viernes, 31 de mayo de 2019

GANAR



Los dispositivos electrónicos nos mantienen a todos en el mismo aprisco aunque andemos a muchos kilómetros de distancia. Todo está globalizado, pero acaso un poco más la comunicación. Así que, a pesar de que estaba caminando por las laderas de las sierras que se inclinan hasta dormir en Plasencia, enseguida tuve conocimiento del resultado de las elecciones en todos los sitios, también en Béjar. Yo ya había ejercido mi deber y mi derecho por correo y aguardaba los resultados de unos vientos que me parecía que soplaban bastante favorables para el PSOE.
Así que el lunes ya sabíamos que en Béjar los resultados eran estos: PP ocho concejales; PSOE seis; TAB 2; y Ciudadanos 1. Y, a partir de ahí, a hacer conjeturas. Mi primera impresión fue la de que el equipo de gobierno repetiría, con la inclusión del concejal de Ciudadanos. A la vuelta ya me contaron cosas diferentes, y ahora parece que todo está en espera de la decisión final que tome la concejala de Ciudadanos.
Los datos han de ser siempre descritos y después interpretados. No partir de ellos creo que es engañarse y engañar; de modo que nadie debe olvidarlos, porque corre el peligro de confundir el deseo personal con los deseos, las opiniones y los derechos de los demás. Por tanto, y siempre desde la descripción, se me ocurre alguna consideración, que ya pasa de los datos a la opinión.
En primer lugar, habrá que reconocer que el PP ha sido el partido más votado. A mí no me gusta, pero ese es el resultado. Es verdad que ha perdido votos y concejales, pero ahí sigue encaramado en la primera posición. Lo más sensato creo que será analizar las causas, en el PP y en los demás partidos. En esta ciudad estrecha nadie ha votado de palabra al PP, pero los recuentos dan lo que dan en las elecciones. Y no ocurre esto una sola vez.
El PSOE ha doblado el número de concejales. He oído decir a alguno de sus representantes que eso es ganar. Yo, que quiero que eso suceda, cuando he oído esta afirmación, me he dado la vuelta y he disimulado. Es verdad que la subida siempre deja un buen sabor de boca, pero, en democracia, ganar es cuestión de sumas y de restas, y, sobre todo, de posibilidad de gobernar. Y una pequeña ciudad que ha sido industrial y obrera tantos siglos no se entiende que sea durante tantas legislaturas feudo de la derecha. Corresponde analizar con humildad y serenidad. Las razones para ganar o perder son siempre muchas y ni la derrota ni la victoria deben ser tomadas como algo absoluto ni atribuirlas a un solo factor. Torres más altas se han derribado o han sido erigidas siempre; así que tranquilidad, pero sin engaños. Había muchos vientos favorables para que ganara la izquierda: elecciones generales, feminismo, cansancio… ; algo ha debido desviar las ráfagas hacia otro sitio. En todo caso, las ideas siguen estando ahí para ser analizadas y propuestas a la gente; después es la gente la que decide. Y la vida sigue.
Conozco de primera mano el surgimiento de TAB. La realidad se impone y no parece (desde el más absoluto respeto a las intenciones de cada uno) que tenga demasiado futuro. A mí me gustaría que, desde la cordialidad y la serenidad, todo volviera a su curso y al acuerdo con el PSOE. Van ya dos legislaturas en las que, si se hubieran sumado las fuerzas, acaso el gobierno de esta ciudad hubiera sido otro. Tengo la sospecha de que no mereció la pena. Pero es solo mi opinión, que puede estar equivocada, aunque me baso en los resultados para emitirla. Habrá que dar tiempo al tiempo.
Todo pende de la decisión de la representante de Ciudadanos para la formación de equipo de gobierno. Desconozco cuál puede ser su decisión, y, a la vista de otros antecedentes, supongo que no les resultará fácil la decisión de apoyar a unos o a otros. No es poca su responsabilidad. Que acierten.
En cualquier caso, habrá negociaciones. Deseo que se trate de negociaciones y no de mercadeo ni de exigencias imposibles. Primero la voluntad de los ciudadanos expresada en las urnas; después los principios ideológicos; por fin los repartos de funciones. Ser generoso siempre ayuda a dormir mejor; regatear insidiosamente y olvidar los principios tiene que dejar un muy mal sabor de boca; quedarse en el yo y no abrir la mirada pensando en la ciudad nos lleva de nuevo a aquello de vencedores y vencidos. Y, en una comunidad, no deberíamos ver ni vencedores ni vencidos, sino confrontación serena de ideas y deseos comunes de que todo vaya un poquito mejor a todos. Ganar tal vez no sea tan importante como qué es lo que gana y, sobre todo para qué gana.
Porque el tiempo pasa, que es lo que siempre pasa. Y luego…

jueves, 30 de mayo de 2019

Y PASARON LOS DÍAS



Ando cerrando casi (solo casi) un ciclo de idas y venidas que me impiden sentarme con sosiego a desgranar mis sensaciones e ideas diarias. Es que, cuando se vive, no se escribe, solo se vive.
Tendría que dar noticia, para mí miso y para los demás, de la presentación del libro Al paso de los días. No se trataba, claro, de la primera presentación de uno de mis libros. Pero he de decir que sí ha sido la que mejor recuerdo me ha dejado y me dejará. Porque una presentación es un mantel tendido en el que las páginas se abren y se extienden a la vista de todo el que quiera mirarlas. De ese modo, le puede entrar la comezón de acercarse a ellas más despacio para desentrañarlas, conocerlas y amarlas o dejarlas en la indiferencia.
Se reunió un nutrido grupo de personas en torno de mí mismo y en todas sentí la presencia del afecto y de la amistad, de la proximidad por el conocimiento o por el reconocimiento. Y me arroparon, como buenos padrinos, aquellos que podían lucir las mejores galas y los mejores trajes, los del conocimiento y los de la amistad. A mi lado tres personas que me conocen bien, que han leído mis libros, que saben de mis debilidades y las tratan con delicadeza y con bondad, que conocen cuáles son mis puntos flacos, y que a todo ello unen una sensibilidad y una capacidad de análisis muy intensa.
Luis Felipe Comendador trazó un certero resumen de lo que a él más le llama la atención del libro y lo hizo con sentidas palabras de afecto y de reconocimiento hacia mi persona, de lo que siente como esencial en mi manera de entender la creación y el mundo poético en general. Me parece que el equilibrio entre el afecto y el análisis fue muy bien medido. Las gotas de proximidad y de contexto familiar me dejaron desde el primer momento con la emoción desbordada y casi sin poderla contener. No puedo decir más que un GRACIAS muy alto y fuerte. Seguiremos hablando y compartiendo palabras e ideas en el quehacer diario.
Jesús Majada y Antonio Merino vinieron a desbordarme ya en lo poco que podía contener mis emociones. En menos de media hora trazaron una biografía vital y literaria, apoyada sobre todo en textos de mis libros anteriores, que yo no podía esperar -entre otras cosas porque yo no conocía nada de lo que iban a hacer los que me acompañaban y cada cual hizo lo que creyó más oportuno-  y que, en cada verso citado y en cada línea escrita, me hacían revivir casi todo mi pasado. Qué ratito. Y yo allí, a su lado, sin saber cómo taparme la cara para disimular y mantener el tipo ante todos los presentes. Nadie había expuesto en público una semblanza tan bien trazada de mí como la tejieron ellos. Aunque todo estaba apoyado en versos de mis libros anteriores, creo que en ellos pudo más que nada la amistad que nos une. Y qué bien lo hicieron los amigos. Creo (estoy seguro) que todos los presentes también lo sintieron así: sus caras y sus gestos lo decían todo; la mía era todo un poema.
Y remató todo el proceso Sara, mi Sara, mi nieta del alma, con la lectura de un poema dedicado a ella, ejemplo del proceso vital, del paso del tiempo y de la llegada de nuevas generaciones. Para comérsela.
Poco podía yo añadir a lo que allí se había dicho antes. En muy breves palabras, invité a los posibles lectores a reconocerse en los versos del libro, versos en los que yo había aprendido a conocerme a mí mismo. Al fin y al cabo, esa creo que es la última misión de cualquier creación. Un par de poemas leídos por mí mismo y un breve coloquio pusieron punto final a un acto de presentación del libro Al paso de los días, que, repito, a mí me sobrepasó en la emoción, en la precisión de análisis y, sobre todo, en ese valor superior y duradero que llamamos amistad.
GRACIAS a todos, los presentes y los ausentes. Ahora ya el libro es de los lectores; a ellos les pertenece y suyas son las opiniones. Espero benevolencia y que El paso de los días sea también un poco el paso de sus días.

jueves, 23 de mayo de 2019

AGUSTÍN ZAMARRÓN



                      AGUSTÍN ZAMARRÓN
Qué hermoso es encontrarse en un recodo, como si fuera una aparición, con el buen uso de la palabra, puesta al servicio de la buena voluntad y del sentido común.
De repente, en la apertura de la nueva legislatura, resulta que sube al estrado un señor entrado en años para presidir la mesa de edad. Tal vez una de las pocas veces en las que, por imperativo legal (qué risa), se reconoce el valor de la experiencia acumulada en los años de existencia. Usa gafas y luce barbas largas y deshilachadas; todo él ofrece una figura entre académica y patriarcal. Sí, es verdad, no hay figuración ni pose, es un trasunto casi exacto de Valle-Inclán, el eximio escritor de barbas de chivo que dejó su elegancia y su profundidad literaria en aquella literatura de entresiglos.
Pero lo más importante es que también era depositario de la belleza en la palabra y en las ideas, en su manera calmada y certera de conducir a todo un rebaño de gentes que más que balar mugían y se daban golpes como los ciervos en plena berrea. Fue tan solo un ratito, lo que duró el protocolo de las votaciones para la constitución de la mesa del Parlamento. Después debió de perderse entre pasillos, como una luz que busca su rincón y allí se queda tranquilamente a ver, con la ironía en los ojos y en la mente, cómo pasan las horas y los días. Sin embargo, ya había dejado en más de uno -ojalá hubiera sido en todos- clavado el aguijón de la sorpresa y de la complacencia: ¡!Un diputado culto, calmado, amable y capaz de comprender a los demás, haciendo escala de valores con el vértice en la cordura y en la sensatez!!
Con ejemplos así, uno se siente reconfortado y vuelve a la ilusión de que aún no está todo perdido, de que aún queda un rayo de esperanza en el poder de la palabra como elemento mediador entre las personas, como vehículo que enseña que nada es absoluto y todo tiene perfiles y variantes. Qué alegría oír el uso de metáforas que no son impostadas, sino que manan solas, como manan las aguas en las fuentes, producto natural de la amplia base en que se guardan todas cuando se tiene sitio para ellas. No es posible adivinar malicia en esas formas, ni deseos de venganza ni ganas de vencer ni echar por tierra a nadie.
En estos mismos días apuramos las horas de propagandas electorales para las elecciones locales, regionales y europeas. Y qué disputas tontas, y qué ganas de colarse los goles a hurtadillas. Yo creo que estaré siempre con la oreja pendiente del que hable más suave, de quien no busque nada en contra de los otros sino a favor de todos, de quien no se complazca en ver herido al contrario sino en contemplar en pie a todos, también al adversario, y de quien asiente sus intenciones en la buena voluntad y el sentido común. Y con un ruego siempre: no alcen nunca la voz; es muy molesto. Son palabras del señor Zamarrón: “El griterío avergüenza solo a quien lo produce”. No puedo más que asentir y firmar al lado.
Y no quisiera parecer equidistante, eso nunca. Cada uno tiene sus formas, sus procedencias, sus pertenencias, sus ideales. Analícense las procedencias de estas gentes y compruébese en qué campos caen más tormentas y truenos, se oyen más voces o se escuchan los ecos del silencio. En fin, me entienden, ¿verdad? Pues ustedes mismos.

miércoles, 22 de mayo de 2019

EJEMPLOS



Cuando el pensamiento te lleva a conclusiones en las que el concepto absoluto se ausenta y no tiene trazas de aparecer, las verdades se convierten en relativas y acuden casi siempre a la comparación para establecer una escala de importancia en la que se colocan más arriba o más abajo en la jerarquía. Es algo que, como casi siempre, posee sus pros y sus contras, sus virtudes y sus vicios, sus glorias y sus miserias, sus ventajas y sus inconvenientes.
No quiero renunciar a algunos principios más generales y comunes, que nos mantienen en pie cuando vivimos en comunidad y que nos reducirían al caos si no los tuviéramos en el horizonte; pero cada día los miro con más precaución. Por eso, cada vez entiendo más la importancia de la comparación como elemento de justicia y de igualdad.
Creo que las experiencias se nos muestran a diario y que en ellas podemos comprobar si hay algo de real en lo que digo. Contaré una muy próxima.
Hace tan solo unos días viajaba hasta Ávila. Lo hago con frecuencia porque allí tengo una parte de los seres a los que más quiero. En el camino escuchaba la radio y me llegaban los testimonios de cuatro tipos de voluntarios, cada uno en un sitio, pero todos con el horizonte de ayuda a los demás. Uno había renunciado a un puesto de médico, otro ofrecía horas de su ganado descanso como jubilado, uno más andaba en África y acudía a medio mundo cada vez que tenía noticia de una catástrofe… Cuando terminaron sus intervenciones, escuché una entrevista a un hombre de mediana edad que se había educado en Harvard (la de verdad, no la del pueblo de Madrid) y que había emprendido varias empresas, todas de éxito económico. El buen hombre confesaba que había sido operado de cáncer y que tenía metástasis. Esto no le impedía tener un sentido optimista de la vida y una escala de valores en la que para él los héroes reales eran los voluntarios que se habían manifestado minutos antes.
Así se me consumió buena parte del trayecto. Y mi mente me riñó por muchas cosas, sobre todo por no saber valorar todo lo que de positivo me ha entregado la vida y los privilegios que me ha concedido. Al lado de toda esta gente -y es mucha la que actúa en este sentido- yo soy un don nadie y no tengo derecho a quejarme de casi nada. Aún sigo sintiendo que no tengo que ir pidiendo perdón por las calles y por la vida porque tengo la sensación de que mi camino no ha sido el más despejado ni el más común, pero también es verdad que no me asiste ni la más mínima razón para sacar pecho por nada y que seguramente podría ofrecer mucho más de lo que ofrezco.
Por la misma defensa de la comparación, no pienso renunciar a denunciar lo que considere injusticia para mí y para los demás. Debería hacerlo, no obstante, con precaución y con la mirada amplia, con la consideración que me ofrecen gentes como aquellas a las que escuché en mi viaje a Ávila. Ratos como ese relativizan todo e inyectan una buena dosis de serenidad y de calma en vena y en cerebro que siempre son bienvenidos.
Me vienen a la mente unos versos de una deliciosa canción de amor en la que se reparten los trabajos y distinguen muy bien unos de otros: “Él lo que tiene importancia, yo de todo lo importante”. Pues eso, lo que tiene importancia y lo realmente importante.
N.B. Por si alguien está interesado en acudir, adjunto la comunicación de la presentación de mi libro Al paso de los días. Será el viernes 24, a las ocho de la tarde en el Casino Obrero de Béjar. Estaremos rodeados de buenos amigos. Estáis invitados.

martes, 21 de mayo de 2019

ACATAR


Me esmero siempre en sugerir que, en la medida en que se pueda y se domine la historia de nuestras palabras, se parta siempre de la etimología para entender el significado exacto de cada una de ellas. Después tendremos tiempo de entender todos los añadidos que la historia particular les ha ido sumando hasta dar con el uso actual.
CATAR tiene su origen en el verbo latino catare. Todavía en los primeros vagidos del español, Mio Cid “de los sos ojos tan fuerte mientre lorando, / tornaba la cabeça y estábalos catando”. De él conservamos todavía catalejo y alguna otra palabra más. Su significado originario tiene que ver con mirar con atención, observar, descubrir. Todavía hoy, en su segunda acepción, el diccionario de la RAE lo define como “aceptar con sumisión una autoridad o unas normas legales, una orden, etc.
Mira tú por dónde, resulta que hoy nuestros padres de la patria tenían que acatar la constitución como requisito previo para que eche a andar la legislatura. Y el follón que se ha montado ha sido de taberna para abajo. ¡Y son los legisladores! Unos prometían, otros juraban, muchos acataban por imperativo legal, aquellos lo hacían por España, estos por el 1 de octubre, los de más allá por la justicia social… En fin, todo un inventario de fórmulas que parecían más bien un catálogo de ventas. Yo a ratos me divertía y a ratos me enfadaba y hasta me ponía de mal humor. Que un buen grupo de representantes intente bordear la fórmula de respeto a la constitución (y a mi entender alguno lo ha traspasado) me parece un retrato vergonzoso de cómo bajan las aguas en esta piel de toro.
De entre todas esas fórmulas extravagantes, a mí me llama la atención el hecho de que tanta gente utilice el formato de “por imperativo legal”. ¿Pero es que se puede hacer por otra razón? ¿No hay algún bachiller en humanidades que les enseñe qué es un pleonasmo? ¿Por qué enseñan tanto sus vergüenzas? Y encima lo hacen sacando pecho.
Pues claro que hay que hacerlo por imperativo legal, porque lo exige la ley que ellos mismos han aprobado y porque la ley es el elemento común que tienen que aceptar ellos y todos nosotros para que la convivencia no se venga abajo y mantenga unos mínimos. Las leyes se acatan aunque no se compartan. Para eso está el legislativo, para modificar todo aquello en lo que no se esté de acuerdo. Mientras tanto, se respetan y se acatan. Por imperativo legal, claro que sí. Después vienen las opiniones personales y hasta el sursum corda, pero las opiniones no deberían ser confundidas con lo que nos obliga a todos, que es la ley.
Así que acatan por imperativo legal. Claro, y yo tengo que declarar a Hacienda también por imperativo legal, y aguantar a muchos de ellos también por imperativo legal.
Por lo demás, si este es el ambiente que va a reinar en las Cortes en los próximos meses o años, habrá que encomendarse a 

domingo, 19 de mayo de 2019

DE VUELTA



Pues que me fui a ello y por allí anduve durante una semana larga.
Un viaje puede abarcar variables muy distintas y cada cual se puede contentar con aquellas que mejor le convengan. Para empezar, un viaje no es solo de ida, sino también de vuelta, de recuperación de lo dejado y de volver a sentir de nuevo las sensaciones que nos conforman cada día; pero es mucho más, es cambio de imágenes, es desconexión, es admiración o rechazo de otras formas de vida, es un espacio diferente, es un horario descuidado, es convertirte en una esponja abierta para dejarte empapar por otras condiciones, es…
En este caso el corte ha sido un poco más profundo porque la geografía así lo dictaba. He visitado Noruega, un país que no conocía y que posiblemente tampoco vuelva a visitar. Y puedo prometer que el espacio y el tiempo son allí diferentes. Las postales que dejan sus fiordos y sus montañas nevadas, al lado de un sinfín de lagos que se confunden con los fiordos al lado del mar, sumadas al paisaje de primavera con sus infinitas cascadas en estos días de deshielo y de las casas-granja desperdigadas a la orilla del agua, forman un espacio diferente que habrá que describir en otro formato. Algo parecido habrá que hacer con el poso de imágenes de la forma de vida, en horarios y costumbres, de sus habitantes.
Y hay otras muchas variables que se cuelgan en mi imaginación, como se cuelgan los glaciares a las montañas y se van vaciando a más velocidad de la debida.
Hoy solo quiero señalar una variable que me ha llamado la atención de forma poderosa. Nos hallábamos en Bergen, la segunda ciudad del país, con unos trescientos mil habitantes, el día de la fiesta nacional. Desde primeras horas de la mañana, y por todas las calles, se observaba todo un gentío que caminaba de un sitio para otro. La inmensa mayoría vestía el traje típico de su país y, casi sin excepción, enarbolaba alguna bandera noruega. Había niños pequeñitos con banderas en sus espaldas, ancianos y jóvenes con el mismo distintivo y gentes de toda edad celebrando su fiesta común.
A eso de media mañana, por las calles principales de la ciudad, se organizó un desfile interminable en el que participaban grupos de toda clase, en forma ordenada y con paso orgulloso. Por allí pasaron miembros de las fuerzas armadas, bomberos, marineros, asociaciones civiles de todo tipo, grupos con pancartas reivindicativas o simple grupos de amigos. Parecía que toda la ciudad estaba en la calle. Tamaña manifestación guardaba un orden perfecto y los que no desfilaban asistían al cortejo con aplausos de aprobación.
Pero es que, fuera cual fuera la condición de los desfilantes (repito que vi pancartas reivindicativas en el desfile), todos portaban en lugar bien visible alguna bandera nacional.
Me sorprendió tanto fervor patriótico, que yo no conocía. Pero tengo que confesar que sentí una envidia muy grande al ver que toda la comunidad estaba unida por algún símbolo querido por todos. Y mi imaginación me trajo a España. Y sentí sonrojo y pena por un país, este nuestro, que parece siempre sin hacer y al hostigo de los vientos de separación y de desunión. No es la primera vez que me sucede algo parecido, pero nunca lo había sufrido con tanta fuerza como ese día en Bergen. No soy un ser de demasiadas banderas, aunque no me estorban, pero repito que sentí una envidia grande por lo que aquello simbolizaba.
Para mi desgracia, me reafirmo en la idea de que, sin solucionar los asuntos territoriales, los demás elementos jurídicos y de convivencia no se arreglarán, porque son posteriores a aquellos.
A la vuelta me encuentro en la disputa de las elecciones municipales, regionales y europeas. Y me cuentan hechos y conductas que en poco favorecen la convivencia. Cachis.

jueves, 9 de mayo de 2019

COMPETIR, PERDER, GANAR, DIVERTIRSE



Vivimos en eterna competición. Parece que apenas hubiéramos adelantado un paso al resto de animales, que se preocupan de mirar hacia delante para encontrar comida y hacia atrás para ver la forma de que no los coman. Y mira que ya hemos liberado tiempo para dedicarlo a pensar un poquito y no a la lucha continua por la supervivencia.
En plena vorágine de elecciones, en las que solo apuntan vencedores y vencidos, dimisionarios y triunfadores, se van agotando las competiciones deportivas de todo tipo. Y tengo para mí que esta actividad representa casi mejor que nada la temperatura que tiene el cuerpo social.
Un ejemplo que parece darme la razón. Hay una competición de fútbol (había uno que decía “fúrbol”) llamada Champions o algo así. Resulta que el Barcelona ha sido eliminado en las semifinales (ya antes lo habían sido el Real Madrid, el Atlético de Madrid y el Sevilla) y anda media humanidad, sobre todo del Ebro hacia el oriente, con el moco caído y cantando las desgracias del fin del mundo, o al menos del diluvio universal. Para rematar la faena, el hecho ha provocado las risas, chanzas y chacotas de más de media piel de toro. Es lo que tiene andar siempre a la gresca y preocupados más por el fracaso ajeno que por el éxito propio.
Poco tengo yo que ver con el equipo de fútbol del Barcelona pues me parece (ojalá sea una apreciación disparatada e irreal) causa de muchísimos males que se producen en este país, y, en cualquier caso, creo que no me acogen bien y yo no acudo a lugares en los que no soy bien recibido. Pero es el caso que me escandalizo con lo que veo, leo y oigo acerca de lo que supone un hecho como un simple partido de fútbol. Parece que se remueven los cimientos de toda esa entidad, fuerte, por otra parte, como tal vez ninguna en España. Este equipo es campeón de liga, puede serlo de la copa y dicen que solo ha perdido un partido en toda la competición europea. ¿Pero qué más quieren estos zoquetes? Está claro que en sus cabecitas solo existe el empeño de ganar y para nada sirven las ideas de competir, de perder y, sobre todo, de divertirse. ¿Qué pensará -si es que piensa- toda esta gente de los demás equipos? Todos unos fracasados. ¿Alguien me puede rebatir que para que uno gane tiene que haber otro que pierda? ¿Pero por qué este circo romano de hincar el tridente en el cuello de los demás y de no satisfacerse ni no es con lo más alto del podio?
Recuerdo con cariño, una vez más, aquella escena final de la película Campeones en la que los discapacitados animaban a su entrenador: “¡Que hemos siso subcampeones!”. “¿No es más grande un submarino que un marino?” Pues eso, coño.
No se puede estar todo el día mirando por el rabillo del ojo a las victorias de los demás. Así solo puede suceder que caigamos en la melancolía, en la envidia malsana y en los complejos de inferioridad más evidentes. Y, por desgracia, aquí se está jugando más a esto que a otra cosa.
Vuelvo a los infinitivos del título y me quedo sobre todo con el último, que incorpora todo lo positivo que quiera imaginarme.
N.B. Como hace tan solo unos días apuntaba a la contemplación como tal vez la mejor forma de acercarme a la belleza, aparcaré por unos días estas reflexiones para hartarme de contemplar naturaleza por las latitudes más nórdicas y frescas, allí donde la luz no quiere irse en estos meses y el silencio y el agua se abrazan todo el día. Voy a ello.

miércoles, 8 de mayo de 2019

UNAS GOTAS CONDENSADAS



-¿En qué se diferencia un pueblo de una tribu? O de manera más concreta y visible, ¿qué es eso del pueblo español, o el pueblo catalán, o el pueblo vasco?

-¿Son los supermercados y centros comerciales los mejores (o los peores) centros de educación?

-La lengua más moderna: el economiqués. ¿O tal vez la más antigua?

-Se lo dije hace unos días a un amigo: Los pobres no se han comportado nunca como si fueran una secta. No pueden: son demasiados para hacerlo.

-Una línea muy endeble entre la pornografía y el erotismo: la repetición y la costumbre convierten a la primera en lo segundo.

-¿Para qué se escribe y para qué se lee, para encontrar algo externo o para encontrarse uno a sí mismo? 

lunes, 6 de mayo de 2019

CONTEMPLACIÓN



Con mucha frecuencia doy vueltas y rumio aquella idea formulada por Ortega: Yo soy yo y mis circunstancias, cada vez me atrevo más a dar un paso adelante afirmando que, en realidad, yo soy mis circunstancias. Suscribo que algo de opinión y de fuerzas le pueden quedar a uno como para modificar algo las circunstancias que conforman un presente y un acto, pero es que enseguida me observo en unas nuevas circunstancias, que me moldean y no sé si no me definen también. Bueno, algo es algo si puedo moldear el paso de una circunstancia a otra; pero confieso que no sé concretar y cada vez me veo menos protagonista de mí mismo.
El caso es que sigo con la ilusión del primer diente en lo que a aprender y a aprehender se refiere, creo que mantengo cierto grado de curiosidad, y sé que eso me mantiene vivo y activo.
Esta actividad produce ciertas cosas, como las produce en cada una de las personas. Como decía la canción de Serrat, y cada uno a lo que hay que hacer. Tú enciende el mar, tú
Me dio por pensar esta tarde cuál de todas las artes sería la más humana y la más atractiva. Y se me fue la imaginación a la pintura, a la escultura, a la música, a la literatura. Y me parecieron todas positivas, dignas y páginas hermosas del libro de la belleza. Pero terminé mirando y dejando ir la vista hacia el horizonte y hacia lo alto de la tierra y del cielo. Y descendí con ella hasta el río y el valle, hasta la geografía humana y urbana. Y me sumergí en el verde y en el amarillo esplendentes del mes de mayo. Y ya no supe qué más hacer con la mirada, salvo dejarla sola como un potrillo por los prados. Y pensé si no sería la más humana de las artes la de la contemplación.
No sé, tal vez es que sea mayo y la naturaleza es más naturaleza. Tal vez.

viernes, 3 de mayo de 2019

¿QUIÉN HA GANADO LAS ELECCIONES?



A veces siento casi literalmente el vértigo de los días, de esos días que se arremolinan y que se pegan por sacar la cresta y mantenerse en la memoria un poco más de tiempo y apenas lo consiguen pues son pisados por la losa general del tiempo, que apenas sabe de medidas ni de escalas.
Se me ha ido una semana de entre las manos sin poner los dedos en las teclas, atendiendo a otras cosas que también son pasto del tiempo.
Desde el domingo pasado parece que se ha creado el mundo y se ha celebrado el juicio final, con su apocalipsis incluido, dos o tres veces. Se celebraron elecciones y ya se han analizado los resultados con caídas en tierra y brazos levantados por todas partes. Y ya, ahí, a la vuelta de la esquina, otros nuevos comicios para dentro tan solo de tres semanas. A mí, además, en el nivel personal, me han sucedido otro manojo de acontecimientos, que me guardo, pero que me dan aún mejor la medida de ese paso del tiempo.
Como me interesa la cosa pública -y la res pública, o sea, la república-, echaré otra vez mi cuarto a espadas, ese cuarto a espadas que tan solo me sirve para matar el gusanillo y para repasar de vez en cuando.
No tengo nada claro que el panorama se haya clarificado. Es evidente que el PSOE ha ganado y que el PP se ha golpeado contra el suelo. Como mis ideas son las que son, no debería negar que esto me alegra (quiero decir lo del PSOE), pero sin echar las campanas al vuelo y sin regodearse, porque a mí no me gusta ninguna derrota en nadie ni me complacen los descalabros ni hacer leña del árbol caído. Es verdad que, con la deriva que habían tomado las cosas (corrupciones, manifestaciones…), esto es lo menos que pide la lógica que suceda. Pero creo que hay mucho más.
En el nuevo Parlamento vamos a tener grupos parlamentarios para dar y tomar. No sé muy bien cómo se va a manejar todo esto y si no se convertirá en un fárrago de intervenciones. Los pactos van a estar a la orden del día, pero con el mismo peligro que acabo de apuntar; y todo tiene bondad o maldad según el límite que pongamos a las cosas y el uso que hagamos de todo ello.
Hay algo, desde mi observación, que posee mayor alcance. Se trata de los resultados que los partidos de derecha no nacionalista han alcanzado en el País Vasco y en Cataluña; prácticamente han desaparecido y su lugar lo han ocupado los partidos similares nacionalistas e independentistas. ¿Cómo se puede articular así un territorio? ¿A quién hay que meterle en la cabeza que, sin un territorio articulado y definido, no hay forma de pensar en ninguna articulación legal estable y permanente? Poco importa la que sea, pero repito: SIN UNA ARTICULACIÓN TERRITORIAL, NO HAY MANERA DE ESTABLECER UN CÓDIGO LEGAL COMÚN. EL ASUNTO TERRITORIAL ES PREVIO. ¿Es tan difícil de entender esto? Lo que de ahí se deduce, si tuviera razón, es una lluvia de conflictos, de enfados, de divisiones y hasta de odios entre territorios. El panorama general es el de un país fallido y aspirante siempre a un desafío continuo.
¿Qué podemos hacer para matarnos a abrazos y a aspiraciones comunes en lugar de buscar siempre la diferencia y la desigualdad, el esto para mí y lo de los demás que se lo busquen ellos?
De todas las historias de la Historia…
Me complace que la mayoría de votos apunte hacia lo que considero progreso y menos desigualdad, claro. Me disgusta lo que veo cuando levanto la vista y miro el campo, que más que un mar de trigos bailando al viento me parece un mar con escuadras dispuestas para no sé qué clase de batallas.
Será tal vez mi estado anímico. Será eso.