tenían los creadores contemporáneos de esta revolución. Para ello tenemos que acudir a sus obras y rastrear las impresiones que nos dejan y detallar las tomas de postura de cada uno. Para lo que a Béjar específicamente se refiere, tenemos que contentarnos con analogías y con afirmaciones e imágenes de alcance más general.
La revolución de 1868 se desencadena en unos momentos en los que el romanticismo literario ha perdido el impulso y la fogosidad de su primera versión y se ha acomodado en una formulación más íntima y comedida: las huellas más conocidas de Rosalía o de Bécquer tienen otro tinte distinto al que destilan las creaciones de Espronceda o de Larra.
Por otra parte, empezaba a tomar cuerpo el desarrollo definitivo de lo que se iba a conocer como el realismo literario y, con él, el triunfo definitivo del formato de la novela. Entre estos mimbres generales, que aquí no se desarrollan, se teje lo que los creadores literarios nos dejan como legado de la revolución del 68.
Como es fácil de entender, las posturas son diversas y muchas veces encontradas y opuestas. Así podemos rastrear sensaciones claramente conservadoras al lado de otras de empuje revolucionario. Nada extraño, por otra parte. Sucedió lo que ocurre siempre: la vida es confusa, diversa y llena de aristas.
Señalaremos solamente algún ejemplo de diferencias claras entre autores de más general conocimiento.
GASPAR NUÑEZ DE ARCE (1832-1903)
A ESPAÑA (Soneto)
Roto el respeto, la obediencia rota,
de Dios y de la ley perdido el freno,
vas marchando entre lágrimas y cieno,
y aire de tempestad tu rostro azota.

Ni causa oculta, ni razón ignota
busques al mal que te devora el seno;
tu iniquidad, como sutil veneno,
las fuerzas de tus músculos agota.

No esperes en revuelta sacudida
alcanzar el remedio por tu mano
¡oh sociedad rebelde y corrompida!

Perseguirás la libertad en vano,
que cuando un pueblo la virtud olvida,
lleva en sus propios vicios su tirano.
Gritos de combate, Madrid, 1880
Como se puede ver, la posición es muy clara. Núñez de Arce, no solo se coloca en contra de la actitud revolucionaria, sino que explicita las causas y las consecuencias de la misma. El primer cuarteto resume las causas (“Roto el respeto y la obediencia rota / de Dios y de la ley perdido el freno”) y señala la situación general negativa de España (“vas marchando entre lágrimas y cieno
/ y aire de tempestad tu rostro azota”). Por encima de todo, las reglas religiosas; y, a su lado, pero después, las leyes positivas. Se podría describir de otra manera: ley y orden por encima de todo. Cualquier revolución implica levantamiento y quebrantamiento del orden establecido. Cuando la alianza entre la corona y la iglesia es estrecha, suele llevar aparejada la destitución del poder real. El autor, de corte claramente conservador, no alienta precisamente el triunfo de la revolución.
Las razones de estos desajustes son, según Núñez de Arce, humanas, y es en el ser humano en el que hay que hallarlas. La palabra clave es “iniquidad” y, por tanto, la maldad, la injusticia evidente y grande con capacidad para “agotar la fuerza de los músculos”, físicos y mentales.
¿No podríamos cargar esa iniquidad en el debe de los dirigentes políticos, sociales y religiosos? Decididamente no. Si este verso octavo no nos ofrece concreción total, son los tercetos los que no dejan lugar a la duda. No se toma “la justicia por tu mano”, ni se controla una comunidad rebelde, pues, en esa rebeldía lleva incluida la corrupción, de los principios y de las personas. Y en el último terceto: “cuando un pueblo la virtud olvida, / lleva en sus propios vicios su tirano”. La virtud nos vuelve a situar en el plano religioso y moral, no en el del derecho positivo.
De modo que la jerarquización de valores es esta: ley religiosa, respeto a las leyes. Si se rompe este esquema, el camino y la meta son el caos y la tiranía. Ley y orden, respeto a lo establecido y conservación. Postura conservadora ante lo que el poeta veía, pues esta composición es de 1866, cuando, según el propio Núñez de Arce afirma, “Tú no estuviste ciego. Viste con claridad y desde muy lejos que no era posible cimentar nada sólido y permanente en el fango agitado de nuestras costumbres públicas, y estuviste en lo cierto cuando, en enero de 1866, al estallar los primeros chispazos del incendio que nos ha consumido exclamaste con previsora indignación.

martes, 25 de septiembre de 2018

AMANECER



AMANECER

Arranca la mañana en claroscuro,
buscando ser más luz que noche y sombra.
El germen vegetal vuelve a ser alma
de otro mundo distinto y transparente
en el que empieza su labor la luz.

El viento mira al sol, se reconoce
y decide girar en su corriente;
rumorean las aguas, llegan ecos
que forman enseguida griterío
de lo que está pasando por la vida.

En esa situación, recuerdo y siento
que peso y que comporto unas medidas,
que vuelvo a ser tan solo uno de tantos,
una perdida voz desorientada,
de vuelta del silencio y del olvido.

lunes, 24 de septiembre de 2018

EN EL SALTO MORTAL DEL UNIVERSO



EN EL SALTO MORTAL DEL UNIVERSO

No descansan las olas en las playas
por ver llorar la ausencia de las huellas
ni se asusta la noche cuando nota
que la luz se demora cada tarde.

Tampoco la sonrisa de la vida
deja de ser sonrisa con la muerte
y el abismo se abisma en ciego impulso
y todo rueda sin destino cierto.

Todo es flecha que apunta contra el cielo,
absurdo en el absurdo, noche eterna,
conciencia que se asusta y se disuelve
en el salto mortal del universo.

viernes, 21 de septiembre de 2018

ESPEJO EN EL VACÍO



ESPEJO EN EL VACÍO

Cómo duele el empeño
para salir del tiempo y del espacio,
y así no estar sin ser, ser solo el sueño
de un vuelo que se pierde en el vacío,
ave que ha equivocado su camino
y gira en el zenit ebria y dichosa,
 pez que nada en la paz de los abismos
 y en el seno olvidado de los mares,
gota de agua purísima que brota
de lo nunca sabido de los cielos.

Solo en la soledad, nada en la nada.

jueves, 20 de septiembre de 2018

RESOLUCIÓN



RESOLUCIÓN

Para volver de nuevo a la palabra
que engendra nueva vida en el silencio
y allí sentir feliz la no presencia
de lo que se fue haciendo con los años.

En ella hay nueva luz, que, en su inocencia,
alumbra de una forma diferente;
susurra un nuevo son de nueva música
y el tiempo es dilatado, blanco, lento.

No falta el resplandor ni ha huido el aire,
que es otra su caricia, otro su abrazo,
otro el roce vital, otro el deleite
de otro mundo gozoso en la palabra.

miércoles, 19 de septiembre de 2018

ESPERPENTO



Con la rutina en marcha, todo vuelve al aroma de lo conocido, todo nos suena a algo ya visto y casi nada nos resulta totalmente extraño. El mundo de la política es un referente por lo público, porque los medios nos tienen comido el coco con ella y porque nosotros nos dejamos llevar por la caja tonta, cómodos y pastueños.
Ayer vi la última parte de la comparecencia de José María Aznar, expresidente del Gobierno, en una comisión parlamentaria. Menos mal que solo se me ocurrió asomarme a la tele cuando aquello tocaba a su fin. De buena me libré. Después he visto cortes y reportajes que me confirman en lo que digo.
No tengo precisamente buena opinión del señor Aznar, porque me parece el principal responsable de muchas de las peores cosas que han sucedido en España durante los últimos años: guerras, mentiras, leyes del suelo, liberalismo sin controles, corrupciones, chulerías… Una cadena de despropósitos. Tengo que tener cuidado para no ser parcial en mi opinión. Pero, por más cuidado que pongo, no me sale casi ningún adjetivo positivo para añadirlo a su nombre o a su cargo.
Su comparecencia ante los representantes públicos me pareció, en la parte que yo vi, de un tono casi de matón, de acusación en lugar de respuesta tranquila y razonada, de negación de cualquier evidencia, en una intención preconcebida de sostenella y no enmendalla. La sentencia sobre el caso de esa financiación ilegal y caja B del PP la dictará un juez y a ella tendremos que atenernos; pero, sea esta cual sea, no hay que ser muy perspicaz para poder afirmar que hubo irregularidades evidentes, continuadas y organizadas, que aquello parecía un cortijo o una plantación bananera. Y el principal responsable público fue precisamente él, el presidente del partido. Pues por la comisión pasó como si siguiera siendo el sériff del condado, repartiendo complacencias y perdones, acusaciones y hasta consejos. Lamentable.
En los bancos se sentaban los representantes de los partidos políticos. Y me dejaron el mismo mal sabor de boca que el señor Aznar. Uno piensa que a una comisión de investigación se va a tratar de esclarecer la verdad, pero no a exhibirse ni a hacer carne picada de nada. Nunca he entendido que en la disputa social lo más importante sea tumbar en la lona al adversario ni dejarlo en ridículo ante los demás, sino intercambiar preguntas y opiniones para intentar extraer las conclusiones más razonables y beneficiosas para la comunidad. Y, si los votantes jalean las victorias por KO, como en el circo romano, mal camino estamos andando y muy pobre resultará ser nuestra convivencia. Todo esto ajusta muy bien con esta nueva realidad de fogonazos en redes sociales, que solo tienen espacio para un flash y casi nunca para un razonamiento. De esta manera, el ocurrente tiene medio cielo ganado entre sus fieles, como lo tiene ganado el que mejor roce la deformación y mejor se mueva en la reducción y la exageración. He oído alguna pregunta de un representante de E. Republicana que no alcanza ni el nivel menos exigente de educación y de inteligencia. Y el hombre con cara como de estar descubriendo la pólvora. Qué disparate, qué barbaridad, qué nivel tan barriobajero. Si los representantes públicos tienen que ser respetados al máximo por el hecho de serlo, también hay que exigirles la máxima educación, precisamente por la misma condición. Incluso para con este señor del que yo tengo tan mal concepto.
Para rematar la secuencia, están los medios de comunicación de masas, que también seleccionan lo de más impacto y aquello que mejor pone pie de página en imágenes a la opinión que se quiere verter, obviando las demás aristas y los contextos que las explican. Y estos, para más inri, juegan con la ventaja de que nadie les contradice en el momento; ni tal vez después, pues su poder es tal que es mejor guardar silencio. Qué sentido de impotencia.
Con todos estos ingredientes, un observador atento puede sentir que lo han introducido en el Callejón del Gato y lo han soltado delante de los espejos, que le devuelven una imagen distorsionada y deformada de la realidad. Entonces, ese observador atento no sabe si lo deformado es el mundo que le rodea, su propia persona y pensamiento, o todo a la vez. Lo peor es que acaso el Callejón del Gato no sea solo un callejón sino toda una avenida en la que paseamos todos. Ufffffffffffff.

martes, 18 de septiembre de 2018

DONDE HABITA LA LUZ


 DONDE HABITA LA LUZ

Por el camino gris de la memoria,
desciendo tembloroso hasta tu centro,
donde habita la luz y en ella duermo
un sueño luminoso y transparente.
Y cuanto más me ciega más me salva
de volver a mí mismo en noche y sombra.

Allí me siento en paz con mi conciencia,
me olvido de olvidarme, me complazco
en no sentir, sintiendo la sustancia
de otro vivir más vivo y verdadero.
Cuando regreso, el tiempo ya no es tiempo
y yo habito un lugar deshabitado.

Caminos que conducen al misterio
de la consumación y del delirio.

lunes, 17 de septiembre de 2018

ESENCIA DE VERDAD



ESENCIA DE VERDAD

Se adelgaza la luz y en ella permanece
la esencia de verdad que siempre dura.
Si se refleja blanca sobre el agua,
es luminosidad y limpio espejo
del recuerdo remoto de su nada.

Reino de plenitud, apasionado
temblor en la quietud del seno donde
se reconoce el útero y el germen
de esa explosión de vida en la que somos
unidad y recuerdo, luz y nada.

sábado, 15 de septiembre de 2018

NOSTALGIA



NOSTALGIA

Ya solo queda el eco
de unos fragmentos rotos,
un límite confuso
entre una línea blanca
y el reino de las sombras.

Aquí estuviste tú,
rayo en hoguera y lava.
¿Quién podrá hacerse cargo
de que siga la luz
gritando tu presencia?

viernes, 14 de septiembre de 2018

PESADILLAS



PESADILLAS

En las horas de luz articulamos
guiones incompletos, ilusiones
que, apenas han nacido, ya son sueños:
extrañas fuerzas con poderes mágicos
borran todas las letras de las páginas.

Cuando llega la noche, esas carpetas
que abrimos por el día toman cuerpo,
se muestran sin pudor ni cortapisas,
entregan sus detalles sin que nadie
se decida a llevarles la contraria
y van llenando páginas enteras
con palabras de música y de sombra.

Después, como movidas por la magia
y sin orden concreto, se refugian
de nuevo en las carpetas, se adormilan
y pierden la conciencia de sí mismas,
diluidas en niebla, sombra, nada.

Llega la luz de nuevo y a su amparo
recupera su fuerza la conciencia.

Yo grito, les doy voces, las reclamo
para que vengan todas en mi auxilio
y no responden sino en débil eco,
dejando tras de sí apenas un rastro
de algo que tal vez fue, mas no es posible
ni siquiera dar fe de su existencia.

En esas circunstancias tan extrañas,
convoco a mis preguntas y a mis dudas
y no saben decirme una respuesta.

La vida se parece a una carpeta
que guarda sus secretos con tres llaves,
pero deja rendijas entreabiertas
por donde escapan cuando todo duerme
y corren vagos, imprecisos, libres.

miércoles, 12 de septiembre de 2018

OTRA DEL(A) MONTÓN



Se acumulan los tropiezos en el Gobierno de España: cien días y ya dos dimisiones de ministros. Con esta progresión, en seis meses, al Consejo de Ministros no lo conocerá ni la madre que lo parió. Se repiten los esquemas y, por comparación y analogía, se producen las mismas consecuencias. De poco sirve que los matices sean muy diferentes y las cantidades no se asemejen, todo queda en el imaginario colectivo encuadrado en un esquema similar y equiparable.
La señora Montón, ministra socialista de sanidad, se ha visto obligada a dimitir y no ha tardado demasiado en hacerlo. Otros ni lo han hecho ni se espera que lo hagan. No, claro que no, no todos son iguales, a pesar de que los esquemas se repitan. Así que, a pesar de cargo y de su apellido, políticamente, se ha convertido en una del montón, en otra más que poner en el palo de la ropa para disparar contra ella y para lanzarla contra el enemigo.
El asunto, en este caso y en los anteriores, tiene muchas aristas. La primera seguramente es la de la honestidad. Es verdad que no es buen ejemplo en un representante público (tampoco en el mundo privado, pero este, por dios, no tocarlo que tiene patente de corso) eso de acogerse a cualquier beneficio particular. No tengo conciencia de haber recibido tratos de favor, pero estoy dispuesto a ser comprensible. Cuántos no habremos recogido alguna vez lo que se nos daba sin preguntar de dónde venía. “A caballo regalado…” reza el dicho español. No justifica el hecho, claro que no, pero lo explica y la contextualiza. Otra cosa diferente es negarse reiteradamente al reconocimiento del fallo, también con el respaldo de otro dicho de nuestra lengua: “Sostenello y no enmendallo” que tanto se practica.
Pero hay muchas más perspectivas que conviene no olvidar, aunque parece como que no existieran o que nadie se atreviera a hincarles el diente del análisis por miedo tal vez a lo que se huele detrás.
Ahí va una que a mí me parece mucho más importante porque afecta a muchas más personas. ¿Cuál es la situación de las universidades españolas? ¿Quién controla la tan cacareada autonomía, que se financia con mis impuestos? ¿Hasta dónde debe llegar el control de las mismas? ¿Alguien ha considerado seriamente la situación en la que nos encontramos, que conduce a que muchos centros educativos, bajo el paraguas de la libre competencia, se afanen en la publicidad de todo tipo con tal de conseguir alumnos? ¿A qué nos conduce eso? Advierto de que el asunto afecta no solo al caso de la ministra o a los otros conocidos estos meses, que, vistos en esta perspectiva, se quedan en minucia, sino a millones de personas en todos los niveles educativos.
Una más. ¿Cuál es la línea roja que no podemos permitir traspasar en el comportamiento individual? Porque lo que afecta a lo público tiene sus límites claros en el marco legal. Pero parece que no queremos conformarnos con eso y tratamos de añadir parámetros de comportamiento personal: honestidad, coherencia, buen ejemplo… ¿Quién pone los límites al comportamiento personal? Cuidado con los excesos y con los defectos porque, por reducción al absurdo, nos podríamos encontrar con que tal vez no podríamos ni salir a la calle en manga corta, por poner un ejemplo ridículo.
Y una más, entre otras tantas que vendrían bien al caso. ¿El beneficio político de una organización está por encima del reconocimiento o la caída en desgracia de una persona? Porque, cuando dimiten, casi todos dicen hacerlo (o eso afirman) no por sus faltas, sino por no causarle males al partido correspondiente, por no poner mala imagen al proyecto o por no pintar grises en imagen del líder al que le deben el nombramiento. Aunque solo hubiera parte de verdad en estas posturas, ¿hasta dónde hay que ceder para no deteriorar la figura de otros? ¿No responde esto, de nuevo, a una esclavitud y servidumbre al mundo de la imagen y de la pasarela? ¿No es esta una mayor deshonestidad? ¿En qué escala de valores nos movemos?
Tengo para mí que hay mucho campo que arar y que lo mejor sería ahondar en las causas y en los contextos que propician estas conductas. Porque las causas pueden inducir a muchas personas, por más que los medios se queden en la postal y en la imagen particular que más apabulla a la masa. Y pienso una vez más que solo si arrancamos la raíz de las causas podremos estar en camino de desterrar usos colectivos y particulares. De otro modo, y por más que escandalicen por unos días, seguirán repitiéndose una y otra vez.
Así que la señora Montón se nos ha hecho otra del montón, aunque su caso presente otras aristas más “endebles”. Poco importa, la opinión pública se lo tragará y hará causa común con todo lo demás. Después, al cabo del tiempo, el sol vuelve a salir, se suceden los días, se repiten las tardes…, y la vida sigue como si tal cosa.

martes, 11 de septiembre de 2018

COMIENZO DE CURSO



Hoy se me van los ojos a las aulas, y se me van las manos a las teclas, y la imaginación y el pensamiento a un conjunto de cosas que componen ese mundo fantástico llamado educación. Se me van por los claustros donde anduve rondando al compás de los alumnos, acompañando su quehacer incierto y viéndolos crecer en el camino impreciso y extraño de la vida.
Empiezan estos días los cursos académicos. Los niños, los adolescentes, los jóvenes, los profesores todos, los padres, la administración y la tribu en conjunto se ponen manos a la obra para dar un impulso más a esa estructura en la que se organiza todo el panorama educativo. Es demasiado lo que se pone en marcha, muchísimo lo que a todos nos va en el envite, todo lo que nos jugamos y se juegan los más implicados y los menos, pues al fin somos todos los que formamos la tribu.
Y todos educamos juntamente; cada cual según sea su talento, su afán y su manera de entender la vida y la convivencia. Se ha dicho tantas veces, que no sé si merece la pena repetirlo. La salvación parcial de cada día se asienta en gran medida en lo que consigamos con la educación y no hay mejor inversión que la que hacemos en educar a las personas. De modo que se abre la bolsa en la que jugamos todos para que perdamos o ganemos también todos.
Pero han de ser los alumnos el vértice absoluto, la cima adonde apunten todos nuestros esfuerzos, el faro que nos guíe, la luz que nos alumbre. Después vienen los padres, que deberían ser los más interesados por sencillo egoísmo; y también los educadores, en su trabajo especialísimo de conformar cabezas, de alimentar costumbres y, sobre todo, de azuzar las antenas de LA CURIOSIDAD; y la administración, que ha de andar diligente en su actividad múltiple de organización y de representante de todos los ciudadanos, que son, al final del proceso, los beneficiarios últimos de toda actividad.
Estoy viendo a los niños de primera edad topándose de pronto con los espacios físicos distintos, lejos de las caricias de los suyos, al contacto directo con los que no conocen, dejados al amparo de otras manos extrañas y recibiendo imágenes todas nuevas e insólitas. Qué primer día de clase y de contacto, qué mundo diferente, qué sensación tan grande de impotencia. Al otro lado de la verja, los padres y las madres, los abuelos pensando en esos niños que han dejado en las aulas y aguardando la vuelta para abrazarlos fuerte. Otro tanto imagino para los adolescentes y para los más bregados en los años a los que yo traté durante tanto tiempo, o para todos los educadores, tan diversos, pero siempre con ánimo de empujar un poquito en el proceso.
He dicho, y lo repito, que educamos todos, que es la tribu entera la que ha de implicarse en el proceso; pero todo se me va en la imagen sorprendida del alumno que empieza un nuevo curso, que comienza una aventura de la que debería salir con más impulso y con algo más de curiosidad por indagar en qué consiste esto que llamamos vida. Tal vez esa es la clave, la curiosidad del ser humano: si fuéramos capaces de despertar la curiosidad en las personas, sobre todo por aquellos aspectos para los que cada uno esté mejor dotado, tal vez habríamos dado un paso que no admitiría marcha atrás.
Luego está lo demás, eso de segundo o de tercer orden, en lo que acaso gastemos demasiado esfuerzo, necesario, pero menos acuciante: los horarios, la división por grupos, el salario, las actividades, las ratios, los exámenes, los expedientes varios, las jefaturas tontas, la burocracia entera y su fastidio, el mundo de los premios, los celillos sin causa…
Hoy miro con pasión y con nostalgia la cara sorprendida de ese niño que empieza su aventura, la del adolecente que va quemando etapas o la del que ya proyecta su futuro. Me quedo sobre todo con la inocencia infantil, con esa esponja limpia en la que cabe toda el agua del mar si sabemos echarla con cariño. No ensuciemos el cauce de ese río que ahora nace tan puro e inocente, dejémoslo que crezca y que descubra los saltos, las cascadas, los remansos, las riberas azules y las que son más negras, hasta que entregue al mar todas sus aguas.
Qué feliz aventura para todos.

domingo, 9 de septiembre de 2018

EL RESPLANDOR DE HOLLYWOOD


Media vida despotricando contra los valores de la meca del cine y resulta que le dedico unas cuantas horas a la lectura de la obra Mi pecado, del escritor Javier Moro. En ella se describen, con numerosos detalles y pormenores, las aventuras de la actriz Conchita Montenegro, quien, en los años 20-30 del siglo veinte y con tan solo diecinueve años, se embarcó en la aventura americana de triunfar en el arte del cine.
El siglo pasado es, sin duda, el siglo del séptimo arte. Pero yo nunca he entendido qué es eso del séptimo arte, o, mejor dicho, cómo se describe. Siempre he visto que mucho de él se concreta en el galmur y en los cotilleos amorosos, que olvidan las articulaciones artísticas de las películas y se entregan totalmente a los nombres de los famosos que las protagonizan. Y siempre para ensalzar o denostar sus cualidades físicas y, sobre todo, los enredos amorosos, o más bien sexuales, en que se hallan metidos cada dos días y el del medio. Hasta el punto de que se promocionan y se inventan estos escarceos con tal de mantener a la manada con el morbo en danza y dispuesta a que le echen de comer estas apariencias y se olviden de cualquier otro elemento creador. Una vez establecida la cadena, ya solo hay que seguir alimentándola y echándole de comer nuevas imágenes para hacerla más grande u olvidarla, según convenga al que decide.
Eso mismo y no otra cosa es lo que le sucede a esta Conchita Montenegro, de la que no se apunta que jamás se esforzara ni en la preparación personal ni en apuntar ni una sola idea que mejorara la vida de los demás, sino únicamente la disposición, a cualquier precio, para conseguir el éxito que solo consiste en la fama y en tener seguidores aborregados y fanáticos, a ejercer de diva y a aparentar que se desenvuelve en otros niveles distintos del común de los mortales. Apenas se dejan traslucir, en este libro y en este caso, el asunto de las películas en español en el Hollywood de habla inglesa, el difícil paso del cine mudo al sonoro, o la amistad obligada del grupo de hispanos en Los Ángeles, por su soledad y ninguneo, o, en fin, algún pronunciamiento aislado a la hora de la proclamación de la segunda república. Y de todo esto la tal Montenegro ni palabra, como si con ella no fuera nada. Su gloria era la conquista de la cama con el actor más influyente y la consecución de un papel en cualquier película que la hiciera famosa y diva. Ya ven, famosa y diva, qué currículo tan interesante. Y para ello, lo que haga falta, ya me entienden. Me vienen a la memoria las palabras complacientes de otra diva española más reciente con las que se ufanaba de haber sido “la primera española que había frito unos huevos a Marlon Brando”. No me dirán que no es mérito, ¿eh? Como para recibir ya directamente la medalla de las bellas artes.
No, definitivamente no. No ha mejorado mi impresión del mundo de Hollywood con la lectura de este libro; más bien se ha confirmado y reafirmado la que ya tenía antes de ahora.
Generalizar es sencillamente jibarizar la verdad, y eso es muy injusto; pero tengo la impresión de que hay mucha Conchita Montes por ahí, y muchos actores y actrices de lo más deseados (ya me dirán para qué) cuyo principal mérito es someterse a las leyes implacables del éxito y de la fama con suma docilidad. Y, si realmente resulta necesaria tanta concesión, alguien tendría que levantar la voz y exigir que su trabajo sea valorado más por la interpretación y la creación que por los modelos físicos. Si esto no es así, al menos tendrían que entender que lo mismo que se levanta una figura se destruye, y lo mismo que hoy son ensalzados mañana serán simplemente olvidados. Ambas soluciones me parecen crueles e injustas.
Otro tanto, por supuesto, sucede en el mundo deportivo, o en el musical, o en el de la moda. A ver si va a ser una constante universal…
Lo más inquietante no es que existan los divos y los famosos de cristal; lo peor es la existencia de esas legiones de seguidores descontrolados y fanáticos que los alimentan y hasta los exigen. Ese síntoma social es el que a mí más me preocupa, por todo lo que deja intuir detrás de él.
Conchita Montes se apartó del mundo del cine a una vida cómoda en la convivencia con un diplomático. Se podría discutir si fue una cobardía acomodaticia o un proceso razonado: aquí importa menos y nunca se me debería ocurrir a mí negar la libertad de cada cual a hacer con su cuerpo y con su vida lo que le venga en gana, solo critico la escala de valores en la que se disfraza tantas veces la creación y el arte. La mayor parte de los que lo intentan pagan la osadía con el olvido y la miseria. Es un precio muy alto, demasiado alto.
La creación y el arte resultan muy hermosos. La explotación que de ellos se hace resulta más grosera y menos clara. ¿Será que el mundo es simplemente un gran teatro?                                                             

viernes, 7 de septiembre de 2018

VAYA PANORAMA



Asistí (o algo parecido) ayer noche al recinto ferial de Béjar, para oír y ver la actuación de la orquesta PANORAMA, que venía precedida de mucho nombre y fama. La verdad es que fui empujado por personas próximas. Cada día que pasa me siento más desplazado de casi todo lo que suene a aglomeración y barullo. Las causas son muy diversas y no las voy a desnudar aquí. Además, este hecho personal, en cuanto personal, poco interesa, solo como síntoma y ejemplo de la idea que se pueda extraer de él.
En cuanto traspasé los límites del parque municipal, me di cuenta de que el acontecimiento tenía éxito de público: riadas de personas llenaban las aceras y los arcenes de la carretera nacional camino del recinto ferial. En la confluencia con las calles que apuntaban a los Praos, todo era ya paisaje humano. Hasta policía y división de puertas de entrada y salida para la seguridad estaban preparadas.
Llegamos cuando empezaba la actuación de la orquesta. Y la puesta en escena sorprendió por lo espectacular: escenario amplísimo, varias alturas, ascensos y descensos automáticos, entradas y salidas, cuadro de baile abundante, instrumentos de diverso tipo… Y luces e imágenes, muchas luces e imágenes en todo el fondo de escena cambiando a un ritmo vertiginoso. A todo este movimiento solo le faltaba darle potencia y decibelios. Pues allí estaban, tropecientos mil vatios de potencia atronando el paraje y dejando sordos los oídos de los espectadores.
Si a todo esto le das un ritmo activo y ágil, no dejas descanso entre una canción y otra, y todo lo adobas con una interlocución fluida, el resultado es el de la interacción inmediata con el público más predispuesto al movimiento rítmico y a dejarse llevar por las sensaciones que pueda provocar tanto estruendo con algo de armonía y ritmo. No creo que mucha gente entendiera las letras de las canciones ni degustara la melodía y la entonación: pero eso no importaba: todo estaba envuelto y superado por la imagen continua y la potencia del sonido.
La fiesta estaba en marcha, la gente más próxima saltaba y se agitaba según las indicaciones que le llegaban desde el escenario y todo ello parecía un botellón enorme al lado del río y cara al cielo, en esa hendidura que ha creado el río Cuerpo de Hombre cerca del puente. Sospecho que los peces y los pájaros enseguida huyeron de la quema, asustados por todo lo que se le había venido a vivir a su lado, y que desde el cielo las estrellas miraban sorprendidas por tanto alboroto desatado.
Las exageraciones no pueden ser duraderas sin correr el riesgo de no ser creídas. Algo así les sucedió a mis orejas y a mi cabeza con lo que allí sucedía, de modo que, a eso de los diez minutos, empezaron a sentir cierto mareo y una clara discordancia. La serenidad y la estabilidad me abandonaron y ya no era yo mismo, sino algo como enajenado y entregado a la estulticia y a la bobería. Pronto emprendí el camino que me sacaba del recinto ferial, mientras iba recuperando la conciencia y cierto equilibrio físico y mental. El botellón de gas que allí ardía se simplificó en agua mineral y pude ser yo mismo. Todavía mucha gente, en dirección contraria, acudía a la llamada y al reclamo de esa mezcla de imagen y sonido que brindaba la orquesta PANORAMA. Qué panorama, dios, qué panorama. Incluso a mi terraza llegaban los ecos de la fiesta que había dejado atrás un rato antes.
Hasta aquí algo de descripción de los hechos. Ahora alguna consideración, que, al fin y al cabo, es lo que siempre me lleva a escribir.
Cómo está salpicada la vida de ráfagas de luz y de relámpagos, de momentos que nos pueden, que nos seducen y que nos anegan, que nos privan de nuestro dominio y que nos invitan a diluirnos en masas y en sonidos, en imágenes y pasos colectivos, que nos anulan para convertirnos en dóciles monaguillos de una liturgia colectiva.
Poco tengo que oponer a quien quiera esa práctica. No soy quién para ello. Si puedo permitirme confesar que a mí no me complace demasiado, que me parece que es una muestra más de la apariencia que todo lo domina, que el ser humano necesita fiesta colectiva, pero que a mí me gustaría que fuera algo más ordenada; que damos importancia y mucho aplauso a lo que nos deslumbra y dejamos de lado a lo que nos invita al pensamiento; que todo es moda y tráfago; que entre el silencio y el ruido casi siempre gana el ruido por goleada.
Hoy se hablará y mucho en esta ciudad estrecha (como en cualquier otro sitio en similares circunstancias) del asunto de la orquesta, acaso incluso quede en el imaginario colectivo como lo más atractivo de las fiestas patronales. Todo se mide en números y ráfagas, en ruidos desmedidos, en dejarse llevar por la corriente de lo que más se oye o más se lleva. Solo he de confesar que no me llena, que me deja intranquilo y desasosegado. Estas rarezas mías…
El mundo es un teatro. Que siga la fiesta.