viernes, 30 de marzo de 2018

DE LA PASIÓN SEGÚN SAN MATEO



DE LA PASIÓN SEGÚN SAN MATEO

Di si eres tú el Mesías”, te conjuro,
“el hijo de Dios vivo”.
 “Tú lo has dicho.
Y me veréis sentado, venir sobre las nubes,
a la diestra del Padre”, respondiste.
“Ha blasfemado”, contestó el pontífice.
Y al momento rasgó sus vestiduras.
Después, ante Pilatos, nuevo pleito:
“¿Eres tú acaso el rey de los judíos?”.
“Tú lo dices”. Y al punto fue juzgado.

Hijo de Dios y rey de los judíos,
causa civil y causa religiosa,
jurado popular y una condena
de grito y de rigor del populacho:
“Crucifícalo, cáiganos su sangre
a nosotros y a todos nuestros hijos”.
Sobre la cruz, el texto de tu causa:
Este es Jesús, el rey de los judíos”.

Mesías y rey fueron los atributos
que adornaron la cruz del nazareno.

Pero solo dijiste “Tú lo has dicho”,
dejándonos la duda, el desconcierto
de dar exactitud a estas palabras.
Lo demás fue dolor, burla y tinieblas:
Eli, Eli, lemma sebaqtani”.
Y duelo y sepultura y abandono.

Y al tercer día la Pascua y la alegría,
el sentido final de todo aquello,
si es que tuvo esta historia algún sentido.

COCINANDO UNAS TORRIJAS


         
COCINANDO UNAS TORRIJAS

Con los trozos de pan que están de sobra,
un batido de huevo en mucha leche
que esponja y da calor cuando se hierve,
azúcar y canela se conforman.

Un ratito en el fuego y ya recobra
el pobre pan esa ternura endeble
que anima con pasión a hincarle el diente,
cual manjar que a los labios enamora.

Aquel humilde pan hecho torrijas
sacia ahora cualquier gusto y sacia el hambre
de todo el que a gustarlas se aproxima.

Las canta la cuaresma y todos saben
que no hay Pascua sin ellas, ni alegría.
!Honor a las torrijas, salve, salve!

miércoles, 28 de marzo de 2018

INVITACIÓN URGENTE PARA EL CANTO



INVITACIÓN URGENTE PARA EL CANTO

Pantalla en fondo blanco. Luz de marzo.
Un murmullo me ronda en la cabeza.
Es susurro que aún no sabe decir,
infante, indefinido, párvulo, confuso,
vacío y sin presencia de palabras.
Poco a poco, se asienta, se concreta
y va tomando forma. En el silencio
me brotan de los dedos las palabras,
suben y bajan lentas de las manos
a la masa esponjosa de mi mente.
Hay rumores del agua en el abismo
y el sol hace brotar vigor y vida
en forma de feliz naturaleza.

Ordeno este mensaje, que te mando
urgente y con acuse de recibo
-ya ves que son imágenes tan solo
que forman un paisaje por fin nuevo-
para que sepas que tan solo aspiro
a una brisa suave que me encienda
para llegar a ti libre y vacío,
preparado y dispuesto para el canto.

Esta tarde de marzo está pidiendo
que la cantemos juntos. No te niegues
a hacer sonar tu canto con mi canto.

martes, 27 de marzo de 2018

PASIÓN, COMPASIÓN Y VIDA



Cada año, cuando llega la Semana Santa, suelo enfrentarme con la idea y el pensamiento que expliquen su arraigo y desarrollo en esta sociedad en la que vivo. Me refiero a la idea central, a esa que forma núcleo y de la cual derivan todas las realizaciones particulares. La primavera rompe e invita a celebrarlo; la iglesia superpone la fiesta religiosa de la salvación y la vida a la fiesta pagana, siempre anterior y con el mismo sentido, aunque con distinto vértice y dios. Todo eso es cierto, pero no me satisface del todo.
En la Semana Santa hay, antes que nada, días de pasión y de dolor, de sufrimiento y de muerte, de exhibición por las calles de esas figuras de la angustia, del reconocimiento común de ese dolor y de esa redención, de regodeo en la imagen sometida… Y, en ese ambiente general, se sitúa la individualidad del penitente que procesiona. Después vienen los ambientes, los perfumes, el incienso, el azahar, los capuchones, los silencios, las “levantás”, las músicas, el olor a cera, las oraciones, las saetas, las penitencias, las exageraciones de todo tipo…
¿Qué idea puede recoger en su seno todas estas realizaciones y muestras tan diversas?
No tengo, por supuesto, la respuesta. Si acaso alguna aproximación. Y con ella tengo que quedarme, rumiándola año tras año, sin conseguir dar con la explicación última.
Y cribo y cribo en el cedazo de mi mente, y terminan quedándome dos conceptos. Son estos: compasión y miedo.
La primera palabra engloba esa idea preciosa de compartir el dolor y el padecimiento: cum patere. Por eso en Semana Santa la presencia del Cristo padeciendo siempre, en cruz, camino del calvario, atado o en otra postura cualquiera. Y por eso también la figura de la madre y de los discípulos en situación negativa. Los acompañamientos tal vez sean de compartir ese dolor y acaso de pedir perdón por no se sabe qué culpa. La pasión, así, se hace plural y compartida, se hace com-pasión. Y poco importa que sea compasión bulliciosa o silenciosa, según costumbres y lugares.
El otro concepto es el del miedo. El ser humano no se ha despegado nunca de la búsqueda del infinito ni de la creencia del ser poderoso. Por eso siempre los dioses, y siempre en una existencia misteriosa e indefinida. Las religiones del Libro comparten, con la idea del amor, la presencia del castigo para los pecados. Y la reacción siempre tiene en cuenta una buena dosis de miedo y de precaución. Cuando se mezcla la presencia en imagen de un ser salvador con la inseguridad del futuro personal y colectivo, el resultado es el que se puede ver procesionar. Después ya aparecen las situaciones particulares y las costumbres locales.
Menos mal que, al fin, en el imaginario se impone la luz, se alza la victoria, se proclama la salvación en la Pascua. Y, en la realidad, la propensión al sol y a la temperatura que hacen posible la vida; la vida en la naturaleza y la vida en la salvación religiosa. El dolor sin la victoria de la vida no tiene sentido; el invierno sin la primavera sería la nada; la Semana Santa sin la Pascua de Resurrección dejaría a los creyentes sin asidero.
Otra vez el ciclo en marcha, como cada año, como lo manda la naturaleza y lo acomoda la costumbre religiosa. Pues eso, que viva la vida, la general de la naturaleza y la de los creyentes.

lunes, 26 de marzo de 2018

RAZÓN MORAL Y RAZÓN TÉCNICA



El sintagma doble se lo robo a Adela Cortina, mujer lista donde las haya que a mí me ha enseñado mucho. La usa, siempre que habla de ética, para reconocer la supremacía de la razón moral sobre la razón técnica y para avisarnos de los peligros que acechan cuando se olvida esa razón moral y se vive al dictado de la razón técnica.
Me parece que tiene mucha razón, aunque no veo muy fácil la concreción de esa idea. En el mundo en que vivimos, la razón técnica domina todo. O parece hacerlo. Cuando, por ejemplo, a un empleado de la City londinense se le pregunta por su valoración de la ética y la moral, suele dibujar una mueca y esbozar una sonrisa que dicen como un tratado completo. La moral y la ética son conceptos que viven en otro sitio, pero no en las manzanas y oficinas en las que se doman el presente y el futuro de la técnica y de las finanzas.
Y, sin embargo, sin razón moral, el futuro es un caos y el presente un turbión de despropósitos. Siendo así que ajustar una moral de mínimos que alcance en obligación legal a todos los seres humanos resulta muy complicado -por la variedad de seres y las múltiples escalas de valores-, ¿cómo obrar para dar cuerpo y existencia a esa moral imprescindible? ¿Será por el lado de las mayorías en votaciones democráticas? Como los elementos morales no formen parte y sean la base de los programas políticos y estos se ocupen solo de números y asuntos económicos, no se ve claro cuál puede ser el resultado. Mucho menos se hará si no alcanzamos siquiera esos mínimos comunes y universales. ¡Qué caos y qué suma de injusticias se adivina así! ¡Pero es lo que se oye decir! ¿Qué significa, por ejemplo, aquello de que “todo lo que no son cuentas son cuentos”?
¿Por dónde transitar, entonces? La razón técnica es imprescindible. La razón moral resulta asimismo irrenunciable. ¿Qué hacer en esa encrucijada? La propia Adela Cortina apunta hacia algo que tal vez no resuelva del todo este enredo, pero que al menos anuncia un camino por el que transitar con ilusión. Se trata de entender que la supremacía la tiene la razón moral. Si se quiere decir de otra manera más sencilla, todo lo que se apunte en el discurrir técnico tiene que apuntar a la satisfacción del ser humano como tal ser humano, es decir, respetando y estimulando su naturaleza humana y satisfaciendo su pertenencia a una comunidad de seres humanos. Otra vez el recuerdo del maestro Antonio Machado: “Por mucho que valga un hombre, nunca tendrá valor más alto que el valor de ser hombre.”
Nadie conoce el futuro, pero la revolución técnica nos apunta caminos, y, en ellos, la persona como tal parece que se aparta del proceso productivo, con la cantidad de incógnitas que ello anuncia. Si no conocemos el futuro, sí deberíamos tener claro al menos hacia dónde hay que apuntar con la revolución tecnológica. Al final del camino debería seguir estando el ser humano, la persona, con sus debilidades y con sus virtudes. Si no sucede esto, acaso esta nueva revolución tecnológica nos lleve al despeñadero y nos haga pagar un precio aún más caro que el de las anteriores. Y estas ya se cobraron un botín demasiado doloroso para el ser humano.

viernes, 23 de marzo de 2018

ME DUELE LA JUSTICIA JUSTICIERA



ME DUELE LA JUSTICIA JUSTICIERA

Me invade un general desasosiego
y no logro calmar mi nerviosismo,
que hace trizas la calma en la que habito,
rumiando las noticias que ahora leo.

Me duele la justicia, en la que creo,
cuando aplica unas leyes que, adivino,
nos llevan al absurdo y al abismo
atizando las penas con su fuego.

Justicia sí, pero justicia entera,
con muchas menos leyes, más ternura,
más amistad real y verdadera.

Hay que ganar el juicio con la hartura
de bondad, de perdón: esa sentencia
será siempre el remedio que más cura.

jueves, 22 de marzo de 2018

MASCOTA PARA UN DÍA



MASCOTA PARA UN DÍA

Si tengo que elegir una mascota
que acompañe mis pasos todo un día,
me quedo con el can: su compañía                                                           
me da seguridad y me conforta.

Nada que ver con gatos: alborotan
la casa con maullidos y no cuidan         
ni siquiera los platos: la comida
la esparcen por el suelo a todas horas.

De las demás mascotas no hago cuento:
necesitan tener todas las razas
un cuidado especial, perder el tiempo
    
en lindezas e higienes que me cansan;
y, en fin, todas requieren mucho empeño.
Yo no tengo paciencia para nada.

miércoles, 21 de marzo de 2018

DÍA MUNDIAL DE LA POESÍA



Cada día trae su afán y cada fecha su significado, Hoy, por ejemplo, se acumulan dos recordatorios: el día del síndrome de Down y el día mundial de la poesía. Los dos me dejan huella en la retina, aunque es el de la poesía el que más me ha ocupado y me sigue ocupando.
He dicho varias veces que tengo la impresión de haber llegado tarde a todas partes; también a la poesía. Mis circunstancias personales y familiares lo explican perfectamente. Yo bien lo sé aunque no voy a dar detalles. Tampoco tengo ganas de quejarme: las cosas simplemente son, y, sobre todo, han sido: no hay que darles más vueltas.
Sí tengo que decir que, cuando la poesía se dignó a visitarme, lo hizo con maleta y traslado de casa pues ya no me ha abandonado nunca. Primero fue lectura y después, en torrente, la escritura. De diversas maneras, pero creo que siempre tratando de buscar un paso más allá de la expresión formal, un acercamiento a la expresión hermosa de una idea, que me sirviera a mí de reflexión y hasta de propósito, y a los demás de toque de atención y de belleza. Tal vez por este orden aunque no lo tengo del todo seguro.
Como la trayectoria, a pesar de todo, es intensa y extensa, hay idas y venidas, tendencias que se agotan, ideas que se repiten machaconas en todo este trayecto.
Tampoco aspiro a descubrir el mundo; si acaso a presentir el mío, que no es poco. Por ello, en lo que a temas se refiere, me acojo a la palabra de Miguel Hernández: “Llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida”. Y a la sentencia de don Antonio Machado: Poesía, palabra en el tiempo” ¿Se puede escribir de alguna otra cosa?
Y en lo que a estilos y formas se refiere, elijo a Juan Ramón (con bastantes notas al margen) cuando declara:
Vino, primero pura,
vestida de inocencia;
y la amé como un niño.
Luego se fue vistiendo
de no sé qué ropajes;
y la fui odiando sin saberlo.
Llegó a ser una reina
fastuosa de tesoros…
¡Qué iracundia de hiel y sin sentido!
Mas se fue desnudando
y yo le sonreía.
Se quedó con la túnica
de su inocencia antigua.
Creí de nuevo en ella.
Y se quitó la túnica
y apareció desnuda toda.
¡Oh pasión de mi vida, poesía
desnuda, mía para siempre!
   En ello andamos y en ello seguiremos. Sin más, pero sin menos.

martes, 20 de marzo de 2018

ALGO MÁS DE ROMA: GLADIADORES



Andamos ya en puertas de Semana Santa y este maldito invierno no se va de nosotros ni a palos. Todavía esta tarde caen copos de nieve y esta mañana he paseado bajo un paraguas para resguardarme de la nevada. La naturaleza tiene sus leyes y hay que respetarla o simplemente dejarla hacer pues poco nos va a hacer caso. A ver si hay suerte y se calma para la semana que viene. Será entonces la explosión coincidente de la primavera y del auténtico significado de la resurrección.
Por estos pagos todo se irá en procesiones y en huidas a la naturaleza y a las playas. Y en la tele, las películas de Hollywood  que han marcado la visualización de todo el mundo sagrado. En Roma, en el centro del asunto religioso, habrá ceremonias y viacrucis litúrgicos.
El viacrucis más conocido se desarrolla en los mismos lugares en los que hace dos mil años se desarrollaba una buena parte de los festejos paganos del imperio. Y allí luchaban los gladiadores, los de la espada, que eso es lo que significa gladium. Resulta cuando menos esclarecedor comparar ambos mundos en el Coliseo, el de los gladiadores y el del Papa con la cruz a cuestas.
Para el simbolismo y el valor del viacrucis moderno, hay muy buenas fuentes de explicación y no quiero sembrar en campo ajeno.
Me paro simplemente a contemplar el espectáculo del circo y de todos los que en él intervenían: el emperador y su familia en ostentación, los senadores (los pudientes y los financiadores de festejos), el público vociferante, los animales hambrientos, los soldados y la gente del orden… y los gladiadores. Todo un mundo de exaltación de la fuerza y de la sangre, de la animalidad y del instinto, de la demagogia más barata y populista… Toda una representación sociológica de aquel mundo capitalino, ombligo real del imperio.
El mundo de los gladiadores, en todas sus versiones, que eran muchas, era un poco más complejo que el que el cine, también del imperio, nos ha ofrecido: sus orígenes geográficos, su preparación, su carrera, su posible liberación, su atractivo personal como capricho de ellos y de ellas, sus esfuerzos por sobrevivir, sus defensas y armas, sus pensamientos y todas sus historias personales.
Me quedo unos momentos contemplando la lucha con las fieras o entre ellos mismos y oigo a los espectadores vociferando para alentar al luchador o para denigrarlo cuando era vencido. Y veo al gladiador mirando hacia el tendido y murmurando palabras contra toda la parentela del emperador y de todos los asistentes, comiéndose las palabras o hasta incitándolos a bajar a la arena . Por cierto que no está nada claro que el dedo hacia abajo signifique condena y hacia arriba salvación, sino todo lo contrario. Pero esto y mucho más es otra imposición del imperio del cine.
Qué contraste en el Coliseo de Roma ahora y hace dos mil años.
Hoy los gladiadores han cambiado de escenario y se han ido a los campos de fútbol. En ellos también los espectadores vociferan, insultan y despellejan a alguno de los nuevos gladiadores. A los suyos también si se tercia. No sé si estos gladiadores más de una vez no se vuelven también hacia las gradas y al menos musitan palabras que es mejor no repetir.
Son gladiadores todos, pero a estos de hoy quería yo verlos frente a los leones hambrientos. No sé si no correrían raudos camino de los vestuarios.   

lunes, 19 de marzo de 2018

BUENOS DÍAS, PRIMAVERA



Escribo estas palabras en la última tarde del invierno astronómico, con sol que mezcla sus rayos con las nubes y deja un claroscuro en mi terraza. Estoy hasta allí arriba del invierno, de este invierno casi eterno, desconocido o al menos olvidado, que, desde su inicio, allá por el fin de año, apenas si ha dado tregua a la tranquilidad y al sol. Deseo fervientemente el anticiclón y la serenidad, el sol y la tibieza en la temperatura; con ellos llegará la explosión de la primavera. Este año se hace de rogar y no asoma por ningún lado.
La casualidad me ha llevado al repaso del calendario romano y a los nombres que reciben sus meses. Con razón no tenían nombres específicos los meses de invierno. No existían realmente porque en ellos la vida se detenía perezosa, como los osos, hasta su desperezamiento y su vitalidad. La  guerra se paraba en invierno y la agricultura se ponía en pie en marzo, y este mes era el que realmente abría las puertas del año. Y así Martius (marzo), para invocar a Marte y preparar la guerra; aprilis (abril), de aperire, o apertura de la floración; maius (mayo), de la pléyade Maia; junius (junio), para la diosa Juno, la esposa del dios de dioses: Júpiter. Y nada más; ya estaba en marcha la cosecha y estaba en todo su esplendor la vida. Lo demás era sencillamente dejarse llevar hasta el agotamiento. Y vuelta a empezar. Por eso, los otros meses sencillamente se numeraban: quintilis (quinto); sextilis (sexto); september (séptimo o septiembre); october (octavo u octubre); november (noveno o november); y december (décimo o diciembre).
Qué sosostes estos latinos romanos; casi solo números, con todo lo que hay por vivir en esos meses.
Sobre algo tan poco imaginativo y tan numeral, se impuso la vanidad y ese deseo de dejar huella en los tiempos futuros. Y esto, o se hace desde la creación brillante, o se hace desde el ordeno y mando. Así lo entendió Julio César, el de las Galias y aquel del alea iacta est, que no se anduvo con chiquitas e impuso su nombre al mes quintilis para denominarlo Julio. Hala, así, de una vez, y a callar. Algo más de imaginación le echó en el nombre de enero, ese mes de doble cara, una mirando al año anterior y otra anunciando el venidero. Por eso lo de Ianuarius, lo de Jano, el dios de doble cara. Y, de la misma manera, Februarius (febrero) en recuerdo de ciertos ritos de purificación (februalia).
Para completar la fiesta, el emperador Augusto se apropió de otro mes, Augustus (agosto). A ver quién le tosía al emperador divinizado.
Lo extraño es que ningún otro potentado se haya apoderado de los meses que quedan vacantes y que solo responden a los fríos números. Seguro que intenciones no le habrán faltado a más de uno. Que la vanidad es la vanidad y cabeza locas las hay por todas partes.
El caso es que esta tarde es una mezcla de invierno y primavera, de querer y no poder, de ecos pero no ruidos, de primavera que asoma pero se esconde del frío, de días que se van y que no vuelven, de vida desigual y a trompicones, de nieve, agua y sol todos a una, de extraño calendario en mi retina.
Buenas noches, primavera; bienvenida, si es que llegas; que la vida ya te aguarda y estamos todos en vela. Vamos.

viernes, 16 de marzo de 2018

BASURALEZA



Con frecuencia me quejo del uso de palabras, innecesarias de todo punto, que introducen las personas que habitan los micrófonos y que ponen escaso cuidado en el instrumento que usan para la comunicación. Siempre hay que asegurar algo evidente: la lengua es un ser vivo que se renueva cada día, que pierde y que gana en vocabulario y que añade o suprime acepciones según la sociedad le va marcando el paso. En definitiva, está al servicio de la comunicación. La queja viene no del cambio sino de los que cambian y lo hacen sin ninguna conciencia de lo que están haciendo, y tal vez con escasa preparación para dar lecciones a nadie.
Para esos cambios serenos y sensatos, la lengua posee numerosos mecanismos y va saliendo a flote como puede. Y siempre puede, pues no es más que el reflejo de la sociedad que la crea, la usa o la olvida.
Hoy me entero de la creación de un neologismo que me parece del todo acertado. Se trata del término basuraleza, acrónimo, como se puede ver, de estos dos vocablos originales: basura y naturaleza. Casi nada. Enhorabuena. Bien traído. Mis aplausos.
Aunque la realidad que intenta nombrar es antigua, la importancia y el volumen actual la hace más evidente y dolorosa; por eso está justificado el neologismo. Hay basura por todas partes y la naturaleza se resiente del abuso que hacemos con los restos de todo tipo.
Las variantes y la amplitud en los tipos de basura terminan por ser inabarcables. Cada uno puede visualizar aquellos que le sean más cercanos y próximos: pipas, cigarrillos,  contenedores, residuos de perros por las calles, restos de plásticos en el campo, contaminaciones varias, fondos marinos, ríos sucios y grises, latas de conserva o de bebidas, residuos orgánicos donde no deben… Y así hasta el hartazgo.
Suelo pasear a diario y cada vez me siento un poco más ligado a las sensaciones que me aporta la naturaleza; sin armonía con ella no sé cómo se puede sobrellevar una vida digna. Los fines de semana alargo con mis amigos el paseo por estos alrededores privilegiados y por esta lujuria de paisaje que la naturaleza nos ha regalado. Creo que ponemos buen cuidado en no molestar al contexto natural. La naturaleza es nuestra compañera y nuestra amiga; en ella yo me siento más yo mismo y entiendo algo mejor los conceptos de tiempo y de espacio, la pequeñez en la que me muevo y la grandeza de los elementos que en ella me están siempre esperando, la diferencia entre el tiempo biológico y el discurrir geológico, y tantas otras cosas. 
En este pequeño planeta en el que cada día nos asentamos más seres humanos, no queda mucho sitio para hacer de nosotros lo que nos venga en gana; nos jugamos demasiado, incluso la misma supervivencia. No hay que tomarlo a broma; esto es muy serio.
Hay que volver a una naturaleza privada de basuras, mentales y físicas, orgánicas e inorgánicas. Tal vez así, este hermoso neologismo (basuraleza) vuelva a su ser primero, al rincón del olvido, porque no haya realidad que necesite ese nombre, porque haya perdido su trabajo y su razón de ser. Ojalá. No pintan buenos tiempos para ello. Veremos.

jueves, 15 de marzo de 2018

DESDIBUJAR EL TIEMPO



DESDIBUJAR EL TIEMPO

No es fácil despojarse de la historia
-ni siquiera tal vez sea lo mejor-,
desvincular las noches de los días,
o entender que las cosas no suceden
porque otras las empujan a que sean.

Es hermoso nacer cada mañana
para vivir el día como nuevo,
negar todo lo antiguo y olvidarse
de que existió tal vez,
pensar que no hay historia
que dure más que duran los sucesos
mientras están pasando,
y no dar fundamento
a lo que al día siguiente nos espera.

Porque será otro día y es posible
que venga cuando el tiempo esté dormido
y acaso nos sorprenda
con algo más de luz y de pasión,
esa fuerza tan viva,
que no sabe de tiempo ni razón.

miércoles, 14 de marzo de 2018

MIRANDO UNAS ESQUELAS



MIRANDO UNAS ESQUELAS

Me asaltan en la calle dos esquelas
que anuncian dos entierros este día
y miro de reojo la noticia
que ha dejado la muerte en cartelera.

Y no son dos edades cualesquiera
las de los dos que huyeron de la vida:
son iguales las suyas y la mía,
como si yo de muerto me vistiera.

 Ostras, Pedrín, me digo, si mañana
vieran mi nombre escrito en la pared,
tal vez todos dirían: esa cara

estaba ayer mirando aquí también.
Decidí darle alas a mi marcha
pensando en lo fugaz que es el placer.


lunes, 12 de marzo de 2018

BÉJAR EN POSITIVO



Recojo del buzón una octavilla que envía el ayuntamiento de Béjar a todos los vecinos. En ella se describe un decálogo de peticiones encaminadas todas ellas a cambiar el ánimo de los ciudadanos respecto de su ciudad.
Me parce una buena idea, muy incompleta, pero buena como intención. Las diez peticiones abarcan desde la idea general de actitud positiva respecto a la imagen que podemos y debemos tener de nuestra ciudad hasta recomendaciones de usos y costumbres más específicos: “basura”, “papeleras”, “mascotas”…
Creo, además, que está bien confeccionada la octavilla, pues parte de una idea general (“Vive tu ciudad, valora tu ciudad, quiere tu ciudad”), sigue con imágenes particulares, y se abrocha con otra imagen general (“Siéntete orgulloso de tu ciudad: universidad, muralla, corpus, plaza de toros, teatro, estación de esquí, Castañar, vía verde”).
No es probable que solo estas indicaciones cambien el ánimo de las gentes de esta estrecha ciudad, que envejece y se hace más pequeña en habitantes y, sobre todo, en perspectivas de futuro. Pero es labor del ayuntamiento animar a sus vecinos para cambiar la cara y ponerla en la sonrisa, para que la gente se mire y no se vea triste y desesperanzada.
Abundan las imágenes y los comentarios que en poco o en nada contribuyen a levantar el ánimo. Lo malo es que son reales, que los cierres de negocios son constantes, que la soledad en la calle Mayor no es inventada y que la marcha y el goteo de familias que ensayan su vida en otros lugares son continuos.
Enmascarar la realidad puede ayudarnos a no ver lástimas por un rato, pero no podemos engañarnos durante todo el tiempo, y de una crisis no se sale sin empezar por la consciencia de que uno se halla en tal crisis. Quedarse en el lamento continuo tampoco resuelve demasiadas cosas. ¿Dónde están los límites? ¿Cuál es la dosis adecuada de optimismo y de realismo? No es fácil conjugar las dos realidades; ambas son necesarias y hay que cultivarlas en igual grado. Los más optimistas tildarán a los más realistas de pesimistas exagerados, y los más realistas pondrán a los más optimistas la etiqueta de ilusos (y, para este caso concreto, de bejarauis).
Béjar cuenta con organismos que tienen tradición y práctica en encauzar industrias y dificultades sociales, tiene también cualidades naturales muy positivas, en ella viven gentes con capacidad para establecer pronósticos razonables y muchas otras con capacidad creativa muy por encima de lo que se puede encontrar en otros sitios.
Parece que falta encauzar todas estas energías y darles forma positiva para que esta ciudad vuelva a ser pujante y atractiva. A cada uno le corresponde un trocito de ese empuje, desde su situación y capacidad particulares. Y al ayuntamiento le toca dar sentido a todas esas fuerzas sociales que andan por ahí desperdigadas; o, por lo menos, no ponerles dificultades ni impedimentos.
La ciudad es de los ciudadanos; no es ni de su alcalde, ni de ningún equipo de gobierno u oposición. Y la levantaremos todos o se caerá con todos dentro. Porque vive la tribu entera, educa la tribu, convive la tribu y prospera o decae la tribu.
Cada uno desde el lugar que le corresponda y con las energías y conocimientos que posea. Hay cosas, sin embargo, que podemos hacer todos sin excepción. Algunas están en el decálogo que nos envían, son de uso diario y expresan el grado de educación y de civismo de la ciudad. Y eso, aunque se enfaden los que están en paro o poseen más dificultades para llegar a fin de mes, también es riqueza. Y de la mejor y más duradera.

domingo, 11 de marzo de 2018

!EH, TORO!



Marzo ventoso y domingo lluvioso. Repaso la prensa y me aburro con la matraca de la cosa catalana, ese martilleo que no para. Paso páginas y me asalta la imagen de una plaza de toros con los tendidos a rebosar. Parece que la temporada taurina está ya dibujándose en esta piel de toro que es España. Salvo la tradición de los toros en mi pueblo (no voy pero estoy al tanto), no hago caso de todo este mundillo y ando a la luna de Valencia en sus detalles.
Pero me ofende el título de un artículo de opinión: ”Clamoroso ridículo de las figuras en San Isidro 2018”. Y, por si fuera poco, este subtítulo: “Los diestros consagrados huyen vergonzosamente…”.
Aunque ando en otros mundos que no son los taurinos, he dedicado horas a conocer los registros lingüísticos en los que se expresan los que confeccionan crónicas de este asunto tan especial y tan controvertido. Supongo que, a medida que la afición a los toros vaya disminuyendo -y yo creo que lo hará pronto-, tal vez ese tono hiperbólico rebajará sus dosis de exageración. O acaso dé entonces sus últimos estertores y mugidos. El caso es que hoy día se mantiene en el grito y la discordancia, en el límite entre el insulto y el desprecio, en la hinchazón retórica y el enfado.
Me permito copiar algunas muestras, todas ellas tomadas de esta crónica: “Paja en el ojo ajeno, viga en el propio”; “su manifiesta irresponsabilidad (de los toreros), su desaforado egoísmo”; “no se les caiga la cara de vergüenza”; “huyen despavoridos”; “bochorno total, todas las figuras han quedado descalificadas”; “torear para hacer caja”; “tomadura de pelo”; “la tauromaquia del siglo XXI, tan desprestigiada, perseguida y denostada, está necesitada de líderes heroicos y no de cobardes que solo se ponen flamencos ante animales enfermos de nobleza, falta de casta e invalidez”; “batallón de los cobardes”; “(La feria)Larga, muy larga, carente de interés, insípida, con muchos carteles infumables, con otros soporíferos, sin un gesto, ni una gesta, ni un atisbo de innovación, vacía de sorpresa…”; “(Para los empresarios) ¿Que no es posible otra feria, señor empresario? Pues si no lo es, es que usted es muy malo o no manda ni en su casa”.
Y juro que no agoto los ejemplos.
Pero, ¿qué tono es este? Relájense, por favor. Me parece que, por desgracia, este tipo de crónicas no hace nada distinto de aquellas otras que, en otros campos de la realidad, necesitan el grito y el berreo para hacerse notar. ¿Qué mundo es el que las genera y el que las recibe y acepta como naturales ¿Me asusta intentar dibujarlo e imaginarlo. Esta costumbre de los toros es ancestral y no se puede suprimir de un plumazo. Pero justificarla, atizarla, exagerarla, someterla a un estrés verbal como el de este artículo de opinión, que más bien parece una declaración de guerra, no sé en qué puede contribuir al razonamiento y a la opinión serena y fundada.
El mundo de los toros necesita sangre y peligro, es el circo moderno con sus gladiadores y sus leones cornudos; su traslación verbal parece que también. Si no se mantiene ese tono, todo se viene abajo y los palos del sombrajo se caen y se hacen nada.
Es el mundo del toro, pero lo es también el de los deportes, el de la música o el de la manera de cocinar. Todo anda subido de tono y excitado. Los cronistas y presentadores necesitan reñir y despreciar a los concursantes antes de proclamarlos héroes absolutos.
Por favor no molesten y déjenme en la calma y el sosiego, que yo no he hecho nada para que me den voces ni me asusten con tanta tontería y tanto ruido.

viernes, 9 de marzo de 2018

DE HISTORIAS DE SANTOS



DE HISTORIAS DE SANTOS

Le rezaban novenas a aquel santo
de aspecto misterioso. Sus plegarias
eran siempre atendidas y la fama
de santo milagrero se extendía
por toda la provincia. Ningún año
faltó la procesión con la figura
subida en la peana y con los fieles
cantando a viva voz sus excelencias.

Era santo especial, de nuevo cuño,
emprendedor y osado en la apertura
de nuevas líneas para su negocio.
Se había especializado en los milagros
que acarrean destrucción y causan daño:
estropear cosechas, dar más fuerza
a cualquier mal de ojo o, en verano,
descargar aguaceros en las calles.
Tampoco despreciaba un accidente,
ni una pérdida extraña de dinero,
o incluso echar al suelo algún tejado
completamente nuevo: (Todo vale
si aporta beneficios al convento).

Era toda una máquina sin pausa
en la fabricación de los milagros.
Hasta los demás santos, desde el cielo,
venían a contemplar tales prodigios,
y se volvían coléricos, celosos
de ese poder mistérico del santo.

Menuda competencia, se decían,
así no hay quien prospere en el oficio
de dar gusto y placer al respetable.

jueves, 8 de marzo de 2018

YO TAMBIÉN SOY MACHISTA



¿Cómo no decir algo en este día, en el que todos andan arreglando el mundo por las calles? Algo habrá que decir que venga al caso. Me gusta mucho más darle reposo y definirme después de la tormenta, pero hoy me salto todo y me dejo llevar por el bullicio.
Hace no más de tres semanas ya dejé algunas notas generales. Hoy diré alguna más mirándome a mí mismo y a mis cosas, a mi círculo próximo, que es el que más me importa porque sobre él puedo ejercer más fuerza.
Antes solo una frase de tipo general. Hay más de mil razones para ponerse en huelga (de la forma que sea, incluso trabajando) si consideramos la historia desde el punto de vista femenino. Y el camino que resta es aún muy largo. Menos claro lo tengo cuando de concretar los pasos se trata. Incluso a veces pienso que hay maneras de plantear las cosas que hacen flaco favor a aquello que tan evidente es como principio.
Pero hoy quiero mirar hacia mí mismo. Y he de reconocer que soy machista, sin precisar el grado en demasía. Miro hacia mi pasado y veo mi niñez, mi adolescencia y mi juventud en los brazos de una generación en la que todo era separación y oficios acotados, todo bajo el dominio de una conjunción de valores religiosos, morales y políticos que anulaban el cambio y favorecían los roles tan distintos entre hombres y mujeres. Ni siquiera en las aulas universitarias se respiraban aires de igualdad. La explicación es larga y el poso hay que buscarlo en tantos siglos de distancias y de costumbres arraigadas en lo más impulsivo y más arcaico.
Los que tenemos años sabemos que el avance ha sido mucho en los últimos tiempos. Mas todo eso es historia, lejana o más reciente. Y del pasado no se vive, si no es para el contraste con lo que da el presente. Y hacia el presente vamos.
Han pasado los años, las lecturas constantes, las reflexiones amplias, los contrastes de ideas, los quehaceres diarios, los planes compartidos o distantes, la educación continua de los hijos, los trabajos, las aficiones varias… Todo lo que compone ese quehacer diario en el que nos movemos y nos vamos gastando con el ritmo del tiempo.
Los repaso deprisa y observo claroscuros evidentes, fallos gruesos y, a veces, también alguna cosa complaciente.
Y vuelvo al día a día más cercano. Y vengo a declarar que hay muchas cosas en las que puedo mejorar comportamientos. No voy a enumerar caso por caso, por pudor y por guarda de lo que solo a dos les pertenece. No saco mala nota en todo lo que a ayuda se refiere. Pero siento que es el nivel de ayuda aquel en el que me he instalado y me cuesta saltar la valla para entender que no se trata de la ayuda sino de compartir lo que es de igual obligación. Serán todos los posos y los restos de esa historia repleta de actitudes y de normas cargadas de machismo. Tal vez pueda ser eso. Quién sabe.
Tengo bastante claro que la transformación es labor de todos y que es en el campo de las normas, de la educación y del hogar donde se fraguan los cambios más profundos. Pero yo ya no tengo ni vigor ni edad para empujar con fuerza en esos ámbitos. Tal vez no debería confesarme rendido, lo confieso, pero esto es lo que hay.
Me queda el ámbito de mí mismo, el de yo, me, mi, conmigo. Y el de lo más cercano a mi presencia. Tendré que repasar mis actitudes hasta encontrar el rol igualitario. Venga, vamos a ello.

miércoles, 7 de marzo de 2018

FÁBULA DEL ASNO Y LA PIEDRA



FÁBULA DEL ASNO Y LA PIEDRA

Caminaba aquel asno con su carga,        
en una lentitud exasperante.
Y viendo que la gente, en todas partes,
en rápida carrera se afanaba,

“¿Adónde voy?”, se dijo, y observaba
que todo el que pasaba por delante
mostraba una actitud muy arrogante
y a toda prisa luego se alejaba.

“¿Por qué miran así? Si voy tan lento,
es porque soy un asno y no compensa
repetir varias veces el tropiezo

ni romper otra vez la misma piedra.
Prefiero la tardanza y me contento
con mi conciencia asnal y mi paciencia”.